Al día siguiente, Neta-lee se encontró a primera hora en casa de su hermana.
Como tía predilecta e invitada favorita — por no mencionar, esclava ocasional — debía ayudar con los arreglos para el cumpleaños de su sobrina. Y dado que el resto de los invitados no llegarían hasta entrada la tarde, se pasó gran parte de la mañana y mediodía decorando el jardín donde se llevaría a cabo la celebración.
Sin embargo, a pesar de fingir mil sonrisas y bromear animadamente con su sobrina y cuñado, su hermana mayor tenía sus agudos ojos puestos sobre ella. Por lo que se le estaba tornando casi imposible ocultar el centenar de emociones que revoloteaban en su interior.
—¡Tía! — exclamó Cassie, desde la otra punta del extenso jardín, cargando una enorme caja, incluso más grande que su propio cuerpecito —. ¡Ayúdameee! ¡Esto está pesado!
Neta-lee corrió a su encuentro, asustada, olvidando su propia tarea con urgencia para ir ayudarla. Pero, cuando alzó la caja violeta y brillante, se dio cuenta que era de cartón y que realmente de peso no tenía nada.
Cassie, al verla descuidada, se arrojó sobre ella y la abrazó por la cintura con una risita.
John rió atronadoramente desde la otra punta del jardín, mientras terminaba de colocar los arcos con globos rosa, celeste, lila y morado. Los ojos vivarachos de su hija lo encontraron a la distancia y le lanzó un guiño torpe con sus ojitos celeste.
—Pequeña mentirosa — dijo sonriendo, picándole la nariz con suavidad y dejando la caja vacía en el suelo —. ¿Por qué hiciste eso? Casi me da un infarto del susto — recriminó, cruzándose de brazos fingidamente molesta.
Cassie le miró sin apagar su sonrisa pícara.
—Quería ver qué tan rápido corrías a salvarme — explicó soltándola. Quedando de pie frente a ella con ambas manos detrás de su espalda —. Te demoraste menos que papá cuando le dije que me estaba ahogando en la bañera el otro día — se encogió de hombros restándole importancia.
Neta-lee abrió los ojos desmesurados, entre el pasmo y la entretención, alzó la mirada para buscar la de su cuñado y este se río más fuerte.
—Bueno, fue menos cruel que la broma que le hizo a su madre — explicó John, dejando una hilera de globos, atados al respaldo de una silla.
—Pero, ¿qué le pasa a tu hija? — inquirió alucinada, volviendo al rostro pilluelo de su sobrina.
—Según ella, busca un súper héroe con súper velocidad — expuso con ligereza, acomodando ahora un par de mesas —. Según yo, busca ser comediante. Según Diana, está buscando un súper castigo.
—Mamá se enojó porque no la elegí para ser superhéroe con súper velocidad — volvió a restarle importancia, encogiéndose de hombros y arrugando un poquito la nariz —. Pero no me importa si me castiga, porque papá de todos modos juega conmigo.
Neta-lee contuvo la risa e intentó mantener la seriedad.
—¿Sabes que a los niños que mienten les crece la nariz?
Cassie sacudió la cabeza y las coletitas de su cabello negro, a ambos lados, se sacudieron.
—Pues sí — asintió Neta-lee, acunclillándose para estar a la altura de la niña. Le tocó la punta de la nariz con dos suaves golpecitos y prosiguió —. Y no solo eso, también le salen grandes orejas de burro y enormes colas de cerdito.
Los ojos de Cassie se ensancharon, atemorizados, al escuchar a su tía.
—Eso no es cierto — murmuró en un hilillo de voz.
—¿Segura, pequeño monstruo? — inquirió, desafiándola.
Cassie tragó con fuerza, su pequeño cuello subió y bajo y luego se puso a negar con rapidez.
Neta-lee reprimió la sonrisa al verla atemorizada y se aprovechó de su infantil inocencia para darle una lección.
—¿Prometes no mentir? — preguntó con suavidad.
—Pero no estaba mintiendo — hizo un mohín con los labios y frunció su pequeño entrecejo.
—Nada de bromas pesadas, entonces — apuntó —. Porque a quiénes hacen bromas de mal gusto, también les crecen enormes patas de pato.
La pequeña jadeó de miedo y miró sus pies y tocó su nariz y sus orejas con urgencia. Sus ojitos azules temerosos siguieron mirando a su tía.
