Quince minutos después, y tras calmarse por completo, Neta-lee entró en la cocina.
Stacy y Rosita la miraron con ansiedad, pero ella les hizo un ademán con la mano para que no preguntaran por el momento.
Cuando se acercó hasta Noah, le ofreció la mejor de las sonrisas tranquilizadoras y se sentó junto a él en la mesa.
El niño le miraba con preocupación, pero Neta-lee se encargó de distraerlo lo suficiente para que viera que ella se encontraba bien.
Stacy comenzó a servirles la cena y, entre un silencio de comienzo incómodo, Neta-lee animó a punta de bromas y sonrisas juguetonas a que Noah le siguiera relatando lo aprendido en el día con el profesor.
A pesar de sus ojitos tristes y atentos, él cedió y comenzó a desenvolverse.
Las bromas de Rosita y Stacy no faltaron y en un grato ambiente de risas, comieron hasta que la hora de dormir llegó.
Neta-lee acompañó a Noah hasta su cuarto, se cercioró que se lavara los dientes de manera correcta y se pusiera el pijama.
Cuando el pequeño se acostó en la cama, lo arropó y luego fue por el cuento elegido esa noche.
Se sentó junto a él, recargando la espalda en el cabecero acolchado de la cama y comenzó a relatar la historia en voz clara y suave, haciendo cambios de voz propicios, mostrándole los dibujos al niño y haciendo pausas cuando él tenía alguna pregunta.
Lo hizo reír por momentos, con las imitaciones de sus voces y sus bromas sin sentido, y los ojos de Noah no le perdieron detalle incluso cuando terminó de contar la historia.
—¿Nate?
—¿Sí? — preguntó, buscando en los estantes otro cuento corto para contarle esa noche.
Hubo un silencio letargo de parte de Noah, hasta que ella volvió a su lado y se sentó junto a él
—Perdón — dijo Noah bajito y aquello hizo que apartara la mirada del nuevo libro.
—¿Por qué? — preguntó despacio, asombrada.
Los ojitos tristes de Noah parpadearon un par de veces y por su rostro se deslizaron un par de pesadas lágrimas que desembocaron en la almohada. Su labio inferior temblaba incontrolablemente mientras intentaba hablar y se abrazaba su mantita.
—Porque por mi culpa mi padre te grito — sollozó.
Algo en el pecho de Neta-lee se estremeció con violencia. Olvidando toda formalidad, se quitó los tacones con la punta de los pies y se estiró en la cama hasta quedar justo a la misma altura ocular.
—Dulzura, no fue tu culpa — le dijo enternecida. Le acarició el cabello con delicadeza y detuvo las lágrimas que manchaban su pequeño rostro —. Tú no tienes la culpa de nada, Noah.
—Pero Nicole tiene razón, soy malo — murmuró llorando —. Mi padre no me quiere porque soy malo y la desobedecí.
Aquellas palabras le rompieron el lastimado corazón a Neta-lee en un montón de pedazos. Ese niño era un encanto y ahora tenía sus propios sentimientos, su cabeza y su corazón, contaminados por una zorra fría y despiadada. Estiró los brazos y lo atrajo hasta su pecho.
Le dio igual si llegaran a descubrirla.
Ese niño la necesitaba y ella lo necesitaba a él en ese momento, incluso más que respirar. Acarició su pelo y besó su coronilla, mientras sus pequeños sollozos inundaban el ambiente. Su corazón dolió, como hace mucho tiempo no lo hacía.
Maldijo a Demien y a Nicole en su mente.
—Noah, mírame — se apartó un poco y le tocó el rostro limpiando sus lágrimas —. Nada de lo que ella dijo es cierto, ¿de acuerdo? No eres un niño malo, tampoco eres desobediente y…
—Pero mi padre no me quiere y nadie me va a querer, porque Nicole dijo que soy malo — su labio inferior tembló y otra ola de lágrimas inundaron su rostro.
Mataría a esa mujer cuando volviera a verla. Apretó los labios un segundo, reprimiendo todos los insultos que se le vinieron a la mente en dirección a Nicole. Decidió buscar las mejores palabras que pudiera para consolarlo.
—Eso no es verdad. Tu padre te quiere — afirmó, aún sin estar segura. Le secó las lágrimas con el pulgar, por aquella dulce y suave mejilla infantil —. Él te adora, cariño, pero está pasando un momento difícil.
—Y si me quiere, ¿por qué no juega conmigo? — murmuró.
Un nudo se le atascó en la garganta a Neta-lee.
