La atmósfera dentro de la fortaleza de los Astrum era aún más sobrecogedora que el exterior. El aire parecía más denso, casi vibrante, como si las paredes mismas estuvieran llenas de poder. Los pasillos eran largos y estrechos, iluminados por luces flotantes que creaban sombras danzantes en las piedras antiguas.
Tara, Marcos, Saray y Sarah siguieron al líder de los Astrum en silencio, sus pisadas resonando en la fría piedra bajo ellos. La tensión entre los cuatro era palpable. Aunque habían esperado que los Astrum supieran algo sobre la corrupción del éter, la sensación de que algo mucho más grande estaba en juego los llenaba de temor. ¿Qué era lo que el consejo de los Astrum sabía que aún no les había revelado?
—¿Crees que nos dirán todo? —susurró Saray a Tara, mientras caminaban tras el líder Astrum.
La travesía hacia el sur de Nemeris fue rápida y silenciosa. Montaron a caballo por los senderos ocultos entre los bosques, evitando cualquier contacto no deseado. A medida que avanzaban, la densa vegetación comenzó a abrirse, dejando paso a las vastas llanuras de los Enderlin. La brisa salada del mar cercano acariciaba sus rostros, pero no lograba calmar el creciente malestar que todos sentían.Tara iba en silencio, sus pensamientos entrelazados con la incertidumbre sobre el futuro. Los ataques recientes habían sido inesperados y, aunque el consejo de los clanes se mantenía cauteloso, ella sabía que la situación estaba fuera de control. Algo grande estaba por suceder, y no sería bueno para ninguno de ellos.—¿Por qué justo ahora? —Alina rompió el silencio, su voz baja pero cargada de preocupación—. Los ataques han sido demasiado precisos. Nos están mandando un mensaje.—No están atacando a ciegas —respondió Marcos, su mandíbula tensa mientras ajustaba las riend
El monstruo que emergió de las sombras no era como nada que hubieran visto antes. Su piel era de un gris oscuro, gruesa y surcada de cicatrices, con ojos de un rojo profundo que brillaban con una malicia casi animal. Caminaba erguido, sobre dos patas enormes, y su aliento parecía vibrar con una energía oscura, una que Tara reconoció de inmediato.—Es un demonio del éter —murmuró Marcos, apretando su espada con ambas manos, sin apartar la vista de la criatura.—Uno antiguo —agregó Saray, sus palabras llenas de terror mal disimulado mientras retrocedía un paso.Tara sintió el peso de la desesperación caer sobre ellos. Si un demonio del éter estaba involucrado, las cosas se habían puesto mucho más complicadas de lo que imaginaban. La desaparición del abuelo ya era suficientemente inquietante, pero ahora se enfrentaban a fuerzas que no comprend&i
La madrugada envolvía el campamento improvisado con un manto frío y nebuloso. El grupo se había refugiado en una cueva que Marcos había encontrado en el borde de un acantilado. Aunque estaban fuera del alcance de sus enemigos inmediatos, el peligro acechaba en cada rincón.Tara no podía dormir. Su mente giraba en espiral, repasando cada detalle del ataque, los gritos de las gemelas, las miradas de desesperación en los rostros de su familia. Aunque habían sobrevivido, la sensación de incertidumbre la mantenía en constante alerta. Caminó hacia la entrada de la cueva, buscando la frescura del aire y un momento de tranquilidad.Allí estaba Tobías, de pie, observando la oscuridad con la misma intensidad con la que siempre analizaba las situaciones. No dijo nada cuando Tara se acercó. Solo se mantuvo firme, como si su presencia fuera natural, casi necesaria en ese espacio compartido.—¿Algún movimiento? —preguntó Tara en voz baja, rompiendo el silencio.Tobías negó con la cabeza, sin apartar
La luz del amanecer apenas había comenzado a iluminar el horizonte cuando el grupo se puso en marcha nuevamente. El peligro de los exploradores desconocidos seguía acechando, pero Tara y Tobías, al igual que el resto, se mantenían alerta, sintiendo que cada paso los acercaba más a una confrontación inminente. La tensión entre ellos, sin embargo, no era solo por el peligro. Había algo más, algo que no podían ignorar, una tensión emocional que había crecido entre los silencios compartidos y las miradas que se cruzaban sin ser intencionadas. El camino hacia las montañas era rocoso y empinado, pero Marcos lideraba el grupo con determinación, revisando cada piedra, cada sombra que pareciera fuera de lugar. No podía permitir que los atraparan desprevenidos. Mientras avanzaban, Tara sentía el peso de las miradas de sus compañeros, como si todos, de alguna manera, estuvieran conscientes del cambio sutil en la dinámica entre ella y Tobías. La noche anterior había marcado un antes y un despu
