Al día siguienteSídneyAmberTrampa, anzuelo, carnada… no importa cómo lo llames, el fin es siempre el mismo: atrapar a tu presa. Pero para eso, primero debes estudiarla, diseccionarla en silencio. Conocer sus debilidades, sus gustos, sus aficiones más banales. Ese pequeño hilo invisible del que tirar sin que lo note. La clave está ahí: hacerlo irresistible.Y si eso implica pararte justo al borde del abismo, coquetear con el riesgo, vender una mentira tan pulida que hasta tú por momentos te la creas… entonces lo haces. Sin pestañear. Porque esto no es un impulso, se requiere de cálculo. De cada palabra dicha con el tono perfecto. De cada mirada que no delate el asco. De cada caricia que no tiemble, aunque por dentro te estés deshaciendo.Una trampa bien puesta es un acto quirúrgico. Sin adornos. Sin excesos. Porque si exageras, pierdes. Y aquí no hay margen para errores. O lo entierras para siempre… o te arrastra con él.No había mejor trampa que una despedida de soltero para que ca
El mismo díaSídneyIanSupongo que cuando estás tan cerca de algo que parecía imposible, cuesta creerlo. Te vuelves escéptico. Sientes que, en cualquier momento, todo puede desmoronarse, que un solo error puede arruinarlo todo. Porque cuando te acostumbras a que todo salga mal, a vivir con el cuerpo tenso y el alma en alerta, ya no sabes cómo reaccionar cuando, por una vez, las cosas empiezan a salir bien. No quieres ilusionarte. No quieres bajar la guardia. Sientes que, si lo haces, todo se va a perder. Que tu pequeño castillo de naipes puede derrumbarse con una brisa, y que, si eso pasa, el dolor será tan brutal que no habrá manera de detenerlo. Porque esas heridas que apenas empiezan a cicatrizar pueden volverse más profundas, más permanentes.Pero entendí algo. No todo en la vida es miseria. No todo está condenado al fracaso. A veces, aunque no lo creas, te toca ganar. Te toca ver justicia. Te toca tener el control. Y eso no es suerte… es el resultado de resistir, de hacer lo que
Tres semanas despuésSídneyAmberArrinconar a tu enemigo tiene sus ventajas, pero también es un riesgo. Nadie sabe cómo reacciona un hombre acorralado con la verdad desnuda frente a sus ojos. Algunos se vuelven bestias heridas, sacando garras y colmillos en un intento desesperado de defenderse. Otros atacan con una violencia ciega, sin importar a quién arrastren en su caída. Y luego están los que parecen rendirse… en apariencia. Silenciosos, agachando la cabeza, mientras su mente ya trama la próxima traición.La realidad es más cruda de lo que enseñan los libros: lograr la rendición en paz es una ilusión. La mayoría, cuando se ve expuesta, no se entrega. Se retuerce, muerde, sangra si hace falta. Porque su esencia —ruin, corrupta, venenosa— no sabe morir en silencio. Solo sabe causar daño hasta el último suspiro. Y es ahí donde entiendes que la verdadera victoria no es verlos caer… Sino ser capaz de seguir adelante, dejando su miseria atrás.Joseph era una combinación peligrosa de es
ActualidadSídney, AustraliaIanA pesar de resistirnos, hay amores que se quedan anclados en el alma como barcos varados en una orilla olvidada. Quizás porque nunca hubo un adiós real, solo un eco lejano de lo que pudo ser. Tal vez porque la herida sigue abierta, ardiendo con un dolor amargo con el que aprendimos a sobrevivir. O simplemente porque nos cuesta soltar, como quien aferra un puñado de arena, aunque se deslice entre los dedos. Nos aferramos a los recuerdos como si fueran un salvavidas en medio de un océano de soledad, con la absurda esperanza de que el pasado regrese y nos rescate.Pero no es masoquismo. Tampoco es nostalgia romántica. Es algo más profundo, más cruel. Es el silencio que nos ahoga en lo que nunca fue, es el peso de la cobardía, es el miedo a olvidar. Su voz sigue taladrando mi mente, su risa aún resuena en mis noches, y su mirada dulce aparece en los sueños donde desearía quedarme atrapado para no enfrentar la realidad que me devora por dentro. Y su aroma…
