Nate-lee vive con el corazón destrozado tras un duro pasado. Sin embargo, a pesar de ello, ha encontrado una forma de salir adelante gracias a un pequeño niño. Todos los instintos que el pequeño Noah despierta en ella, son descomunales y también dolorosos... sobre todo cuando es más consciente que nunca lo desprotegido que se encuentra por su propio padre, Demien Vincent, que además es su jefe. Tras malos entendidos y que ella por fin se atreviera a gritarle algunas verdades dolorosas, pero necesarias, a la cara a Demien, es despedida y su mundo vuelve a caer en desesperación. Pero, ¿qué ocurrirá cuando aparezca alguien del pasado de la familia Vincent que viene a reclamar a Noah? Y lo peor, ¿qué pasará cuando, para contrarrestar aquella amenaza, Demien le pidiera ser su esposa? ¿Podrá lograr convertir a Demien en un buen padre? Y, sobre todo, ¿podrá dejar su destrozado corazón, repleto de cicatrices y dolor, de lado en el proceso que conlleva su desesperada historia por sobrevivir?
Leer másVarias horas más tarde, Neta-lee bajó la escalera de la mansión sintiéndose agotada. Tras el enloquecido día, había vuelto a casa de Demien y no se había separado de Noah por todo lo que restó de la tarde. Demien, en cambio, al llegar a la mansión, había desaparecido en su despacho sin decir nada y ella no lo evitó. Ambos necesitaban urgentemente espacio tras lo sucedido y, mientras Neta-lee se embarcó en enfocar y volcar todo lo que le restaba de energía en el pequeño, Demien optó por refugiarse lejos. Mientras descendía por las escaleras y respondía un mensaje de texto de su hermana, exhaló con desgana. Diana había sido de gran ayuda esa tarde. A pesar de la tensión, su hermana había jugado un papel fundamental para que no perdiera los estribos. No había palabras suficientes para agradecerle a ella y su esposo por haberla ayudado, por lo que había dejado cualquier frase insípida de lado y los había abrazado a ambos cuando se habían vuelto a reunir. Por supuesto, mantuvo su decisi
Neta-lee siguió a Noah a través de los pasillos repletos de personas. Luchó por alcanzarlo, mientras gritaba su nombre, pero con la velocidad de un parpadeo el pequeño desapareció entre la multitud que atestaban el lugar. El pánico invadió sus entrañas, mientras no paraba de vociferar con desesperada urgencia el nombre del niño. Su familia también le ayudaba e incluso Demien estaba a punto de perder los estribos mientras buscaba a su hijo. Sin embargo, tras veinte minutos, seguía sin aparecer y las garras de su peor tormento no tardaron en comenzar a despedazarla. —¿Dónde está? ¿Dónde demonios se metió? — pronunció con angustia, tocándose la sien y mirando a todos lados. —Lo hallaremos. Tranquila, Nate. No tiene que haber ido muy lejos — Diana se mantuvo al lado de su hermana y le tomó de la mano, dándole un afectuoso apretón —. John ya fue a hablar con los guardias de seguridad y Demien también está buscándolo. Tranquila, Neta-lee. —Fue mi culpa… — musitó con voz desgarrada, co
—¿Dónde está Demien? — preguntó Neta-lee, con la mirada fija en el final del pasillo, cuanto su cuñado se reunió con ellas. John le tendió una botella de agua a su mujer, que aún cuando ella negó quererla, la aceptó y luego le tendió el vaso de cartón a su hija. Noah le ofreció una botella de agua a Neta-lee y ella le regaló una sonrisa agradecida y el pequeño le correspondió con una pequeña sonrisa tímida. —Dijo que iría al sanitario — respondió John. Neta-lee, de por sí tensa, al oírlo se atemorizó. Aún con todo, forzó una sonrisa e ideó una forma sutil de ir a buscarlo distrayendo a los niños. —¿Por qué no vamos a la tienda de recuerdos? —¡Sí! ¡Me encanta! — chilló Cassie, con un saltito .Y antes de que alguien la detuviera, tomó la mano de Noah y lo instó a correr por el pasillo. —¡Vamos! ¡Rápido, Noah!John dejó escapar una risotada y Neta-lee sonrió negando divertida por su vivaracha sobrina. —¡Cassie, no corras! — gritó Diana. Los tres fueron detrás, siguiéndolos de ce
—¿Nate, cuántas veces has ido al acuario?La vocecilla de Noah la distrajo. Apartó la mirada de la ventanilla y miró al retrovisor para encontrar el reflejo del pequeño niño esperando paciente su respuesta. Se volvió ligeramente sobre su asiento, para mirar la parte trasera del vehículo y con ello a Noah. Demien conducía a su lado. El ambiente era una mezcla de música pop de una estación de radio al azar y tensión. Tras salir de su apartamento, Neta-lee había acordado con su familia que se encontrarían en el acuario ya que no cabrían todos en un mismo auto. Cassie había intentado convencerla de que ella se fuera con ellos en el auto de John, pero Neta-lee declinó tirando ligeramente de unas de sus coletas y bromeando. No había posibilidad alguna de que dejara solo a Noah con Demien, puesto que intuía que este último se echaría atrás a la primera oportunidad. Aquello había causado una ronda de preguntas que había almacenado en un rincón de su mente, sumándole a la lista de cosas por
