En Nemeris, el peligro siempre acecha en las sombras. Desde que tengo memoria, nuestra aldea ha guardado un secreto: habilidades extraordinarias que nos hacen diferentes, únicos... y cazados. A lo largo de generaciones, hemos aprendido a esconder nuestras capacidades, a engañar a los forasteros y a desviar su atención, haciéndoles creer que lo que han visto no es más que un truco de su imaginación. Pero siempre estuvieron cerca de la verdad. Nos escondemos por una razón: una sociedad secreta existe con un solo propósito: cazarnos. Nos quieren vivos, no como personas, sino como conejillos de Indias para experimentar con nuestros poderes, deseosos de descubrir el modo de adueñarse de ellos. No sabemos exactamente para qué, pero sabemos que no puede ser para algo bueno. Todo era tranquilo, hasta hace unas semanas. Ellos llegaron, y Nemeris se sumió en el caos. Ahora, el equilibrio está roto, y el mal se acerca.
Leer másLa niebla se disipaba lentamente mientras el grupo se detenía ante las ruinas. Ante ellos se erigía un santuario olvidado por el tiempo, cubierto de musgo y enredaderas. Las columnas que alguna vez debieron sostener un techo majestuoso ahora estaban quebradas, como si el propio cielo se hubiera desplomado sobre él.—¿Esto es todo? —preguntó Lysanne con una mezcla de incredulidad y decepción en su voz.Marcos caminó hacia el centro del lugar, estudiando los símbolos antiguos tallados en las piedras. Tara, por su parte, no podía evitar sentir una extraña energía en el aire, como si las ruinas estuvieran cargadas de un poder que todavía latía bajo la superficie.—Este santuario no es lo que parece —dijo Tobías mientras se acercaba, sus ojos recorriendo cada detalle—. Está escondiendo algo.Tara se agachó junto a una de las piedras, tocando su superficie rugosa. Casi de inmediato, una corriente de energía recorrió su cuerpo, haciéndola retroceder instintivamente.—Aquí hay magia —susurró—
La luz del amanecer apenas había comenzado a iluminar el horizonte cuando el grupo se puso en marcha nuevamente. El peligro de los exploradores desconocidos seguía acechando, pero Tara y Tobías, al igual que el resto, se mantenían alerta, sintiendo que cada paso los acercaba más a una confrontación inminente. La tensión entre ellos, sin embargo, no era solo por el peligro. Había algo más, algo que no podían ignorar, una tensión emocional que había crecido entre los silencios compartidos y las miradas que se cruzaban sin ser intencionadas. El camino hacia las montañas era rocoso y empinado, pero Marcos lideraba el grupo con determinación, revisando cada piedra, cada sombra que pareciera fuera de lugar. No podía permitir que los atraparan desprevenidos. Mientras avanzaban, Tara sentía el peso de las miradas de sus compañeros, como si todos, de alguna manera, estuvieran conscientes del cambio sutil en la dinámica entre ella y Tobías. La noche anterior había marcado un antes y un despu
La madrugada envolvía el campamento improvisado con un manto frío y nebuloso. El grupo se había refugiado en una cueva que Marcos había encontrado en el borde de un acantilado. Aunque estaban fuera del alcance de sus enemigos inmediatos, el peligro acechaba en cada rincón.Tara no podía dormir. Su mente giraba en espiral, repasando cada detalle del ataque, los gritos de las gemelas, las miradas de desesperación en los rostros de su familia. Aunque habían sobrevivido, la sensación de incertidumbre la mantenía en constante alerta. Caminó hacia la entrada de la cueva, buscando la frescura del aire y un momento de tranquilidad.Allí estaba Tobías, de pie, observando la oscuridad con la misma intensidad con la que siempre analizaba las situaciones. No dijo nada cuando Tara se acercó. Solo se mantuvo firme, como si su presencia fuera natural, casi necesaria en ese espacio compartido.—¿Algún movimiento? —preguntó Tara en voz baja, rompiendo el silencio.Tobías negó con la cabeza, sin apartar
El monstruo que emergió de las sombras no era como nada que hubieran visto antes. Su piel era de un gris oscuro, gruesa y surcada de cicatrices, con ojos de un rojo profundo que brillaban con una malicia casi animal. Caminaba erguido, sobre dos patas enormes, y su aliento parecía vibrar con una energía oscura, una que Tara reconoció de inmediato.—Es un demonio del éter —murmuró Marcos, apretando su espada con ambas manos, sin apartar la vista de la criatura.—Uno antiguo —agregó Saray, sus palabras llenas de terror mal disimulado mientras retrocedía un paso.Tara sintió el peso de la desesperación caer sobre ellos. Si un demonio del éter estaba involucrado, las cosas se habían puesto mucho más complicadas de lo que imaginaban. La desaparición del abuelo ya era suficientemente inquietante, pero ahora se enfrentaban a fuerzas que no comprend&i
