—¡Niñato estúpido! ¿dónde carajo estabas? — vociferó Nicole, sin dar sin darse cuenta que Nate se encontraba escuchando detrás de unos de los pilares — ¡Cuando te digan que te quedes en un lugar, hazlo! — tomó a Noah del brazo con fuerza y pellizcó un par de veces. El niño intentó quitársela de encima, sin gritar, pero con una mueca de dolor y el labio violentamente temblando, mientras las lágrimas comenzaban a cubrir su rostro. Se aferró a su mantita y el libro con fuerza mientras era zarandeado con violencia—. Estoy harta de tener que andar detrás de ti, niñato. Eres un bueno para nada. Ni siquiera puedes quedarte quieto en un lugar. Eres un mal niño — le dijo con tono cruel, sin soltarle el brazo—. Por eso tu padre no te quiere, por eso nadie te va a querer nunca. Porque eres un niño malo y feo y desobediente y…
—Y si no quitas tus uñas de él, voy a partirte el rostro.
Neta-lee dio un paso adelante, enardecida. Estaba tan tensa como la cuerda de un arco mientras contenía las ganas de partirle la boca a guantazos a esa mujer.
Lo único que la detuvo de ser violenta, fue saber qué Noah estaba presente.
El rostro de Nicole se descompuso, se puso pálida tras las capas exageradas de bronceador al ser pillada infraganti, pero tan rápido como la sorpresa se hizo paso, la molestia se abrió en sus rasgos.
—No te entrometas, esto es entre este niño malcriado y yo — tironeo de Noah quien se tambaleó y se cayó de culo al suelo.
Nicole se burló de él con una sonrisa de superioridad y que rozaba lo siniestro.
Y Neta-lee, que habitualmente era una mujer pasiva, por primera vez en mucho tiempo sintió una descarga eléctrica de rabia que nubló sus ojos en un sangriento rojo velando toda razón.
Acelerada, se acercó a Nicole y, antes de pensarlo demasiado, tomó la masa de extensiones rubias por la parte posterior de la nuca y la jaloneo con fuerza, sorprendiéndola.
Todo el rostro de Nicole se transformó en una mueca de dolor de la cual Neta-lee se regodeó, apretando más los dedos para dañarla.
Si no fuera por el niño presente, la hubiera abofeteado un par de veces, la hubiera tirado al suelo y la molería a patadas. Pero Noah estaba allí y, prefería mil veces que sus ojos no vieran demasiada violencia (mucha más de la que en ese momento podía evitar).
—No te atrevas a volver a tocar a Noah — tiró más de su pelo, hasta que su cuello se flexionó hacia atrás, con Nicole alzando las manos tratando de quitársela de encima, jadeante por el dolor en un rostro desfigurado. Acercó su cara más a la suya y habló apretando los dientes y conteniendo la ira —: La próxima vez que te vea golpeándolo, mirándolo mal o insultándolo; te raparé, te voy a quemar las manos y voy a romperte las piernas, ¿queda claro?
Cuando Neta-lee vio cómo con esfuerzo Nicole asentía, tiró un poco más, respiró profundo y, al final, la soltó de mala gana.
Puso todo de su parte para no arrastrarla del pelo y estamparle la cara contra el muro.
Nicole se tambaleó hacia atrás, golpeando su espalda contra el enorme pilar recubierto de mármol y Neta-lee, preocupada, caminó un par de pasos y se agachó para ayudar a Noah. El niño aún estaba pasmado, su carita con manchas de lágrimas y su mantita fiel se mantenía apretada contra él.
Estiró la mano para ayudar a levantarle, pero antes de que Noah la tocara, Neta-lee sintió el fuerte tirón de cabello que la alzó hacia atrás.
—¿Cómo te atreves a interferir en mi trabajo, perra estúpida? — el grito furibundo de Nicole, resonó en el pasillo mientras tiraba del pelo de Neta-lee con fuerza.
