Ian Field, un hombre de 29 años con un atractivo innegable, esconde detrás de su elegante apariencia un pasado marcado por el dolor y las heridas abiertas. Su renuncia al amor de su vida lo ha convertido en un hombre frío, distante y de mal humor, que solo vive para su empresa, construida a punta de sacrificios. Pero su vida de aislamiento se ve interrumpida por un evento inesperado que lo pone cara a cara con su pasado, y con la mujer que nunca pudo olvidar: Amber Craig. Con 28 años, Amber es una mujer hermosa, inteligente y temeraria que está a punto de casarse con Joseph Carrington, heredero de una de las familias más ricas de Sídney. La reaparición de Ian en su vida desencadenará una tormenta de emociones y secretos que amenazan con destruir todo lo que Amber ha construido. ¿Podrá Ian recuperar el amor que perdió, o su pasado lo condenará a la soledad para siempre?
Leer másTres semanas despuésSídneyAmberArrinconar a tu enemigo tiene sus ventajas, pero también es un riesgo. Nadie sabe cómo reacciona un hombre acorralado con la verdad desnuda frente a sus ojos. Algunos se vuelven bestias heridas, sacando garras y colmillos en un intento desesperado de defenderse. Otros atacan con una violencia ciega, sin importar a quién arrastren en su caída. Y luego están los que parecen rendirse… en apariencia. Silenciosos, agachando la cabeza, mientras su mente ya trama la próxima traición.La realidad es más cruda de lo que enseñan los libros: lograr la rendición en paz es una ilusión. La mayoría, cuando se ve expuesta, no se entrega. Se retuerce, muerde, sangra si hace falta. Porque su esencia —ruin, corrupta, venenosa— no sabe morir en silencio. Solo sabe causar daño hasta el último suspiro. Y es ahí donde entiendes que la verdadera victoria no es verlos caer… Sino ser capaz de seguir adelante, dejando su miseria atrás.Joseph era una combinación peligrosa de es
El mismo díaSídneyIanSupongo que cuando estás tan cerca de algo que parecía imposible, cuesta creerlo. Te vuelves escéptico. Sientes que, en cualquier momento, todo puede desmoronarse, que un solo error puede arruinarlo todo. Porque cuando te acostumbras a que todo salga mal, a vivir con el cuerpo tenso y el alma en alerta, ya no sabes cómo reaccionar cuando, por una vez, las cosas empiezan a salir bien. No quieres ilusionarte. No quieres bajar la guardia. Sientes que, si lo haces, todo se va a perder. Que tu pequeño castillo de naipes puede derrumbarse con una brisa, y que, si eso pasa, el dolor será tan brutal que no habrá manera de detenerlo. Porque esas heridas que apenas empiezan a cicatrizar pueden volverse más profundas, más permanentes.Pero entendí algo. No todo en la vida es miseria. No todo está condenado al fracaso. A veces, aunque no lo creas, te toca ganar. Te toca ver justicia. Te toca tener el control. Y eso no es suerte… es el resultado de resistir, de hacer lo que
Al día siguienteSídneyAmberTrampa, anzuelo, carnada… no importa cómo lo llames, el fin es siempre el mismo: atrapar a tu presa. Pero para eso, primero debes estudiarla, diseccionarla en silencio. Conocer sus debilidades, sus gustos, sus aficiones más banales. Ese pequeño hilo invisible del que tirar sin que lo note. La clave está ahí: hacerlo irresistible.Y si eso implica pararte justo al borde del abismo, coquetear con el riesgo, vender una mentira tan pulida que hasta tú por momentos te la creas… entonces lo haces. Sin pestañear. Porque esto no es un impulso, se requiere de cálculo. De cada palabra dicha con el tono perfecto. De cada mirada que no delate el asco. De cada caricia que no tiemble, aunque por dentro te estés deshaciendo.Una trampa bien puesta es un acto quirúrgico. Sin adornos. Sin excesos. Porque si exageras, pierdes. Y aquí no hay margen para errores. O lo entierras para siempre… o te arrastra con él.No había mejor trampa que una despedida de soltero para que ca
Dos días despuésSídneyIanRiesgos, reglas, moral, miedo, incertidumbre… todo ese combo asfixiante que nos mete en la cabeza la idea de que hay un camino correcto, un orden para conseguir justicia. Como si el sistema no estuviera roto desde el inicio. Como si jugar limpio alguna vez hubiera sido suficiente. Pero no lo es. Nunca lo fue.Basta con abrir los ojos, tocar fondo, o que alguien nos empuje al límite para entender que los milagros no existen, que esperar un acto divino solo nos mantiene inmóviles. Es en ese punto, en el borde del colapso, donde uno entiende que la única salida es cambiar las reglas del juego.Pero hay algo que todos aceptan: ningún esfuerzo a medias sirve. No se trata de intentarlo, se trata de decidir hasta dónde estás dispuesto a llegar. Porque en esta guerra no hay espacio para los tibios. Para ganar a tu enemigo no hay reglas, no hay moral, no hay línea roja. Solo objetivos. Y si para alcanzarlos hay que ensuciarse las manos, si hay que mentir, traicionar
