Egan
Papá había cerrado la puerta y caminaba de un lado a otro. La verdad no se sintió muy bien al ver la carita de Euma al borde del llanto. —Rasqué mi cabeza—. No era mi intención que ella escuchara, de hecho, no debí decir eso. Una cosa era que ella como mujer no me inspira ese un mal pensamiento, y otra era el tema familiar. Y en eso la defequé con creces.
Se sentó frente a mí, sus manos apoyadas en su rodilla, su mirada fija. No decía nada y ya me sentía como un miserable, tampoco pensaba en decirme una mala palabra para no ofender a mi santa madre.
—¿Te he tratado como si no fueras mi hijo?
—¡¿Qué?! ¡No, papá! —Algo extraño se sintió en el pecho.
—No encuentro motivo para tu ofensa hacia Euma, como si no la apreciaras como una prima de sangre. Eso me hace pensar que en mí no ves el amor de un padre, Egan.
Él y su psicología. Mi corazón comenzó a palpitar a causa de la vergüenza. David me ha enseñado a ponerme en el lugar de las otras personas. Si lo ponía de esa perspectiva, sería muy doloroso escuchar a Guille decir; no te veo como mi hermano.
—Lo siento, lo que dije de Eugenia María no era en el ámbito familiar.
Por cariño, por esa gran amistad entre nuestros padres, desde pequeños nos enseñaron a verlas de esa manera.
—Para mí no es nada. Ella no es nadie… —David repitió mis palabras—. ¿Crees que eso no era en el ámbito familiar? Los escuchaba hablar desde hace rato. Hijo.
Soy una plasta de m****a, así me sentía y más cuando el hombre a quien tanto admiraba me reprendía de la mejor manera.
—Lo siento.
—No es conmigo con quién debes disculparte. Es como tu prima, porque si no la ves de esa manera, entonces no me consideras como tu padre. Y eso dolería en el alma, Egan.
Sin duda, hoy era la plasta de m****a más grande del mundo, el simple hecho de que David pensara que no lo veía como mi padre hizo estragos en el pecho.
—Tú eres mi padre.
—El hombre se mide por sus acciones, por sus palabras. Les he enseñado a no ofender a una mujer así no estén de acuerdo con sus pensamientos. ¿Por qué lo dijiste?
—En realidad, no lo sé.
Eso era mentira, si lo sabía. Desde que supe de su sentimiento hacia mí comencé a rechazarla, no sé a qué le tenía.
—Egan, si Emmanuel se refiere a ti como; tú eres un don nadie…
—¡Papá, lo entendí! Lo acepto, la embarré. Te prometo tratar de buscar un modo de disculparme con ella.
—¿Sabes cómo lo vas a hacer? No es ir a su casa a pedir disculpas. Debes demostrarlo con hechos. Hijo.
—¿Ahora tengo que llevarla al cine, a comer, a bailar?
—La invitación a cine no está descabellada. Lo otro ya será darle ilusiones falsas. Pero hay muchos planes amigables.
—¿Cómo cuáles?
La verdad debía arreglar esto. Ella era mi prima, siempre la he visto de esa manera, no sé qué me pasó.
—Caminatas ecológicas, ella comenzó a estudiar medioambiente. —Alcé una ceja.
—Eres todo un genio, papá —David me miró y suspiró.
—Te voy a tener vigilado, yo no te he disculpado. Tu madre también se sentirá ofendida. —Mierda, al mirarlo, analizaba mi expresión corporal. No debía olvidar que era un experto de inteligencia—. Con relación a la disculpa que te pedí para Euma. ¿Por qué esa cara?
—Por nada.
Debía de tener cuidado, si le generaba alguna sospecha a papá, nos descubrirá de nuestro negocio ilegal. No traficamos, pero las carreras, las peleas; esas actividades nos dejaban muy buenas ganancias.
Me levanté para dar por terminada el jalón de orejas. —Él no dejó de mirarme en ningún momento mientras salía del despacho—. Llegué a la mesa donde se encontraban Ernesto y Samuel, e hice un gesto ante sus miradas. El odontólogo extendió su mano con un vaso de whisky.
—¿Qué hiciste para que el tío David te regañara?
—Cagarla con Euma, no. La defequé con letras mayúsculas y ahora tengo demasiada vergüenza y deseo devolver el tiempo para no ser tan burro. —se miraron mis amigos.