—Me sueltas o no me hago cargo de las consecuencias, Nicole — amenazó con voz tranquila, pero también con tintes de tensión.
Pero la niñera arrogante, no escuchó.
Nate contuvo las muecas de dolor, su bolso cayó al suelo con un sonido seco y su corazón comenzó a latir con más fuerza debido a la adrenalina, pero no se dejó.
Le dio un revés a la situación y pronto se comenzaron a escuchar gritos de ira de parte de la señorita Pinnock, insultos de toda índole y vociferación que harían sangrar los oídos. Neta-lee no se quedó atrás y en lugar de utilizar el mal vocabulario, se defendió de los golpes a puñetazo, tirones y bofetadas. Cuando Nicole quedó a sus espaldas y trató de asfixiarla utilizando el antebrazo para rodear su cuello, Nate se estabilizó como pudo en los tacones, buscó el punto de apoyo de Nicole, le dio un pisotón con la punta del tacón en el empeine, sacando alaridos exagerados. Posterior a eso, impulsó su codo derecho hacia atrás dándole directamente en el estómago y cuando la sintió perder el aliento y jadear, terminó alzando con el dorso de la mano, hecho un puño, para darle en la nariz con fuerza.
Nicole la soltó de sopetón, se tambaleo hacía atrás, enterrando la cara con la palma de las manos que pronto se le llenaron con hilillos de sangre.
—Te lo advertí — le susurró amenazadora en el rostro, con un tono bajo para que no llegara a los oídos de Noah.
Luego, cuadró los hombros y se apartó la maraña de pelo que le caía en el rostro. Acomodó sus anteojos, que habían quedado torcidos sobre el puente de su nariz, y cuando se dio la vuelta para ver cómo se encontraba el niño, la voz estridente de su jefe resonó en el recibidor.
Tres pares de ojos se volvieron a observar cuando Demien, con su gran porte, se acercaba hasta ellas. Su mirada azul grisácea tan gélida, las miró a ambas con el ceño encarnado.
—¿Qué diablos ocurre aquí?
Neta-lee se paró firme y comenzó a explicarse, pero Nicole se interpuso, dándole un empujón para quedar al frente.
—Su secretaria me atacó — acusó sin miramientos, su voz sonando amortiguada a través de las manos llenas de sangre que se deslizaba libremente al suelo y también sobre su escotada blusa —. Me golpeó injustificadamente solo porque venía a por Noah para llevarlo a cenar — lloriqueo—. ¡Incluso me ha roto la nariz!
—Lo que dice la señorita Pinnock, ¿es cierto? — inquirió con sequedad, mirando brevemente a Neta-lee.
—No fue…
—¡Claro que sí! — exclamó escandalosamente Nicole —. Ella lo hizo. ¿No es así, Noah? — preguntó volviéndose al niño, aún sentado en el suelo, atónito — ¡Dile lo que viste! ¡Dile que esta zorra loca me atacó!
Neta-lee apretó las manos en puños y la mandíbula fuertemente. Quería llenarla de palabras malsonantes, pero el niño estaba presente y no podía utilizar ese mal vocabulario frente a un menor. Por mucho que la malnacida se lo mereciera.
Asique a cambio demandó molesta:
—Cuida tu lenguaje frente al niño.
Pero Nicole no le hizo caso, se acercó a Demien agitando las pestañas y con falsas lágrimas en los ojos. En un plan victimario que hizo que casi perdiera el control para atacar otra vez.
—Señor —dijo sollozando —, yo estaba con el niño y él no me hizo caso. Entonces tal vez lo sujeté con demasiada fuerza — lloriqueo mientras se tapaba el rostro —. No quise hacerle daño. Es un niño encantador y solo quería corregirlo. Pero ella — se volvió para señalar a Neta-lee—. Se interpuso. Me llamó loca, perra y zorra y quiso llevarse al niño — volvió a posar la mirada en el ceñudo Demien —. Yo solo intentaba hacer mi trabajo. Ella ha estado en mi contra desde que entré a este lugar. ¿No es cierto que la semana pasada me empujaste mientras caminaba por el pasillo?
