Taly seguía con la boca abierta, pero finalmente asintió y llamó a la señora Mayers para decirle que tenía un trabajo en la Casa Blanca. La mujer se rio de ella y no le creyó hasta que la mujer rubia habló con ella.
Se presentó como miembro de la oficina de administración y proceso selectivo, Alice Morgan y le dio toda una letanía sobre su rango y trabajo.
Al terminar esperaron pacientes hasta que un auto pasó por ellas y ya no tomaron un taxi.
El trayecto había sido extenso pero conforme el auto avanzaba Taly miraba con asombro como poco a poco dejaban atrás las casas pequeñas para entrar a una zona bastante lujosa que la intimidaba un poco.
El auto se adentró a la Casa Blanca y la chica miró con asombro el lugar.
Tomó con fuerza su bolso y carpeta antes de bajar y caminar junto a la mujer por los pasillos hasta llegar a una zona en la que le revisaron el bolso y cada parte de ella.
—Espérame detrás de esa puerta —ordenó la rubia y le hizo una seña a los hombres enormes que estaban parados en cada estancia—. En unos minutos estaré contigo.
Taly obedeció y observó alrededor. De pronto escuchó la voz de un hombre.
—¿Te has vuelto loca? —preguntó el hombre—. ¿Qué pasa si es un peligro? Debe seguir el protocolo y estar en la lista de espera de los oficios, nos meterás en un problema.
—Entonces dame una solución, tenemos el evento del presidente mañana y, ¿qué crees que pasará si no hay una niñera? Investigaste lo básico y es solo una huérfana infeliz. —Taly frunció el ceño y abrió la boca ofendida, pensando que no era ninguna infeliz—. El orfanato confirmó todo, ahora solo… vigilémosla para asegurarnos que estará bien, pero es eso o estamos muertos si no hay una niñera mañana. Por favor, no tengo más opciones.
—Primero hablaré con ella y que Dios nos ampare —declaró el hombre y pronto Taly se vio frente a los dos.
—Hola, muchacha. —Saludó el hombre, extendiendo la mano para presentarse—. Mi nombre es Rufus White, soy el jefe de personal y superviso que todo esté seguro para el presidente y sus hijos. Es un placer, jovencita, pero dime tu experiencia en niños. Buscamos alguien capaz y con experiencia.
Taly se desinfló al oír eso último. Ella no tenía experiencia trabajando y lo sabía. Solo unas cuantas cartas de recomendación personales pero ninguna laboral.
—Nunca he sido niñera. —El señor White abrió lo ojos sorprendido y miró a Alice—, pero he cuidado niños desde los doce. Vivía en un orfelinato y pues acabo de salir por cumplir la mayoría de edad. No tengo experiencia laboral, pero sí que se cuidarlos bien y hacer todo lo que seguramente hace una niñera.
Al verlo dubitativo, Taly se vio obligada a decir todo aquello de manera atropellada.
—Lo siento, buscamos alguien con experiencia —agregó el hombre poniéndose de pie para irse—. Te agradezco que hayas venido...
—Se lidiar hasta con los niños más problemáticos —interrumpió la joven, desesperada por no irse sin nada—. De verdad que no se arrepentirá.
Aquello pareció llamar la atención del sujeto, quien se la quedó mirando, serio y luego vio a Alice, quien le dio una mirada suplicante.
—¿Y qué tal lidias con jefes algo gruñones y malhumorados? —preguntó el hombre, mirándola de hito en hito—. ¿Crees que puedas con la presión de un jefe demandante, exigente, malhumorado y a veces hasta algo ofensivo?
—No creo que sea peor que la hermana Margot —respondió Taly sacando el pecho y levantando la barbilla—. Ella haría temblar hasta a un general y pude con su genio.
El señor White sonrió, miró a su compañera y luego de dar un suspiro resignado, le extendió la mano.
—¿Podrías empezar mañana a primerísima hora? —preguntó esperando no equivocarse y rezando para que todo saliera bien—. Estarás a prueba niña y el presidente Maddox no es cosa fácil. Debes traer tus cosas mañana porque como ya sabes, dormirás aquí.
Taly saltó sobre el hombre y asintió efusiva ante la oportunidad brindada.
—No se arrepentirá, seré buena chica y cuidaré de esos angelitos —declaró decidida—. Seguro que los voy a amar.
Alice sonrió nerviosa ante la palabra “angelitos”, pero no dijo nada, simplemente asintió.
