Início / Romance / Lamento el daño / Capítulo 4 - Metiendo la pata
Capítulo 4 - Metiendo la pata

Egan

Papá había cerrado la puerta y caminaba de un lado a otro. La verdad no se sintió muy bien al ver la carita de Euma al borde del llanto. —Rasqué mi cabeza—. No era mi intención que ella escuchara, de hecho, no debí decir eso. Una cosa era que ella como mujer no me inspira ese un mal pensamiento, y otra era el tema familiar. Y en eso la defequé con creces.

Se sentó frente a mí, sus manos apoyadas en su rodilla, su mirada fija. No decía nada y ya me sentía como un miserable, tampoco pensaba en decirme una mala palabra para no ofender a mi santa madre.

—¿Te he tratado como si no fueras mi hijo?

—¡¿Qué?! ¡No, papá! —Algo extraño se sintió en el pecho.

—No encuentro motivo para tu ofensa hacia Euma, como si no la apreciaras como una prima de sangre. Eso me hace pensar que en mí no ves el amor de un padre, Egan.

Él y su psicología. Mi corazón comenzó a palpitar a causa de la vergüenza. David me ha enseñado a ponerme en el lugar de las otras personas. Si lo ponía de esa perspectiva, sería muy doloroso escuchar a Guille decir; no te veo como mi hermano.

—Lo siento, lo que dije de Eugenia María no era en el ámbito familiar.

Por cariño, por esa gran amistad entre nuestros padres, desde pequeños nos enseñaron a verlas de esa manera.

—Para mí no es nada. Ella no es nadie… —David repitió mis palabras—. ¿Crees que eso no era en el ámbito familiar? Los escuchaba hablar desde hace rato. Hijo.

Soy una plasta de m****a, así me sentía y más cuando el hombre a quien tanto admiraba me reprendía de la mejor manera.

—Lo siento.

—No es conmigo con quién debes disculparte. Es como tu prima, porque si no la ves de esa manera, entonces no me consideras como tu padre. Y eso dolería en el alma, Egan.

Sin duda, hoy era la plasta de m****a más grande del mundo, el simple hecho de que David pensara que no lo veía como mi padre hizo estragos en el pecho.

—Tú eres mi padre.

—El hombre se mide por sus acciones, por sus palabras. Les he enseñado a no ofender a una mujer así no estén de acuerdo con sus pensamientos. ¿Por qué lo dijiste?

—En realidad, no lo sé.

Eso era mentira, si lo sabía. Desde que supe de su sentimiento hacia mí comencé a rechazarla, no sé a qué le tenía.

—Egan, si Emmanuel se refiere a ti como; tú eres un don nadie…

—¡Papá, lo entendí! Lo acepto, la embarré. Te prometo tratar de buscar un modo de disculparme con ella.

—¿Sabes cómo lo vas a hacer? No es ir a su casa a pedir disculpas. Debes demostrarlo con hechos. Hijo.

—¿Ahora tengo que llevarla al cine, a comer, a bailar?

—La invitación a cine no está descabellada. Lo otro ya será darle ilusiones falsas. Pero hay muchos planes amigables.

—¿Cómo cuáles?

La verdad debía arreglar esto. Ella era mi prima, siempre la he visto de esa manera, no sé qué me pasó. 

—Caminatas ecológicas, ella comenzó a estudiar medioambiente. —Alcé una ceja.

—Eres todo un genio, papá —David me miró y suspiró.

—Te voy a tener vigilado, yo no te he disculpado. Tu madre también se sentirá ofendida. —Mierda, al mirarlo, analizaba mi expresión corporal. No debía olvidar que era un experto de inteligencia—. Con relación a la disculpa que te pedí para Euma. ¿Por qué esa cara?

—Por nada.

Debía de tener cuidado, si le generaba alguna sospecha a papá, nos descubrirá de nuestro negocio ilegal. No traficamos, pero las carreras, las peleas; esas actividades nos dejaban muy buenas ganancias.

Me levanté para dar por terminada el jalón de orejas. —Él no dejó de mirarme en ningún momento mientras salía del despacho—. Llegué a la mesa donde se encontraban Ernesto y Samuel, e hice un gesto ante sus miradas. El odontólogo extendió su mano con un vaso de whisky.

