Emmanuel
Miré con fijeza a Alexey de nuevo, desde hace rato tenía un cuento raro con Mapa. Aunque los dos se mantienen en que son amigos, pero se veían extraños.
—Más te vale. Ya contraté la compañía femenina para dentro de ocho días. Tendremos a cinco bellas y despampanantes mujeres con sus preferencias.
Choqué las cinco con Samuel, estos éramos nosotros. Un muro impenetrable de amistad sincera. Desde el mismo instante en que llegué a esta gran familia, me hicieron sentir eso… una familia. Pero no iba a permitir una falta hacia mis tesoros; mis hermanas eran sagradas. Y les he enseñado a Eduardo José y Camilo Andrés el respetarlas y defenderlas con nuestras vidas. No vendrá un aparecido a ofenderlas.
—Alexey. —sonrió, advirtió mi llamado de atención—. Así me muelas a palo, sabes que también puedo causarte daño. Si Mapa sale lastimada mañana, una vez la ponga a salvo, escóndete. Solo por esta vez lo pasaré, a la segunda te la verás conmigo.
Estaba a punto de reventarle la cara al rubio. Traté de calmarme, pero ¿cómo se le ocurría invitarla a un antro como ese? Mi pequeña Blanquita no era mujer para esos lugares de mala muerte, menos mi pequeña Morenita y donde va una va la otra.
—¿Recuerdas, hermano, lo que le pasó una vez a Samuel? —habló el economista.
—Si ya lo sé, si no te hacemos caso al momento de curarnos, te las desquitarás.
—Espero que lo tengas claro.
—¡Emmanuel! —Al girar la mujer con quien vine, me llamaba.
—Ya regreso.
—Compártela. —sonreí.
—No es nada mío, ya saben a dónde deben llamarla. Ya regreso. —Al llegar donde Lina la tomé de la cintura.
—Morenazo ya me voy, tengo otros clientes.
—Listo preciosa. Te acompaño a tu auto.
—Gracias por invitarme a una reunión tan familiar.
—Sabes cuál es nuestra relación, no pienses en nada diferente.
Por el modo de mirarme, debía de tener presente que ya no puedo llevarla a cama, no sea que se haga falsas ilusiones, solo hasta el fin de semana.
—Sí, ya sé cómo eres. El verga sin dueña. —sonreí de nuevo.
A mi madre no le agradaban para nada las amigas con quienes salía, se quedaba callada, aunque esa mirada era una daga. Al llegar a su auto, la besé, jugué con su lengua y para finalizar le mordí el labio, sacándole un sutil jadeo.
—Nos vemos dentro de ocho días.
—Solo porque tienes una verga mágica y sabes moverla. De lo contrario, eres un patán con modales.
—Gracias. No eres la primera en decirlo.
La vi partir, al darme la vuelta me llevé por delante a una chica… ¡Rubí! Pero hasta en la sopa la encuentro.
—Lo siento.
—Discúlpame a mí, sin las gafas no veo.
Tenía los ojos rojos. Hice a un lado el malestar de incomodidad que ella me generaba desde… siempre. Para dejar salir al médico. Saqué del bolsillo la pequeña linterna que siempre cargaba y revisé su ojo. Parece una conjuntivitis severa.
—¿Te estás medicando?
—Sí. —Fue un susurro, sus ojos cafés se humedecieron.
—Debes cuidarte, tienes mucha irritación ocular. —Se puso las gafas, la ponía nerviosa. Sonreí, era una niña—. Recuerda que tienes una cita el lunes.
—Así no tenga ojos, asistiré.
— Sentido de responsabilidad. Empiezas bien, niña. Ahora con permiso.
—Pase. —Lo dijo como si estuviera echando a un perro.
—¿Me acabas de decir canino? —Esta vez su mirada era retadora.
—Usted lo ha dicho.
—Voy a ser tu jefe. —Era osada la intelectual.
—Aquí somos familia.
No dije nada y me alejé, vaya manera de decirle en la cara sin decirlo que era un perro.
……***……
Gabriela
Llegamos a las dos de la mañana del triple matrimonio. Quedó precioso, espero algún día también casarme. El problema ahora era que no tenía claro quién será el susodicho. Bajamos del carro de Eulises; los cuatro nos vinimos con él, y mis padres bajaron del suyo.
—Gabriela. —llamó Raquel.
Frente a mamá, nos decimos los nombres correctos. Si algo la enojaba era el no llamarnos como correspondía o utilizáramos el diminutivo, los apodos frente a ella quedaron descartados; de lo contrario, eso para mamá era el inicio de una guerra. Aunque había excepciones, en su vida solo se lo aceptaba al tío Alejo.
—Dime manita. —Le dije cerca del oído.