La niebla se disipaba lentamente mientras el grupo se detenía ante las ruinas. Ante ellos se erigía un santuario olvidado por el tiempo, cubierto de musgo y enredaderas. Las columnas que alguna vez debieron sostener un techo majestuoso ahora estaban quebradas, como si el propio cielo se hubiera desplomado sobre él.—¿Esto es todo? —preguntó Lysanne con una mezcla de incredulidad y decepción en su voz.Marcos caminó hacia el centro del lugar, estudiando los símbolos antiguos tallados en las piedras. Tara, por su parte, no podía evitar sentir una extraña energía en el aire, como si las ruinas estuvieran cargadas de un poder que todavía latía bajo la superficie.—Este santuario no es lo que parece —dijo Tobías mientras se acercaba, sus ojos recorriendo cada detalle—. Está escondiendo algo.Tara se agachó junto a una de las piedras, tocando su superficie rugosa. Casi de inmediato, una corriente de energía recorrió su cuerpo, haciéndola retroceder instintivamente.—Aquí hay magia —susurró—
Introducción del libro.Profecía del Infante del Etér En el año en que las estrellas se alineen y la luna brille con un halo dorado,Nacerá un niño, o una niña, de poder sin igual,El Infante del Éter, portador de la luz y la sombra,Capaz de manipular los cuatro elementos, y el tiempo dominar. Del aire, su aliento nacerá,Del fuego, su espíritu arderá,De la tierra, su fuerza se levantará,Y del agua, su corazón fluirá. Mas, en su mirada, el flujo del tiempo danzará,Capaz de detener el amanecer, o de apresurar el ocaso,Un ser de destino incierto,Un guardián o un destructor, dependiendo de su camino elegido. Los sabios del Éter han hablado,Los cielos y la tierra lo han proclamado,El Infante del Éter será tanto esperanza como temor,Y su llegada marcará el inicio de una nueva era,Donde el equilibrio del mundo penderá de un hilo.2 meses antes.Al llegar a casa, con el cuerpo cansado pero el corazón ligero por haber finalizado un día más con vida, encontré a mi hermana mayor esper
Después de la conversación con América, salí al jardín, necesitaba aclarar mis dudas y despejar un poco la mente. Esta sensación de que algo muy malo estaba por suceder me tenía muy intranquila. Sabia lo que tenia que hacer pero no tenia ni un poquito de ganas. Hablar con Tobías despertaba en mi los sentimientos mas terribles que uno podría tener hacia otra persona y en justa medida, yo despertaba los mismos sentimientos en él, aunque mi familia tenia la errónea idea de que estaba enamorado, nada mas fuera de la realidad, nos odiamos, fin del asunto. Todo empezó cuando los clanes de Nemeris decidieron que era buena idea unificar los institutos de la ciudad, que todos tuviéramos la oportunidad de aprender las tradiciones y las historias de los clanes vecinos. Fue una idea excelente, pero no tanto para los estudiantes competitivos, como Tobías y yo. Cada uno destacaba por algo, mientras él era y seguía siendo muy bueno con los hechizos, mi mente hiperactiva no me dejaba concentrarme l
El sol comenzaba a descender detrás de las montañas, proyectando largas sombras sobre el denso follaje del bosque. Caminé hacia el claro donde había acordado reunirme con Tobías. El viejo roble, con su tronco retorcido y ramas desnudas, se alzaba como un centinela en medio del espacio abierto, su silueta destacando contra el cielo que comenzaba a oscurecerse. Me sentía inquieta; mi piel se erizaba con una sensación de peligro inminente, como si el mismo aire estuviera cargado de advertencias invisibles.Llegué al lugar unos minutos antes de lo previsto. La calma del claro era desconcertante. Normalmente, el sonido de los pájaros y el crujir de las ramas me habrían calmado, pero hoy solo intensificaban la ansiedad que sentía desde que hablé con América. Había algo en el viento, un murmullo bajo que parecía estar justo en el límite de mi audición. Recordé lo que las gemelas me habían dicho más temprano: habían escuchado susurros en sus mentes mientras entrenaban, susurros que parecían ve