Cinco historias unidas por una amistad desde la infancia. Cinco cambios de vida que se darán de manera drástica y los llevará a caminar por el amargo arrepentimiento. Muy pronto la vida de Samuel Abdala; un ingeniero, organizador de peleas clandestinas y carreras ilegales, junto a sus inseparables amigos: Ernesto Orjuela; el odontólogo y organizador de apuestas. Emmanuel Villalobos; el médico y profesor alcahueta. Egan Katsaros; el economista y corredor ilegal. Alexey Kozlov; el administrador y peleador clandestino. Se verán involucrados en un sin números de adversidades, pero la situación más difícil les llegará al momento de permitir la entrada a sus complicadas vidas a cinco niñas. A las que veían como sus familiares. Ese sería el inicio del final de sus arrogantes vidas. Su mayor error fue permitirles adueñarse de sus corazones. Aprenderán a valorar los cimientos inculcados por sus familias. Caerán, le harán daño a quienes más los aman sin saberlo. Pero el destino a través de los años les enseñará a levantarse, para caminar de frente, a salir adelante para curar sus heridas. Drásticos sucesos los harán comprender que la vida es sencilla, pero no fácil. La vida les enseñará a pedir perdón, perdonar y perdonarse. Donde los momentos difíciles sin duda son más llevaderos si tenemos a la familia unida dispuesta a ayudarnos para poder decir… Lamento el daño, déjame sanarte.
Leer másAngélicaLas manos de Ernesto me regalaban caricias desde los muslos hasta los alrededores de mi entrepierna; eso me estaba volviendo loca, muy, muy loca. Ya me estaba desesperando porque ¡no me tocaba! Lo hacía para prepararme y poder recibirlo para minimizar el dolor. Sin embargo, Gaby ya me había comentado que sí dolía.Pero su estrategia me tenía con la piel muy sensible. Sus labios alrededor de mi pezón, el juego de su lengua al rozar mi erecto pezón. Lograba estremecerme hasta los confines de mi cuerpo. Su lengua lamiendo y succionando, logrando humedecer de una manera impresionante, mi entrepierna.También quería tocarlo, pero no me lo había permitido. Me tenía a su merced, y mi cuerpo disfrutaba de su dueño. Sí, así me digan anticuada, o tonta, Ernesto era mi dueño. Yo decretaba ser solo de él. Pero ya deseaba tenerlo dentro de mis entrañas y seguía jugando, negándome ese placer, lo hacía adrede para llevarme a la locura.Ahora empezó a jugar con mi ombligo. Tengo hasta ganas
ErnestoDespués del desayuno solicitamos un taxi para escaparnos. Por eso habíamos llegado al hotel donde había realizado la reserva. Pasamos un par de horas en la piscina, nadando como un par de novios; besándonos sin escondernos, eso me gustó mucho. Nadie nos conocía, caminamos de la mano por los alrededores, y hoy no quería sentirme culpable.Acordamos a realizar este tipo de escapadas una vez al mes a partir de ahora para irnos a una ciudad diferente o un hotel donde no nos conozcan, así podíamos caminar de la mano sin ser juzgados como bichos raros por ser hermanastros. Hablamos también del tema de mis amigos y padres con relación a la supuesta homosexualidad de mi parte.A eso de ser gay le podemos sacar provecho por un tiempo. De esa manera no sospecharán de los dos, y Ángel podría pasar más tiempo conmigo diciendo que me andaba dando apoyo moral. Y he de confesar que Angélica era terrible, tenía una capacidad para organizar situaciones en cuestión de segundos.Ese don sin duda
GabrielaHabíamos desayunado en el balcón del apartamento, pedimos una fritanga, arepa e’huevo, carimañolas, deditos de queso, empanadas, buñuelo de maíz, café con leche, jugo de naranja. Estos hombres eran una máquina para devorar comida. Mientras nosotras, en un platico, poníamos unos tres de esas delicias costeñas.Ellos parecían recién llegados de una travesía sin comida. Analicé a cada uno, y las parejas formadas me gustaban. Faltaban los Orjuela y, por lo dicho por mi madre anoche, cuando hablé con ella para tranquilizarla, me dijo que Angélica no podía dejar a su hermano solo y, de hecho, me ordenó mantenerme cerca también.Lo importante era no dejar solo a Ernesto, porque se culpará y podría entregarse o hacer una tregua con el de por medio. Y eso sería fatal. Angélica será una garrapata. Egan seguía adolorido, aunque lo vi muy amoroso con Euma a quien los ojitos le brillaban. Ahí se había cocinado el amor, pronto lo harán público, pero Eugenia lo logró.Eso fue por ser persev
AngélicaEran las cinco de la mañana. Aún seguía pensando en toda la situación alrededor de Ernesto, mis padres fueron enfáticos en no dejarlo solo, su temor era porque se sentirá culpable de lo ocurrido, y terminé entregándose a las garras de esa desgracia de hombre que no ha podido engendrar otro hijo.Ahora se había ensañado con alejarnos de él. Alonso debía de ser un hombre enfermo o un ser lleno de orgullo y no soportó perder. El temor de papá era muy válido, casi me secuestran. Donde los chicos no hubieran llegado, le habría dado la oportunidad a ese hombre para doblegar a Ernesto. Menos mal, Emmanuel lo sedó. Las palabras de mamá anoche siguen dándome vueltas y vueltas.—Hija, a partir de ahora no te expongas, no podrás salir sola a ninguna parte, no solo serás tú, yo tendré guardaespaldas, debemos de minimizar las posibilidades de ser un blanco para Alonso, no quiero que por nosotras obliguen o puedan chantajear a Ernesto. ¿Cree que él no se entregará por nosotras?—Tienes raz
