La noche no era tranquila. Nunca lo era cuando se acercaba el fin.El bosque ardía.No en llamas comunes. Era un fuego pálido, azulado, que no quemaba la carne, pero sí la memoria. La antigua orden de cazadores, tras detectar el resurgir de la manada espectral, había convocado su último recurso: el fuego de olvido, una maldición viva, diseñada siglos atrás para borrar linajes enteros.Y venía por ellos.—¡No pueden hacer esto! —gritó Rita, aferrada a Luke mientras la colina temblaba bajo sus pies—. ¡Esto no es solo venganza, es genocidio!Eliot recargaba las armas, ya sin expresión. El sudor le caía por la frente y los ojos estaban inyectados de desesperación.—No lo van a detener con discursos, Rita. Esto es una purga.Luke observaba el cielo rojizo con la mandíbula tensa. Su espalda estaba erguida. Su mirada ya no era la de un hombre, ni de un simple lobo. Era la de un líder.—Entonces vamos a darles algo que no puedan borrar....El fuego bajaba la ladera como un río que lo arrastr
Habían pasado tres meses desde que la sangre dejó de correr. La paz, aunque frágil, se aferraba a las ruinas de lo que alguna vez fue la manada. Luke y Rita se habían instalado en una cabaña antigua, escondida entre colinas lejanas, donde la niebla era más constante que el sol y el tiempo parecía detenido. Una cabaña con madera que crujía, paredes gruesas de piedra y una chimenea que jamás se apagaba.Pero la calma tiene un precio. Y cuando no hay enemigos externos, los conflictos internos encuentran espacio para crecer.—Siempre dejas las botas llenas de barro en la puerta —bufó Rita, cerrando con fuerza el libro que tenía en las manos—. ¿Es tan difícil pensar en alguien más?Luke, sentado frente al fuego, alzó la vista. Tenía la barba más larga, el pelo más desordenado y una expresión entre irritada y divertida.—Sigo salvando el mundo como antes, solo que ahora es esta casa. Vas a tener que perdonarme si no tengo tiempo para los detalles domésticos.—No es la casa lo que intento sa
El bosque se estremecía con cada paso de Luke. No era solo el peso de su forma de lobo lo que hacía crujir la tierra, sino la furia contenida que volvía cada músculo una amenaza viva. Era más que un hombre lobo ahora. Era una advertencia.Rita lo seguía a unos pasos, su respiración medida, los ojos atentos, la pistola firme en su mano. Cada crujido, cada rama que se movía con el viento podía ser una trampa. La tensión la hacía sentir como si su cuerpo ardiera, pero era un fuego distinto: mezcla de miedo, adrenalina… y amor.—Luke —susurró—. Por la derecha. Dos. Armados.Él no necesitaba que se lo dijeran. Ya los había olido. El primero cayó sin ver siquiera la sombra que lo devoró. El segundo, un joven lobo aún en formación, intentó correr. Luke lo atrapó por la pierna y lo estampó contra un árbol. Lo dejó vivo. Apenas.—¿Quién los envió? —rugió en su forma mitad humana, los ojos brillando como cuchillas.El chico, temblando, jadeó:—Nosotros… seguimos al Alfa Herido. A Natan. Está vi
El mundo pareció detenerse.Natan, erguido como un dios de la muerte, tenía detrás suyo a esa manada de espectros. Sus ojos eran pozos de oscuridad, y su sonrisa… esa maldita sonrisa… estaba hecha para quebrar voluntades.Luke no se movía.Pero Rita lo sentía vibrar.Literalmente.La tierra temblaba bajo sus pies. Como si algo debajo quisiera salir a la superficie. Como si algo antiguo, sepultado durante siglos, despertara con hambre.—Te maté, Natan. Lo hice con mis propias manos.—Y sin embargo acá estoy. Porque no me mataste del todo. Porque tenés miedo de lo que podrías llegar a ser si lo hacés de nuevo.Rita frunció el ceño. Luke apretó los dientes. Su piel comenzaba a agrietarse, no como cuando se transformaba… sino como si la carne misma estuviera despegándose de un interior más grande, más oscuro.—¿Qué está pasando? —susurró ella, sin dejar de apuntar su arma.—Él no es solo un alfa —respondió Natan, con voz venenosa—. Él es descendiente del Primer Lobo. El que nació antes de