Neta-lee estaba alucinada con lo que oía. Debía admitir que la mujer era buena mintiendo y actuando, pero tenía tanto odio hacia ella en ese momento, que solo quería terminar de romperle los dientes. Aunque ver la cascada de sangre que le fluía de la nariz, le daba cierta sensación de satisfacción.
—Sí, pero...
—¿Y que hace unos días me impediste hablar con mi familia en una urgencia? — interrumpió con altanería
Neta-lee apretó la mandíbula, furibunda.
Eso no era cierto.
Ella hablaba con sus amigas, de fiestas y alcohol, con un vocabulario no apto para los oídos de Noah y menos para el horario de trabajo. Apretó las manos en puños un poco más. Oh, que ganas tenía de volver a agarrarla del cabello repleto de extensiones baratas.
—Eso no fue lo que...
—¿Y que hasta ayer, no me dejaban irme de esta casa sin hacer que mi bolso fuera revisado por los de seguridad?
—Sobre eso...
—¿Y qué…?
—¡Ya basta! — gritó Demien, haciéndolas callar.
Ambas desviaron la mirada a su jefe, la hostilidad se respiraba en el aire y si no fuera porque el niño estaba presente, Neta-lee se hubiera lanzado sobre la bruja que tenía frente a ella para terminar el trabajo partiéndole el rostro.
—Señorita Pinnock, acompáñeme a mi despacho ahora — su voz sonó brusca, pero a Nicole le dio igual, porque le lanzó una mirada superior a Neta-lee antes de darle la espalda y balancear las caderas con descaro hasta la oficina de su jefe —. Señorita Saint-Rose, hablaré con usted después.
Era una amenaza segura en su hosca voz, pero Nate solo tenía ojos en la descara rubia que le observaba con desafío antes de seguir a Damien a la oficina.
Neta-lee, que estaba reprimiendo el ácido entre los labios, tomó grandes respiraciones profundas antes de volverse hasta Noah, ayudarle a levantarse, recoger su bolso y caminar sujetando de su pequeña mano hasta la cocina.
Sintió culpa corroer su interior por exponer a Noah a esa horrible situación y el inmenso miedo abrirse paso porque él comenzara a odiarla o temerle por verla de ese modo.
Cuando llegaron a la cocina, los rostros de Rosita y Stacy los esperaban llenos de preocupación y ansiedad.
Neta-lee les ofreció una sonrisa apretada, conciliadora y falsa, y acompañó a Noah hasta la mesa redonda de la esquina del cuarto.
Se cercioró en silencio de que estuviera bien y lo convenció con una suave sonrisa de que completara las tareas del libro que le había obsequiado para distraerlo.
Posterior a eso, le besó el lateral de su cabecita rubia y se enderezó para dirigirse a la barra de desayuno donde estaban las cocineras a cargo de la casa.
—¿Podrías servir un trozo de fruta mientras tanto, por favor? — pidió mirando a Rosita.
—La cena estará lista en breve, Nate — contestó Stacy, la mujer mayor.
—Lo sé — les sonrió diminutamente —. Prometí que me quedaría para cenar con él. Aunque antes tengo que hablar con el jefe.
Rosita, al comprenderla, asintió en silencio y se apresuró con la solicitud.
Neta-lee se dejó caer sobre uno de los taburetes, alzó las manos para deshacer lo que quedaba de su recogido, ahora, desprolijo y se acicalo de la mejor manera posible, atándolo en una coleta baja.
Nate y Stacy, se quedaron en silencio por unos instantes.
—¿Qué pasó allí afuera? — preguntó expectante Rosita, rompiendo el mutismo y volviendo con una bolsita con hielo que le tendió a Neta-lee.
