Después de la conversación con América, salí al jardín, necesitaba aclarar mis dudas y despejar un poco la mente. Esta sensación de que algo muy malo estaba por suceder me tenía muy intranquila. Sabia lo que tenia que hacer pero no tenia ni un poquito de ganas. Hablar con Tobías despertaba en mi los sentimientos mas terribles que uno podría tener hacia otra persona y en justa medida, yo despertaba los mismos sentimientos en él, aunque mi familia tenia la errónea idea de que estaba enamorado, nada mas fuera de la realidad, nos odiamos, fin del asunto.
Todo empezó cuando los clanes de Nemeris decidieron que era buena idea unificar los institutos de la ciudad, que todos tuviéramos la oportunidad de aprender las tradiciones y las historias de los clanes vecinos. Fue una idea excelente, pero no tanto para los estudiantes competitivos, como Tobías y yo.
Cada uno destacaba por algo, mientras él era y seguía siendo muy bueno con los hechizos, mi mente hiperactiva no me dejaba concentrarme lo suficiente para realizar alguno mínimamente bien, yo era magnifica con el control del agua, ni siquiera los dueños de ese único don podían rivalizar conmigo. Así que las clases se convirtieron en nuestras pistas de carreras, los entrenamientos en la academia fueron igual de terribles. Malaquías las tuvo muy mal con nosotros, tuvo que ponernos en clases distintas hasta que nos graduamos pero no terminó ahí.
El viejo cascarrabias necesitaba un pupilo, anuncio su deseo a todos los graduados de ese año, las pruebas fueron feroces al igual que los aspirantes, al final fuimos nosotros dos, como siempre y el ganó, no sin antes, luchar por ello, no se lo puse fácil. Pero el ganó y yo tuve que tragarme mi orgullo y admitir la derrota.
Al final, resulto ser el pupilo perfecto para Malaquías, eran tan para cual, yo no habría soportado los 5 años que tenia Laulel aguantando al viejo.
Pero lo que estaba sucediendo era demasiado importante como para dar cabida a rencillas pasadas. Éramos adultos y podíamos lidiar uno con el otro sin llegar a matarnos.
Tomé el móvil y mientras escuchaba el tono vi como se acercaban, las gemelas hacia donde estaba sentada.
Le dije que esperaran un poco para dejarle un mensaje de voz al pupilo ya que no había contestado el muy maldito.
—¿Qué noticias me traen del fuerte, pequeñas guerreras?— pregunte de broma a las chicas que estaban a punto de terminar el ultimo año de instituto.
—Nada nuevo, ha estado todo muy tranquilo a pesar de la mayoría nos sentimos indefensos ante esta situación— respondió Sarah intranquila—
—No es que sea una sorpresa —agregó Saray, mirando a su hermana gemela y luego a mí—. Pero hoy pasó algo raro. No sé si tenga relación con lo que está ocurriendo...
—¿Qué pasó? —pregunté, sintiendo un ligero nudo formarse en mi estómago. Las gemelas eran sensibles a cualquier cambio en el entorno, y si algo había llamado su atención, no podía ser nada trivial.
—Estábamos en el entrenamiento de la mañana, y justo cuando practicábamos técnicas avanzadas de control de aire, sentí una... perturbación —dijo Sarah, frunciendo el ceño. Pude ver que la incomodidad en su rostro reflejaba algo más que una simple interrupción en su práctica habitual—. Como si alguien o algo estuviera tratando de entrar en nuestra mente. No sé cómo explicarlo mejor.
—Sí, fue como un susurro. Al principio pensé que era mi imaginación —añadió Saray—. Pero después, cuando vi a Sarah, me di cuenta de que ella también lo sentía. Era como... una voz muy lejana, pero al mismo tiempo, demasiado cercana.
Mi piel se erizó. Las gemelas rara vez se asustaban por algo, y si decían que habían escuchado un susurro extraño, había que tomárselo en serio. ¿Podría estar relacionado con la desaparición de nuestros poderes? ¿O era algo completamente diferente?
—¿Le dijeron a alguien más? —les pregunté, mi tono más serio de lo que pretendía.
—Sí, lo mencionamos a la profesora Yara, pero no nos creyó del todo. Dijo que tal vez era el resultado de la ansiedad por lo que está pasando con los poderes... pero sabemos que no fue eso —respondió Sarah, cruzando los brazos.
—Bien, voy a hablar con ella. Asegúrense de no contar esto a nadie más por ahora. No queremos causar pánico innecesario —les dije, tratando de sonar calmada y segura. Aunque en el fondo, mi mente ya estaba trabajando a toda velocidad, tratando de conectar los puntos. ¿Un susurro? ¿Podría ser una señal de algún hechizo o encantamiento que estuviera afectando nuestra aldea?