—Esta tarde olvidé decirte, te llamó José Saldarriaga.
A Raquel siempre le había llamado la atención él, desde la primera vez que vino invitado por papá. A ellos les caía muy bien, pero yo solo lo veía como un amigo. Cuando ingresé a la universidad, él cursaba el último semestre; aun así, nos hicimos buenos amigos. Luego, cuando realizó las pasantías en CM abogados, el bufete de la familia, le fue muy bien y papá, como su mentor, lo alentó para abrir su propio bufete.
Él se inclinó laboralmente por el lado comercial. En todo caso, ya tenía cuatro años en donde había ido escalando favorablemente en el mundo del derecho comercial. A mí no me gustaba, pero a mi pequeña hermana sí. Aunque le llevaba casi siete años.
—Lo llamaré cuando sea la hora correcta.
Tenía la excusa perfecta para llamarlo mañana. Lo invitaré a merendar a la casa para hablar del favor requerido, ojalá acepte la propuesta. Espero no hacerle daño a Raquel, aunque si él acepta, le contaré a mi hermana. Ante todo, la lealtad familiar.
—Sigue sin llamarte la atención.
—Exacto, aunque voy a pedirle un favor.
—Gabriela. —llamó mamá—. Mañana debo viajar a finiquitar la obra en Panamá. Iré con tu padre, quedas a cargo de la casa.
—Perfecto, mamá. Ahora voy a dormir, estoy cansada.
Cada uno ingresó a su habitación. La señora Fernanda tenía la particularidad de hacer cambio y renovación cada cinco años. Por eso, desde el mes pasado mi recámara fue remodelada con tonos turquesas, convirtiéndola en una habitación de ensueño. Me cambié de ropa, desmaquillé el rostro, lavé mis dientes, tomé el vaso de agua, y me metí debajo del edredón para dormir.
El problema vino al cerrar los ojos. De una parte, la imagen de un castaño de ojos cafés, cuerpo perfecto, sonrisa endemoniada, besador experto, invadió mis pensamientos. Mis ojos se humedecieron, lo peor de todo era que él no había mentido, no jugó conmigo, siempre fue muy claro cuando le propuse en la tercera visita conyugal que tomara mi virtud y me enseñara. Una vez más regresé al pasado.
—¿Qué tiene de malo?
—¿Es en serio tu propuesta, Gaby? Acabas de ofrecerme tu virginidad, ¡mira donde estamos! —Ya lo había decidido, por eso me lancé a besarlo.
Se sorprendió, pero no se apartó. Por unos minutos siguió el beso, luego con delicadeza me alejó. Esos preciosos ojos cafés se habían oscurecido.
—¿Te disgustó?
—No es eso, cachetona.
De tanto decirme ese apodo, ya lo amaba, solo él me dice así. Cuando los niños lo correteaban por donde fuera con el zapato para pegarle, de ahí tenía ganado el apodo de mini Chuky, ese tampoco me enojaba, al contrario; si algo admiraba de mi madre era ese poco filtro que tenía para decir las cosas y apoyar a quien tenía la razón ante sus amigos.
—¿Entonces?
—Ven, —me sentó en la cama—. Es tu virtud, se supone que las mujeres se las entregan al hombre amado. —Por eso, idiota, ¿no lo captas?— Gaby…
—No es nada de eso. No hay amor, pero quiero hacerlo con alguien de confianza. Tú puedes enseñarme las técnicas, nada de romanticismo.
—Eres rara.
—¿Hasta ahora lo notas? —Se pasó la mano por el rostro.
—Sin sentimientos, solo será sexo. —afirmé—. Nada de embarazo. Esto es técnico, por eso debes cuidarte, yo también lo haré. —volví a aceptar sus condiciones—. Por eso lo haremos la otra semana. Quiero que pienses muy bien, Gabriela Maldonado Villarreal. No quiero que luego me salgas con; estoy enamorada.
» No lo digo por ser una m****a, sabes lo mucho que te aprecio. Solo quiero dejarlo claro y que seas consciente de esta locura. Para nosotros, los hombres es muy fácil excitarnos. Pero las mujeres no. —Tomó mis manos—. ¿Por qué razón pides esto?
No podía decirle lo perdidamente enamorada que estaba de él desde los trece años. Me puse roja, desvié la mirada.
—Solo quiero.
—Gabriela…
—Sabes el problema de obesidad por el cual pasé, por eso mi piel tiene estrías, no me siento cómoda.
—¡Tienes un cuerpo lindo!, ¿esa es la razón por la cual te has mantenido virgen? Ese es tu miedo a perder tu virginidad, Gaby, tienes veintiún años.
—Es muy fácil para ti decir eso porque tienes el cuerpo perfecto, de un modelo de revista. Pero sabes que hasta mis dieciocho años fui gordita.