—Promételo, Cassie. Sino haré que te aparezca todo eso ahora — la asustó en un susurro.
La niña buscó ayuda de su padre, pero este fingió estar ocupado. Luego volvió los ojos a la seriedad de su tía y asintió repetitivas veces.
—Sí. Sí — balbuceó, llevándose las manos a la nariz como si temiera que le creciera en cualquier momento. —. Prometo no mentir ni hacer bromas malas.
—Bien, pequeña — asintió, enderezándose. Le pasó una mano por el cabello, despeinándola un poco y la dejó en libertad —. Ve a jugar, pequeño monstruo mentiroso.
Cassie, sin perder un segundo, se fue corriendo.
—¡Mamáááá! — gritó, mientras entraba en la casa por una de las puertas corredizas de cristal que daban al patio —. ¡Tía Nate dijo que me crecería cola de cerdo y orejas de burro!
Acusó a todo pulmón.
John y Nate, lanzaron fuertes carcajadas al escucharla.
—Eso fue cruel — comentó John con una risotada, acercándose a ella con algunas sillas pequeñas y entregándoselas.
—Pero justo. La pequeñaja debe aprender — dejó algún par de sillas pequeñas para niños cerca de una mesita de té color rosa —. Y tú, debes aprender a ponerle límites.
—Lo sé — concedió suavemente mientras agitaba la cabeza y se encargaba de acomodar algunas flores —. Pero me es imposible resistirme a la carita de mi niña.
—Es tierna, pero a veces da miedo…
—Es un milagro y es lo único que voy a decir al respecto — dijo John, con la sonrisa asomándose bajo su espeso bigote castaño bien cuidado y con sus ojos marrones rebosando cariño al mencionar a su hija.
Neta-lee le correspondió y, en silencio, pensó que realmente esa niña era un milagro viviente.
A su hermana le había costado mucho concebirla, años de tratamiento de fertilidad junto a su esposo. Pero, a pesar de ser el milagro de la familia - del cual todos estaban profundamente agradecidos - no podía evitar pensar que también Cassie era un terremoto.
Un huracán de entretención.
Algunas veces más apacibles que otros y, sobre todo, la luz en las vidas de Diana y John.
Eso la hizo sonreír tiernamente, mientras terminaban de decorar el lugar.
Neta-lee también tenía un milagro en su vida, pero no era suyo. Y, aun así, como Cassie era la luz en la vida de su hermana, Noah era la luz en su propia vida llena de melancolía.
Pensar en él, en ese momento, la entristeció.
Deseaba estar con él en ese instante, haberlo dejado por la noche había dolido más que las veces anteriores, en especial después de aquella confesión de afecto.
Y, aunque se había encargado de dejarle un mensaje escrito sobre su mesita de noche donde le deseaba un hermoso día y mencionaba que le quería, aún deseaba tenerlo consigo. Tanto o más, que cada respiración que había tenido desde que se había dormido al llegar a casa ardía profundamente.
Lo necesitaba tanto…, que le daba miedo.
***
Luego de almorzar algo ligero, preparado por las expertas manos de su hermana, Neta-lee escapó al baño para poder hablar con Stacy por teléfono.
Si bien no podía ir los fines de semana a ver a Noah, al menos podía preguntarle a ella si el niño se encontraba bien y, tal vez, si la descuidada niñera - que no sabía si habían despedido o no -, no estuviera cerca, charlar con él unos pocos minutos.
—Se encuentra jugando — informó Stacy en un susurro —. No se ha separado del libro de dibujos durante toda la mañana.
Oír aquello la enterneció. Recargó la cadera contra el lavabo, mientras charlaba.
—¿Alguna novedad con la señorita Pinnock? — indagó, sin poder refrenar la curiosidad insana.
El silencio que se respiró al otro lado de la línea, por un largo instante, hizo creer a Neta-lee que la comunicación se había cortado.
—¿Stacy? — preguntó —. ¿Sigues allí?
—Sí — respondió la señora, con algo de incomodidad. Neta-lee frunció el ceño —. Nate… — carraspeó ligeramente y escuchó cómo el ambiente a través de la línea cambiaba ligeramente, como si Stacy se estuviera moviendo. Una alarma se encendió en su cerebro y se puso tensa. Apretó los dedos contra la superficie del lavabo —. No sé cómo decirte esto, querida niña…
—¿Decirme qué? — dijo repentinamente nerviosa.
—Nicole no se presentó a trabajar esta mañana...
