AngélicaEl anzuelo estaba lanzado. Vamos a ver cuánto aguanta en su decisión de no ser nada. Por mi parte no voy a descansar hasta lograr tener nuestra relación, quiero alejarle el miedo y que pueda gritar a los cuatro vientos su sentimiento. Porque sé que Ernesto me amaba. En la noche, cuando nos aparezcamos en esa pelea clandestina, debo mantenerme firme. Muy seguro que él se encuentre en compañía de otra, juro que, si hace eso, lo haré picadillo.Terminé de comer el cereal, saqué la ropa, porque en la tarde quedamos en reunirnos con mis amigas para saber cuál escusa les damos a nuestros padres, debíamos de llegar a la pelea clandestina. Sea lo que sea, voy de zapatos bajitos. No sea y ocurra como en las películas, seríamos tan de malas si la policía llegara y nos toque salir corriendo. Me quité la bata, quedé en panti cuando la puerta se abrió…—Ernesto…—Angélica…Estaba casi como Dios me mandó a este mundo, su mirada recorrió mi cuerpo por completo y, aunque había deseado desnud
Eugenia MaríaPapá aparcó en el momento en que Samuel llegaba en su moto y Gabriela salía a despedir a José Saldarriaga. Anoche ella nos contó todo lo relacionado con su amorío con Sam. Solo Angélica no se sorprendió, del resto no pudimos dar crédito a que perdiera su virginidad en una cárcel.Esto era de telenovela. Tampoco soy quién para juzgarla, pero jamás me hubiera imaginado ese escenario. Desde mi asiento noté la cara de puño de mi primo Samuel Abdala. De una Mapa y yo intercambiamos mirada y sonreímos, ojalá le funcione el plan.—Esperemos que los planes de Fernanda y Carlos se hagan realidad. —Después de decir eso, papá se bajó del carro.—¿De qué plan habla nuestro padre? —Me encogí de hombros.—No lo sé, pero mira la cara de puño de Samuel. Por cierto, ¿qué haría aquí si ayer fue tan grosero con Gaby? —comenté.—El chisme está para alquilar un balcón. Vamos. Además, no demoraron en llegar Rubí y Angélica.Con una extraña adrenalina bajamos del carro, papá saludaba a nuestro
RubíLo habíamos logrado. Eran las once en punto cuando Gaby apagó el motor del carro, vimos a Ernesto al lado de Emmanuel esperándonos. Nos miramos antes de bajar, pero en ese momento ingresó una llamada al celular de nuestra líder. Puso sus dedos en los labios.—Es el teléfono de los Villalobos.Mapa y Euma se miraron. Eso iba a pasar, no demoraban en hacerlo mis padres. Antes no lo entendíamos el porqué nos sobreprotegen tanto. Pero ahora teníamos una idea de eso y los amaba por cuidarnos tanto. Al inicio lo cuestionábamos mucho. Porque ni cuando éramos quinceañeras se ponían en estas.Por otro lado, lo dicho por Maco en la fiesta de su boda hace dos días: «Cuídense mucho entre ustedes, por favor, no salgan solas». Corroboró nuestras sospechas. Había algo a nuestro alrededor. Cuando por fin mis padres me lo confiesen, se los hago saber a mis amigas.—Hola, tío… Sí, viendo una película… Mujer Bonita, un clásico… ya te la paso. —El celular lo recibió Mapa.—Papi, acabas de dejarnos e
SamuelMe encerré con Gabriela en el contenedor reservado para preparar a Alexey. Tenía una salida hacia el exterior, de este lugar llegamos a donde tenemos nuestros autos. Y así podíamos salir cuando se presentara un problema. Ahora necesitaba aclarar algo con Gabriela, después me concentro en la pelea. Estoy seguro de que ganará, su técnica era mejor a la del peleador de Darío Pernía.—¿Puedes soltarme, Samuel?La llevé contra la pared del contenedor. Desde esta mañana estaba al borde de patear al que sea sin razón, no tenía ni puta idea de por qué no me gustó verla coqueteándole a ese maniquí de abogado. Quería decirle tantos improperios, pero tenerla tan cerca, recibiendo su delicioso aliento en la cara…Teníamos quince días, no tenemos sexo, de hecho, no he estado con nadie diferente a ella desde su entrega a mí. Y mi miembro la añoraba… Fui consciente de cómo se fue endureciendo… ¡A la mierda! Acuñé esos bellos cachetes entre mis manos para besarla. Por unos segundos se quedó qu
