¿Prefiere morir antes que casarse con el príncipe lisiado? Prefiero morir mil veces… Desde niño, Tuva Eke fue despreciado por su padre y sus hermanos mayores. Siendo un niño, no comprendió la razón por la que su madre fue ejecutada a traición, mucho menos entendió por qué su padre lo exilió en una torre inhóspita durante dieciséis años. Cojo, ciego y además loco, prometió buscar justicia. Los débiles despiertan, y los genios se postran ante él. En tiempos convulsos y de cambios, el más audaz es el vencedor… Nadie podrá interponerse en sus planes, ni siquiera esa señorita malévola y prejuiciosa con la que su padre le obligó a casarse. Sin embargo, entre ellos emergerá de la profundidad, una alianza sin igual que dejará a más de uno sin aliento. Una nueva era está por comenzar: las estepas se preparan para escoger a su nuevo líder.
Leer másAlimceceg levantó la mirada y sonrió aliviada en cuanto vio la expresión nerviosa del khan karluk. En ese momento pensó en la ironía de la vida: el khan había deseado que su hijo lisiado se casara con una mujer Ashina para tener relación con el clan. Sin embargo, el hombre había subestimado las capacidades de su hijo, lo había relegado a un segundo lugar invisible, un lugar que le había ayudado a Tuva Eke a conseguir sus objetivos. Sonrió más cuando los hombres del khan lo rodearon para emprender a retirada mientras lo protegían. Alimceceg dirigió la mirada hacia atrás y Bortei captó su atención. La mujer le sonrió ampliamente mientras se inclinaba con sutileza. Tal vez, esa era la mayor ganancia que había obtenido Alimceceg: haber recuperado la relación con su prima. Se sintió renovada, con fuerzas nuevas y poderosas que creía haber perdido en medio del ataque de su suegro. Volvió la mirada y bajó con rapidez hast
Alimceceg no podía creer lo que escuchaba. Y aunque se mantuvo de pie, a un lado del trono, imperturbable, serena y macabramente fría, en su interior quería salir corriendo, llegar a las caballerizas, ensillar uno de los caballos y galopar hacia el norte del río, allí donde Tuva Eke había estado los últimos días.No dijo nada. Sus ojos quedaron fijos sobre el hombrecillo que había llevado el mensaje a la tienda. Y en cierto punto, pensó que no podría mantener la compostura.—¡Búsquenlo hasta debajo de las piedras! —bramó—. No vuelvan a mí hasta que lo encuentren.El muchacho asintió y salió de la tienda casi que corriendo.Alimceceg expulsó el aire contenido en sus pulmones, observó de reojo a Cirina, quien mantenía su rostro sin ninguna expresi&
Alimceceg corrió hacia el almacén mientras era seguida también por un grupo de hombres. Al llegar, los hombres insistieron para que ella no entrara, así que en cuanto tuvieron oportunidad ingresaron al lugar, empezaron a sacar lo que podían del interior, cada hombre corría de ida y de regreso. Alimceceg daba vueltas en el exterior y cada vez que los hombres sacaban alimentos, ella se apresuraba a tomarlos antes para que ellos regresaran de inmediato. Estaba desesperada. Si la tribu se quedaba sin provisiones para el invierno, sería la sentencia de muerte para todos; estando en guerra y sin comida significaría que la gente se moriría de hambre en algún punto. Esa idea tan macabra le erizó la piel, la asqueó. Mientras ella y los hombres Kimek trataban de apagar el incendio y de salvar el alimento de las tribus aliadas, Cirina había logrado ganarse la confianza del khan, pues había sido ella quién le había revelado el
Cirina gimió en voz baja, haciendo que los hombres se acercaran aun más a ella. Volvió a emitir el mismo sonido y se giró de repente hacia ellos, haciendo que asustados se apartaran de ella. El chillido de las espadas al ser desenvainadas se escuchó en el ambiente, y en ese momento, ella gritó del pánico… Sí, era un pánico real, un pánico envuelto con una pizca de astucia, ingenio y engaño. ¡Perfecto! Esa era la mezcla que precedía a un auténtico fraude, su mentira. —¡Yo no fui, lo prometo! ¡Yo no fui quien envenenó a Alimceceg khatun! Los hombres la miraron confundidos. Ella yacía en la nieve, su cuerpo tiritaba del frío a pesar de que llevaba ropas gruesas, las manos ya ni siquiera las sentía y el ardor en su labio roto ya se hacía demasiado insignificante ante el peligro de muerte que tenía frente a ella si no lograba engañar al factor riesgo. Tenía el rostro enrojecido por el frío y los ojos secos por
