4. Los refugiados de la medianoche

El amanecer se acercaba mientras caminaba hacia la cabaña de Malaquías, mis pasos amortiguados por la hierba húmeda de rocío. Mi mente estaba llena de preguntas, pero una certeza me guiaba: nada sería igual después de la noche anterior.

A medida que me acercaba a la cabaña, noté un par de siluetas familiares esperándome junto a la entrada. Eran Kira y Luka, dos de mis amigos más cercanos en la aldea. Kira, con su cabello corto y enérgico, siempre tenía una chispa de picardía en sus ojos verdes. Luka, por otro lado, era más tranquilo, con una sonrisa constante y una presencia reconfortante que calmaba mis nervios.

—¡Tara! —gritó Kira, levantando la mano en un saludo exagerado—. ¿Qué tal la cita romántica en el bosque con Tobías? ¿Fue tan emocionante como dicen los rumores?

Solté una risa breve y sarcástica.

—Si por emocionante te refieres a casi morir a manos de una criatura de sombra y una figura misteriosa, entonces sí, fue increíblemente emocionante.

Luka dejó escapar una carcajada mientras Kira hacía una mueca burlona.

—Siempre puedes contar con Tobías para arruinar una buena velada —respondió Kira, rodando los ojos.

Nos dirigimos juntos hacia la cabaña, el ambiente ligero gracias a sus bromas, pero todos sabíamos que lo que estaba sucediendo era mucho más grave de lo que queríamos admitir.

Al entrar en la cabaña de Malaquías, la encontramos llena de actividad. Tobías ya estaba allí, discutiendo con América y un par de aldeanos que no reconocí de inmediato. Malaquías estaba de pie junto a su mesa de trabajo, examinando un mapa antiguo con runas extrañas.

—Ah, Tara, Kira, Luka —dijo Malaquías sin apartar la vista del mapa—. Justo a tiempo. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.

América, con su expresión de preocupación, me sonrió brevemente.

—Hemos discutido los eventos de anoche —dijo Tobías—. Creemos que la figura encapuchada podría estar relacionada con los rumores sobre los refugiados.

—¿Refugiados? —pregunté, confundida.

América asintió.

—Un grupo de magos exiliados que se han estado ocultando en los bordes del bosque. Algunos creen que están intentando recuperar sus poderes mediante magia oscura.

—Eso explicaría la criatura de sombra —dijo Luka—. ¿Creen que están detrás de todo esto?

Malaquías asintió.

—Es una posibilidad. Necesitamos investigar más, pero hasta entonces, debemos actuar con cautela. Tara, Tobías, quiero que vayan con Kira y Luka a los límites del bosque esta noche. Debemos encontrar a estos exiliados y averiguar qué están planeando.

Kira hizo una mueca de desagrado.

—Otra excursión al bosque oscuro. Genial.

Luka le dio un codazo amistoso.

—Vamos, Kira, será una aventura. Y además, Tara y Tobías parecen estar en su mejor forma cuando están enfrentándose a algo.

Me giré hacia Tobías, quien se mantenía en silencio, observando el mapa con intensidad. Sabía que nuestro próximo encuentro sería crucial.

Esa noche la luna brillaba tenuemente a medida que nos adentrábamos en el bosque. Kira lideraba con confianza, mientras Luka y yo manteníamos los ojos abiertos para cualquier señal de peligro. Tobías estaba al frente, vigilando los alrededores con una determinación feroz.

—Entonces, Tara —dijo Kira en un susurro—, cuéntame más sobre la gran historia de amor que todos parecen esperar entre tú y Tobías.

—¿Mi qué? —respondí, sorprendida.

—Vamos, es obvio que hay algo más que rivalidad entre ustedes. No puede ser solo odio.

Tobías se volvió hacia nosotros, una mirada desafiante en sus ojos. Antes de que pudiera responder, un sonido de ramas rompiéndose nos hizo detenernos en seco.

—¡Silencio! —susurró Tobías, señalando hacia un claro adelante.

Nos movimos con sigilo, el aire se sentía cargado de tensión. Allí, en el claro, vimos a un grupo de figuras encapuchadas reunidas alrededor de un fuego. La figura alta y delgada en el centro parecía estar dirigiendo la conversación.

—¿Son ellos? —susurró Luka, ajustando su arco.

Asentí, mi corazón acelerado. Kira se inclinó hacia adelante, tratando de escuchar mejor. La figura alta hablaba en un idioma que no pude reconocer, y las palabras que llegaban a nuestros oídos eran inquietantes.

—...no queda mucho tiempo. Necesitamos más energía para completar el ritual.

—¿Ritual? —murmuré a Tobías, que asintió con preocupación.

Antes de que pudiéramos hacer un plan, un crujido bajo el pie de Kira nos traicionó. Las figuras encapuchadas giraron sus cabezas hacia nosotros, sus miradas llenas de amenaza.

—¡Ahora! —gritó Tobías, lanzándose al ataque.

Luka disparó una flecha, alcanzando a uno de los encapuchados, mientras Kira y yo desenvainábamos nuestras dagas. La figura alta levantó sus manos, creando una ráfaga de viento que intentaba alejarnos.

—¡Cuidado! —grité, intentando mantener el equilibrio.

Mientras Tobías se enfrentaba a dos de los atacantes, Kira y yo luchábamos con los demás. La figura alta, con un conjuro en sus labios, lanzó un rayo oscuro hacia Tobías. Sin pensarlo, me lancé hacia él para interceptar el ataque.

Luka cayó al suelo tras ser golpeado por el hechizo, su cuerpo inmóvil. Mi corazón se hundió mientras corría a su lado. Con mano temblorosa, apliqué una poción curativa de mi cinturón, rogando que hiciera efecto.

—Vamos, Luka, mantente conmigo —susurré, observando cómo la poción comenzaba a estabilizar su respiración.

Kira luchaba a mi lado, y Tobías estaba al borde de la confrontación con la figura alta. Finalmente, la figura alta lanzó un hechizo de humo oscuro y desapareció, dejándonos con una sensación de derrota.

Tobías y yo, exhaustos, nos reagruparamos con Kira y Luka. Nos dirigimos rápidamente hacia la aldea, con el peso de la misión incompleta presionando sobre nosotros.

Al llegar a la cabaña, América y Malaquías nos recibieron con miradas de ansiedad. Luka se apoyaba en Kira, que lo ayudaba a caminar.

—¿Qué pasó? —preguntó América, con una preocupación evidente en su voz.

—Encontramos a los exiliados —dijo Tobías—. Están planeando algo grande y están utilizando magia oscura.

El rostro de América se tornó grave, y su voz se llenó de preocupación.

—Entonces debemos prepararnos para lo peor. Tara, tienes que estar alerta. Las cosas están a punto de volverse mucho más peligrosas.

Asentí, mi mente ya en movimiento. Mientras América y Malaquías discutían los siguientes pasos, sentí la mirada de Tobías sobre mí. Me volví hacia él, encontrando una expresión de sincera preocupación en sus ojos.

—Tara —dijo suavemente—, sé que no siempre hemos estado de acuerdo, pero... ten cuidado, ¿sí?

Su tono me sorprendió. No pude evitar sonreír un poco.

—Lo mismo para ti, Tobías.

En medio del caos y la incertidumbre, sentí una chispa de esperanza. No estábamos solos en esto. Con nuestros amigos a nuestro lado, enfrentaríamos cualquier desafío que viniera.

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