Capítulo 25

El jadeo indignado de la joven fue suficiente para hacerlo reír.

—¿Flácidas tetas? —Las cejas de Taly casi se habían unido entre sí del coraje que sintió que le dijera eso—. Ni en sus mejores sueños un anciano decrépito va a volver a tener por caridad unas tetas como las mías entre sus manos. No señor, las mías son cotizadas, que lo sepa y en cuanto a mi trasero al menos mis pompas no son de toalla como las suyas.

—Nadie mejor que un hombre para catar y emitir un juicio —respondió el presidente, sorprendiéndola y en un vano intento por coquetear con ella, pero en su opinión, parecía que no estaba dando resultados, puesto que la veía esquiva—. Somos expertos en eso, señorita Haretton.

—Ya, claro —refutó ella no dispuesta a dejarse vencer—. Lo hacen aquellos que tienen buen trasero no los que tienen un trasero de víbora.

Se irguió orgullosa de lo que acababa de decir y lo miró retándolo a decir algo mejor.

—Las víboras no tienen trasero —replicó Lucien con un tono jocoso—. Así que no t
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