Cirina gimió en voz baja, haciendo que los hombres se acercaran aun más a ella. Volvió a emitir el mismo sonido y se giró de repente hacia ellos, haciendo que asustados se apartaran de ella. El chillido de las espadas al ser desenvainadas se escuchó en el ambiente, y en ese momento, ella gritó del pánico… Sí, era un pánico real, un pánico envuelto con una pizca de astucia, ingenio y engaño.
¡Perfecto! Esa era la mezcla que precedía a un auténtico fraude, su mentira.
—¡Yo no fui, lo prometo! ¡Yo no fui quien envenenó a Alimceceg khatun!
Los hombres la miraron confundidos. Ella yacía en la nieve, su cuerpo tiritaba del frío a pesar de que llevaba ropas gruesas, las manos ya ni siquiera las sentía y el ardor en su labio roto ya se hacía demasiado insignificante ante el peligro de muerte que tenía frente a ella si no lograba engañar al factor riesgo. Tenía el rostro enrojecido por el frío y los ojos secos por
Alimceceg corrió hacia el almacén mientras era seguida también por un grupo de hombres. Al llegar, los hombres insistieron para que ella no entrara, así que en cuanto tuvieron oportunidad ingresaron al lugar, empezaron a sacar lo que podían del interior, cada hombre corría de ida y de regreso. Alimceceg daba vueltas en el exterior y cada vez que los hombres sacaban alimentos, ella se apresuraba a tomarlos antes para que ellos regresaran de inmediato. Estaba desesperada. Si la tribu se quedaba sin provisiones para el invierno, sería la sentencia de muerte para todos; estando en guerra y sin comida significaría que la gente se moriría de hambre en algún punto. Esa idea tan macabra le erizó la piel, la asqueó. Mientras ella y los hombres Kimek trataban de apagar el incendio y de salvar el alimento de las tribus aliadas, Cirina había logrado ganarse la confianza del khan, pues había sido ella quién le había revelado el
Alimceceg no podía creer lo que escuchaba. Y aunque se mantuvo de pie, a un lado del trono, imperturbable, serena y macabramente fría, en su interior quería salir corriendo, llegar a las caballerizas, ensillar uno de los caballos y galopar hacia el norte del río, allí donde Tuva Eke había estado los últimos días.No dijo nada. Sus ojos quedaron fijos sobre el hombrecillo que había llevado el mensaje a la tienda. Y en cierto punto, pensó que no podría mantener la compostura.—¡Búsquenlo hasta debajo de las piedras! —bramó—. No vuelvan a mí hasta que lo encuentren.El muchacho asintió y salió de la tienda casi que corriendo.Alimceceg expulsó el aire contenido en sus pulmones, observó de reojo a Cirina, quien mantenía su rostro sin ninguna expresi&
Alimceceg levantó la mirada y sonrió aliviada en cuanto vio la expresión nerviosa del khan karluk. En ese momento pensó en la ironía de la vida: el khan había deseado que su hijo lisiado se casara con una mujer Ashina para tener relación con el clan. Sin embargo, el hombre había subestimado las capacidades de su hijo, lo había relegado a un segundo lugar invisible, un lugar que le había ayudado a Tuva Eke a conseguir sus objetivos. Sonrió más cuando los hombres del khan lo rodearon para emprender a retirada mientras lo protegían. Alimceceg dirigió la mirada hacia atrás y Bortei captó su atención. La mujer le sonrió ampliamente mientras se inclinaba con sutileza. Tal vez, esa era la mayor ganancia que había obtenido Alimceceg: haber recuperado la relación con su prima. Se sintió renovada, con fuerzas nuevas y poderosas que creía haber perdido en medio del ataque de su suegro. Volvió la mirada y bajó con rapidez hast