El mismo díaSídneyAmberSupongo que todos, en algún momento, hemos vivido una decepción amorosa. Pero lo verdaderamente desgarrador no es solo perder a alguien, sino la traición del destino cuando te atreves a creer que tu felicidad será eterna. Cuando sientes que nada ni nadie podrá apagar ese amor que parecía invencible… hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, todo se derrumba como un castillo de naipes. Es como si el universo te gritara que no tienes derecho a amar.Primero llega la incredulidad, ese instante en que te niegas a aceptar la realidad porque duele demasiado. Luego, la rabia te consume, quema como fuego en las entrañas, convirtiendo cada recuerdo en una daga. La impotencia se instala en el pecho, asfixiante, insoportable. Y después… la resignación. Pero esa última etapa casi nunca nos alcanza por completo. Nos aferramos al pasado, repasando una y otra vez dónde fallamos, en qué momento todo se fue al carajo, por qué no vimos las señales a tiempo. Nos torturamos con p
La misma nocheSídneyIanNada te prepara para enfrentar tus errores. Puedes haber imaginado el peor escenario, ensayado cada palabra como un actor antes de subir al escenario, repetirte que nada te afectará, que serás indiferente, maduro, fuerte. Pero la realidad es un golpe seco, un puñetazo directo al estómago cuando las heridas siguen abiertas y el dolor, en lugar de menguar, te grita en la cara: idiota. Porque lo eres al pensar que puedes controlar lo que sientes, al creer que puedes mirarla y no quebrarte.Pero te das cuenta de que aún duele. Que su ausencia sigue siendo un eco en tu pecho. Que la herida nunca cerró, solo aprendiste a ignorarla. Que una sola mirada suya es suficiente para desgarrarte desde adentro. Y entonces, el mundo se reduce a una pregunta que te quema la lengua: ¿por qué? ¿Por qué la dejaste ir? ¿Por qué nunca fuiste sincero? ¿Por qué sigue clavándose en tu piel como si nunca se hubiera ido?Y aunque no quieras admitirlo, aunque la rabia te obligue a fingir
La misma nocheSídneyAmberDicen que nos ilusionamos muchas veces, pero solo entregamos el corazón una vez, a esa persona que logra filtrarse entre las grietas de nuestra vida sin que nos demos cuenta, hasta que un día su ausencia duele más que cualquier golpe. Ahí donde el tiempo se detiene con un roce y una mirada se vuelve un refugio. Donde no tememos rompernos en llanto porque sabemos que alguien recogerá los pedazos y los sostendrá sin miedo.Es ahí cuando entendemos que hemos encontrado a nuestra alma gemela, o al menos, a esa persona que desvirga el corazón con su sola existencia. Quien es tempestad y calma, incendio y abrigo, y con quien se puede abrir no solo el cuerpo, sino también la mente. Porque amar no es solo compartir sábanas, sino también silencios, batallas y cicatrices. Y, sobre todo, es saber, con una certeza visceral, que quieres envejecer con esa persona, ver cómo se marcan sus arrugas y seguir encontrándola hermosa en cada invierno.Son pocos los que pueden dec
La misma nocheSídneyIanEn los negocios, puedes sentarte frente a tu enemigo, medirlo con la mirada, discutir estrategias y al final estrechar su mano en un acuerdo que beneficie a ambos. Pero cuando se trata de una mujer, de conquistar su corazón, las reglas cambian. La diplomacia se vuelve humo, la razón se quiebra, y lo que queda es puro instinto. Dejamos de ser hombres civilizados para convertirnos en bestias, bestias hambrientas que marcan territorio, que sacan las garras con un solo propósito: ganar.Porque en este juego no importa el amor, no importa si ella es feliz o si realmente la haces sentir segura. Para tu rival, no eres más que una amenaza, un intruso que debe ser erradicado antes de que se atreva a quedarse. No es una cuestión de sentimientos; es una cuestión de poder. Para él, perderla no es perderla a ella, es perder contra ti. Y un hombre cegado por su ego prefiere verla infeliz a verla en brazos de otro.Pero no todos somos idiotas. Algunos entendemos que el amor