Hola mis bellas, estuve un poquito enferma estos días y se me dificultó andar por aquí, me dio fiebre y un resfriado de esos que dejan en cama. Gracias por la paciencia, espero que les guste y me dejen sus comentarios, reseñas y demás. Les amo.
Lucien permaneció parado unos segundos antes de lanzar una maldición e irse al despacho oval, a donde tanto Morgan como el señor White le siguieron y casi se vieron con la cara embarrada cuando el presidente cerró la puerta en sus narices.Tuvieron que tocar la puerta y esperar a que les dieran permiso de seguir antes de entrar. En cuanto escucharon la voz del mandatario, ambos cruzaron la puerta y se pararon frente a él, viendo cómo se paseaba de un extremo a otro de la habitación y se sujetaba el cabello con frustración.—¿Puedo preguntar qué ha pasado? —inquirió Morgan, un poco temerosa de recibir un estallido verbal del presidente—. Taly… —carraspeó—. La señorita Haretton estaba de acuerdo en todo el plan, al menos así fue la última vez que hablé con ella. Tal vez si nos explica qué ocurrió, podamos darle una solución práctica y desde luego conseguir que ella colabore.—Yo… eh… yo fui grosero con ella y aunque me he disculpado, no ha querido hablar conmigo —dijo mientras apretaba l
Morgan entornó los ojos cada que escuchaba un «auch» de la boca de Taly mientras la arreglaban para la cena de esa noche. Los maquillistas estaban divertidos con el comportamiento de la joven, quien luego de lo que ella llamó, una tortura medieval, terminó por dejarse caer en la cama del cansancio.—Niña, vas a destruir el cabello —dijo la peinadora.—Los niños deben estar por llegar —anunció la niñera y de inmediato se levantó para ir a trabajar; no obstante, la mujer negó y le dijo que estaba todo bien y se harían cargo de ellos por ese día.Taly frunció el ceño y durante las siguientes horas se sometió a faciales, masajes, torturas para quedar hermosa y dormitó un par de veces ante el aburrimiento.Finalmente y horas después, logró estar lista. Eran casi las ocho de la noche cuando pudo verse al espejo luego de que le ayudaran a colocarse el vestido de esa noche.Se paró frente al enorme espejo y se miró antes de boquear un par de veces y mirar a Morgan, quien parecía orgullosa de s
Conoció a algunos congresistas, a sus esposos, inclusive algunas celebridades y más pronto que tarde se vio encontrándose con el único hombre al que le dio una sonrisa genuina, el embajador Franklin, quien en cuanto la vio, se acercó a ella para saludarla.—Señorita Haretton, debo decirle que esta noche está particularmente hermosa —dijo el hombre con un deje adulador mientras las otras mujeres alrededor de ellas esperaban el mismo cumplido—. Damas, ustedes también lucen hermosas. Es claro que esta noche además de la fina porcelana y la cubertería carísima, ustedes son las joyas del lugar.Las mujeres se sintieron halagadas y le agradecieron sus hermosos cumplidos, entretanto, Taly soltó una risilla a sabiendas de que el hombre estaba dándoles lo que ellas deseaban oír.Mientras tanto y, luego de una amena charla, todos fueron llevados al comedor en donde desde luego, el presidente gozó de un asiento privilegiado junto a Taly, quien no tardó en darse cuenta de que estaban hablando de e
Taly se apartó de golpe y asestó una bofetada al presidente, tan sonora y fuerte que su mano dolió, pero no se inmutó en absoluto puesto que se sintió violentada; sobre todo después de lo que había pasado entre ellos y también estaba muy enfadada, era como si el hombre en cuestión creyera que podía hacer de ella lo que le diera la gana.—Lo siento —dijo Lucien cuando recuperó el sentido y sin saber por qué había actuado de esa manera.—¡No quiero que me vuelva a tocar o mandaré todo al demonio! —exclamó una furiosa Taly—. No voy a tolerar que juegue conmigo, así que será mejor que no haya ni diga nada en absoluto o provocará que me enferme de rabia y terminé por exponerlo.—Lo lamento, no debí hacer eso —reflexionó y trató de tocarla pero ella se alejó—. Creo que será mejor que volvamos dentro y… si no es mucho pedir, preferiría que no estuvieras demasiado cerca del embajador.No se atrevió a nombrar lo que sentía, pero sí que pensó que debía hacer una especie de introspección, aunque
