El suelo frío y húmedo me recibe con brutalidad cuando mi cuerpo cede. La tierra absorbe mi sangre caliente, y por primera vez en toda mi vida, siento que voy a morir.Los gruñidos alrededor son un eco lejano, distorsionado por el dolor y el cansancio. Todo mi ser arde, mis huesos son un incendio, mis músculos laten con un sufrimiento insoportable.Pero no la suelto.Mis garras siguen aferrándose a Rita, incluso cuando mi cuerpo no puede más.Natan baja de la roca. Se acerca con calma, con superioridad. Es el Alfa ahora, y todos los lobos le abren paso como si fuera un dios.—Terminó, Luke.Su voz es un filo de hielo en mi cabeza.Mis fauces se abren para responderle, pero no me queda aliento.No me queda nada.—Eres terco hasta el final —suspira Natan, casi con decepción. Luego mira a los demás—. Mátenlo.Siento a los lobos tensarse, listos para destrozarme.Pero entonces, un sonido irrumpe en la noche.Un crujido.Un disparo.Y otro.Y otro más.Los lobos a mi alrededor gruñen. Sus
El aire se espesa con la llegada de la amenaza. No hace falta verlos para saber que están cerca.Mi manada.El olor es inconfundible. A tierra húmeda, bosque y sangre. Es un olor que llevo en la piel, que nunca desaparece del todo, que siempre regresa.Miro a Rita. Ella también lo siente.No dice nada, pero su mano tiembla sobre la mía.—¿Qué pasa? —Rob frunce el ceño desde la mesa, su vaso de whisky entre los dedos.No respondo. No puedo.Lorens deja de garabatear en su libreta y nos observa, como si percibiera algo que su padre no puede ver.El viento cambia. Susurros entre los árboles.Y entonces, el golpe seco en la puerta.—Rob… —Lorens se pone de pie, tenso.Rob se levanta, dejando el vaso a un lado. No sabe quién está afuera.Pero yo sí.Natan ha venido por nosotros.—Rob agarra su escopeta.—Voy a ver quién es —murmura, avanzando hacia la puerta.—No abras —gruño, poniéndome de pie de golpe.Me mira con el ceño fruncido.—¿Qué carajo te pasa?Si abre la puerta, estamos muerto
Mis músculos se tensan. Eliot sabe.Me lo dice con los ojos, con el ligero cambio en su postura, con la manera en que su olor se transforma en algo más denso. Seguridad.Él sabe lo que soy. Y no tiene miedo.Eso es lo que me preocupa.—¿Qué querés decir? —gruño, manteniéndome en mi sitio.Eliot entrecierra los ojos, como si sopesara si responderme o no.—Nada… —miente.Hijo de puta.No necesito que me lo diga en palabras. Él está con ellos.Él nos delató.---Rita está en la cocina con Rob, ayudándolo a reforzar la puerta trasera. Lorens, el pibe, está en la sala, clavando maderas en la ventana. El viento afuera arrecia, golpeando la casa como si quisiera arrancarla de cuajo.Mis oídos captan algo.Un susurro.Un sonido casi imperceptible bajo el rugir de la tormenta.El crujido de ramas pisoteadas.Y entonces lo veo.Eliot, con la mano deslizándose hacia su bolsillo.—No lo hagas.Mi voz es un filo de hielo.Pero él sonríe.—Demasiado tarde.Y antes de que pueda moverme, mete los ded
El estruendo de los disparos me ensordece, pero no me detengo. El dolor en mi costado es un recordatorio punzante de que no soy invencible, pero eso no importa. Rita está aquí, y la están atacando. No lo voy a permitir.Mis garras se hunden en el pecho del primer cazador que se cruza en mi camino. El calor de su sangre me salpica el rostro, y su grito se ahoga en un gorgoteo húmedo. Detrás de él, otro alza su arma, pero soy más rápido. Siempre soy más rápido. Me abalanzo sobre él antes de que pueda apretar el gatillo. Su cuello cede bajo mis mandíbulas con un crujido seco.A mi lado, Rita respira con dificultad, pero su mirada no tiembla. Eliot le ha dado un arma, y ella la sostiene con ambas manos, el cañón temblando solo un poco. Mi chica. Valiente, decidida. Aterrado por dentro, lo sé, pero sin dar un paso atrás.—¡Rita, detrás de mí! —gruño, mi voz apenas reconocible con la furia vibrando en mis huesos.Ella no obedece del todo. Por supuesto que no. Dispara. Una, dos veces. Y un c