Las gemelas asintieron y se fueron, dejando un rastro de energía tensa en el aire. Me quedé sentada por un momento, reflexionando. Si algo o alguien estaba intentando acceder a las mentes de los jóvenes elementales, la situación era más grave de lo que habíamos pensado.
Los nemerianos no teníamos ese tipo de poder, pero sabíamos que existían gracias a antiguas historias contadas alrededor de fogatas, reuniones de los ancianos en las cuales solíamos colarnos de pequeños. Siempre fueron un mito, pero lo que habían dicho las chicas confirmaba que no era así.
En ese instante, mi teléfono sonó, interrumpiendo mis pensamientos. Miré la pantalla y, para mi sorpresa, era Tobías.
—Hola, Tara. Me perdí tu llamada —dijo Tobías, su voz un poco cortante pero también curiosa. Podía notar que intentaba sonar neutral, pero había una nota de urgencia en su tono que me llamó la atención.
—Necesito hablar contigo. Algo grande está pasando, y creo que podría estar relacionado con la desaparición de nuestros poderes —le respondí, y antes de que pudiera agregar algo, continué—. ¿Puedes encontrarte conmigo en el claro del bosque, cerca del viejo árbol hueco, en una hora?
Hubo un breve silencio del otro lado de la línea. Podía imaginarme a Tobías, deliberando si quería o no acceder a mi petición.
—Está bien —dijo finalmente, con un suspiro—. Nos vemos allí.
Colgué el teléfono y me puse de pie, estirando mis brazos. Miré hacia el bosque que rodeaba la aldea, un lugar que siempre había sido mi refugio. Ahora, parecía más oscuro y misterioso de lo habitual. Algo se estaba gestando, algo que podría cambiar nuestras vidas para siempre. Y yo, Tara Arquitanes, iba a descubrir qué era, cueste lo que cueste.
Me dirigí hacia el claro del bosque, preparada para enfrentar lo que sea que el destino tuviera preparado para nosotros.
El sol comenzaba a descender detrás de las montañas, proyectando largas sombras sobre el denso follaje del bosque. Caminé hacia el claro donde había acordado reunirme con Tobías. El viejo roble, con su tronco retorcido y ramas desnudas, se alzaba como un centinela en medio del espacio abierto, su silueta destacando contra el cielo que comenzaba a oscurecerse. Me sentía inquieta; mi piel se erizaba con una sensación de peligro inminente, como si el mismo aire estuviera cargado de advertencias invisibles.Llegué al lugar unos minutos antes de lo previsto. La calma del claro era desconcertante. Normalmente, el sonido de los pájaros y el crujir de las ramas me habrían calmado, pero hoy solo intensificaban la ansiedad que sentía desde que hablé con América. Había algo en el viento, un murmullo bajo que parecía estar justo en el límite de mi audición. Recordé lo que las gemelas me habían dicho más temprano: habían escuchado susurros en sus mentes mientras entrenaban, susurros que parecían ve
El amanecer se acercaba mientras caminaba hacia la cabaña de Malaquías, mis pasos amortiguados por la hierba húmeda de rocío. Mi mente estaba llena de preguntas, pero una certeza me guiaba: nada sería igual después de la noche anterior.A medida que me acercaba a la cabaña, noté un par de siluetas familiares esperándome junto a la entrada. Eran Kira y Luka, dos de mis amigos más cercanos en la aldea. Kira, con su cabello corto y enérgico, siempre tenía una chispa de picardía en sus ojos verdes. Luka, por otro lado, era más tranquilo, con una sonrisa constante y una presencia reconfortante que calmaba mis nervios.—¡Tara! —gritó Kira, levantando la mano en un saludo exagerado—. ¿Qué tal la cita romántica en el bosque con Tobías? ¿Fue tan emocionante como dicen los rumores?Solté una risa breve y sarcástica.—Si por emocionante te refieres a casi morir a manos de una criatura de sombra y una figura misteriosa, entonces sí, fue increíblemente emocionante.Luka dejó escapar una carcajada
La cabaña de los Arquitanes estaba rebosante de vida. A pesar de la amenaza que se cernía sobre la aldea, el bullicio familiar traía un respiro de normalidad y calor humano. En el amplio salón, los sobrinos corrían de un lado a otro, mientras las voces de los adultos se entrelazaban en una mezcla de preocupaciones y planes.América, con su capacidad innata para mantener el orden en medio del caos, organizaba la reunión con precisión. A mi lado, Tobías parecía estar en su propio mundo, procesando la información y preparándose para la discusión que se avecinaba.—¡Tara! —exclamó Mara, mi hermana menor, mientras entraba en la sala con su habitual energía. Mara era la abogada de la familia y una experta en artes defensivas—. ¿Qué tal va todo? ¿Alguna novedad con los exiliados?—Unas victorias pequeñas, pero nada decisivo todavía —respondí, intentando mantener una actitud positiva.Mara se sentó junto a Susana, otra de mis hermanas, que llegaba acompañada de sus cuatro hijos: Ana, de 14 añ