El viento cambió de dirección esa noche.Ya no olía a tierra húmeda o a hojas rotas. Olía a huida. A regreso. A sangre vieja y nombres olvidados.Luke lo sintió antes de que ocurriera.Se levantó de la cama, el pecho desnudo, los ojos encendidos como brasas. Rita lo siguió, abrigada por una manta.—¿Qué es? —preguntó ella, sabiendo que no era solo un presentimiento.—Ellos. Los que quedaron. Los que sobrevivieron a la masacre.Rita se detuvo. Su corazón se aceleró.—¿Estás seguro?—Están llamando. Y quieren verme.…La reunión tuvo lugar en un claro donde los árboles parecían inclinarse en respeto. No quedaba rastro del antiguo refugio, solo piedras carbonizadas y cenizas dispersas.Pero ahí estaban.Siete.Siete figuras emergiendo de entre las sombras, algunas con el andar cojo, otras con una mirada vacía. Pero vivos. Con cicatrices que hablaban más que cualquier palabra.Uno de ellos era **Tomi**. El viejo cocinero de la manada, el que todos creyeron muerto.—Sos igual a tu padre, L
Pasaron quince años.El bosque había cambiado, pero también seguía igual. Las raíces eran más gruesas, los árboles más sabios. La tierra había sanado. Las cicatrices del fuego aún estaban ahí, sí, pero cubiertas por musgo nuevo, como si el bosque mismo hubiese decidido no olvidar… solo recordar con ternura.La aldea ya no era un campamento. Era una comunidad. Con casas de madera, puentes entre los árboles, huertos que crecían con una generosidad casi mágica, y niños que corrían con pies descalzos y risas salvajes. Hijos de la luna. Hijos de la libertad.Rita caminaba descalza por el claro.Llevaba una túnica azul oscura, su cabello suelto, plateado en las puntas. No porque hubiese envejecido, sino porque algo dentro de ella se había fundido con la esencia antigua del bosque.Era la madre de todos. La guía. La que los había sacado de la oscuridad.A su lado corría un niño de unos ocho años. Piel morena, ojos grises. Los mismos ojos.—Abuela —dijo él, entre risas—. Hoy soñé con el árbol
El viento arrastra el aroma del bosque, la humedad de la tierra revuelta, el rastro de presas que han pasado por aquí hace horas. Respiro hondo, llenando mis pulmones con la esencia de mi territorio. De mi hogar. De mi manada.Soy Luke. El alfa.No nací para esto. O al menos, no lo creí cuando era solo un cachorro corriendo entre la maleza, midiendo fuerzas con mis hermanos, con las fauces llenas de sangre y tierra. No pensaba en liderazgo, ni en poder. Solo en correr, en pelear, en sentir la libertad ardiendo en mis músculos. Pero el destino no pregunta. Te pone frente al abismo y espera. Algunos caen. Otros saltan.Yo salté.Mi cuerpo es la prueba de cada batalla librada. Alto, musculoso, forjado por los años y las cicatrices que cuentan historias que pocos conocen. Mi piel es dura, mis puños, aún más. Y mis ojos... mis ojos han visto demasiado. Lo suficiente para entender que la lealtad puede ser un arma de doble filo y que el poder pesa más de lo que cualquiera imagina.Soy el lob
El sol apenas se ha puesto, tiñendo el cielo de un rojo oscuro que se refleja en las calles mojadas. Camino con Natan, como tantas otras noches, y todo parece normal. Sus pasos resuenan junto a los míos, en sincronía, como siempre. No hay distancia entre nosotros. Nunca la hubo.Natan es más que mi amigo. Es mi hermano, mi confidente, el único en quien confío cuando todo lo demás se tambalea. Tiene esa risa fácil, esa manera despreocupada de ver la vida, como si nada pudiera tocarlo. Pero sé que detrás de eso hay lealtad, una lealtad que creí inquebrantable.—Hoy fue un buen día—, dice, dándome un codazo con una sonrisa torcida.—Hiciste temblar a esos idiotas.Sonrío de lado.—Solo hago lo que hay que hacer.Él asiente, mirándome con esa chispa de admiración en los ojos.—Eso es lo que me gusta de vos. No te doblegás.Me gusta escuchar eso de su boca. Me recuerda por qué siempre lo tuve a mi lado. Nos cuidamos el uno al otro desde que tengo memoria. Desde que éramos unos pibes sin nad