La travesía hacia el sur de Nemeris fue rápida y silenciosa. Montaron a caballo por los senderos ocultos entre los bosques, evitando cualquier contacto no deseado. A medida que avanzaban, la densa vegetación comenzó a abrirse, dejando paso a las vastas llanuras de los Enderlin. La brisa salada del mar cercano acariciaba sus rostros, pero no lograba calmar el creciente malestar que todos sentían.Tara iba en silencio, sus pensamientos entrelazados con la incertidumbre sobre el futuro. Los ataques recientes habían sido inesperados y, aunque el consejo de los clanes se mantenía cauteloso, ella sabía que la situación estaba fuera de control. Algo grande estaba por suceder, y no sería bueno para ninguno de ellos.—¿Por qué justo ahora? —Alina rompió el silencio, su voz baja pero cargada de preocupación—. Los ataques han sido demasiado precisos. Nos están mandando un mensaje.—No están atacando a ciegas —respondió Marcos, su mandíbula tensa mientras ajustaba las riend
La atmósfera dentro de la fortaleza de los Astrum era aún más sobrecogedora que el exterior. El aire parecía más denso, casi vibrante, como si las paredes mismas estuvieran llenas de poder. Los pasillos eran largos y estrechos, iluminados por luces flotantes que creaban sombras danzantes en las piedras antiguas.Tara, Marcos, Saray y Sarah siguieron al líder de los Astrum en silencio, sus pisadas resonando en la fría piedra bajo ellos. La tensión entre los cuatro era palpable. Aunque habían esperado que los Astrum supieran algo sobre la corrupción del éter, la sensación de que algo mucho más grande estaba en juego los llenaba de temor. ¿Qué era lo que el consejo de los Astrum sabía que aún no les había revelado?—¿Crees que nos dirán todo? —susurró Saray a Tara, mientras caminaban tras el líder Astrum.
El resplandor del círculo de protección se desvaneció lentamente, dejando la casa sumida en una inquietante penumbra. El viento que antes soplaba con violencia ahora se había aquietado, pero la tensión en el aire era palpable. Todos miraban a su alrededor, sus corazones todavía acelerados, con los nervios a flor de piel. Tara, jadeante y agotada, sintió que un sudor frío le recorría la espalda. Habían logrado contener la amenaza por ahora, pero sabía que no duraría mucho. No cuando el enemigo conocía su ubicación exacta. —¿Estás bien? —preguntó Marcos, acercándose a ella con el ceño fruncido, su expresión grave. Había sido una noche larga y el cansancio se reflejaba en sus ojos. Tara asintió, aunque su mente seguía llena de dudas y temores. No se trataba solo de la amenaza externa. La amenaza más grande parecía estar acechando dentro de ellos mismos, de sus debilidades, sus miedos, sus rivalidades no resueltas. —Estoy bien, Marcos. Gracias. Solo... necesito un poco de aire —respon
En la esquina del salón, sentado con una expresión concentrada, estaba Laulel. Tara no lo había invitado, pero sabía que si estaba en casa, era porque lo habían traído sus sobrinos. Marcos y él eran como hermanos, unidos desde la guerra, y Laulel era una presencia constante en la casa de los Arquitanes.—¿Y bien, Laulel? ¿Has tenido alguna visión? —preguntó Tara, acercándose a él con una leve sonrisa. A pesar de las bromas y las insinuaciones de su familia, Laulel era un amigo y un aliado importante.—Nada claro aún —respondió Laulel, levantando la vista de un libro antiguo que estaba leyendo—. Pero he estado investigando sobre esos espectros. No es común que aparezcan así, sin más, especialmente tan lejos del Bosque Umbrío. Es como si estuvieran buscando algo… o a alguien.Tara sintió un escalofrío recorrer su espalda. No había mencionado a nadie sobre la sensación de ser observada que había sentido durante su encuentro con los espectros. Parecía que Laulel también lo había sentido,
La cabaña de los Arquitanes estaba rebosante de vida. A pesar de la amenaza que se cernía sobre la aldea, el bullicio familiar traía un respiro de normalidad y calor humano. En el amplio salón, los sobrinos corrían de un lado a otro, mientras las voces de los adultos se entrelazaban en una mezcla de preocupaciones y planes.América, con su capacidad innata para mantener el orden en medio del caos, organizaba la reunión con precisión. A mi lado, Tobías parecía estar en su propio mundo, procesando la información y preparándose para la discusión que se avecinaba.—¡Tara! —exclamó Mara, mi hermana menor, mientras entraba en la sala con su habitual energía. Mara era la abogada de la familia y una experta en artes defensivas—. ¿Qué tal va todo? ¿Alguna novedad con los exiliados?—Unas victorias pequeñas, pero nada decisivo todavía —respondí, intentando mantener una actitud positiva.Mara se sentó junto a Susana, otra de mis hermanas, que llegaba acompañada de sus cuatro hijos: Ana, de 14 añ