—Eso es bueno.
—Pero no es todo — continuó Stacy con tensión, guardó silencio otro puñado de segundos antes de suspirar y contarle lo sucedido —; No se presentó a trabajar, pero sí para salir con el señor Vincent.
—¡¿Que ella qué?! — escupió Neta-lee con el ceño fruncido y la sorpresa en el cuerpo —. ¿Cómo que para salir con él?
—Lo que oyes — exhaló, pesadamente —. Esa m*****a mujer llegó emperifollada, con su mejor ropa de suripanta playera — informó sin ocultar su desprecio —. Se pavoneo toda una hora mientras esperaba que el señor bajara por ella. Cuando él llegó, ella se transformó en una masa de coqueteo descarado y exhibicionismo. Gracias al cielo, Rosita tenía distraído a Noah arriba practicando piano. Si no, no sé qué imagen se hubiera llevado el niño — chasqueo la lengua un par de veces molesta. Mientras que Neta-lee escuchaba todo sin creérselo por completo —. Ella lo besuqueo como quiso, fue realmente incomodo ver a esa perra… — Stacy tosió para ocultar la palabra y sino fuera porque Neta-lee se encontraba estupefacta, se hubiera reído de la dulce señora diciendo improperios —. Digo, que la señorita y el señor, se comportaran de ese modo fue realmente extraño.
—¿Qué pasó luego? — preguntó, con hilo de voz.
—Se marcharon. Vaya a saber Dios donde. El señor Vincent se la llevó del brazo mientras ella se pavoneaba — suspiró otra vez, resignada —. Él solo me indicó que debía quedarme con el niño durante todo el día y que él volvería el lunes a primera hora. Ni siquiera me dio un número de emergencia si llegase a ocurrir algo. Solo se marchó sin siquiera despedirse de su hijo, como de costumbre…
—¡Ese malnacido! — exclamó Neta-lee, en cuando pudo procesar todo.
No cabía en su ira. ¿Cómo demonios ese hombre se podía acostar con una mujer tan sucia como ella? ¡La misma mujer que maltrató a su hijo, lo humilló y además intentó robar las joyas de su ex esposa!
—Nada más y nada menos — concordó, Stacy.
Todo pasaba muy rápido, la rabia y el temor, pero sobre todo la preocupación por el niño. No es que desconfiara de Stacy o Rosita, pues sabía que con ellas se encontraría mucho más a salvo que con la m*****a de Nicole, pero de todos modos necesitaba verlo en ese momento. Cerciorarse que se encontraba bien y repetirle, encarecidamente, que no se encontraba solo y que lo quería con todo su corazón.
—Iré con él — soltó balbuceante y decidida.
—No, Nate. Tienes que estar con tu familia — exhortó Stacy—. Además, si vienes puedes meterte en problemas. Lo sé, porque la chulita de Nicole presumió que en cuanto llegaras el lunes la carta de despido sería segura.
—¡Hija de puta! — murmuró con iracunda y se mordió el dorso de la muñeca para no gritar de frustración.
—Mucho — dijo Stacy —. Pero no puedes venir, ¿de acuerdo? Al menos no hasta que pueda averiguar un poco más sobre el asunto de tu supuesto despido. No quiero que te arriesgues.
—Bien — respondió, con resignación y sequedad.
Stacy tenía razón, por muchas ganas que tuviera de verlo, debía controlarse. Si Nicole tenía a Demien de su parte, las cosas podían ponerse peligrosas. Era mejor mantener la calma y esperar a que la batalla llegara el lunes por la mañana.
Alguien llamó a la puerta del baño un par de veces. Neta-lee se sobresaltó y en susurros rápidos se despidió de Stacy.
—Llámame por cualquier cosa — solicitud con urgencia —. No importa que hora sea, solo llama si pasa algo.
—Tranquila, querida niña — tranquilizó Stacy y otra ronda de golpes se oyó en la puerta —. Todo está bien aquí. No te agobies y aprovecha a disfrutar de tu familia.
—En cualquier momento — volvió a señalar, ignorando el llamado insistente —. Por favor.
—Lo haré. Ahora ve y disfruta tu día libre.
Con lo último dicho, la llamada terminó.
Neta-lee, aún sin salir de su asombro por tal brutal noticia, se sostuvo al lavabo con fuerza y le tomó varias respiraciones profundas para poner todo en orden. Cuando al fin se encontró lista para salir a hacerle frente la insistente ola de golpes, ocultó sus emociones y abrió la puerta.