Ambas mujeres la miraron con curiosidad y preocupación.
Ella se encogió de hombros, se acercó la bolsita de hielo al lateral del labio herido y tomó una gran respiración. Puso una de las manos sobre la superficie de corian blanco, que Stacy sujetó entre las suyas, envejecidas, en señal de apoyo. Y entonces, comenzó a relatar la verdad de lo sucedido afuera, mencionando el maltrato de Nicole hacía Noah y, sobre todo, que había terminado rompiéndole la nariz de un golpe. Cuando terminó de contarles todo, Stacy le sonreía maliciosamente y también fría.
—¡Se lo tenía merecido la condenada! — exclamó demasiado alto, Neta-lee le hizo un gesto para que bajara el volumen de su voz, no quería involucrar más a Noah o que su jefe las pillara charlando sobre ello.
—Le pasó por perra — aportó Rosita, en voz más moderada pero molesta—. Hasta a mí me hartaba con sus tonterías.
Stacy y Rosita asintieron de acuerdo, ambas con una mueca de odio al mencionar a Nicole. Se quedaron en silencio un poco más antes de que Stacy dijera:
—Nate, cariño — le apretó la mano tiernamente y la miró con una mezcla de inquietud y determinación —. Si necesitas que apoye tu confesión, estoy dispuesta a plantarme delante del señor Vincent para hacerle frente — cabeceó a sus propias palabras —. Si eso ayuda a que saquen a esa raposa rastrera de esta casa y la alejen de Noah, hago lo que sea.
—También yo — terció Rosita, con una mirada feroz en sus claros ojos —. Si necesitas que abogue en tu defensa, dímelo. Con gusto soltaré la lengua por alguna de las bajezas de esa zorra — agregó con desprecio.
—Gracias — respondió, sonriendo un poco por el apoyo inesperado —. Pero no creo que haga falta. Hablaré con el señor Vincent y le contaré la verdad de una vez por todas. No voy a permitir que le hagan daño a mi… — frenó sus palabras y se aclaró la garganta —… a Noah.
Terminó la frase y desvió la mirada al niño que se encontraba sentado, no muy lejos, en la mesa mientras jugueteaba con el libro.
—Todo irá bien, niña querida — Stacy palmeó suavemente su mano.
—Eso espero.
Suspiró, volviendo la mirada melancólica hacia las dos mujeres justo a tiempo cuando la voz estridente y autoritaria de su jefe resonó a lo largo de la estancia.
Las tres se sobresaltaron, pero Neta-lee les dedicó una última mirada de resignación; dejó la bolsa con hielo sobre la encimera, cuadro los hombros, respiró profundo y caminó directo hasta la cueva del ermitaño.
Antes de marcharse, le lanzó una mirada breve a Noah, ofreciéndole la mejor sonrisa conciliadora.
—Tranquilo. Ya vuelvo — le dijo, guiñándole el ojo.
—Suerte — dijeron al unísono Stacy y Rosita.
—Señorita Saint-Rose, a mi despacho ¡Ahora! — el grito severo hizo eco en el alargado pasillo.
Los ojitos ansiosos y preocupados de Noah la siguieron por todo el camino hasta que salió de la cocina.