—Eras una mujer rellena, una linda cachetona, no obesa.
—Lo dices porque me ves con afecto familiar, pero afuera los hombres no piensan así. El adelgazamiento dejó imperfecciones. Quiero sentirme segura, Samuel.
—¿Por qué no le pides lo mismo a Ernesto, Emmanuel, Egan o Alexey?
GabrielaBuen punto. Volví a ponerme roja, y no sabía qué responderle… Piensa rápido, Gabriela. —Alexey, Egan y Emmanuel son los enamorados de mis amigas, no digas nada, por favor. Pero si les pido a ellos el favor y por alguna razón la vida los empareja a Mapa, Euma o Rubí con ellos, no podría de la vergüenza. Ellos quedan descartados. A Ernesto… él es un amor conmigo, nos tratamos como hermanos, lo veo de esa manera. Por eso solo quedas tú. —¿No me ves como tu hermanito? —Fuiste una caspa en nuestra infancia, jodías tanto la vida, hasta los trece te veía como una patada en el culo. —Su carcajada fue hermosa.—¿Y después?—¡Ya lo sabes!, te agarraste a golpe con todos los que me hacían acoso por la gordura, eso cambió mi perspectiva hacia ti, además ninguna de mis amigas es tu enamorada. Por eso puedo pedirte el favor. ¿Lo harás, sí o no? Bendita sonrisa preciosa, acunó mi rostro, presionó mis mejillas. He bajado de peso, pero mis cachetes seguían amortiguados. No lo vi venir has
AngélicaEl anzuelo estaba lanzado. Vamos a ver cuánto aguanta en su decisión de no ser nada. Por mi parte no voy a descansar hasta lograr tener nuestra relación, quiero alejarle el miedo y que pueda gritar a los cuatro vientos su sentimiento. Porque sé que Ernesto me amaba. En la noche, cuando nos aparezcamos en esa pelea clandestina, debo mantenerme firme. Muy seguro que él se encuentre en compañía de otra, juro que, si hace eso, lo haré picadillo.Terminé de comer el cereal, saqué la ropa, porque en la tarde quedamos en reunirnos con mis amigas para saber cuál escusa les damos a nuestros padres, debíamos de llegar a la pelea clandestina. Sea lo que sea, voy de zapatos bajitos. No sea y ocurra como en las películas, seríamos tan de malas si la policía llegara y nos toque salir corriendo. Me quité la bata, quedé en panti cuando la puerta se abrió…—Ernesto…—Angélica…Estaba casi como Dios me mandó a este mundo, su mirada recorrió mi cuerpo por completo y, aunque había deseado desnud
Eugenia MaríaPapá aparcó en el momento en que Samuel llegaba en su moto y Gabriela salía a despedir a José Saldarriaga. Anoche ella nos contó todo lo relacionado con su amorío con Sam. Solo Angélica no se sorprendió, del resto no pudimos dar crédito a que perdiera su virginidad en una cárcel.Esto era de telenovela. Tampoco soy quién para juzgarla, pero jamás me hubiera imaginado ese escenario. Desde mi asiento noté la cara de puño de mi primo Samuel Abdala. De una Mapa y yo intercambiamos mirada y sonreímos, ojalá le funcione el plan.—Esperemos que los planes de Fernanda y Carlos se hagan realidad. —Después de decir eso, papá se bajó del carro.—¿De qué plan habla nuestro padre? —Me encogí de hombros.—No lo sé, pero mira la cara de puño de Samuel. Por cierto, ¿qué haría aquí si ayer fue tan grosero con Gaby? —comenté.—El chisme está para alquilar un balcón. Vamos. Además, no demoraron en llegar Rubí y Angélica.Con una extraña adrenalina bajamos del carro, papá saludaba a nuestro
RubíLo habíamos logrado. Eran las once en punto cuando Gaby apagó el motor del carro, vimos a Ernesto al lado de Emmanuel esperándonos. Nos miramos antes de bajar, pero en ese momento ingresó una llamada al celular de nuestra líder. Puso sus dedos en los labios.—Es el teléfono de los Villalobos.Mapa y Euma se miraron. Eso iba a pasar, no demoraban en hacerlo mis padres. Antes no lo entendíamos el porqué nos sobreprotegen tanto. Pero ahora teníamos una idea de eso y los amaba por cuidarnos tanto. Al inicio lo cuestionábamos mucho. Porque ni cuando éramos quinceañeras se ponían en estas.Por otro lado, lo dicho por Maco en la fiesta de su boda hace dos días: «Cuídense mucho entre ustedes, por favor, no salgan solas». Corroboró nuestras sospechas. Había algo a nuestro alrededor. Cuando por fin mis padres me lo confiesen, se los hago saber a mis amigas.—Hola, tío… Sí, viendo una película… Mujer Bonita, un clásico… ya te la paso. —El celular lo recibió Mapa.—Papi, acabas de dejarnos e
