Capítulo 34

La sangre corrió hasta extenderse por el vestido, el dolor era insoportable, la pesadez lo era mucho más. Sin embargo, la incertidumbre abandonó de manera temporal a Alimceceg cuando el señor Yul empujó al soldado con una patada y lo hería con la espada.

Alimceceg rodó a un lado de Tuva Eke con la ayuda del señor Yul hasta ubicarse en el lado vacío del carruaje. El cielo nublado acogió su vista sin ninguna piedad, pero en cambio, Alimceceg se sintió como flotando en las nubes de algodón.

 —Señora, debe presionar la herida —avisó el señor Yul afanado—, nos iremos pronto, no se preocupe.

El carruaje salió a todo galope y mientras andaba, el señor Yul disparó una flecha sonora que silbó en el aire. Los hombres que todavía peleaban en favor de Tuva Eke empezaron la retirada tras

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