Dos días más tarde, Tuva Eke entró a la pequeña aldea donde residía el famoso médico del que tanto le había hablado el señor Yul. El lugar era tranquilo, los pequeños corrían de un lugar a otro, las mujeres los miraban con curiosidad y los hombres con escepticismo, un poco de desconfianza. Sostenían las espadas que les colgaban de las caderas, estaban en vilo por la llegada de ellos al interior de la aldea.
El señor Yul alzó un sello que tanto para Alimceceg como para Tuva Eke, resultó desconocido. Sin embargo, no para los hombres de dicha aldea, quienes de manera automática inclinaron la cabeza y le hicieron paso en medio del camino.
Los tres pasaron con rapidez y se internaron en las yurtas traseras que solo estaban autorizadas para el líder de la aldea, quien a su vez era el médico que conocía el señor Yul y
Alimceceg sonrió medianamente cuando entraron a la habitación principal de la mansión, Tuva Eke también le sonrió mientras se quitaba capa oscura de sus hombros y mojada con el agua de la lluvia para arrojarla en el suelo. Alimceceg se sentó en el lecho y esperó a que Tuva Eke secara su cabello y se pusiera una ropa limpia y seca. El hombre se quedó de pie frente a ella todavía vestido con las ropas mojadas. Alimceceg frunció el ceño sin entenderlo. Sin embargo, después de un rato supo la razón por la que el tegim no se movía. —Lo siento, yo… —balbuceó apenada—, ya te traeré la ropa. Alimceceg cruzó la habitación contigua para buscar una muda de ropa para Tuva Eke, sintió pena en su interior. Había olvidado que él ya no podía valerse por sí mismo, y que el señor Yul no estaba cerca. Al rato, Alimceceg regresó a la habitación y le puso la ropa en sus manos. A su espalda, escuchó el sonido de las telas deslizarse en la piel del príncipe y sintió
La mansión ardió tras ellos mientras los hombres que provenían de las tierras del norte se acercaban a ellos en una gran caravana. Alimceceg se sentía nerviosa, algo le decía que aquellas personas no venían con buenas intenciones.Los hombres de la cofradía que vigilaban de cerca de Tuva Eke esperaron en silencio la llegada de la caravana, pero también era cierto que estaban asustados.—¿Quiénes son ustedes? —gritó el señor Yul cuando estos se apostaron frente a la mansión—. Mi amo es el dueño de este territorio, y somos personas de paz.Un hombre anciano y de cabellos blancos se bajó del caballo mientras miraba a Tuva Eke.—¿Este es el hijo del khan Karluk? —preguntó en un susurro muy bajo. Los ojos marrones del hombre se veían húmedos. Parecía que quería llorar.El se&ntil
Alimceceg despertó en medio de los gritos masculinos que se escuchaban al exterior de la tienda. Se limpió los ojos con la manga de su vestido, consiguiendo aclarar su borrosa visión, como pudo se puso una manta sobre los hombros y salió de la tienda. La belleza de la naturaleza la recibió con amabilidad.De repente, se sintió aturdida y confundida. Una caravana de hombres se alejaba del campamento mientras seguían a Tuva Eke, quien iba en la cabeza del grupo sentado sobre la calesa impulsada por dos caballos.Alimceceg lo miró avanzando a lo lejos, pero todavía su cerebro estaba dormido. No tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo. Y como si se tratara de un sueño, el señor Yul la despertó. El hombre le sonrió con respeto.—Señora, el tegim hará una pequeña expedición con los señores de la
La noche cayó sobre ellos y cuando se vieron acorralados por sus peligros decidieron regresar al campamento mientras reían con complicidad. Sus risas bajas y traviesas sonaban como las de un niño que sabía que había hecho trampas en el juego, pero que trataba de esconderlo ante todos. Los hombres del campamento esbozaron sonrisa de confabulación a Tuva Eke en cuanto entraron al campamento. Alimceceg se dio cuenta de los chistes mal intencionados de los hombres de la cofradía, así que decidió enterrar la cabeza y no levantarla. Sabía que estaba siendo cobarde y que esa actitud no iba de acuerdo con su explosiva personalidad, pero simplemente se negaba a sentirse avergonzada. Prefería no verle los rostros descarados. Alimceceg entró a la tienda de campaña mientras Tuva Eke la seguía al interior de esta. Se sentó sobre el lecho y relajó sus músculos cansados sobre la suavidad de las pieles. Tuva Eke se sentó a su lado para observarl
Capítulo 39Tuva Eke vio como sus hombres se tensaron en cuanto la menuda mujer lo tomó como rehén. Sin embargo, con una señal los detuvo, pues sabía que se metería en un gran problema si le ponía un solo dedo a la guerrera, si un solo cabello caía de su cabeza, Alimceceg lo buscaría debajo de las piedras para matarlo.—Somos familia, ¿por qué se muestra tan agresiva? —reprochó Tuva Eke—, suélteme y la llevaré hasta mi esposa.Khojin lo pensó por un momento, pero al final aceptó el ofrecimiento de Tuva Eke.Él se sintió aliviado por no tener una daga amenazándolo, regresó la mirada hacia el señor Yul y le ordenó que llevara a la mujer con Alimceceg.—Él te lle
Alimceceg esperó al otro lado del campamento Sekiz Oghuz. El viaje había sido largo y agotador, pero finalmente se encontraba en el interior del territorio que alguna vez había sentido como suyo. Khojin se adelantó en su caballo mientras miraba a la distancia el pequeño hilo de humo negro que se alzaba hacia el cielo.Alimceceg también observó el humo que le anunciaba la cercanía al campamento de la casa Dorje, la casa real Sekiz Oghuz. Apretó las manos en torno a las riendas y saltó al galope furioso cuando su hermana Khojin lo hizo.Cuando Alimceceg galopaba se sentía libre… Generalmente así era como se sentía. Sin embargo, en esos momentos no se sentía nada bien ni tampoco feliz. Sabía que aquellos t
Alimceceg esperó al otro lado del campamento Sekiz Oghuz. El viaje había sido largo y agotador, pero finalmente se encontraba en el interior del territorio que alguna vez había sentido como suyo. Khojin se adelantó en su caballo mientras miraba a la distancia el pequeño hilo de humo negro que se alzaba hacia el cielo.Alimceceg también observó el humo que le anunciaba la cercanía al campamento de la casa Dorje, la casa real Sekiz Oghuz. Apretó las manos en torno a las riendas y saltó al galope furioso cuando su hermana Khojin lo hizo.Cuando Alimceceg galopaba se sentía libre… Generalmente así era como se sentía. Sin embargo, en esos momentos no se sentía nada bien ni tampoco feliz. Sabía que aquellos t
Alimceceg y Khojin salieron de la tienda de la señora Oghul, pero no pudieron ir a buscar a Erzhene, pues afuera cerca de diez hombres armados las estaban esperando. Dichos hombres rodeaban la tienda así que se les hizo poco viable escapar, si lo intentaban no iban a salir vivas del intento.Khojin trató de hacer un movimiento, su cuerpo cubrió a Alimceceg, por lo que ella quedó protegida de cualquier arma. Aunque Khojin era excelente con la espada y la lucha, la idea de vencer a diez hombres fornidos y entrenados no era nada realista. Ambas sabían que estaban maniatadas, solo les quedaba esperar… Esperar si por algún milagro podían salvarse del desastre inminente.Estaban con la respiración entrecortada, el corazón latiendo a mil por hora, y sus mentes en un debate entre el miedo y valentía.Alimceceg asomó la cabeza por encima de