—¿Dos? —inquirió Anthony.
—Eso es estupendo. —Susan se unió a la euforia de la chica mientras su hijo rodaba los ojos ante el parloteo de ambas y terminó ignorado—. ¿Cuándo empiezas?
—Mañana mismo, viviré allá y el domingo será mi día libre —El entusiasmo de Sara y su hijo se apagó—. El sueldo es bueno seguro que podré apoyarte con los gastos, comprar mis cosas y ahorrar para la escuela.
—Es que prometí que te cuidaría y no me gustaría que vivieras lejos —replicó Susan con los ojos acuosos—. ¿Qué le diré a Roxanne? No, definitivamente no. No importa que sea con el presidente, es… peligroso.
Se enzarzaron en una discusión sobre los pros y contras y al final tanto la mujer como su hijo terminaron por ceder con la promesa de que si algo andaba mal avisaría de inmediato.
Mientras tanto, Lucien viajaba en el auto incapaz de procesar lo que acababa de pasar y no se refería a las tonterías que salían de la boca de la chiquilla, sino a la manera en que lo hizo sentir, con su espíritu loco.
No podía negar que le había dado ganas de reír y que su vivacidad era contagiosa. Hacía tanto que nada lo hacía reír ni disfrutar la vida, que ya nada lo sorprendía, tanto que en ese momento, cuando había conocido a una adolescente hormonal que se divertía hasta con los mosquitos, lo sacaba de su zona confort y no le gustaba. De hecho no le gustaba para nada, odiaba cambiar su rutina, pero no por eso dejó de ser gracioso.
Sonrió.
***
Con la llegada del amanecer, Taly se vistió lo más presentable y reservada que pudo dado que iba a conocer a su jefe. No quería perder el trabajo pronto y si su jefe era exigente, ella quería dar una buena impresión.
Salió con tiempo de sobra para llegar temprano y siguió todas las instrucciones de Anthony para llegar bien y a salvo, hasta hizo sus anotaciones con respecto a los transportes.
Su pequeña maleta dejaba claro que estaba decidida a empezar una nueva vida.
Su arribo a la casa fue como el día anterior. Se sentía nerviosa y expectante pero animada. Esta vez no se había equivocado y se había dirigido con su maleta al área de servidumbre.
Tocó la puerta y compuso su mejor sonrisa, pero la puerta no la abrió el hombre del día anterior sino una mujer, una que la miró mal antes de preguntarle qué quería con pésimos modales.
—Soy la nueva niñera —dijo con una enorme sonrisa—. El señor White me contrató ayer y me pidió que trajera mis cosas.
—Pásale —respondió la otra con tono arrogante—. Espera aquí. Voy a llamar a la señorita Morgan para que confirme.
—Tiffany, el señor te espera en su despacho y dice que no demores —interrumpió una chica muy bajita de estatura y de cabello tan rizado, que parecía que solo tuviera el cráneo pintado—. Necesita darte unas indicaciones.
La mujer malhumorada se fue y Thalía miró alrededor.
—¿Qué ha pasado con el señor White? —inquirió Taly, curiosa de no encontrarlo—. No me digas que se enfermó.
—Fue despedido anoche —dijo la chica bajita con pesar—. No sé lo que pasó, pero el presidente llegó molesto y lo echó.
La boca de Taly se abrió pero antes de que pudiera decir algo la anterior servidumbre regresó ordenándole que le siguiera.
—Pórtate bien —amenazó la mujer mirándola severa—. Porque si no me gusta tu actitud frente al señor voy a echarte de inmediato. No permitiré que hagas algún acto que me deje en mal. Seré la nueva ama de llaves y las reglas van a cambiar. El señor White ya no está y el personal doméstico está a mi cargo ahora.
—Creí que era de administración —musitó Taly.
—Lo era, pero administración de la casa, la señorita Morgan es la encargada de reclutamiento —añadió Tiffany—. Llámame señorita Fremman desde ahora y está estrictamente prohibido, ir al área administrativa de la casa, nosotros somos personal doméstico, trabajamos aquí y listo.
—¡Ahí estás! —exclamó la voz de la mujer que la había contratado—. Ven aquí.
La alejó de la nueva ama de llaves y le entregó su tarjeta de acceso, dejándole claro que no podía dársela a nadie y que además no debía hablar de más. También le entregó unas placas con su nombre para su uniforme y le dio ligeras indicaciones, le dijo que al finalizar su turno, fuera a la oficina de recursos para firmar y le pidió mesura nuevamente.