AlexeyCuando me dieron por ganador y la gente ovacionaba, yo solo busqué una mirada y sonreí al verla correr hacia el cuadrilátero. Sin importarme el evidente regaño de Emmanuel, corrí hacia ella. No le importó el sudor de mi cuerpo, se lanzó a abrazarme de una manera en la que jamás lo había hecho. Una vez más, su aroma a vainilla invadió todo mi entendimiento.—¡Ganaste, campeón!Me gusta escuchar ese apodo de parte de ella. La dejé en el piso. Al mirar a mis amigos, supe que la situación estaba candente.—Mapa, ayúdame rápido a quitarme los guantes.La gente seguía celebrando, y ella de rapidez soltó uno. Emmanuel llegó a nuestro lado, la recriminó con la mirada.—Alexey, ganamos una fortuna. Pernía tiene a mucha gente, es mejor salir rápido.El médico me quitó el otro guante. De su pantalón sacó la llave de mi auto. Los hombres de Pernía venían hacia nosotros. Por inercia quise mantener a Mapa a mi lado y se lo dejé ver a Emmanuel con la mirada cuando la tomé de la cintura y la p
AngélicaÍbamos por un camino destapado; a esta hora de la madrugada parecían ser potreros. Ernesto se desvió y luego aparcó en un lugar muy oscuro. Por las luces del carro había muchos árboles. Apagó el motor. No nos podíamos ni ver por lo oscura que estaba la noche y fría. Pero era palpable la energía entre nosotros. Lo ocurrido en la mañana, después de verme desnuda, se arregló y se fue, no volví a saber de él hasta esta noche. —¿Qué hacemos aquí?—Necesitamos hablar.—¿Por lo de la mañana? Solo me viste desnuda, eso fue un accidente.—No es solo eso. Ángel, me mostraste el culo. No voy a hablarte con sutilezas, no juegues con fuego. El dejar esta relación aquí es lo más sano.—¿Sano para quién? Tú y yo no tenemos la misma sangre. No eres hijo de mis padres, por lo tanto, solo somos hermanos de corazón.—¡Hay una ética moral!—¡Qué me la paso por la faja, Ernesto! —solté del cinturón de seguridad—. ¿Quieres vivir amargado?—Esto se nos pasará cuándo encuentres a otra persona, lo
María PaulaLa tensión estaba al máximo. Alexey conducía en dirección al edificio donde tenía su apartamento, aunque el punto de encuentro era el de Emmanuel. No podía evitar sentirme culpable por Rubí. La dejamos atrás y salió lastimada de este exabrupto que se formó. Y mañana tendríamos universidad. Como vamos, no asistiremos a ninguna.—¿Siempre pasa esto?—No siempre, con esta es la cuarta o quinta vez. Corremos más riesgos con los piques de Egan que con las peleas clandestinas.—¿Por qué no te dedicas al boxeo profesional? —aferró las manos en el volante—. Solo es un consejo, tómalo o déjalo.—Hay temas de los cuales no me gusta hablar con personas diferentes a las que estoy acostumbrado. Mapa, no te extralimites.—No te afanes. —¡Idiota! Su teléfono sonó, lo puso en altavoz.—Hola, hermosa.—Te estoy esperando. —Mi corazón comenzó a latir con más ímpetu—. Quedaste en pasar a darme muchos besos.—Lo sé, demoraré un poco.—Mis padres no están, pronto regresarán. —Me miró.—Llego e
María Eugenia—En la habitación, dormida. —afirmé, caminé hacia su cuarto.En efecto, estaba dormida, con una colcha suave sobre ella. Al acercarme, le acaricié el cabello; tenía el pómulo inflamado. Los chicos ingresaron.—En unas horas estará peor, ¿cierto?—Sí, luego se le pondrá el ojo negro. Ahora está sedada para que duerma y no sienta dolor, esa parte es delicada.—¡Mierda! —dije.—Jovencita.—¡Ay, Emmanuel!, ahora sin sermones. —sonrió—. ¡Nos van a matar a nuestros papás! ¿Cómo vamos a justificar la herida de Rubí sin decir la verdad?La verdad es que nosotras estábamos en problemas. Tocaron a la puerta, y el dueño se fue a abrir. Crucé la mirada con el griego.—Eso les pasa por no hacer caso. Nadie les dijo que fueran a ese lugar. —Otro listo para reprender.—¡No iba a dejar a Mapa sola!—¿Eso quiere decir que, para Santa Marta, María Paula te va a acompañar?—A donde me necesite mi hermana estaré yo.Llegó con los ojos rojos. Al mirarnos, supe de su fracaso de nuevo con el r