El mismo díaSídneyAmberDicen que la venganza nos envenena el alma, que no obtenemos nada bueno, solo más vacío. Pero eso lo dicen los que nunca han probado el sabor del agravio. Yo diría que no siempre podemos poner la otra mejilla. A veces la mejilla ya está rota, sangra, tiembla. Y no hay forma de volver a ofrecerla. No podemos olvidar el daño como si nunca hubiera sucedido. No somos santos, ni mártires. Somos personas que sangran, que respiran con dificultad cuando el dolor aprieta el pecho.No necesitamos tiempo para perdonar. Esa es otra mentira que nos venden: “dale tiempo”, como si el tiempo tuviera el poder de borrar cicatrices o silenciar la verdad. No se trata de cerrar la herida, se trata de mirarla de frente. De saber quién la causó y por qué. Porque lo que realmente anhelamos no es olvido, ni resignación. Es justicia.Sí, justicia. Esa palabra que parece limpia, pero es tan sucia como los que la manipulan. Hablo de una justicia que no se firma en un juzgado, ni se vist
Tres días despuésSídneyJosephRastros, huellas, testimonios... Todo forma parte de un crimen. Cada error es una grieta. Cada palabra fuera de lugar, un posible disparo directo a tu libertad. Si de verdad quieres que un crimen sea perfecto, tienes que borrar cada rastro. Limpiar cada gota. Hacer que parezca que nunca estuviste ahí. Pero incluso así, no hay garantías. Siempre existe la posibilidad de que algo se te escape. Un gesto, un nombre, un rostro que no calculaste. Hasta el criminal más meticuloso puede fallar. Es cuestión de tiempo, de azar, o simplemente de un mal día.Por eso, la clave no es solo cometer el crimen perfecto. La clave es construir la coartada perfecta. Ser el tipo que jamás levantaría sospechas. El amigo intachable. El socio confiable. El ciudadano modelo. Porque si pareces inocente, si proyectas esa imagen con la suficiente fuerza, entonces puedes pararte sobre un cadáver y nadie te mirará dos veces.Y si en el camino hay alguien que ve demasiado, alguien que
La misma nochePort Stephens, cerca de SídneyIanAlguien dijo que no hay partida perdida hasta el final, sino cobardes. Y yo lo entendí tarde… demasiado tarde. Porque no importa cuán mal se vea el panorama, cuán jodido estés, basta un movimiento estratégico —uno solo— para cambiar la situación a tu favor. Pero claro, eso depende de ti: de si decides rendirte con la primera tormenta o si estás dispuesto a quemarte por completo para ganar.Puede ser que te sientas acorralado, sin salida, con todas las piezas en tu contra. Que mires a tu alrededor y veas a tu enemigo con ventaja, con el control de todo. Pero aprendí que incluso cuando estás de rodillas, incluso cuando ya nadie apuesta por ti, esa desventaja puede ser tu mayor arma. Porque el enemigo se confía, baja la guardia, y ahí… justo ahí es cuando puedes lanzar tu último ataque, tu último movimiento, con todo lo que te queda.Es como en el ajedrez. El rey puede estar contra las cuerdas, pero si sacrificas a tiempo, si sabes cuándo
Al día siguienteSídneyAmberA veces la verdad es tan cruda que nos resistimos a aceptarla. No porque no la veamos, sino porque nos duele. Nos quiebra. Así que intentamos, con una mezcla de terquedad y esperanza, confiar en nuestros instintos. En esa vocecita que susurra cuando todo parece estar en calma, que nos incomoda cuando más necesitamos certezas. Esa vocecita ve más allá de lo evidente. No necesita pruebas. Siente. Percibe lo que el corazón aún no se atreve a nombrar.Tal vez es estupidez. O una forma de autodefensa. Una manera de no rompernos del todo, de estirar la mentira un poco más hasta que deje de doler. O quizá sea una intuición real, una alarma que se activa cuando algo no encaja, cuando las piezas no terminan de encastrar, cuando las miradas no coinciden con las palabras.Y entonces aparece ella: la duda. Silenciosa al principio, casi tímida. Pero luego se instala con fuerza, como una sombra que no se despega, una compañera indeseable que se sienta a tu mesa, duerme
Unos días despuésNew YorkIanMi profesor de economía solía hablar de los riesgos en los negocios como si fueran leyes universales de la vida. Decía que todo se reduce a variables, proyecciones y estrategias. Que el éxito depende de aprender a prever los desastres antes de que ocurran. Siempre comparaba la incertidumbre financiera con la existencia misma. En su momento, pensé que era solo una forma rebuscada de justificar su obsesión por los números, pero ahora entiendo que no se equivocaba.Porque la verdad es que vivimos al filo del abismo todos los días. A veces, el riesgo es un contrato firmado sin leer la letra pequeña. Otras, es tomar una curva demasiado rápido en la carretera, confiando en que los frenos no fallarán. Pero hay momentos en los que el peligro no viene en cifras ni en kilómetros por hora, sino en palabras. Como una conversación sincera con la mujer que amas. Como mirarla a los ojos y no saber si lo que dirás lo cambiará todo en un segundo.La vida es eso. Un juego