Mald!ta Nicole y maldito Demien, por darle inseguridades a un niño tan maravilloso.
—Porque… porque…
¿Qué le diría? Ya había mentido.
Una mentira blanca, pero mentira de todas formas. Y ahora le preguntaba por su padre… ¿qué le diría? No podía siquiera abrir la boca. Demien era un huraño a**o, que dañaba a su encantador hijo con la distancia y el desprecio.
—Él tiene trabajo. Su trabajo es duro y a veces queda demasiado cansado para jugar. Muchas veces me he enterado que entra a tu cuarto, besa tu frente y vuelve a trabajar.
Los sollozos intermitentes de Noah se detuvieron y miró a Neta-lee fijamente.
—¿Trabaja toda la noche también?
—Sí — mintió con un asentimiento suave sin dejar de acariciar su mejilla —. Tu padre tiene un trabajo duro y a veces no le queda demasiado tiempo para estar contigo — le pasó un dedo por el rostro, perfilando su nariz pequeña —. No está bien que no lo esté, pero eso no quiere decir que te quiera muchísimo — agregó en un susurro, poniendo una mano sobre el corazón de Noah. Sus ojitos ahora le miraban atentos, con sus largas pestañas húmedas y brillantes por las lágrimas —. Tu padre tiene que trabajar para obtener dinero y así pagar la comida, las cuentas de la casa y pagarle a tu profesor, ¿entiendes eso, cielo?
—Creo que sí — dijo sorbiendo sonoramente.
Neta-lee le dedicó una sonrisa melancólica y le limpió la nariz con la manga de su chaqueta de traje.
—Pero él te quiere profundamente — afirmó una vez más, dándole tranquilidad.
Noah, que le miró el rostro con una sombra reflexiva en esos hermosos ojos verdes madreselva, se mordió su pequeño labio y alzó más su carita.
—¿Y tú… tú me quieres? — preguntó en un hilo de voz, dubitativo.
El corazón de Neta-lee se estancó en el pecho, era como si se hubiera saltado un largo latido antes de seguir latiendo.
Aquella pregunta la tomó por sorpresa y, sin pretenderlo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Le dedicó una sonrisa llena de cariño y se acercó más a él, hasta que sus frentes quedaron juntas.
Tal vez no debía.
Era más, sabía que no tenía derecho hacerlo, pero tenía qué. Tantos años guardando ese tremendo secreto que la ahogaba, debía salir a flote y debía decírselo. Incluso si dolía como si algo la desgarrara por dentro.
—Yo te quiero con todo mi corazón — susurró, diciendo las palabras que había guardado en su pecho desde el día que lo conoció.
Ese niño no solo le había robado el corazón con sus ojitos verdes melancólicos y esa sonrisa triste que siempre le acompañaba.
También con sus enseñanzas, sus silencios, la timidez y las alegrías. Las sonrisas que compartía con ella y las historias que le contaba. Aún guardaba sus dibujos de pequeño y algunas fotos que había tomado de él.
No era demasiado el tiempo que llevaba a su lado, pero para ella jamás sería suficiente. Y ahora, que por primera vez en mucho tiempo podía decirle en voz alta que lo quería, el peso en su pecho se había esfumado.
Porque era real.
Él merecía todo ese amor y mucho más.
—También te quiero, Nate — susurró Noah.
Neta-lee contuvo la respiración.
Y, tomándola aún más por sorpresa, se separó de ella e, inclinó la cabeza para acurrucarse a su lado. Ocultando su rostro contra su cuello y rodeándola con sus pequeños brazos.
Las lágrimas olvidadas, al menos las de Noah, porque en ese momento Neta-lee se esforzaba por no romper a llorar, de rabia y dolor… y amor.
Ese niño se merecía todo el amor del mundo y personas como Nicole y Demien no lo veían de esa forma.
Malditos ellos y todos, por no ver a ese maravilloso niño tan encantador.
Neta-lee lo abrazó, frotó su espalda en tiernas caricias por indeterminado tiempo, hasta que la respiración de Noah se volvió pesada y tranquila, indicando que se había dormido.
Se quedó un momento más de lo apropiado sosteniéndolo contra ella, sin reprimir las lágrimas que caían por sus mejillas y deteniéndolas a duras penas antes de que desembocaran en el cabello del pequeño.
Su corazón dolía tanto en ese momento que incluso respirar se le hacía complicado. Cuando luego de una eternidad pudo controlar sus emociones, lo soltó con cuidado y lo acomodó bien sobre la almohada.