Los tres niños señalaron a Taly, quien sonreía orgullosa de su hazaña ante los ojos muy abiertos de Lucien.El hombre boqueó sin poder comprender cómo es que su niñera estaba haciendo algo tan descabellado y encima parecía orgullosa de haberlo hecho.—Tiene que ser una puta broma —mencionó sin poder creer que eso estaba pasando. Se suponía que su niñera estaba para cuidar de ellos no para hacer que sus hijos se tornaran peor.—Le dije que aprenderían la lección y lo han hecho —dijo Taly, sacando el pecho y levantando la barbilla como si fuera una heroína mientras él boqueaba como pez fuera del agua—. Nunca volverán a hacerme una travesura.El presidente parecía a punto de desmayarse ya sea del coraje o de la impresión, ella nunca lo sabría, pero segura de que al menos Lucien sabía que tenía todo bajo control.Salió del lugar sin decir nada y despotricando contra el mundo. Cansado de tener que lidiar con eso también.»Ya es casi noviembre chicas, han pensado en la decoración de fiestas
El jadeo indignado de la joven fue suficiente para hacerlo reír. —¿Flácidas tetas? —Las cejas de Taly casi se habían unido entre sí del coraje que sintió que le dijera eso—. Ni en sus mejores sueños un anciano decrépito va a volver a tener por caridad unas tetas como las mías entre sus manos. No señor, las mías son cotizadas, que lo sepa y en cuanto a mi trasero al menos mis pompas no son de toalla como las suyas.—Nadie mejor que un hombre para catar y emitir un juicio —respondió el presidente, sorprendiéndola y en un vano intento por coquetear con ella, pero en su opinión, parecía que no estaba dando resultados, puesto que la veía esquiva—. Somos expertos en eso, señorita Haretton.—Ya, claro —refutó ella no dispuesta a dejarse vencer—. Lo hacen aquellos que tienen buen trasero no los que tienen un trasero de víbora.Se irguió orgullosa de lo que acababa de decir y lo miró retándolo a decir algo mejor.—Las víboras no tienen trasero —replicó Lucien con un tono jocoso—. Así que no t
—Que bajo ha caído Lucien —dijo la mujer mientras le observaba, al mismo tiempo, Taly vio un auto negro avanzar a su lado, en sentido contrario a ella y con un rechinido de llantas.Aquello llamó su atención, pero no pudo ver de quien se trataba puesto que tenía los vidrios arriba, solo pudo ver la mano cuando la sacó por la ventanilla y le hizo una seña a Jules pero no bajó el cristal del todo. En su mano izquierda llevaba una pulsera con una placa brillante, un anillo enorme en el anular y sobre todo, tenía un lunar en la muñeca, justo a solo un centímetro del término de la palma de la mano, ahí donde los médicos presionaban para buscar el pulso.Taly miró a la mujer e intentó pasar a su lado, ignorándola por completo, pero Jules la tomó del brazo y la hizo mirarla.»¿Crees que has ganado? —preguntó desde su altiva posición—. Quiero que sepas que no soy la clase de mujer que pierde alguna vez—. No acostumbro a hacerlo, soy siempre la que gana, de eso puedes estar segura. Te prometo q
Era un tres de octubre y Thalía Haretton se encontraba de espaldas a la puerta del orfanatorio que había sido su hogar por diezciocho años, con su maleta a un lado y con la vista al frente mirando con cierto desconcierto la enorme ciudad que se cernía a su alrededor.Estaba nerviosa, solo un poco a decir verdad, pero eso no la amedrentaba, era una chica que jamás retrocedía ante nada ni nadie. Se volvió con lentitud hacia la puerta deseando grabar el recuerdo de lo que había sido su casa. Levantó la vista a las habitaciones del piso superior y vio a los niños pequeños mirando por la ventana y, con pesar, su partida. Lanzó un suspiro al verlos. Esos niños fueron sus hermanos y algunos hasta sus hijos dado la aguerrida forma de protegerlos. Le pesaba dejarlos, pero siempre supo que ese era su destino. Tenía unas enormes ganas de llorar, de saber que jamás volvería a dormir en la mullida cama, ni tendría que madrugar para alcanzar agua caliente y que tampoco jugaría con ellos. Sabía que