La protegida del lobo
La protegida del lobo
Por: WJRalde
1. El Alfa.

El viento arrastra el aroma del bosque, la humedad de la tierra revuelta, el rastro de presas que han pasado por aquí hace horas. Respiro hondo, llenando mis pulmones con la esencia de mi territorio. De mi hogar. De mi manada.

Soy Luke. El alfa.

No nací para esto. O al menos, no lo creí cuando era solo un cachorro corriendo entre la maleza, midiendo fuerzas con mis hermanos, con las fauces llenas de sangre y tierra. No pensaba en liderazgo, ni en poder. Solo en correr, en pelear, en sentir la libertad ardiendo en mis músculos. Pero el destino no pregunta. Te pone frente al abismo y espera. Algunos caen. Otros saltan.

Yo salté.

Mi cuerpo es la prueba de cada batalla librada. Alto, musculoso, forjado por los años y las cicatrices que cuentan historias que pocos conocen. Mi piel es dura, mis puños, aún más. Y mis ojos... mis ojos han visto demasiado. Lo suficiente para entender que la lealtad puede ser un arma de doble filo y que el poder pesa más de lo que cualquiera imagina.

Soy el lobo que lidera. El que protege. El que se alza cuando todos los demás caen. No hay espacio para la duda. No hay margen para el error. La manada me sigue porque en mí ven la fuerza que temen no tener. Pero lo que ellos no saben es que cada decisión me arranca un pedazo de alma.

Y entonces está él.

Natan.

Mi hermano de vida. Mi mano derecha. El único que siempre estuvo a mi lado, que peleó conmigo espalda con espalda, que compartió la misma sangre, el mismo sudor, la misma furia. Juntos construimos lo que hoy tenemos. Juntos enfrentamos cada amenaza. Si yo caigo, sé que él estará ahí para sostenerme. Y si él cae... no sé qué haría.

Porque así funciona esto. Un alfa no está solo, aunque lo parezca. Un alfa elige en quién creer. Y yo ya hice mi elección.

………….

Vivimos en los márgenes de Santa Rita. A veces nos mezclamos con los humanos, cuando es necesario: medicinas, alimentos, cosas que el bosque no da. No vivimos solo de carne, aunque muchos lo crean. Me gusta la Coca-cola bien fría y las medialunas con queso y jamón. Pequeños placeres que me recuerdan que aún hay algo de humanidad en nosotros.

Santa Rita es nuestra. La patrullamos día y noche. Siempre atentos. Siempre listos. Hay ojos que nos observan en la oscuridad, lobos que desean lo que protegemos. Pero mientras yo respire, este territorio no caerá en otras manos.

Porque soy Luke. Y un alfa nunca cede.

Santa Rita es un pueblo atrapado entre el bosque y la carretera, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido en un equilibrio precario entre lo salvaje y lo humano. Las calles son estrechas, algunas apenas pavimentadas, otras todavía de tierra, marcadas por las huellas de las lluvias pasadas y el paso constante de los habitantes. Hay faroles antiguos que titilan con luz tenue, luchando contra la oscuridad de la noche, y fachadas desgastadas de casas de ladrillo y madera que se alzan con un aire de resistencia silenciosa.

El centro del pueblo es un pequeño laberinto de comercios, bares y tiendas que cierran temprano, salvo unos pocos que se mantienen abiertos hasta la madrugada. El bar de "El Oso" es uno de ellos, un lugar con olor a tabaco rancio y cerveza derramada, donde los hombres del pueblo se sientan a murmurar historias sobre desapariciones, sombras que merodean el bosque y aullidos que a veces se escuchan más allá de la medianoche. Nadie pregunta demasiado. Nadie quiere saber.

Las afueras de Santa Rita son más peligrosas. La carretera que la bordea es vieja, con grietas en el asfalto y señales oxidadas que apenas se sostienen en pie. Más allá, el bosque lo devora todo. Árboles inmensos se alzan como centinelas, enredados en una maraña de raíces y maleza, cubriendo los secretos que se ocultan entre sus sombras. Algunos dicen que hay cosas en ese bosque que no deberían existir, que hay ojos que te observan cuando caminas demasiado lejos. Y tienen razón.

Para la manada, Santa Rita no es solo un pueblo. Es territorio. Es vigilancia constante. Es el límite entre su mundo y el de los humanos. No todos en el pueblo ignoran la verdad; hay quienes saben lo que acecha en los márgenes, quienes bajan la vista cuando un extraño de mirada dorada pasa junto a ellos. No hacen preguntas. No buscan problemas. Solo intentan coexistir.

Pero Santa Rita no es solo el refugio de la manada. También es un tablero de juego donde otros lobos, otros enemigos, acechan en la oscuridad. Donde las traiciones pueden nacer en la calidez de una amistad, y donde cada sombra esconde una historia esperando a ser contada.

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