Nicole salió del despacho justo cuando Neta-lee estaba a unos pasos de la puerta.Llevaba la nariz con dos tapones de papel higiénico y una sonrisa satisfecha en los labios enrojecidos, mientras se limpiaba las comisuras de la boca con los dedos en un gesto sexual sugestivo.La mancha de sangre en su blusa era evidente, pero todo rastro en su rostro había desaparecido.Neta-lee apretó los dientes y cuando pasó junto a ella, capturó su brazo y se lo apretó con fuerza. La observó con todo el odio que pudo, pero la sonrisa de superioridad en los labios de Nicole no desfalleció ni un milímetro.—¡Señorita Saint-Rose! — gritó su jefe con impaciencia.Nate, con voluntad, soltó a Nicole con violencia y pasó por su lado empujándola.Sabía que la batalla contra su jefe sería complicada, por no decir imposible, pero había aguantado muchas cosas de Nicole Pinnock; robos, mentiras y lenguaje inapropiado. Presenciar como maltrataba a Noah había rebasado el vaso de su paciencia.Podía aceptar cualq
Quince minutos después, y tras calmarse por completo, Neta-lee entró en la cocina.Stacy y Rosita la miraron con ansiedad, pero ella les hizo un ademán con la mano para que no preguntaran por el momento.Cuando se acercó hasta Noah, le ofreció la mejor de las sonrisas tranquilizadoras y se sentó junto a él en la mesa.El niño le miraba con preocupación, pero Neta-lee se encargó de distraerlo lo suficiente para que viera que ella se encontraba bien. Stacy comenzó a servirles la cena y, entre un silencio de comienzo incómodo, Neta-lee animó a punta de bromas y sonrisas juguetonas a que Noah le siguiera relatando lo aprendido en el día con el profesor.A pesar de sus ojitos tristes y atentos, él cedió y comenzó a desenvolverse.Las bromas de Rosita y Stacy no faltaron y en un grato ambiente de risas, comieron hasta que la hora de dormir llegó.Neta-lee acompañó a Noah hasta su cuarto, se cercioró que se lavara los dientes de manera correcta y se pusiera el pijama.Cuando el pequeño se ac
Al día siguiente, Neta-lee se encontró a primera hora en casa de su hermana.Como tía predilecta e invitada favorita — por no mencionar, esclava ocasional — debía ayudar con los arreglos para el cumpleaños de su sobrina. Y dado que el resto de los invitados no llegarían hasta entrada la tarde, se pasó gran parte de la mañana y mediodía decorando el jardín donde se llevaría a cabo la celebración.Sin embargo, a pesar de fingir mil sonrisas y bromear animadamente con su sobrina y cuñado, su hermana mayor tenía sus agudos ojos puestos sobre ella. Por lo que se le estaba tornando casi imposible ocultar el centenar de emociones que revoloteaban en su interior. —¡Tía! — exclamó Cassie, desde la otra punta del extenso jardín, cargando una enorme caja, incluso más grande que su propio cuerpecito —. ¡Ayúdameee! ¡Esto está pesado!Neta-lee corrió a su encuentro, asustada, olvidando su propia tarea con urgencia para ir ayudarla. Pero, cuando alzó la caja violeta y brillante, se dio cuenta que er
Diana se encontraba callada, mucho más que lo normal, mientras que Neta-lee hablaba animadamente de todo lo que se venía a la mente para evitar por cualquier medio el tema que de seguro su hermana tocaría.No quería hablar de ello en ese momento, menos cuando intentaba ocultar su preocupación y el zumbido constante en su pecho que le imploraba correr a ver a Noah.Se dedicó a lazar las pequeñas bolsas con golosinas para las niñas y niños invitados a la fiesta, con el agradable aroma a vainilla flotando a su alrededor, mientras le relataba una absurda historia del primo Simón, que en realidad no tenía gracia alguna, pero que acompañó de risas fabricadas y sonrisas fingidas.Aún así, por mucho que quiso aplazar el asunto, su hermana terminó de perder la paciencia.—¡Oh! Y ya sabes, mamá se puso como loca cuando...—Déjalo estar, Nate — exhortó Diana con seriedad, interrumpiendo sus palabras—. Ya suelta lo que te tiene de esa forma y deja de fingir, que no te queda nada bien.—No sé de qu