El silbido del viento rompió el sueño de Alimceceg. La tienda se estremecía debido a la fuerza del ventarrón que estaba soplando. La temperatura había bajado demasiado en el último mes, la vida en el campamento se hacía cada vez más dura a medida que el invierno se iba adentrando. En medio de la noche y mientras estaba despierta, Alimceceg sintió el bullicio de los hombres del campamento, miró a su lado y no encontró a Tuva Eke. Desconcertada por la ausencia del hombre, se sentó sobre el lecho y atrajo sobre sí las mantas gruesas de piel de búfalo. Su mirada quedó fija sobre la entrada de la tienda, ella no sabía por qué su corazón latía con más fuerza, como con miedo.Supuso que se debía al vient
Los mensajeros salieron del campamento siguiendo un camino variado a través de la extensa estepa asiática. En los días posteriores, las tribus, reinos y kanatos se enteraron de la existencia del estado emergente Kimek, la nueva confederación.Los vientos helados no solo entumecieron los cuerpos de muchos, también sus cerebros quedaron atontados mientras la noticia se extendía como la peste en cada campamento.Muchos se inquietaron, pues no sabían si la formación de dicha confederación traería problemas para la estepa. Otros se mantuvieron a la expectativa de cualquier avance en cuanto a acuerdos entre otras tribus. Algo era cierto, todos querían saber más de la confederación Kimek y en la forma que había emergido.Mientras las inquietudes y la excesiva curiosidad bombardeaban a todo
El viaje de regreso al campamento Kimek demoró un poco más de lo previsto. El invierno se había concentrado, así que por las tormentas de nieve y las borrascas imprevistas que se formaban en la noche, el recorrido se había hecho mucho más peligroso y lento. En el trayecto, Alimceceg se enteró de que Altai había regresado al territorio Karluk, pero que, al ser descubierto por el khan, había sido castigado.Después de varias semanas lograron llegar a los alrededores del río Ili, el nuevo lugar de concentración del campamento Kimek. El río tenía un aspecto diferente, ya no estaba represado en la parte norte y en cambio corría en toda su extensión, bañando los demás territorios tribales, y no solo el campamento de la tribu Karluk
Alimceceg esperó con impaciencia a que la noche pasara. Amarrada contra uno de los postes de madera alzó su cabeza hacia el cielo esperando sentirse menos intimidada. Sin embargo, la infinidad del cielo oscuro la dejó mucho más consternada. Pensar que iba a estar bien no lo tranquilizaba, pues no había ninguna razón que respaldara su sentir.Cerró los ojos sintiéndose agotada, y de inmediato en su cabeza se reprodujo una melodía que casi creía olvidada. Tal vez, solo quizá siempre había estado rondado en su cabeza, pero que por los ajetreos de su vida había obligado a silenciar. Alimceceg no sabía si recordaba aquella canción de cuna porque la protegida del señor Yul la había tarareado en la noche o porque en realidad el rec
Alimceceg y Khojin salieron de la tienda de la señora Oghul, pero no pudieron ir a buscar a Erzhene, pues afuera cerca de diez hombres armados las estaban esperando. Dichos hombres rodeaban la tienda así que se les hizo poco viable escapar, si lo intentaban no iban a salir vivas del intento.Khojin trató de hacer un movimiento, su cuerpo cubrió a Alimceceg, por lo que ella quedó protegida de cualquier arma. Aunque Khojin era excelente con la espada y la lucha, la idea de vencer a diez hombres fornidos y entrenados no era nada realista. Ambas sabían que estaban maniatadas, solo les quedaba esperar… Esperar si por algún milagro podían salvarse del desastre inminente.Estaban con la respiración entrecortada, el corazón latiendo a mil por hora, y sus mentes en un debate entre el miedo y valentía.Alimceceg asomó la cabeza por encima de