Alimceceg despertó en medio de los gritos masculinos que se escuchaban al exterior de la tienda. Se limpió los ojos con la manga de su vestido, consiguiendo aclarar su borrosa visión, como pudo se puso una manta sobre los hombros y salió de la tienda. La belleza de la naturaleza la recibió con amabilidad.
De repente, se sintió aturdida y confundida. Una caravana de hombres se alejaba del campamento mientras seguían a Tuva Eke, quien iba en la cabeza del grupo sentado sobre la calesa impulsada por dos caballos.
Alimceceg lo miró avanzando a lo lejos, pero todavía su cerebro estaba dormido. No tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo. Y como si se tratara de un sueño, el señor Yul la despertó. El hombre le sonrió con respeto.
—Señora, el tegim hará una pequeña expedición con los señores de la
La noche cayó sobre ellos y cuando se vieron acorralados por sus peligros decidieron regresar al campamento mientras reían con complicidad. Sus risas bajas y traviesas sonaban como las de un niño que sabía que había hecho trampas en el juego, pero que trataba de esconderlo ante todos. Los hombres del campamento esbozaron sonrisa de confabulación a Tuva Eke en cuanto entraron al campamento. Alimceceg se dio cuenta de los chistes mal intencionados de los hombres de la cofradía, así que decidió enterrar la cabeza y no levantarla. Sabía que estaba siendo cobarde y que esa actitud no iba de acuerdo con su explosiva personalidad, pero simplemente se negaba a sentirse avergonzada. Prefería no verle los rostros descarados. Alimceceg entró a la tienda de campaña mientras Tuva Eke la seguía al interior de esta. Se sentó sobre el lecho y relajó sus músculos cansados sobre la suavidad de las pieles. Tuva Eke se sentó a su lado para observarl
Capítulo 39Tuva Eke vio como sus hombres se tensaron en cuanto la menuda mujer lo tomó como rehén. Sin embargo, con una señal los detuvo, pues sabía que se metería en un gran problema si le ponía un solo dedo a la guerrera, si un solo cabello caía de su cabeza, Alimceceg lo buscaría debajo de las piedras para matarlo.—Somos familia, ¿por qué se muestra tan agresiva? —reprochó Tuva Eke—, suélteme y la llevaré hasta mi esposa.Khojin lo pensó por un momento, pero al final aceptó el ofrecimiento de Tuva Eke.Él se sintió aliviado por no tener una daga amenazándolo, regresó la mirada hacia el señor Yul y le ordenó que llevara a la mujer con Alimceceg.—Él te lle
Alimceceg esperó al otro lado del campamento Sekiz Oghuz. El viaje había sido largo y agotador, pero finalmente se encontraba en el interior del territorio que alguna vez había sentido como suyo. Khojin se adelantó en su caballo mientras miraba a la distancia el pequeño hilo de humo negro que se alzaba hacia el cielo.Alimceceg también observó el humo que le anunciaba la cercanía al campamento de la casa Dorje, la casa real Sekiz Oghuz. Apretó las manos en torno a las riendas y saltó al galope furioso cuando su hermana Khojin lo hizo.Cuando Alimceceg galopaba se sentía libre… Generalmente así era como se sentía. Sin embargo, en esos momentos no se sentía nada bien ni tampoco feliz. Sabía que aquellos t
Alimceceg esperó al otro lado del campamento Sekiz Oghuz. El viaje había sido largo y agotador, pero finalmente se encontraba en el interior del territorio que alguna vez había sentido como suyo. Khojin se adelantó en su caballo mientras miraba a la distancia el pequeño hilo de humo negro que se alzaba hacia el cielo.Alimceceg también observó el humo que le anunciaba la cercanía al campamento de la casa Dorje, la casa real Sekiz Oghuz. Apretó las manos en torno a las riendas y saltó al galope furioso cuando su hermana Khojin lo hizo.Cuando Alimceceg galopaba se sentía libre… Generalmente así era como se sentía. Sin embargo, en esos momentos no se sentía nada bien ni tampoco feliz. Sabía que aquellos t
Alimceceg y Khojin salieron de la tienda de la señora Oghul, pero no pudieron ir a buscar a Erzhene, pues afuera cerca de diez hombres armados las estaban esperando. Dichos hombres rodeaban la tienda así que se les hizo poco viable escapar, si lo intentaban no iban a salir vivas del intento.Khojin trató de hacer un movimiento, su cuerpo cubrió a Alimceceg, por lo que ella quedó protegida de cualquier arma. Aunque Khojin era excelente con la espada y la lucha, la idea de vencer a diez hombres fornidos y entrenados no era nada realista. Ambas sabían que estaban maniatadas, solo les quedaba esperar… Esperar si por algún milagro podían salvarse del desastre inminente.Estaban con la respiración entrecortada, el corazón latiendo a mil por hora, y sus mentes en un debate entre el miedo y valentía.Alimceceg asomó la cabeza por encima de
Alimceceg esperó con impaciencia a que la noche pasara. Amarrada contra uno de los postes de madera alzó su cabeza hacia el cielo esperando sentirse menos intimidada. Sin embargo, la infinidad del cielo oscuro la dejó mucho más consternada. Pensar que iba a estar bien no lo tranquilizaba, pues no había ninguna razón que respaldara su sentir.Cerró los ojos sintiéndose agotada, y de inmediato en su cabeza se reprodujo una melodía que casi creía olvidada. Tal vez, solo quizá siempre había estado rondado en su cabeza, pero que por los ajetreos de su vida había obligado a silenciar. Alimceceg no sabía si recordaba aquella canción de cuna porque la protegida del señor Yul la había tarareado en la noche o porque en realidad el rec
El viaje de regreso al campamento Kimek demoró un poco más de lo previsto. El invierno se había concentrado, así que por las tormentas de nieve y las borrascas imprevistas que se formaban en la noche, el recorrido se había hecho mucho más peligroso y lento. En el trayecto, Alimceceg se enteró de que Altai había regresado al territorio Karluk, pero que, al ser descubierto por el khan, había sido castigado.Después de varias semanas lograron llegar a los alrededores del río Ili, el nuevo lugar de concentración del campamento Kimek. El río tenía un aspecto diferente, ya no estaba represado en la parte norte y en cambio corría en toda su extensión, bañando los demás territorios tribales, y no solo el campamento de la tribu Karluk
Los mensajeros salieron del campamento siguiendo un camino variado a través de la extensa estepa asiática. En los días posteriores, las tribus, reinos y kanatos se enteraron de la existencia del estado emergente Kimek, la nueva confederación.Los vientos helados no solo entumecieron los cuerpos de muchos, también sus cerebros quedaron atontados mientras la noticia se extendía como la peste en cada campamento.Muchos se inquietaron, pues no sabían si la formación de dicha confederación traería problemas para la estepa. Otros se mantuvieron a la expectativa de cualquier avance en cuanto a acuerdos entre otras tribus. Algo era cierto, todos querían saber más de la confederación Kimek y en la forma que había emergido.Mientras las inquietudes y la excesiva curiosidad bombardeaban a todo