Valenti Valdés
El hospital se sentía más cálido de lo habitual. No era solo por la luz tenue que iluminaba la habitación, sino por la emoción que flotaba en el ambiente. Ariadna estaba recostada en la cama, exhausta, aunque radiante, sosteniendo a uno de sus bebés en brazos. Maximiliano estaba a su lado, con el otro pequeño, mientras que la tercera de sus hijos dormía en la cuna especial junto a ellos. El sonido de unos suaves golpes en la puerta hizo que ambos levantaran la vista.

—¿Se puede? —preguntó Camila con la voz entrecortada, asomando la cabeza con una sonrisa que trataba de contener la emoción.

Ariadna asintió de inmediato y en cuestión de segundos, su madre entró en la habitación con Ricardo justo detrás. Los ojos de Camila brillaban al ver a su hija en la cama, rodeada por sus pequeños. Ricardo, por su parte, mantenía su expresión serena, pero la suavidad en su mirada delataba lo conmovido que estaba.

—Dios mío… —susurró Camila al acercarse, llevándose las manos al pecho—. Son… son precio
Maye Lyn

Buenos días, feliz miércoles

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