74. Huida en la noche.

El cuerpo de Rita tiembla entre mis brazos. Su respiración es entrecortada, rápida, como si todavía estuviera atrapada en el terror de los últimos minutos.

Yo también estoy temblando. Pero no de miedo.

De rabia.

De odio.

De la pura necesidad de seguir matando.

Pero no puedo. No ahora.

Porque la tengo en mis brazos, porque necesito sacarla de este maldito lugar antes de que vengan más.

Me levanto con ella sin esfuerzo. Sus brazos siguen aferrados a mi cuello, como si tuviera miedo de que la soltara, de que esto fuera una pesadilla de la que despertaría volviendo a estar atrapada en esas manos inmundas.

Pero no voy a permitirlo.

—Nos vamos.

Ella no responde, pero su agarre se hace más fuerte.

Mis sentidos están al límite. Sé que el ruido de la pelea alertó a los demás. Sé que no pasará mucho tiempo antes de que alguien venga a ver qué pasó.

Salgo de la habitación con los músculos tensos, preparado para encontrarme con cualquiera. Pero el pasillo está vacío.

La cabaña de los prisioneros
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