Al día siguiente, Neta-lee seguía sin tener noticias de su malnacido jefe, y mucho menos sobre la amenaza de despido que colgaba sobre su cabeza.La única vaga información que había obtenido de Stacy, era que la llegada de Demien se retrasaría hasta el lunes por la tarde y no a primera hora. Lo cual había corroborado por medio de un escueto e-mail que había recibido poco después.Por ello, con el miedo vagando en su mente intentó contactar a Dante, quién era uno de los principales encargados de la seguridad de la familia Vincent, para poder sonsacarle información.Como era de esperarse, el hombre de pocas palabras apenas soltó prenda sobre la situación y, en cambio, solo le deseo buena suerte. Algo que, por supuesto, no había ayudado demasiado a Neta-lee a relajarse el resto de su día libre.***Cuando llegó el lunes, la incertidumbre podía con todo su sistema nervioso.No había miedo más profundo que ser despedida, principalmente ahora que sabía que Noah la quería.¿Qué sería de ella
Cuando dio la una de tarde, un tirón en el estómago le recordó que debía alimentarse.El día anterior apenas había probado bocado y esa mañana ni siquiera había pensado en desayunar por culpa de los nervios. Ahora, su cuerpo fatigado le pedía comida a gritos, por lo que luego de dar una última revisión a la bandeja de su correo electrónico y otro repaso rápido al móvil, se levantó y cogió la bolsa con delicias que Diana había enviado para Noah y también para las chicas de la cocina.Respiró profundo y, con todo el ánimo que pudo impregnar en su sistema, emprendió su camino a la cocina.A mitad de pasillo, se detuvo al escuchar su nombre.—¡Nate!El grito de júbilo y el sonido de los pasos apresurados detrás de ella, le hizo voltearse. Justo a tiempo para recibir un abrazo por la cintura que la hizo trastabillar medio paso atrás con tal de estabilizarse.Una sonrisa real y totalmente sincera se extendió en sus labios cuando bajó los ojos para mirar los del niño risueño que la abrazaba.
Los sonidos de la risa de Noah, la conversación de Rosita y Stacy y el saludo que ambas le dieron, fue suficiente para dejar el desagradable pensamiento de Darren, el chisme de Nicole y la mala imagen que tenían de ella, de lado.Anotó un recordatorio mental de hablar con Silas y Andrea antes de salir del trabajo sobre los chismes que Nicole había esparcido. De seguro había llegado alguno a sus oídos, más que mal no eran demasiados los empleados de esa mansión y la señorita Pinnock era de las que hablaban con todos con tal de obtener algo a cambio.—Niña querida, ¿qué tal la fiesta de cumpleaños? — preguntó Stacy, cuando Neta-lee se sentó en la barra de desayuno, al lado de Noah, para poder almorzar.El pequeño la miró con curiosidad ante la información de Stacy. Masticó la pasta a la boloñesa, sin apartar la mirada de Nate.—Estupenda, llena de ruido y niños corriendo por doquier — sonrió y alzó la bolsa que tenía con ella —. Diana les manda galletas especiales.Stacy la recibió con u
Cuando Neta-lee terminó con las llamadas pendientes, se sentía exhausta.Se quitó los anteojos, cerró los ojos, y se llevó la mano a la parte inferior del cuello para masajear los músculos tensos mientras intentaba aliviar el estrés.Dejó escapar un profundo suspiro de alivio y se dedicó a oír la melodía que se percibía a lo lejos y que llegaba a penas con sonidos discordantes hasta donde estaba.Se escuchaba algo torpe y desacorde, pero, de todos modos, sonrió.En el sonido lejano podía distinguir un gran avance de las últimas semanas. Ya no eran simples tecladazos chirriantes, ahora era más parecido a una verdadera canción.El fruto de trabajo y dedicación. Y a pesar de que no debía, se levantó.Tomó de nuevo sus anteojos y se guardó el móvil en el bolsillo, luego caminó con premura por el pasillo.Cuando estaba llegando al umbral del salón principal vio como Rosita se asomaba desde la esquina observando el espectáculo. Caminó más despacio, y casi de puntillas, para no ser escuchada