—¿Qué hiciste para que el tío David te regañara?

—Cagarla con Euma, no. La defequé con letras mayúsculas y ahora tengo demasiada vergüenza y deseo devolver el tiempo para no ser tan burro. —se miraron mis amigos.

—Si debiste de meterla hasta el fondo, el egocéntrico insultándose… Eso es nuevo —comentó Samuel.

—No jodan ustedes ahora. Pero debo buscar la manera de disculparme con ella.

……***……

Alexey

Terminé de bailar con la mujer prestadora de servicios carnales que trajo Emmanuel. Este se dirigía hacia la pista de baile. Me incliné ante la muchacha, definitivamente no había mejor pareja para el baile que Mapa. Y pensando en ella, ahora no sé cómo salir del embrollo en el cual me metí.

—Preciosa. —Le dijo mi amigo.

—Te devuelvo a tu novia.

El doctor me acribilló. Lo hacía para molestarlo. A él no le gustaba ese calificativo. No después de lo que le ocurrió al inicio de la universidad. Desde entonces jamás volvió a tener novia, solo mujeres para disfrutar una semana. De hecho, era enfático en decir que solo son acompañantes sexuales, porque tampoco llegan a ser sus amigas para darles el derecho.

Quien lo veía, él era el que más vieja se había llevado a la cama. No dije nada, los dejé en la pista, y al caminar hacia la mesa donde estaban mis amigos, tropecé con Rubí; sin intención, le tumbé las gafas.

—Lo siento, prima.

—No te afanes, debo acostumbrarme por unos meses a ellos de nuevo. 

—Las gafas también te lucen.

Le di un beso en la frente, ella sonrió ante mi gesto cariñoso. A todas ellas las adoraba. Continué mi camino hasta llegar a la mesa… ¡Carajos! Van a regañarme por lo que les diré, pero me lo tenía merecido, por sapo. Pero la deuda era una deuda. Egan, Ernesto y Samuel estaban cabizbajos.

—Tienen caras de atormentados y yo tengo una noticia que no les va a gustar. Terminaré de joder lo que sea que les esté pasando.

—Nosotros las embarramos, ahora ¿qué nos vas a decir? —habló el odontólogo.

—Las cagué con Mapa. —Rasqué mi cabeza, todos me miraron asombrados.

—¿Qué le hiciste a mi hermana? —Emmanuel escuchó, cerré un ojo.

—Nada de lo que debes estar imaginando con tu mente perversa. Ya te lo he dicho, solo somos amigos, de ahí no va a pasar. El problema radica en el pago de una deuda.

—No te estoy siguiendo, Alexey —suspiré, me senté, miré al jefe de nuestra pandilla.

—Sam, ella irá mañana a la pelea.

—¡¿Qué?! —Emmanuel se sentó, los otros tres abrieron los ojos.

—Ya escucharon.

—¡Te muelo a palo si llegas con mi hermana a ese antro!

—Sabes a la perfección que seré yo quien te haga papilla, estimado profesor.

Emmanuel tenía razón, no me sentiría tranquilo de saberla a ella en ese lugar lleno de perdición, donde había alcohol, droga y sexo. En verdad había metido la pata.

—Se entera una y todas lo sabrán en cuestión de segundos. —Ernesto tenía razón—. Ya deben de saberlo —señaló a la mesa de ellas.

—Ponle la firma, ya deben de saberlo, ellas son iguales a nosotros. No podemos juzgarlas por eso. —Egan dijo otra verdad.

—¡Lo hecho, hecho está! Las peleas no son siempre en el mismo lugar, pero para mañana ya no hay vuelta atrás.

—Alexey. —miré a Sam.

—Lo siento, pero mi palabra vale, por eso. —miré a Emmanuel, que desde hace seis meses andaba quisquilloso por mi sincera amistad con Mapa—. Si digo azul, es azul, no tengo nada, ni me interesa tu hermana como mujer, pero sí voy a defender nuestra amistad el resto de mi vida. El moreno lanzaba dagas con su mirada, luego hizo lo mismo con todos. Sin embargo, ya no había nada que hacer. Mañana muy seguro se nos presentarán todas nuestras primas.

Continue lendo no Buenovela
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Digitalize o código para ler no App