—Si debiste de meterla hasta el fondo, el egocéntrico insultándose… Eso es nuevo —comentó Samuel.
—No jodan ustedes ahora. Pero debo buscar la manera de disculparme con ella.
……***……
Alexey
Terminé de bailar con la mujer prestadora de servicios carnales que trajo Emmanuel. Este se dirigía hacia la pista de baile. Me incliné ante la muchacha, definitivamente no había mejor pareja para el baile que Mapa. Y pensando en ella, ahora no sé cómo salir del embrollo en el cual me metí.
—Preciosa. —Le dijo mi amigo.
—Te devuelvo a tu novia.
El doctor me acribilló. Lo hacía para molestarlo. A él no le gustaba ese calificativo. No después de lo que le ocurrió al inicio de la universidad. Desde entonces jamás volvió a tener novia, solo mujeres para disfrutar una semana. De hecho, era enfático en decir que solo son acompañantes sexuales, porque tampoco llegan a ser sus amigas para darles el derecho.
Quien lo veía, él era el que más vieja se había llevado a la cama. No dije nada, los dejé en la pista, y al caminar hacia la mesa donde estaban mis amigos, tropecé con Rubí; sin intención, le tumbé las gafas.
—Lo siento, prima.
—No te afanes, debo acostumbrarme por unos meses a ellos de nuevo.
—Las gafas también te lucen.
Le di un beso en la frente, ella sonrió ante mi gesto cariñoso. A todas ellas las adoraba. Continué mi camino hasta llegar a la mesa… ¡Carajos! Van a regañarme por lo que les diré, pero me lo tenía merecido, por sapo. Pero la deuda era una deuda. Egan, Ernesto y Samuel estaban cabizbajos.
—Tienen caras de atormentados y yo tengo una noticia que no les va a gustar. Terminaré de joder lo que sea que les esté pasando.
—Nosotros las embarramos, ahora ¿qué nos vas a decir? —habló el odontólogo.
—Las cagué con Mapa. —Rasqué mi cabeza, todos me miraron asombrados.
—¿Qué le hiciste a mi hermana? —Emmanuel escuchó, cerré un ojo.
—Nada de lo que debes estar imaginando con tu mente perversa. Ya te lo he dicho, solo somos amigos, de ahí no va a pasar. El problema radica en el pago de una deuda.
—No te estoy siguiendo, Alexey —suspiré, me senté, miré al jefe de nuestra pandilla.
—Sam, ella irá mañana a la pelea.
—¡¿Qué?! —Emmanuel se sentó, los otros tres abrieron los ojos.
—Ya escucharon.
—¡Te muelo a palo si llegas con mi hermana a ese antro!
—Sabes a la perfección que seré yo quien te haga papilla, estimado profesor.
Emmanuel tenía razón, no me sentiría tranquilo de saberla a ella en ese lugar lleno de perdición, donde había alcohol, droga y sexo. En verdad había metido la pata.
—Se entera una y todas lo sabrán en cuestión de segundos. —Ernesto tenía razón—. Ya deben de saberlo —señaló a la mesa de ellas.
—Ponle la firma, ya deben de saberlo, ellas son iguales a nosotros. No podemos juzgarlas por eso. —Egan dijo otra verdad.
—¡Lo hecho, hecho está! Las peleas no son siempre en el mismo lugar, pero para mañana ya no hay vuelta atrás.
—Alexey. —miré a Sam.
—Lo siento, pero mi palabra vale, por eso. —miré a Emmanuel, que desde hace seis meses andaba quisquilloso por mi sincera amistad con Mapa—. Si digo azul, es azul, no tengo nada, ni me interesa tu hermana como mujer, pero sí voy a defender nuestra amistad el resto de mi vida. El moreno lanzaba dagas con su mirada, luego hizo lo mismo con todos. Sin embargo, ya no había nada que hacer. Mañana muy seguro se nos presentarán todas nuestras primas.
