Hola, mis amores, como siempre, gracias por todo su apoyo, espero que la historia les esté gustando y ya se que están enojadas con Lucien, pero calma, todavía le vamos a dar como perro en misa. En fin, nos leemos mañana, espero sus comentarios y sus reseñas. De nuevo gracias por tanto.
Taly se apartó de golpe y asestó una bofetada al presidente, tan sonora y fuerte que su mano dolió, pero no se inmutó en absoluto puesto que se sintió violentada; sobre todo después de lo que había pasado entre ellos y también estaba muy enfadada, era como si el hombre en cuestión creyera que podía hacer de ella lo que le diera la gana.—Lo siento —dijo Lucien cuando recuperó el sentido y sin saber por qué había actuado de esa manera.—¡No quiero que me vuelva a tocar o mandaré todo al demonio! —exclamó una furiosa Taly—. No voy a tolerar que juegue conmigo, así que será mejor que no haya ni diga nada en absoluto o provocará que me enferme de rabia y terminé por exponerlo.—Lo lamento, no debí hacer eso —reflexionó y trató de tocarla pero ella se alejó—. Creo que será mejor que volvamos dentro y… si no es mucho pedir, preferiría que no estuvieras demasiado cerca del embajador.No se atrevió a nombrar lo que sentía, pero sí que pensó que debía hacer una especie de introspección, aunque
Los tres niños señalaron a Taly, quien sonreía orgullosa de su hazaña ante los ojos muy abiertos de Lucien.El hombre boqueó sin poder comprender cómo es que su niñera estaba haciendo algo tan descabellado y encima parecía orgullosa de haberlo hecho.—Tiene que ser una puta broma —mencionó sin poder creer que eso estaba pasando. Se suponía que su niñera estaba para cuidar de ellos no para hacer que sus hijos se tornaran peor.—Le dije que aprenderían la lección y lo han hecho —dijo Taly, sacando el pecho y levantando la barbilla como si fuera una heroína mientras él boqueaba como pez fuera del agua—. Nunca volverán a hacerme una travesura.El presidente parecía a punto de desmayarse ya sea del coraje o de la impresión, ella nunca lo sabría, pero segura de que al menos Lucien sabía que tenía todo bajo control.Salió del lugar sin decir nada y despotricando contra el mundo. Cansado de tener que lidiar con eso también.»Ya es casi noviembre chicas, han pensado en la decoración de fiestas
El jadeo indignado de la joven fue suficiente para hacerlo reír. —¿Flácidas tetas? —Las cejas de Taly casi se habían unido entre sí del coraje que sintió que le dijera eso—. Ni en sus mejores sueños un anciano decrépito va a volver a tener por caridad unas tetas como las mías entre sus manos. No señor, las mías son cotizadas, que lo sepa y en cuanto a mi trasero al menos mis pompas no son de toalla como las suyas.—Nadie mejor que un hombre para catar y emitir un juicio —respondió el presidente, sorprendiéndola y en un vano intento por coquetear con ella, pero en su opinión, parecía que no estaba dando resultados, puesto que la veía esquiva—. Somos expertos en eso, señorita Haretton.—Ya, claro —refutó ella no dispuesta a dejarse vencer—. Lo hacen aquellos que tienen buen trasero no los que tienen un trasero de víbora.Se irguió orgullosa de lo que acababa de decir y lo miró retándolo a decir algo mejor.—Las víboras no tienen trasero —replicó Lucien con un tono jocoso—. Así que no t
—Que bajo ha caído Lucien —dijo la mujer mientras le observaba, al mismo tiempo, Taly vio un auto negro avanzar a su lado, en sentido contrario a ella y con un rechinido de llantas.Aquello llamó su atención, pero no pudo ver de quien se trataba puesto que tenía los vidrios arriba, solo pudo ver la mano cuando la sacó por la ventanilla y le hizo una seña a Jules pero no bajó el cristal del todo. En su mano izquierda llevaba una pulsera con una placa brillante, un anillo enorme en el anular y sobre todo, tenía un lunar en la muñeca, justo a solo un centímetro del término de la palma de la mano, ahí donde los médicos presionaban para buscar el pulso.Taly miró a la mujer e intentó pasar a su lado, ignorándola por completo, pero Jules la tomó del brazo y la hizo mirarla.»¿Crees que has ganado? —preguntó desde su altiva posición—. Quiero que sepas que no soy la clase de mujer que pierde alguna vez—. No acostumbro a hacerlo, soy siempre la que gana, de eso puedes estar segura. Te prometo q