Cassie la hizo a un lado con urgencia y se subió el vestido hasta la cintura para sentarse en el inodoro.
—Casi me hago pis, tía — alegó con un gimoteo —. Demoraste mucho.
—Lo siento — respondió despacio, sin evitar sonreír.
Comenzó a salir del baño para dejarle privacidad.
—¡Mi mamá dijo que fueras al taller! — le informó a grito, antes de que cerrara la puerta del todo.
Diana se encontraba callada, mucho más que lo normal, mientras que Neta-lee hablaba animadamente de todo lo que se venía a la mente para evitar por cualquier medio el tema que de seguro su hermana tocaría.No quería hablar de ello en ese momento, menos cuando intentaba ocultar su preocupación y el zumbido constante en su pecho que le imploraba correr a ver a Noah.Se dedicó a lazar las pequeñas bolsas con golosinas para las niñas y niños invitados a la fiesta, con el agradable aroma a vainilla flotando a su alrededor, mientras le relataba una absurda historia del primo Simón, que en realidad no tenía gracia alguna, pero que acompañó de risas fabricadas y sonrisas fingidas.Aún así, por mucho que quiso aplazar el asunto, su hermana terminó de perder la paciencia.—¡Oh! Y ya sabes, mamá se puso como loca cuando...—Déjalo estar, Nate — exhortó Diana con seriedad, interrumpiendo sus palabras—. Ya suelta lo que te tiene de esa forma y deja de fingir, que no te queda nada bien.—No sé de qu
Al día siguiente, Neta-lee seguía sin tener noticias de su malnacido jefe, y mucho menos sobre la amenaza de despido que colgaba sobre su cabeza.La única vaga información que había obtenido de Stacy, era que la llegada de Demien se retrasaría hasta el lunes por la tarde y no a primera hora. Lo cual había corroborado por medio de un escueto e-mail que había recibido poco después.Por ello, con el miedo vagando en su mente intentó contactar a Dante, quién era uno de los principales encargados de la seguridad de la familia Vincent, para poder sonsacarle información.Como era de esperarse, el hombre de pocas palabras apenas soltó prenda sobre la situación y, en cambio, solo le deseo buena suerte. Algo que, por supuesto, no había ayudado demasiado a Neta-lee a relajarse el resto de su día libre.***Cuando llegó el lunes, la incertidumbre podía con todo su sistema nervioso.No había miedo más profundo que ser despedida, principalmente ahora que sabía que Noah la quería.¿Qué sería de ella
Cuando dio la una de tarde, un tirón en el estómago le recordó que debía alimentarse.El día anterior apenas había probado bocado y esa mañana ni siquiera había pensado en desayunar por culpa de los nervios. Ahora, su cuerpo fatigado le pedía comida a gritos, por lo que luego de dar una última revisión a la bandeja de su correo electrónico y otro repaso rápido al móvil, se levantó y cogió la bolsa con delicias que Diana había enviado para Noah y también para las chicas de la cocina.Respiró profundo y, con todo el ánimo que pudo impregnar en su sistema, emprendió su camino a la cocina.A mitad de pasillo, se detuvo al escuchar su nombre.—¡Nate!El grito de júbilo y el sonido de los pasos apresurados detrás de ella, le hizo voltearse. Justo a tiempo para recibir un abrazo por la cintura que la hizo trastabillar medio paso atrás con tal de estabilizarse.Una sonrisa real y totalmente sincera se extendió en sus labios cuando bajó los ojos para mirar los del niño risueño que la abrazaba.