Lo arropó con ternura y le acarició el perfil de la nariz con la almohadilla del dedo meñique.
Ver a Noah dolía, siempre dolía mucho.
Desde el primer momento, todo se había transformado; el dolor y la alegría, la pasión por su trabajo y los pequeños momentos a su lado.
Todo hacía que su corazón se estremeciera… y no tenía idea si eso era buena idea.
Porque incluso días como aquellos, donde la semana pesada terminaba y debía volver a casa, eran una tortura.
Un tormento sin fin de sentimientos dispersos. Un dolor constante que repercutía en su pecho hasta la llegada del día lunes, cuando al fin podía volver a verlo.
Al día siguiente, Neta-lee se encontró a primera hora en casa de su hermana.Como tía predilecta e invitada favorita — por no mencionar, esclava ocasional — debía ayudar con los arreglos para el cumpleaños de su sobrina. Y dado que el resto de los invitados no llegarían hasta entrada la tarde, se pasó gran parte de la mañana y mediodía decorando el jardín donde se llevaría a cabo la celebración.Sin embargo, a pesar de fingir mil sonrisas y bromear animadamente con su sobrina y cuñado, su hermana mayor tenía sus agudos ojos puestos sobre ella. Por lo que se le estaba tornando casi imposible ocultar el centenar de emociones que revoloteaban en su interior. —¡Tía! — exclamó Cassie, desde la otra punta del extenso jardín, cargando una enorme caja, incluso más grande que su propio cuerpecito —. ¡Ayúdameee! ¡Esto está pesado!Neta-lee corrió a su encuentro, asustada, olvidando su propia tarea con urgencia para ir ayudarla. Pero, cuando alzó la caja violeta y brillante, se dio cuenta que er
Diana se encontraba callada, mucho más que lo normal, mientras que Neta-lee hablaba animadamente de todo lo que se venía a la mente para evitar por cualquier medio el tema que de seguro su hermana tocaría.No quería hablar de ello en ese momento, menos cuando intentaba ocultar su preocupación y el zumbido constante en su pecho que le imploraba correr a ver a Noah.Se dedicó a lazar las pequeñas bolsas con golosinas para las niñas y niños invitados a la fiesta, con el agradable aroma a vainilla flotando a su alrededor, mientras le relataba una absurda historia del primo Simón, que en realidad no tenía gracia alguna, pero que acompañó de risas fabricadas y sonrisas fingidas.Aún así, por mucho que quiso aplazar el asunto, su hermana terminó de perder la paciencia.—¡Oh! Y ya sabes, mamá se puso como loca cuando...—Déjalo estar, Nate — exhortó Diana con seriedad, interrumpiendo sus palabras—. Ya suelta lo que te tiene de esa forma y deja de fingir, que no te queda nada bien.—No sé de qu
Al día siguiente, Neta-lee seguía sin tener noticias de su malnacido jefe, y mucho menos sobre la amenaza de despido que colgaba sobre su cabeza.La única vaga información que había obtenido de Stacy, era que la llegada de Demien se retrasaría hasta el lunes por la tarde y no a primera hora. Lo cual había corroborado por medio de un escueto e-mail que había recibido poco después.Por ello, con el miedo vagando en su mente intentó contactar a Dante, quién era uno de los principales encargados de la seguridad de la familia Vincent, para poder sonsacarle información.Como era de esperarse, el hombre de pocas palabras apenas soltó prenda sobre la situación y, en cambio, solo le deseo buena suerte. Algo que, por supuesto, no había ayudado demasiado a Neta-lee a relajarse el resto de su día libre.***Cuando llegó el lunes, la incertidumbre podía con todo su sistema nervioso.No había miedo más profundo que ser despedida, principalmente ahora que sabía que Noah la quería.¿Qué sería de ella
Cuando dio la una de tarde, un tirón en el estómago le recordó que debía alimentarse.El día anterior apenas había probado bocado y esa mañana ni siquiera había pensado en desayunar por culpa de los nervios. Ahora, su cuerpo fatigado le pedía comida a gritos, por lo que luego de dar una última revisión a la bandeja de su correo electrónico y otro repaso rápido al móvil, se levantó y cogió la bolsa con delicias que Diana había enviado para Noah y también para las chicas de la cocina.Respiró profundo y, con todo el ánimo que pudo impregnar en su sistema, emprendió su camino a la cocina.A mitad de pasillo, se detuvo al escuchar su nombre.—¡Nate!El grito de júbilo y el sonido de los pasos apresurados detrás de ella, le hizo voltearse. Justo a tiempo para recibir un abrazo por la cintura que la hizo trastabillar medio paso atrás con tal de estabilizarse.Una sonrisa real y totalmente sincera se extendió en sus labios cuando bajó los ojos para mirar los del niño risueño que la abrazaba.