Le explicaron claramente su horario de entrada, días de descanso, sueldo, todo y la chica asintió feliz creyendo que el dinero que le ofrecían era una fortuna.
Taly salió de la casa dando saltitos de emoción ante la felicidad que la embargaba sin saber lo que al día siguiente le esperaba.
En la emoción del momento Taly no se había percatado de que la Casa Blanca estaba tan lejos de donde vivía que no sabía cómo regresar con lo que llevaba de dinero.Caminó durante horas dando vueltas por la calles y sin resultado alguno, casi quería llorar al creer que se había perdido.Se detuvo en un pequeño sendero donde solo la rodeaban árboles y sintió el pecho dolerle por el frío y el aire helado que se colaba por su ropa y la hacía titiritar.El miedo se instaló al verse sola y con la noche en su esplendor. Miró su reloj. Eran casi once treinta de la noche y no sabía hacia dónde dirigirse. Tampoco recordaba como regresar hacia la casa del presidente y pedir ayuda. Las luces de un auto la hicieron ponerse en alerta y sin pensarlo se puso a mitad del sendero para detenerlo.El auto frenó con un rechinido de llantas al tiempo que el enfadado chofer asomaba la cabeza por la ventanilla del auto para cerciorarse que nada malo hubiera sucedido.—¡Pero es qué se ha vuelto loca! —excla
El hombre la miraba boquiabierto sin poder creer su atrevimiento y sin saber si reírse o enfadarse, pero al igual que todos en el coche, estaba divertido.»Por cierto no se ha presentado, no sea maleducado, debe saber que cuando uno conoce a alguien nuevo se presenta y usted me ha abordado y no lo hizo. —Cuando vio que iba a replicar levantó la mano para detenerlo—. Pondré el ejemplo porque fui educada con los mejores modales. Soy Taly, bueno Thalía. Thalía Haretton.Extendió la mano para que él la tomara mientras lo veía dudar, pero al final cedió y le devolvió el apretón mientras ella sonreía genuina.—Lucien, me llamo Lucien —dijo el hombre al fin y sin dejar de mirarla—. Y debería ser menos confianzuda, podría pasarle algo con gente desconocida. Además, debo corregirla, yo no la abordé, más bien usted se atravesó en mi camino y casi la arrollabamos.—¿Lucien qué? Debe tener un apellido, vamos cuénteme, no sea tímido —agregó ella sin inmutarse ante el tono severo de Lucien—. En cua
—¿Dos? —inquirió Anthony.—Eso es estupendo. —Susan se unió a la euforia de la chica mientras su hijo rodaba los ojos ante el parloteo de ambas y terminó ignorado—. ¿Cuándo empiezas? —Mañana mismo, viviré allá y el domingo será mi día libre —El entusiasmo de Sara y su hijo se apagó—. El sueldo es bueno seguro que podré apoyarte con los gastos, comprar mis cosas y ahorrar para la escuela.—Es que prometí que te cuidaría y no me gustaría que vivieras lejos —replicó Susan con los ojos acuosos—. ¿Qué le diré a Roxanne? No, definitivamente no. No importa que sea con el presidente, es… peligroso.Se enzarzaron en una discusión sobre los pros y contras y al final tanto la mujer como su hijo terminaron por ceder con la promesa de que si algo andaba mal avisaría de inmediato.Mientras tanto, Lucien viajaba en el auto incapaz de procesar lo que acababa de pasar y no se refería a las tonterías que salían de la boca de la chiquilla, sino a la manera en que lo hizo sentir, con su espíritu loco.N
Taly jamás esperó que el misterioso hombre de la noche anterior fuera su nuevo jefe. Le sonrió nerviosa, no solo porque acababa de ver al heroe de la noche anterior, sino porque tenía que admitir que lucía más apuesto que antes si es que eso era posible y también porque recordó haberlo llamado viejo verde.Lo observó con detenimiento, recreándose en cada parte de su cuerpo.Lucien era un hombre increiblemente apuesto, algo viejo para ella, pensó, pero no acostumbraba a discriminar a la gente por su edad, se dijo.Tenía los ojos más azules que había visto en su vida y el cabello tan oscuro que contrastaba con su asquerosamente hermosa piel blanca. Se atrevió a compararlo con uno de los tantos vampiros hipnóticos que había leído, esos que tenían la piel tan pálida que parecían maquillados, los labios tan rojos como la sangre, por supuesto que los tendrían rojos se dijo, ellos no tenían anemia, se alimentaban de sangre al fin al cabo.Los ojos del hombre parecían luceros que la dejaban