EmmanuelMiré con fijeza a Alexey de nuevo, desde hace rato tenía un cuento raro con Mapa. Aunque los dos se mantienen en que son amigos, pero se veían extraños.—Más te vale. Ya contraté la compañía femenina para dentro de ocho días. Tendremos a cinco bellas y despampanantes mujeres con sus preferencias.Choqué las cinco con Samuel, estos éramos nosotros. Un muro impenetrable de amistad sincera. Desde el mismo instante en que llegué a esta gran familia, me hicieron sentir eso… una familia. Pero no iba a permitir una falta hacia mis tesoros; mis hermanas eran sagradas. Y les he enseñado a Eduardo José y Camilo Andrés el respetarlas y defenderlas con nuestras vidas. No vendrá un aparecido a ofenderlas.—Alexey. —sonrió, advirtió mi llamado de atención—. Así me muelas a palo, sabes que también puedo causarte daño. Si Mapa sale lastimada mañana, una vez la ponga a salvo, escóndete. Solo por esta vez lo pasaré, a la segunda te la verás conmigo.Estaba a punto de reventarle la cara al rubi
GabrielaBuen punto. Volví a ponerme roja, y no sabía qué responderle… Piensa rápido, Gabriela. —Alexey, Egan y Emmanuel son los enamorados de mis amigas, no digas nada, por favor. Pero si les pido a ellos el favor y por alguna razón la vida los empareja a Mapa, Euma o Rubí con ellos, no podría de la vergüenza. Ellos quedan descartados. A Ernesto… él es un amor conmigo, nos tratamos como hermanos, lo veo de esa manera. Por eso solo quedas tú. —¿No me ves como tu hermanito? —Fuiste una caspa en nuestra infancia, jodías tanto la vida, hasta los trece te veía como una patada en el culo. —Su carcajada fue hermosa.—¿Y después?—¡Ya lo sabes!, te agarraste a golpe con todos los que me hacían acoso por la gordura, eso cambió mi perspectiva hacia ti, además ninguna de mis amigas es tu enamorada. Por eso puedo pedirte el favor. ¿Lo harás, sí o no? Bendita sonrisa preciosa, acunó mi rostro, presionó mis mejillas. He bajado de peso, pero mis cachetes seguían amortiguados. No lo vi venir has
AngélicaEl anzuelo estaba lanzado. Vamos a ver cuánto aguanta en su decisión de no ser nada. Por mi parte no voy a descansar hasta lograr tener nuestra relación, quiero alejarle el miedo y que pueda gritar a los cuatro vientos su sentimiento. Porque sé que Ernesto me amaba. En la noche, cuando nos aparezcamos en esa pelea clandestina, debo mantenerme firme. Muy seguro que él se encuentre en compañía de otra, juro que, si hace eso, lo haré picadillo.Terminé de comer el cereal, saqué la ropa, porque en la tarde quedamos en reunirnos con mis amigas para saber cuál escusa les damos a nuestros padres, debíamos de llegar a la pelea clandestina. Sea lo que sea, voy de zapatos bajitos. No sea y ocurra como en las películas, seríamos tan de malas si la policía llegara y nos toque salir corriendo. Me quité la bata, quedé en panti cuando la puerta se abrió…—Ernesto…—Angélica…Estaba casi como Dios me mandó a este mundo, su mirada recorrió mi cuerpo por completo y, aunque había deseado desnud
Eugenia MaríaPapá aparcó en el momento en que Samuel llegaba en su moto y Gabriela salía a despedir a José Saldarriaga. Anoche ella nos contó todo lo relacionado con su amorío con Sam. Solo Angélica no se sorprendió, del resto no pudimos dar crédito a que perdiera su virginidad en una cárcel.Esto era de telenovela. Tampoco soy quién para juzgarla, pero jamás me hubiera imaginado ese escenario. Desde mi asiento noté la cara de puño de mi primo Samuel Abdala. De una Mapa y yo intercambiamos mirada y sonreímos, ojalá le funcione el plan.—Esperemos que los planes de Fernanda y Carlos se hagan realidad. —Después de decir eso, papá se bajó del carro.—¿De qué plan habla nuestro padre? —Me encogí de hombros.—No lo sé, pero mira la cara de puño de Samuel. Por cierto, ¿qué haría aquí si ayer fue tan grosero con Gaby? —comenté.—El chisme está para alquilar un balcón. Vamos. Además, no demoraron en llegar Rubí y Angélica.Con una extraña adrenalina bajamos del carro, papá saludaba a nuestro
