2. Más dudas

Después de la conversación con América, salí al jardín, necesitaba aclarar mis dudas y despejar un poco la mente. Esta sensación de que algo muy malo estaba por suceder me tenía muy intranquila. Sabia lo que tenia que hacer pero no tenia ni un poquito de ganas. Hablar con Tobías despertaba en mi los sentimientos mas terribles que uno podría tener hacia otra persona y en justa medida, yo despertaba los mismos sentimientos en él, aunque mi familia tenia la errónea idea de que estaba enamorado, nada mas fuera de la realidad, nos odiamos, fin del asunto. 

Todo empezó cuando los clanes de Nemeris decidieron que era buena idea unificar los institutos de la ciudad, que todos tuviéramos la oportunidad de aprender las tradiciones y las historias de los clanes vecinos. Fue una idea excelente, pero no tanto para los estudiantes competitivos, como Tobías y yo. 

Cada uno destacaba por algo, mientras él era y seguía siendo muy bueno con los hechizos, mi mente hiperactiva no me dejaba concentrarme lo suficiente para realizar alguno mínimamente bien, yo era magnifica con el control del agua, ni siquiera los dueños de ese único don podían rivalizar conmigo. Así que las clases se convirtieron en nuestras pistas de carreras, los entrenamientos en la academia fueron igual de terribles. Malaquías las tuvo muy mal con nosotros, tuvo que ponernos en clases distintas hasta que nos graduamos pero no terminó ahí. 

El viejo cascarrabias necesitaba un pupilo, anuncio su deseo a todos los graduados de ese año, las pruebas fueron feroces al igual que los aspirantes, al final fuimos nosotros dos, como siempre y el ganó, no sin antes, luchar por ello, no se lo puse fácil. Pero el ganó y yo tuve que tragarme mi orgullo y admitir la derrota.

Al final, resulto ser el pupilo perfecto para Malaquías, eran tan para cual, yo no habría soportado los 5 años que tenia Laulel  aguantando al viejo.

Pero lo que estaba sucediendo era demasiado importante como para dar cabida a rencillas pasadas. Éramos adultos y podíamos lidiar uno con el otro sin llegar a matarnos.

Tomé el móvil y mientras escuchaba el tono vi como se acercaban, las gemelas hacia donde estaba sentada. 

Le dije que esperaran un poco para dejarle un mensaje de voz al pupilo ya que no había contestado el muy maldito.

—¿Qué noticias me traen del fuerte, pequeñas guerreras?— pregunte de broma a las chicas que estaban a punto de terminar el ultimo año de instituto.

—Nada nuevo, ha estado todo muy tranquilo a pesar de la mayoría nos sentimos indefensos ante esta situación— respondió Sarah intranquila—

—No es que sea una sorpresa —agregó Saray, mirando a su hermana gemela y luego a mí—. Pero hoy pasó algo raro. No sé si tenga relación con lo que está ocurriendo...

—¿Qué pasó? —pregunté, sintiendo un ligero nudo formarse en mi estómago. Las gemelas eran sensibles a cualquier cambio en el entorno, y si algo había llamado su atención, no podía ser nada trivial.

—Estábamos en el entrenamiento de la mañana, y justo cuando practicábamos técnicas avanzadas de control de aire, sentí una... perturbación —dijo Sarah, frunciendo el ceño. Pude ver que la incomodidad en su rostro reflejaba algo más que una simple interrupción en su práctica habitual—. Como si alguien o algo estuviera tratando de entrar en nuestra mente. No sé cómo explicarlo mejor.

—Sí, fue como un susurro. Al principio pensé que era mi imaginación —añadió Saray—. Pero después, cuando vi a Sarah, me di cuenta de que ella también lo sentía. Era como... una voz muy lejana, pero al mismo tiempo, demasiado cercana.

Mi piel se erizó. Las gemelas rara vez se asustaban por algo, y si decían que habían escuchado un susurro extraño, había que tomárselo en serio. ¿Podría estar relacionado con la desaparición de nuestros poderes? ¿O era algo completamente diferente?

—¿Le dijeron a alguien más? —les pregunté, mi tono más serio de lo que pretendía.

—Sí, lo mencionamos a la profesora Yara, pero no nos creyó del todo. Dijo que tal vez era el resultado de la ansiedad por lo que está pasando con los poderes... pero sabemos que no fue eso —respondió Sarah, cruzando los brazos.

—Bien, voy a hablar con ella. Asegúrense de no contar esto a nadie más por ahora. No queremos causar pánico innecesario —les dije, tratando de sonar calmada y segura. Aunque en el fondo, mi mente ya estaba trabajando a toda velocidad, tratando de conectar los puntos. ¿Un susurro? ¿Podría ser una señal de algún hechizo o encantamiento que estuviera afectando nuestra aldea?

Las gemelas asintieron y se fueron, dejando un rastro de energía tensa en el aire. Me quedé sentada por un momento, reflexionando. Si algo o alguien estaba intentando acceder a las mentes de los jóvenes elementales, la situación era más grave de lo que habíamos pensado. 

Los nemerianos no teníamos ese tipo de poder, pero sabíamos que existían gracias a antiguas historias contadas alrededor de fogatas, reuniones de los ancianos en las cuales solíamos colarnos de pequeños. Siempre fueron un mito, pero lo que habían dicho las chicas confirmaba que no era así.

En ese instante, mi teléfono sonó, interrumpiendo mis pensamientos. Miré la pantalla y, para mi sorpresa, era Tobías.

—Hola, Tara. Me perdí tu llamada —dijo Tobías, su voz un poco cortante pero también curiosa. Podía notar que intentaba sonar neutral, pero había una nota de urgencia en su tono que me llamó la atención.

—Necesito hablar contigo. Algo grande está pasando, y creo que podría estar relacionado con la desaparición de nuestros poderes —le respondí, y antes de que pudiera agregar algo, continué—. ¿Puedes encontrarte conmigo en el claro del bosque, cerca del viejo árbol hueco, en una hora?

Hubo un breve silencio del otro lado de la línea. Podía imaginarme a Tobías, deliberando si quería o no acceder a mi petición.

—Está bien —dijo finalmente, con un suspiro—. Nos vemos allí.

Colgué el teléfono y me puse de pie, estirando mis brazos. Miré hacia el bosque que rodeaba la aldea, un lugar que siempre había sido mi refugio. Ahora, parecía más oscuro y misterioso de lo habitual. Algo se estaba gestando, algo que podría cambiar nuestras vidas para siempre. Y yo, Tara Arquitanes, iba a descubrir qué era, cueste lo que cueste.

Me dirigí hacia el claro del bosque, preparada para enfrentar lo que sea que el destino tuviera preparado para nosotros. 

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