Diana observa el intercambio con seriedad, mientras que John fingía estar distraído ayudando a su hija a cortar pan y preguntándole a Noah si quería una rebanada de pie de limón. —¿En serio? — Demien alzó los ojos y la estudió con frialdad. —Sí. La acabo de cancelar, informando que se pospondrá para mañana a mediodía — sonrió con dulzura fingida y se acercó hasta él, poniéndose a sus espaldas y tomándolo por los hombros para tirar del abrigo —. Ya puedes calmarte y desayunar tranquilo. No hay nada por qué preocuparse hoy, más que por un gran día en el acuario. —¡Sí! — gritó Cassie con entusiasmo, desde la mesa, alzando el puño —. ¡Iremos a ver a las nutrias! — luego la vio inclinarse en dirección a Noah y preguntar con sus grandes y emocionados ojos celestes —. ¿Conoces las nutrias? ¿Las has visto?Vio a Noah sacudir la cabeza, negando en silencio.John sonrió y Diana le ofreció una fugaz y cándida sonrisa a su hija, que comenzó a parlotear sobre sus últimos descubrimientos que hab
Los golpes en la puerta eran insistentes. Fuertes. Neta-lee farfulló quejándose entre dientes y apretó los ojos, girando el rostro para huir del sonido, pero entre más intentaba escapar de ese infernal aporreo, más fuerte resonaba en sus oídos. Se acomodó de costado, con la cabeza contra el lado cálido que hizo que su cabeza subiera y bajara al ritmo de una profunda respiración. Se sentía agradable. Suspiró e intentó sumergirse de nuevo en el plácido sueño, aliviada de que el llamado a la distancia se detuviera. Respiró, se calmó y pocos segundos después el sonido de su teléfono celular en el salón interrumpió su esfuerzo por volver a la dicha de tranquilidad. Arrugó el ceño disgustada, enterrando el rostro en la templada y sólida masa que se sentía suave bajo su mejilla, cuando ésta dejó escapar un suspiró y la respiración profunda le dio en la frente, agitando algunos mechones de su cabello, es que ella se paralizó. Cada muro a su alrededor se levantó y cada alarma en su cabeza la
Neta-lee se apartó de Demien, mirándole descolocada. También algo atemorizada. Abrió la boca y la volvió a cerrar, repitió ese ejercicio un par de veces. Miró la impenetrable careta de Demien, que esperaba paciente su respuesta. Pero ella no tenía palabras. Ante él sólo había quedado una mujer muda cuyos pulmones quemaban exigiendo precioso aire. —¿Y bien? —¡Santo cielo! — se dobló hacia adelante, con los brazos cruzados contra el estómago, mientras jadeaba algunas bocanadas de oxígeno. Se sintió mareada. Repentinamente desolada y mientras intentaba concentrarse en no desmayarse, un recuerdo escondido en el recóndito lugar de su memoria salió a relucir. Era ella, seis años antes, con el hombre a quién le había entregado el corazón y que le pedía matrimonio con palabras similares. «Cásate conmigo. Es lo correcto. Cásate conmigo, Neta-lee» El conocido pánico arañó sus entrañas y escoció sus heridas. «Cásate conmigo. Es lo correcto. Cásate conmigo, Neta-lee» Cerró los ojos, int
El tenso ambiente no se había calmado lo suficiente cuando Demien estampó el puño, que aún contenía la foto arrugada, varias veces contra la puerta. Noah se sobresaltó violentamente, se encogió e intentó esconderse detrás de Neta-lee, quién igual había pegado un brinco.—¡Demien! — exclamó y él se detuvo abruptamente, pero no se volvió. Respiraba pesado y sus hombros subían y bajaban trabajosamente. La mano empuñada aún contra la madera, paralizada, con los nudillos rojos y la superficie con restos de sangre. Al ver que él no tenía intención de hablar, Neta-lee tomó la mano de Noah y se retiró en silencio por el pasillo. Ella misma estaba tensa y molesta, pero con Noah en medio no podía decirle un par de cosas nada agradables a ese furioso hombre de la estancia. Llegaron a su habitación y Neta-lee sentó a Noah en su cama, se arrodilló delante de él y le tomó el rostro gacho que se negaba a mirarle a los ojos. —Todo está bien — dijo con suavidad, intentando impregnar seguridad con
—¡Noah! — exclamó, al ver a su hijo sentado en el taburete. Neta-lee estaba recuperando el equilibrio, sosteniéndose a la puerta, cuando Demien se arrojó sobre su hijo y lo abrazó con fuerza. Incluso ella se quedó paralizado al ver la desesperación de ese abrazo, que vagamente le recordó al que ella le había dado. Pero el gesto de dolor compungido de ojos cerrados de Demien sobre el hombro de su hijo, fue lo que más le había pasmado. Nunca había visto esa clase de desolación en el estoico rostro de ese hombre. Siempre era arisco, huraño, frío…—¿Estás bien? ¿Te hizo algo? — preguntó Demien, alejándose para mirarlo el rostro, aún acuclillado frente al pequeño. Neta-lee observó los ojos ensanchados y desconcertados de Noah, quién miraba a su padre en silencio. También se fijó en lo tenso que se encontraba y el desarreglado aspecto de su ex jefe; su cabello rubio salpicado en canas siempre bien peinado ahora estaba alborotado, como si se hubiera pasado los dedos incontables veces por e