Capítulo 3

Taly seguía con la boca abierta, pero finalmente asintió y llamó a la señora Mayers para decirle que tenía un trabajo en la Casa Blanca. La mujer se rio de ella y no le creyó hasta que la mujer rubia habló con ella.

Se presentó como miembro de la oficina de administración y proceso selectivo, Alice Morgan y le dio toda una letanía sobre su rango y trabajo.

Al terminar esperaron pacientes hasta que un auto pasó por ellas y ya no tomaron un taxi.

El trayecto había sido extenso pero conforme el auto avanzaba Taly miraba con asombro como poco a poco dejaban atrás las casas pequeñas para entrar a una zona bastante lujosa que la intimidaba un poco.

El auto se adentró a la Casa Blanca y la chica miró con asombro el lugar.

Tomó con fuerza su bolso y carpeta antes de bajar y caminar junto a la mujer por los pasillos hasta llegar a una zona en la que le revisaron el bolso y cada parte de ella.

—Espérame detrás de esa puerta —ordenó la rubia y le hizo una seña a los hombres enormes que estaban parados en cada estancia—. En unos minutos estaré contigo.

Taly obedeció y observó alrededor. De pronto escuchó la voz de un hombre.

—¿Te has vuelto loca? —preguntó el hombre—. ¿Qué pasa si es un peligro? Debe seguir el protocolo y estar en la lista de espera de los oficios, nos meterás en un problema.

—Entonces dame una solución, tenemos el evento del presidente mañana y, ¿qué crees que pasará si no hay una niñera? Investigaste lo básico y es solo una huérfana infeliz. —Taly frunció el ceño y abrió la boca ofendida, pensando que no era ninguna infeliz—. El orfanato confirmó todo, ahora solo… vigilémosla para asegurarnos que estará bien, pero es eso o estamos muertos si no hay una niñera mañana. Por favor, no tengo más opciones.

—Primero hablaré con ella y que Dios nos ampare —declaró el hombre y pronto Taly se vio frente a los dos.

—Hola, muchacha. —Saludó el hombre, extendiendo la mano para presentarse—. Mi nombre es Rufus White, soy el jefe de personal y superviso que todo esté seguro para el presidente y sus hijos. Es un placer, jovencita, pero dime tu experiencia en niños. Buscamos alguien capaz y con experiencia.

Taly se desinfló al oír eso último. Ella no tenía experiencia trabajando y lo sabía. Solo unas cuantas cartas de recomendación personales pero ninguna laboral.

—Nunca he sido niñera. —El señor White abrió lo ojos sorprendido y miró a Alice—, pero he cuidado niños desde los doce. Vivía en un orfelinato y pues acabo de salir por cumplir la mayoría de edad. No tengo experiencia laboral, pero sí que se cuidarlos bien y hacer todo lo que seguramente hace una niñera.

Al verlo dubitativo, Taly se vio obligada a decir todo aquello de manera atropellada.

—Lo siento, buscamos alguien con experiencia —agregó el hombre poniéndose de pie para irse—. Te agradezco que hayas venido...

—Se lidiar hasta con los niños más problemáticos —interrumpió la joven, desesperada por no irse sin nada—. De verdad que no se arrepentirá.

Aquello pareció llamar la atención del sujeto, quien se la quedó mirando, serio y luego vio a Alice, quien le dio una mirada suplicante.

—¿Y qué tal lidias con jefes algo gruñones y malhumorados? —preguntó el hombre, mirándola de hito en hito—. ¿Crees que puedas con la presión de un jefe demandante, exigente, malhumorado y a veces hasta algo ofensivo?

—No creo que sea peor que la hermana Margot —respondió Taly sacando el pecho y levantando la barbilla—. Ella haría temblar hasta a un general y pude con su genio.

El señor White sonrió, miró a su compañera y luego de dar un suspiro resignado, le extendió la mano.

—¿Podrías empezar mañana a primerísima hora? —preguntó esperando no equivocarse y rezando para que todo saliera bien—. Estarás a prueba niña y el presidente Maddox no es cosa fácil. Debes traer tus cosas mañana porque como ya sabes, dormirás aquí.

Taly saltó sobre el hombre y asintió efusiva ante la oportunidad brindada.

—No se arrepentirá, seré buena chica y cuidaré de esos angelitos —declaró decidida—. Seguro que los voy a amar.

Alice sonrió nerviosa ante la palabra “angelitos”, pero no dijo nada, simplemente asintió.

Le explicaron claramente su horario de entrada, días de descanso, sueldo, todo y la chica asintió feliz creyendo que el dinero que le ofrecían era una fortuna.

Taly salió de la casa dando saltitos de emoción ante la felicidad que la embargaba sin saber lo que al día siguiente le esperaba.

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