Era un tres de octubre y Thalía Haretton se encontraba de espaldas a la puerta del orfanatorio que había sido su hogar por diezciocho años, con su maleta a un lado y con la vista al frente mirando con cierto desconcierto la enorme ciudad que se cernía a su alrededor.Estaba nerviosa, solo un poco a decir verdad, pero eso no la amedrentaba, era una chica que jamás retrocedía ante nada ni nadie. Se volvió con lentitud hacia la puerta deseando grabar el recuerdo de lo que había sido su casa. Levantó la vista a las habitaciones del piso superior y vio a los niños pequeños mirando por la ventana y, con pesar, su partida. Lanzó un suspiro al verlos. Esos niños fueron sus hermanos y algunos hasta sus hijos dado la aguerrida forma de protegerlos. Le pesaba dejarlos, pero siempre supo que ese era su destino. Tenía unas enormes ganas de llorar, de saber que jamás volvería a dormir en la mullida cama, ni tendría que madrugar para alcanzar agua caliente y que tampoco jugaría con ellos. Sabía que
La mañana pintaba poco soleada pero no por ello menos hermosa para Taly.Tenía los ánimos renovados y se sentía con energía para salir en busca de un trabajo.Bajó de la habitación con una sonrisa en la cara y entró a la cocina donde se encontraban Tony y Susan. —Voy a ir a buscar trabajo —informó entusiasmada, haciendo que los dos la miraran con sorpresa—. Quizás pueda conseguir algo hoy.—Me parece estupendo —respondió Susan tomándola del brazo—, pero hay que desayunar antes para tener fuerzas. Puedes ir con Tony y ver si te entrevistan de una vez.Hizo que Taly se sentara a la mesa y le sirvió abundante comida.—Deberías esperar un poco, al menos a que descanses más, fue un viaje de casi un día en autobús —agregó Tony con el entrecejo fruncido—. Debes estar agotada.—Qué mejor manera de combatir el agotamiento que con trabajo. —Su mirada pícara hizo que madre e hijo estallaran en carcajadas—. Necesito un trabajo ya o me volveré un parásito. Por el momento buscaré por mi cuenta, pe
Taly seguía con la boca abierta, pero finalmente asintió y llamó a la señora Mayers para decirle que tenía un trabajo en la Casa Blanca. La mujer se rio de ella y no le creyó hasta que la mujer rubia habló con ella.Se presentó como miembro de la oficina de administración y proceso selectivo, Alice Morgan y le dio toda una letanía sobre su rango y trabajo.Al terminar esperaron pacientes hasta que un auto pasó por ellas y ya no tomaron un taxi.El trayecto había sido extenso pero conforme el auto avanzaba Taly miraba con asombro como poco a poco dejaban atrás las casas pequeñas para entrar a una zona bastante lujosa que la intimidaba un poco.El auto se adentró a la Casa Blanca y la chica miró con asombro el lugar.Tomó con fuerza su bolso y carpeta antes de bajar y caminar junto a la mujer por los pasillos hasta llegar a una zona en la que le revisaron el bolso y cada parte de ella.—Espérame detrás de esa puerta —ordenó la rubia y le hizo una seña a los hombres enormes que estaban p
En la emoción del momento Taly no se había percatado de que la Casa Blanca estaba tan lejos de donde vivía que no sabía cómo regresar con lo que llevaba de dinero.Caminó durante horas dando vueltas por la calles y sin resultado alguno, casi quería llorar al creer que se había perdido.Se detuvo en un pequeño sendero donde solo la rodeaban árboles y sintió el pecho dolerle por el frío y el aire helado que se colaba por su ropa y la hacía titiritar.El miedo se instaló al verse sola y con la noche en su esplendor. Miró su reloj. Eran casi once treinta de la noche y no sabía hacia dónde dirigirse. Tampoco recordaba como regresar hacia la casa del presidente y pedir ayuda. Las luces de un auto la hicieron ponerse en alerta y sin pensarlo se puso a mitad del sendero para detenerlo.El auto frenó con un rechinido de llantas al tiempo que el enfadado chofer asomaba la cabeza por la ventanilla del auto para cerciorarse que nada malo hubiera sucedido.—¡Pero es qué se ha vuelto loca! —excla