Los sonidos de la risa de Noah, la conversación de Rosita y Stacy y el saludo que ambas le dieron, fue suficiente para dejar el desagradable pensamiento de Darren, el chisme de Nicole y la mala imagen que tenían de ella, de lado.Anotó un recordatorio mental de hablar con Silas y Andrea antes de salir del trabajo sobre los chismes que Nicole había esparcido. De seguro había llegado alguno a sus oídos, más que mal no eran demasiados los empleados de esa mansión y la señorita Pinnock era de las que hablaban con todos con tal de obtener algo a cambio.—Niña querida, ¿qué tal la fiesta de cumpleaños? — preguntó Stacy, cuando Neta-lee se sentó en la barra de desayuno, al lado de Noah, para poder almorzar.El pequeño la miró con curiosidad ante la información de Stacy. Masticó la pasta a la boloñesa, sin apartar la mirada de Nate.—Estupenda, llena de ruido y niños corriendo por doquier — sonrió y alzó la bolsa que tenía con ella —. Diana les manda galletas especiales.Stacy la recibió con u
Cuando Neta-lee terminó con las llamadas pendientes, se sentía exhausta.Se quitó los anteojos, cerró los ojos, y se llevó la mano a la parte inferior del cuello para masajear los músculos tensos mientras intentaba aliviar el estrés.Dejó escapar un profundo suspiro de alivio y se dedicó a oír la melodía que se percibía a lo lejos y que llegaba a penas con sonidos discordantes hasta donde estaba.Se escuchaba algo torpe y desacorde, pero, de todos modos, sonrió.En el sonido lejano podía distinguir un gran avance de las últimas semanas. Ya no eran simples tecladazos chirriantes, ahora era más parecido a una verdadera canción.El fruto de trabajo y dedicación. Y a pesar de que no debía, se levantó.Tomó de nuevo sus anteojos y se guardó el móvil en el bolsillo, luego caminó con premura por el pasillo.Cuando estaba llegando al umbral del salón principal vio como Rosita se asomaba desde la esquina observando el espectáculo. Caminó más despacio, y casi de puntillas, para no ser escuchada
Volvió a su mesa con prisa para cumplir con las demandas de Damien.Se sostuvo a su personalidad profesional lo mejor que pudo antes de terminar y revisar los e-mails en la computadora.Leyó atenta cada requisito para el vestuario y llamó a la señorita Acton, encargada de la asesoría de imagen, para describirle lo que necesitaba. Para cuando acabó, se sintió orgullosa de sí misma por no cambiar el pedido por un traje de payaso o de plano, por otro vergonzoso vestuario que la dejara en ridículo. Por mucho que quisiera arruinarles la noche, no serviría de nada y solo le traería problemas.Logró respirar profundamente otra vez. Mientras revisaba los mensajes entrantes, un e-mail de una dirección desconocida llamó su atención.De: Coralie WilliamsAsunto: Noah VincentFecha: 28 de Enero, 2019 16:58Para: Neta-lee Saint-Rose—¡Nate! — la voz de Stacy la sobresaltó e impidió que leyera el mensaje.Alzó la mirada para verla correr en su dirección y se levantó de golpe alarmada por su presenci
Cuando la función de la película acabó, con varios aplausos — mayormente de niños y pocos, aunque reticentes pero presentes, de padres o acompañantes de turno — Neta-lee no pudo contener la sonrisa que amenazaba con partirle el rostro en dos.Ni siquiera la seguidilla de interrupciones que había hecho durante el largometraje, con el fin de tener alguna conversación a base de mensaje de texto con Stacy, opacaba la sensación de calidez que la embargaba en ese momento.Aún cuando la fea cabeza del fatalismo no dejaba de sacar a relucir que no debía de ser tan ingenua como para pensar que podía eludir un problema a futuro, creía que debía de mantenerse ocupada en cosas más importante y no en la atención de los imprevistos que podrían aparecer de un momento a otro.No obstante, a pesar de la horrible cara de la vacilación que oscurecía tan bonito momento cada cierto rato, se obligó a mantenerse atenta y tranquila y disfrutar lo que más pudiera el momento junto a Noah.Cuya pasión, en ese in
Neta-lee se revolvió inquieta sobre la cama. Algo a la distancia le molestaba. Era un murmullo. Un zumbido que se escuchaba ahogado en alguna parte y que estaba irritando su sueño. Giró la cabeza contra la almohada, con los labios fruncidos y el ceño también, intentando evitar el incesante sonido que no la dejaba descansar. Se revolvió entre las sábanas, intentando huir, pero nada de lo que hacía — ni siquiera ocultar la cabeza bajo la almohada —, era suficiente para escapar de aquella infernal musiquilla. Porque se dio cuenta, para su desgracia, que una vez terminaba y le daba unos gratos segundos de paz y armonía a la habitación, los justos para pensar volver a conciliar el sueño, el zumbido ahogado y la canción baja volvía a atormentarla. Al final, se rindió. No podría seguir durmiendo hasta que detuviera ese sonido. Abrió los ojos enfurruñada y encontró oscuridad. Alargó la mano hasta la mesita de noche y dio manotazos hasta hallar el interruptor de la lamparilla. Cuando l