INTRODUCCIÓNLas confederaciones conformadas por tribus de las estepas se han desintegrado tras la caída del extenso kaganato Uigur. Las facciones no tardaron en surgir y el control de las tierras uigur pronto es discutido por 3 tribus: los Bulaq, los Karluks y los Sekiz Oghuz. La guerra parecía inevitable, pero gracias a un acuerdo matrimonial y a un convenio de paz, las confrontaciones entre las tribus han cesado. Aunque… no por mucho tiempo.[...]Primer capítulo.«Si pudiera olvidar que soy su hijo, le aseguro que lo lograría»Si empezamos desde el principio, entenderíamos la magnitud de los problemas que rodearon al joven Tegim[*] desde que nació. El parto fue extenso y doloroso para la madre, pero gracias a un milagro se salvó y cuidar del niño de cabellos negros como el carbón extraído po
En una tierra tan inhóspita como las mismas montañas heladas que delimitaban el territorio, la vida nunca había sido fácil para la señorita Alimceceg Batun, una niña de padres aristócratas pertenecientes a las tribus de las estepas eurásicas. Creció en el seno de una familia noble, a la sombra de sus hermanas y primas; las hijas del Kan Sekiz Oghuz. Siendo una de las ultimas hijas de Khubilai, el segundo hermano del Kan, nunca tuvo la atención de su padre y de su madre menos, pues nunca la conoció, porque se había separado de la gente común, ya no era digna de ser una Batun; muchos le dijeron que se había vuelto loca.Como era la hija menos favorecida de la residencia menor de la ciudad, fue acogida por la señora anciana, su abuela, una mujer curtida por la experiencia de una vida llena de privaciones en el desierto, y abandonada por la mayoría de sus nietos, pu
La señorita Alimceceg no había tenido oportunidad para pensar mucho en lo que debía hacer para evitar aquel compromiso, pues sus pensamientos se habían perdido en la posibilidad de contraer dichas nupcias. Definitivamente no podía permitir tal humillación. La única hija desfavorecida de la casa Batun se iba a casar con un lisiado, no solo sonaba vergonzoso, sino que también a una pena que enfermaba el alma. Podía no ser tan despampanante como sus hermanas mayores ni ser inalcanzable como sus primas, las hijas del kan Sekiz Ohguz, ni tampoco impetuosa y poderosa como lo era su hermana Khojin en la lucha del Bök. Ella a pesar de ser una timorata y callada, siempre tenía un haz bajo la manga, nunca se quedaba de brazos cruzados y luchaba psicológicamente con cualquiera hasta conseguir lo que quería. Aunque a veces sus juegos psicológicos no le funcionaban por lo que recurría a l
Aclaración: los diálogos de las comillas [«»] se considerarán de aquí en adelante como los pensamientos de Tuva Eke.En las noches siguientes la señorita Erzhene empezó a deambular cerca de su hermana Alimceceg. Después de dar vueltas al asunto y de ser descubierta escondiéndose en el pabellón de su hermana, Erzhene fue aceptada por Alimceceg para que dormir juntas en la habitación.—Espero que padre no se de cuenta de lo que hicimos —susurró Erzhene cuando ella ambas entraron a la tienda. —No se dará cuenta si tú te mantienes callada —comentó—. Ni siquiera a tu madre. —No se lo diré a nadie, no te preocupes por ello. —Lo digo, porque si nos descubren ambas seremos castigadas. Erzhene bufó:—Padre nunca me ha castigado, a ti es a quien lo hace y a mis hermanas mayor
Khubilai Ilk vio a los hombres alejarse del campamento y de inmediato supo que todo ese peligroso malentendido tenía algo que ver con su hija, la quinta señorita. ¡Tanto que le había advertido no hacer nada por evitar su futuro matrimonio y ella terminaba cometiendo semejante locura!Khubilai Ilk caminó por los pasillos despejados y llenos de arena y polvo mientras buscaba a su hija en el patio de la señora anciana, pero no estaba allí. El hombre estaba enojado, pues no se trataba en sí de una deshonra por haber cometido un simple error, era algo mucho más peligroso. No solo la cabeza de él mismo peligraba, sino también las de todo el campamento, sus hijas, sus esposas, sus hombres.—¡Erzhene! —llamó cuando entró a la tienda de la madre de su sexta hija. Si el rotulo de Erzhene había sido enviado en lugar de los documentos de Alimceceg, era porque no solo