El peso de sus palabras me aplasta el pecho, como si el aire se hubiera vuelto demasiado espeso para respirar. Lo miro, y de pronto es como si estuviera viendo a un completo extraño. Manson, el hombre que nunca bajaba la guardia, el que siempre controlaba todo, ahora parece vulnerable, casi... roto.—Decime que esto es mentira. —susurro, apenas audible, pero suficiente para llenar el espacio entre nosotros.—Ojalá pudiera. —Manson se pasa una mano por la cara, sus ojos oscuros brillando con algo que parece una mezcla de culpa y desesperación. —Pero no lo es. Esa noche... Esa noche lo cambió todo.Me levanto del sofá de golpe, como si quedarme quieta fuera a hacerme explotar. Camino por la habitación, mis pensamientos corren en círculos. Cada paso es un intento fallido de procesar lo que acaba de confesarme.—No puedo... no puedo creerlo. —Me giro hacia él —¿Me estás diciendo que mataste a tu padre? ¿Por mí?Manson se pone de pie también, aunque mantiene la distancia. Su postura sigue
El suelo es un charco espeso, oscuro, donde los cuerpos se retuercen en su última lucha por aferrarse a la vida. Puedo oler el cobre caliente en el aire, la carne rasgada, los huesos rotos. Mis garras están teñidas de rojo, y la sangre aún gotea de mi hocico. Pero no es suficiente.Porque Natan sigue en pie.Se tambalea, con una mano presionando el agujero en su costado donde lo mordí. Su pecho se agita con cada respiración forzada, su piel está pálida, y la sangre empapa su costado. Pero sonríe.—Siempre supe que tenías esto dentro —gruñe, la voz rasposa, cargada de algo retorcido—. Tarde o temprano, todos nos convertimos en lo que más odiamos.Mis músculos se tensan. Quiero arrancarle la garganta.Pero entonces la veo.Rita.Tirada en el suelo.Inmóvil.El rugido muere en mi pecho.Me doy vuelta, corriendo hacia ella, sin importarme nada más. Mis rodillas golpean la tierra cuando caigo a su lado. Su cuerpo está frío, demasiado quieto. Su rostro, pálido bajo la luz de la luna. Su cab
El viento arrastra el hedor a pólvora y sangre. El silencio es un arma de doble filo, una pausa inquietante entre la guerra y el olvido. Rita tiembla entre mis brazos, su respiración entrecortada contra mi pecho. Me aferro a ella como si fuera lo único que me mantiene de pie, como si su calor pudiera disipar el veneno del cansancio que recorre mis músculos.Los cazadores avanzan, sus pasos resonando en la maleza pisoteada. No disimulan su intención. Nos han rodeado. Nos tienen. Pero aún no disparan.Mi vista se mueve entre los cuerpos esparcidos en la tierra oscura. Lobos. Humanos. Todos caídos en la misma lucha absurda. El olor a muerte se mezcla con la humedad de la noche, con la luna que se alza como testigo de la masacre. Y entre todo eso, Natan no está.Lo busco entre las sombras, en cada rincón del campo de batalla. Nada. Su cuerpo no está entre los muertos. Lo habría sentido si hubiera muerto. Lo habría sabido. Y eso solo significa una cosa: sigue vivo.—Levántense. —La voz del
El suelo está cubierto de cenizas y escombros. La granja quedó atrás, reducida a un montón de maderas humeantes y el eco de disparos que se mezclan con los aullidos distantes. Rita y yo avanzamos entre las sombras, con los músculos agarrotados y el aire pesado de pólvora y sudor seco.La cacería sigue. No hay escapatoria.Rita se tambalea a mi lado. La sostengo antes de que caiga.—No puedo más… —jadea, con la frente perlada de sudor.Mi instinto me dice que la cargue y siga corriendo, pero mi lado humano sabe que ella es fuerte. Que siempre lo ha sido.—Solo un poco más, Rita —susurro.A lo lejos, entre los árboles, veo el reflejo de linternas y oigo el murmullo de voces. Un grupo se acerca. Pero no es un equipo de cazadores cualquiera. Sus pasos son organizados, calculados. No disparan sin ver el objetivo.Algo no encaja.Me obligo a escuchar.—…los queremos vivos. La orden es clara.Un escalofrío me atraviesa. No están aquí solo para matarnos. Nos quieren capturar. ¿Para qué?Rita