En la esquina del salón, sentado con una expresión concentrada, estaba Laulel. Tara no lo había invitado, pero sabía que si estaba en casa, era porque lo habían traído sus sobrinos. Marcos y él eran como hermanos, unidos desde la guerra, y Laulel era una presencia constante en la casa de los Arquitanes.—¿Y bien, Laulel? ¿Has tenido alguna visión? —preguntó Tara, acercándose a él con una leve sonrisa. A pesar de las bromas y las insinuaciones de su familia, Laulel era un amigo y un aliado importante.—Nada claro aún —respondió Laulel, levantando la vista de un libro antiguo que estaba leyendo—. Pero he estado investigando sobre esos espectros. No es común que aparezcan así, sin más, especialmente tan lejos del Bosque Umbrío. Es como si estuvieran buscando algo… o a alguien.Tara sintió un escalofrío recorrer su espalda. No había mencionado a nadie sobre la sensación de ser observada que había sentido durante su encuentro con los espectros. Parecía que Laulel también lo había sentido,
El resplandor del círculo de protección se desvaneció lentamente, dejando la casa sumida en una inquietante penumbra. El viento que antes soplaba con violencia ahora se había aquietado, pero la tensión en el aire era palpable. Todos miraban a su alrededor, sus corazones todavía acelerados, con los nervios a flor de piel. Tara, jadeante y agotada, sintió que un sudor frío le recorría la espalda. Habían logrado contener la amenaza por ahora, pero sabía que no duraría mucho. No cuando el enemigo conocía su ubicación exacta. —¿Estás bien? —preguntó Marcos, acercándose a ella con el ceño fruncido, su expresión grave. Había sido una noche larga y el cansancio se reflejaba en sus ojos. Tara asintió, aunque su mente seguía llena de dudas y temores. No se trataba solo de la amenaza externa. La amenaza más grande parecía estar acechando dentro de ellos mismos, de sus debilidades, sus miedos, sus rivalidades no resueltas. —Estoy bien, Marcos. Gracias. Solo... necesito un poco de aire —respon
La atmósfera dentro de la fortaleza de los Astrum era aún más sobrecogedora que el exterior. El aire parecía más denso, casi vibrante, como si las paredes mismas estuvieran llenas de poder. Los pasillos eran largos y estrechos, iluminados por luces flotantes que creaban sombras danzantes en las piedras antiguas.Tara, Marcos, Saray y Sarah siguieron al líder de los Astrum en silencio, sus pisadas resonando en la fría piedra bajo ellos. La tensión entre los cuatro era palpable. Aunque habían esperado que los Astrum supieran algo sobre la corrupción del éter, la sensación de que algo mucho más grande estaba en juego los llenaba de temor. ¿Qué era lo que el consejo de los Astrum sabía que aún no les había revelado?—¿Crees que nos dirán todo? —susurró Saray a Tara, mientras caminaban tras el líder Astrum.
La travesía hacia el sur de Nemeris fue rápida y silenciosa. Montaron a caballo por los senderos ocultos entre los bosques, evitando cualquier contacto no deseado. A medida que avanzaban, la densa vegetación comenzó a abrirse, dejando paso a las vastas llanuras de los Enderlin. La brisa salada del mar cercano acariciaba sus rostros, pero no lograba calmar el creciente malestar que todos sentían.Tara iba en silencio, sus pensamientos entrelazados con la incertidumbre sobre el futuro. Los ataques recientes habían sido inesperados y, aunque el consejo de los clanes se mantenía cauteloso, ella sabía que la situación estaba fuera de control. Algo grande estaba por suceder, y no sería bueno para ninguno de ellos.—¿Por qué justo ahora? —Alina rompió el silencio, su voz baja pero cargada de preocupación—. Los ataques han sido demasiado precisos. Nos están mandando un mensaje.—No están atacando a ciegas —respondió Marcos, su mandíbula tensa mientras ajustaba las riend
El monstruo que emergió de las sombras no era como nada que hubieran visto antes. Su piel era de un gris oscuro, gruesa y surcada de cicatrices, con ojos de un rojo profundo que brillaban con una malicia casi animal. Caminaba erguido, sobre dos patas enormes, y su aliento parecía vibrar con una energía oscura, una que Tara reconoció de inmediato.—Es un demonio del éter —murmuró Marcos, apretando su espada con ambas manos, sin apartar la vista de la criatura.—Uno antiguo —agregó Saray, sus palabras llenas de terror mal disimulado mientras retrocedía un paso.Tara sintió el peso de la desesperación caer sobre ellos. Si un demonio del éter estaba involucrado, las cosas se habían puesto mucho más complicadas de lo que imaginaban. La desaparición del abuelo ya era suficientemente inquietante, pero ahora se enfrentaban a fuerzas que no comprend&i