Los sonidos de la risa de Noah, la conversación de Rosita y Stacy y el saludo que ambas le dieron, fue suficiente para dejar el desagradable pensamiento de Darren, el chisme de Nicole y la mala imagen que tenían de ella, de lado.Anotó un recordatorio mental de hablar con Silas y Andrea antes de salir del trabajo sobre los chismes que Nicole había esparcido. De seguro había llegado alguno a sus oídos, más que mal no eran demasiados los empleados de esa mansión y la señorita Pinnock era de las que hablaban con todos con tal de obtener algo a cambio.—Niña querida, ¿qué tal la fiesta de cumpleaños? — preguntó Stacy, cuando Neta-lee se sentó en la barra de desayuno, al lado de Noah, para poder almorzar.El pequeño la miró con curiosidad ante la información de Stacy. Masticó la pasta a la boloñesa, sin apartar la mirada de Nate.—Estupenda, llena de ruido y niños corriendo por doquier — sonrió y alzó la bolsa que tenía con ella —. Diana les manda galletas especiales.Stacy la recibió con u
Cuando Neta-lee terminó con las llamadas pendientes, se sentía exhausta.Se quitó los anteojos, cerró los ojos, y se llevó la mano a la parte inferior del cuello para masajear los músculos tensos mientras intentaba aliviar el estrés.Dejó escapar un profundo suspiro de alivio y se dedicó a oír la melodía que se percibía a lo lejos y que llegaba a penas con sonidos discordantes hasta donde estaba.Se escuchaba algo torpe y desacorde, pero, de todos modos, sonrió.En el sonido lejano podía distinguir un gran avance de las últimas semanas. Ya no eran simples tecladazos chirriantes, ahora era más parecido a una verdadera canción.El fruto de trabajo y dedicación. Y a pesar de que no debía, se levantó.Tomó de nuevo sus anteojos y se guardó el móvil en el bolsillo, luego caminó con premura por el pasillo.Cuando estaba llegando al umbral del salón principal vio como Rosita se asomaba desde la esquina observando el espectáculo. Caminó más despacio, y casi de puntillas, para no ser escuchada
Volvió a su mesa con prisa para cumplir con las demandas de Damien.Se sostuvo a su personalidad profesional lo mejor que pudo antes de terminar y revisar los e-mails en la computadora.Leyó atenta cada requisito para el vestuario y llamó a la señorita Acton, encargada de la asesoría de imagen, para describirle lo que necesitaba. Para cuando acabó, se sintió orgullosa de sí misma por no cambiar el pedido por un traje de payaso o de plano, por otro vergonzoso vestuario que la dejara en ridículo. Por mucho que quisiera arruinarles la noche, no serviría de nada y solo le traería problemas.Logró respirar profundamente otra vez. Mientras revisaba los mensajes entrantes, un e-mail de una dirección desconocida llamó su atención.De: Coralie WilliamsAsunto: Noah VincentFecha: 28 de Enero, 2019 16:58Para: Neta-lee Saint-Rose—¡Nate! — la voz de Stacy la sobresaltó e impidió que leyera el mensaje.Alzó la mirada para verla correr en su dirección y se levantó de golpe alarmada por su presenci
Cuando la función de la película acabó, con varios aplausos — mayormente de niños y pocos, aunque reticentes pero presentes, de padres o acompañantes de turno — Neta-lee no pudo contener la sonrisa que amenazaba con partirle el rostro en dos.Ni siquiera la seguidilla de interrupciones que había hecho durante el largometraje, con el fin de tener alguna conversación a base de mensaje de texto con Stacy, opacaba la sensación de calidez que la embargaba en ese momento.Aún cuando la fea cabeza del fatalismo no dejaba de sacar a relucir que no debía de ser tan ingenua como para pensar que podía eludir un problema a futuro, creía que debía de mantenerse ocupada en cosas más importante y no en la atención de los imprevistos que podrían aparecer de un momento a otro.No obstante, a pesar de la horrible cara de la vacilación que oscurecía tan bonito momento cada cierto rato, se obligó a mantenerse atenta y tranquila y disfrutar lo que más pudiera el momento junto a Noah.Cuya pasión, en ese in