RubíLo habíamos logrado. Eran las once en punto cuando Gaby apagó el motor del carro, vimos a Ernesto al lado de Emmanuel esperándonos. Nos miramos antes de bajar, pero en ese momento ingresó una llamada al celular de nuestra líder. Puso sus dedos en los labios.—Es el teléfono de los Villalobos.Mapa y Euma se miraron. Eso iba a pasar, no demoraban en hacerlo mis padres. Antes no lo entendíamos el porqué nos sobreprotegen tanto. Pero ahora teníamos una idea de eso y los amaba por cuidarnos tanto. Al inicio lo cuestionábamos mucho. Porque ni cuando éramos quinceañeras se ponían en estas.Por otro lado, lo dicho por Maco en la fiesta de su boda hace dos días: «Cuídense mucho entre ustedes, por favor, no salgan solas». Corroboró nuestras sospechas. Había algo a nuestro alrededor. Cuando por fin mis padres me lo confiesen, se los hago saber a mis amigas.—Hola, tío… Sí, viendo una película… Mujer Bonita, un clásico… ya te la paso. —El celular lo recibió Mapa.—Papi, acabas de dejarnos e
SamuelMe encerré con Gabriela en el contenedor reservado para preparar a Alexey. Tenía una salida hacia el exterior, de este lugar llegamos a donde tenemos nuestros autos. Y así podíamos salir cuando se presentara un problema. Ahora necesitaba aclarar algo con Gabriela, después me concentro en la pelea. Estoy seguro de que ganará, su técnica era mejor a la del peleador de Darío Pernía.—¿Puedes soltarme, Samuel?La llevé contra la pared del contenedor. Desde esta mañana estaba al borde de patear al que sea sin razón, no tenía ni puta idea de por qué no me gustó verla coqueteándole a ese maniquí de abogado. Quería decirle tantos improperios, pero tenerla tan cerca, recibiendo su delicioso aliento en la cara…Teníamos quince días, no tenemos sexo, de hecho, no he estado con nadie diferente a ella desde su entrega a mí. Y mi miembro la añoraba… Fui consciente de cómo se fue endureciendo… ¡A la mierda! Acuñé esos bellos cachetes entre mis manos para besarla. Por unos segundos se quedó qu
AlexeyCuando me dieron por ganador y la gente ovacionaba, yo solo busqué una mirada y sonreí al verla correr hacia el cuadrilátero. Sin importarme el evidente regaño de Emmanuel, corrí hacia ella. No le importó el sudor de mi cuerpo, se lanzó a abrazarme de una manera en la que jamás lo había hecho. Una vez más, su aroma a vainilla invadió todo mi entendimiento.—¡Ganaste, campeón!Me gusta escuchar ese apodo de parte de ella. La dejé en el piso. Al mirar a mis amigos, supe que la situación estaba candente.—Mapa, ayúdame rápido a quitarme los guantes.La gente seguía celebrando, y ella de rapidez soltó uno. Emmanuel llegó a nuestro lado, la recriminó con la mirada.—Alexey, ganamos una fortuna. Pernía tiene a mucha gente, es mejor salir rápido.El médico me quitó el otro guante. De su pantalón sacó la llave de mi auto. Los hombres de Pernía venían hacia nosotros. Por inercia quise mantener a Mapa a mi lado y se lo dejé ver a Emmanuel con la mirada cuando la tomé de la cintura y la p
AngélicaÍbamos por un camino destapado; a esta hora de la madrugada parecían ser potreros. Ernesto se desvió y luego aparcó en un lugar muy oscuro. Por las luces del carro había muchos árboles. Apagó el motor. No nos podíamos ni ver por lo oscura que estaba la noche y fría. Pero era palpable la energía entre nosotros. Lo ocurrido en la mañana, después de verme desnuda, se arregló y se fue, no volví a saber de él hasta esta noche. —¿Qué hacemos aquí?—Necesitamos hablar.—¿Por lo de la mañana? Solo me viste desnuda, eso fue un accidente.—No es solo eso. Ángel, me mostraste el culo. No voy a hablarte con sutilezas, no juegues con fuego. El dejar esta relación aquí es lo más sano.—¿Sano para quién? Tú y yo no tenemos la misma sangre. No eres hijo de mis padres, por lo tanto, solo somos hermanos de corazón.—¡Hay una ética moral!—¡Qué me la paso por la faja, Ernesto! —solté del cinturón de seguridad—. ¿Quieres vivir amargado?—Esto se nos pasará cuándo encuentres a otra persona, lo