EmmanuelTerminé de revisar la nariz de Ernesto, y por poco, casi llegó a ser una fractura. Samuel hace unos minutos le pidió a Angélica hablar un momento. Desde entonces se encontraban en el balcón intercambiando información simulando algo con los celulares, pero sabíamos que él le estaba tocando el tema de la inclinación sexual de nuestro amigo.—Emmanuel, con cuidado, me duele.—Lo sé, viejo, fue en la nariz.Hace un rato me tocó suturar dos puntos en la ceja a Sam, luego Rubí terminó de hacer la labor de enfermera. Para ser honesto, con pocas enfermeras me había sentido bien trabajando. Me gustaba que se adelantaran a lo que podía pedir y la pequeña caja de pandora parecía leerme el pensamiento.—Doctor, el sedante está listo. —La miré. No pude ocultar una genuina sonrisa.—Gracias. —Al mirar de nuevo a Ernesto, él alzaba su ceja—. Cállate.Sé la razón de su asombro. Sonrió por cortesía, pero la de hace un segundo fue muy espontánea. Había sido agradable su eficiencia, y lo sé, er
EganNo era nada de gravedad, según dijo el médico; tenía la ceja partida, el labio hinchado y una fuerte contusión en el lado izquierdo; mañana saldrá el moretón a un lado del rostro. Puede que no sea de gravedad, pero esta mierda dolía con cojones. Nunca me había accidentado gracias a las oraciones de mamá, pero no tenía nada más por hacer que interponerme. De lo contrario se hubiesen llevado a mí Rizos y a Angélica. Estábamos en la acera de la calle. El brazo izquierdo era el más afectado por recibir el impacto del carro cuando intentaban escapar. De la fuerza ejercida, impacté contra la puerta del auto. En ese momento no me importó nada más que salvarlas, el miedo de que si no me interponía le pudieran hacer daño.Mis amigos estaban peleando con los hombres que salían y salían de la nada. Debíamos pagar el auto que arrastré con el mío, ese también quedó de chatarra. Pero no se llevaron a las chicas. Rubí llegó a mi lado. Euma le dio espacio para que pudiera ayudar a su hermano a
SamuelNos habíamos quedado callados luego del comentario de Emmanuel. Si le llegaba a pasar pasa algo a la Cachetona por mi culpa, no iba a perdonármelo. Mi tío David tenía razón y a mí se me fueron las luces. Porque tranquilamente Ernesto y Alexey pudieron haberse quedado a cuidarlas.No iba a excusarme, metí la pata. También le envié la información al tío de que Lina y sus amigas debieron de ser contratadas por la gente de Alonso. Ahora me era muy claro, ellas vinieron a este lugar para vigilarnos y no para molestarnos. Trabajaban para los malos; quedó clarísimo. El celular volvió a sonar. Ya estábamos ingresando a Taganga.—Gaby.—¿Sam se demoran? —Su voz me demostraba que estaba nerviosa.—¡¿Qué pasa?! —Egan aceleró más el carro.—No sé si estoy paranoica, pero acaban de ingresar diez hombres al lugar donde nos encontramos, y no dejan de mirarnos. Sam ven.En ese instante comprendí de manera literal: esta mujer me importaba no para pasar un rato de sexo, sino para compartir todo
ErnestoLa tensión estaba a flor de piel. Desde nuestra llegada a la carretera, donde se llevarían a cabo los piques. Egan ya se encontraba en la carrera final. Para llevar a cabo el evento, se había cerrado una carretera no tan transitada. Era una de las estrategias utilizadas por los organizadores; con tiempo se informa a la ciudadanía por radio que tal trayecto estará cerrado por motivos de arreglos.Por eso era un tema ejecutado en un máximo de cuarenta minutos, pero nunca llegamos a ese límite. Al asar, se organizan en dos grupos de cuatro pilotos; de la primera carrera salen dos ganadores, quienes se enfrentan para quedar solo uno, y ese se enfrentaba al ganador del otro grupo. Los dos últimos eran los que competían por el botín de oro. En cada carrera se movían apuestas. Ya era la última; del grupo A ganó Egan y del grupo B era un piloto nuevo. —¿Cómo van las apuestas?Sam llegó a mi lado. Como nos ubicamos en una carretera poco transitada, los organizadores habían puesto sill
GabrielaLlegamos al apartamento a eso de las ocho de la noche después de cenar. La espalda me ardía por el sol de la tarde, aunque fui la que menos se quemó. Mis amigas estaban perores o eran de pieles más delicadas. Emmanuel fue a la farmacia a comprarles algo. Solo deseaba un baño y acostarme a ver televisión. Mientras los muchachos se quedaron en la sala hablando de lo de hoy.Aproveché para bañarme sin tener a la tentación de Samuel. Por eso me vestí antes de su ingreso a nuestra habitación, él era un manjar andante. No soporté ropa sobre los hombros, por eso me puse un top, un short de tela suave, recogí el cabello en una cola alta y busqué unas chanclas para estar en casa. Sam ingresó al cuarto.—Se siente delicioso el cuarto con el aire acondicionado. Hace un calor de los mil demonios en Santa Marta.—Sí. Menos mal, hoy no vamos a salir del apartamento.—Eso es un punto a favor Cachetona. Así quedo tranquilo. —Se metió al baño.Diez minutos después salió desnudo a desfilarme c