Taly dio un nuevo grito que lo sobresaltó y lo puso incómodo al verla correr para ponerse detrás de él arrastrando el hilo desbaratado con ella.—¿Padre? —dijo una de las hermosas niñas que estaban frente a ellos—. ¿Qué ha pasado?—Un accidente. Tiffany llévate a las niñas por favor —Su tono no dejo espacio a réplicas—. Y trae algo inmediatamente para cubrir a la señorita.—Por supuesto señor —babuceó al final la mucama mirando furiosa a Taly, quien seguía con el rostro escondido en la espalda de Lucien—. Ahora mismo me encargo.Las gemelas no se dejaron tomar de la mano y escabulleron hasta colocarse una a cada costado de la chica para mirarla con curiosidad.—¿Eres amante de mi padre? —preguntó una de ellas haciendo que Taly abriera los ojos tanto que casi se le salían de sus cuencas—. ¿No eres muy joven?—¡Lara, por Cristo! —exclamó su padre, rojo de la furia y la vergüenza—. He dicho que se vayan a su habitación.—No lo soy —respondió Taly al fin, irguiéndose como si fuera una rein
Tiffanny miró a Taly, apenas podía creer que esa chica fuera la niñera, era apenas una niña y desde luego, no tenía la menor preparación ni la más mínima clase.—Esta es tu habitación —dijo mientras la ayudaba a entrar—. No tienes permitido deambular por la casa, tienes un horario de trabajo y después, a descansar.—¿Qué pasa si me da sed? —preguntó Thalia y apretó los labios—. Supongo que puedo ir a la cocina a tomar algo, ¿o es que tampoco puedo hacerlo? Suelo tomar mucha agua de noche y estoy acostumbrada a siempre estar pendiente de los demás y…—Dije que no puedes deambular por la casa, ¿qué es lo que no se entendió? —inquirió la mujer y sus ojos se tornaron furiosos—. Si tienes sed, sube una jarra con un vaso y asunto solucionado. Esta no es cualquier propiedad, es la Casa Blanca, hay reglas, muchas, las cuales debes seguir al pie de la letra.—De acuerdo —concordó la joven.—Escucha, no sé cómo llegaste aquí, tampoco me interesa saber la clase de artimañas que utilizaste —reclam
—Ah, yo… he…—Le decía a Thalia que ya te irás —dijo el presidente y Jules le observó sin entender de qué hablaba.Taly se giró a verle sin entender.—¿De qué hablas, querido? —preguntó Jules—. No estoy entendiendo nada.—Hablo de que voy a terminar de cenar con Taly, la mujer con que me acabó de comprometer —mintió el presidente mientras Jules jadeaba sin creerlo y Taly solo boqueaba como pez fuera del agua.—¿Qué clase de broma es esta? —Volvió a preguntar su novia.—Ninguna, es cierto que ella es una empleada y pensaba usarte como cara al público para mantener mi relación con ella, pero después de hablarlo con mis allegados más íntimos, creo que no será necesario. —El presidente volvió a mentir con una frialdad que Taly se dijo que por algo era político—. Es mejor que te vayas, si quieres un pago monetario, podemos negociarlo.—¿¡Me estás diciendo que nunca pensaste en tener nada serio conmigo después de muchos meses juntos!? —gritó Jules y Taly comenzó a retroceder al ver sus inten
—Lo sé —respondió la chica—, solo no entendí, pero tome su anillo, debería indemnizarme, por poco muero atragantada. Pedir matrimonio colocando la sortija en la comida debería estar penado, es peligroso y muy anticuado. Además, la comida es sagrada.—Vaya a su habitación antes de que… —dijo Lucien tratando de conservar la calma—. No estoy de humor para tratar personas imprudentes, salga de mi vista ahora mismo.Taly frunció el ceño, pero obedeció, después de todo, no tenía intenciones de provocar la ira del hombre. Ella era joven más no tonta, estaba segura de que el presidente no estaba en su mejor momento y sin duda provocarlo, no era una buena idea.«Quiero conservar mi trabajo. No voy a empezar con problemas justo ahora». Se dijo a sí misma.—Está bien, lo veré mañana —añadió la niñera antes de darse la vuelta, pero se detuvo unos segundos—. Si necesita una compañera de borrachera, me dice, no me voy a emborrachar, pero nunca he probado una cerveza.—¡Fuera de mi vista! —gritó el