SamuelMe encerré con Gabriela en el contenedor reservado para preparar a Alexey. Tenía una salida hacia el exterior, de este lugar llegamos a donde tenemos nuestros autos. Y así podíamos salir cuando se presentara un problema. Ahora necesitaba aclarar algo con Gabriela, después me concentro en la pelea. Estoy seguro de que ganará, su técnica era mejor a la del peleador de Darío Pernía.—¿Puedes soltarme, Samuel?La llevé contra la pared del contenedor. Desde esta mañana estaba al borde de patear al que sea sin razón, no tenía ni puta idea de por qué no me gustó verla coqueteándole a ese maniquí de abogado. Quería decirle tantos improperios, pero tenerla tan cerca, recibiendo su delicioso aliento en la cara…Teníamos quince días, no tenemos sexo, de hecho, no he estado con nadie diferente a ella desde su entrega a mí. Y mi miembro la añoraba… Fui consciente de cómo se fue endureciendo… ¡A la mierda! Acuñé esos bellos cachetes entre mis manos para besarla. Por unos segundos se quedó qu
AlexeyCuando me dieron por ganador y la gente ovacionaba, yo solo busqué una mirada y sonreí al verla correr hacia el cuadrilátero. Sin importarme el evidente regaño de Emmanuel, corrí hacia ella. No le importó el sudor de mi cuerpo, se lanzó a abrazarme de una manera en la que jamás lo había hecho. Una vez más, su aroma a vainilla invadió todo mi entendimiento.—¡Ganaste, campeón!Me gusta escuchar ese apodo de parte de ella. La dejé en el piso. Al mirar a mis amigos, supe que la situación estaba candente.—Mapa, ayúdame rápido a quitarme los guantes.La gente seguía celebrando, y ella de rapidez soltó uno. Emmanuel llegó a nuestro lado, la recriminó con la mirada.—Alexey, ganamos una fortuna. Pernía tiene a mucha gente, es mejor salir rápido.El médico me quitó el otro guante. De su pantalón sacó la llave de mi auto. Los hombres de Pernía venían hacia nosotros. Por inercia quise mantener a Mapa a mi lado y se lo dejé ver a Emmanuel con la mirada cuando la tomé de la cintura y la p
AngélicaÍbamos por un camino destapado; a esta hora de la madrugada parecían ser potreros. Ernesto se desvió y luego aparcó en un lugar muy oscuro. Por las luces del carro había muchos árboles. Apagó el motor. No nos podíamos ni ver por lo oscura que estaba la noche y fría. Pero era palpable la energía entre nosotros. Lo ocurrido en la mañana, después de verme desnuda, se arregló y se fue, no volví a saber de él hasta esta noche. —¿Qué hacemos aquí?—Necesitamos hablar.—¿Por lo de la mañana? Solo me viste desnuda, eso fue un accidente.—No es solo eso. Ángel, me mostraste el culo. No voy a hablarte con sutilezas, no juegues con fuego. El dejar esta relación aquí es lo más sano.—¿Sano para quién? Tú y yo no tenemos la misma sangre. No eres hijo de mis padres, por lo tanto, solo somos hermanos de corazón.—¡Hay una ética moral!—¡Qué me la paso por la faja, Ernesto! —solté del cinturón de seguridad—. ¿Quieres vivir amargado?—Esto se nos pasará cuándo encuentres a otra persona, lo
María PaulaLa tensión estaba al máximo. Alexey conducía en dirección al edificio donde tenía su apartamento, aunque el punto de encuentro era el de Emmanuel. No podía evitar sentirme culpable por Rubí. La dejamos atrás y salió lastimada de este exabrupto que se formó. Y mañana tendríamos universidad. Como vamos, no asistiremos a ninguna.—¿Siempre pasa esto?—No siempre, con esta es la cuarta o quinta vez. Corremos más riesgos con los piques de Egan que con las peleas clandestinas.—¿Por qué no te dedicas al boxeo profesional? —aferró las manos en el volante—. Solo es un consejo, tómalo o déjalo.—Hay temas de los cuales no me gusta hablar con personas diferentes a las que estoy acostumbrado. Mapa, no te extralimites.—No te afanes. —¡Idiota! Su teléfono sonó, lo puso en altavoz.—Hola, hermosa.—Te estoy esperando. —Mi corazón comenzó a latir con más ímpetu—. Quedaste en pasar a darme muchos besos.—Lo sé, demoraré un poco.—Mis padres no están, pronto regresarán. —Me miró.—Llego e