Taly agradeció y poco después siguió a Tiffany con el entrecejo fruncido.
La tal Tiffany tocó una puerta, pero no hubo respuesta. Lo hacía tan quedito que hasta Taly tenía problemas para oír, más bien parecía que arañaba la puerta y la estaba desesperando. Volvió a hacerlo y nuevamente no hubo respuesta. Desesperada como era, Taly no solo tocó la puerta sino que la aporreó hasta que escuchó el «adelante» y antes de que la mujer dijera algo abrió e ingresó encontrando a un hombre sentado sobre un sillón ejecutivo dándole la espalda.
—Puedes irte Brittany —dijo la masculina voz sin darse la vuelta.
«¿No era Tiffany?». Pensó Taly.
—Buenos días, señorita Harreton. —Saludó la ronca voz de Lucien Maddox, quien se giró para verle y observar su reacción al ver que el viejo rabo verde que mencionó la noche anterior era él.
Taly jadeó sorprendida y se llevó las manos a la boca al reconocerlo.
Taly jamás esperó que el misterioso hombre de la noche anterior fuera su nuevo jefe. Le sonrió nerviosa, no solo porque acababa de ver al heroe de la noche anterior, sino porque tenía que admitir que lucía más apuesto que antes si es que eso era posible y también porque recordó haberlo llamado viejo verde.Lo observó con detenimiento, recreándose en cada parte de su cuerpo.Lucien era un hombre increiblemente apuesto, algo viejo para ella, pensó, pero no acostumbraba a discriminar a la gente por su edad, se dijo.Tenía los ojos más azules que había visto en su vida y el cabello tan oscuro que contrastaba con su asquerosamente hermosa piel blanca. Se atrevió a compararlo con uno de los tantos vampiros hipnóticos que había leído, esos que tenían la piel tan pálida que parecían maquillados, los labios tan rojos como la sangre, por supuesto que los tendrían rojos se dijo, ellos no tenían anemia, se alimentaban de sangre al fin al cabo.Los ojos del hombre parecían luceros que la dejaban
Taly dio un nuevo grito que lo sobresaltó y lo puso incómodo al verla correr para ponerse detrás de él arrastrando el hilo desbaratado con ella.—¿Padre? —dijo una de las hermosas niñas que estaban frente a ellos—. ¿Qué ha pasado?—Un accidente. Tiffany llévate a las niñas por favor —Su tono no dejo espacio a réplicas—. Y trae algo inmediatamente para cubrir a la señorita.—Por supuesto señor —babuceó al final la mucama mirando furiosa a Taly, quien seguía con el rostro escondido en la espalda de Lucien—. Ahora mismo me encargo.Las gemelas no se dejaron tomar de la mano y escabulleron hasta colocarse una a cada costado de la chica para mirarla con curiosidad.—¿Eres amante de mi padre? —preguntó una de ellas haciendo que Taly abriera los ojos tanto que casi se le salían de sus cuencas—. ¿No eres muy joven?—¡Lara, por Cristo! —exclamó su padre, rojo de la furia y la vergüenza—. He dicho que se vayan a su habitación.—No lo soy —respondió Taly al fin, irguiéndose como si fuera una rein
Tiffanny miró a Taly, apenas podía creer que esa chica fuera la niñera, era apenas una niña y desde luego, no tenía la menor preparación ni la más mínima clase.—Esta es tu habitación —dijo mientras la ayudaba a entrar—. No tienes permitido deambular por la casa, tienes un horario de trabajo y después, a descansar.—¿Qué pasa si me da sed? —preguntó Thalia y apretó los labios—. Supongo que puedo ir a la cocina a tomar algo, ¿o es que tampoco puedo hacerlo? Suelo tomar mucha agua de noche y estoy acostumbrada a siempre estar pendiente de los demás y…—Dije que no puedes deambular por la casa, ¿qué es lo que no se entendió? —inquirió la mujer y sus ojos se tornaron furiosos—. Si tienes sed, sube una jarra con un vaso y asunto solucionado. Esta no es cualquier propiedad, es la Casa Blanca, hay reglas, muchas, las cuales debes seguir al pie de la letra.—De acuerdo —concordó la joven.—Escucha, no sé cómo llegaste aquí, tampoco me interesa saber la clase de artimañas que utilizaste —reclam
—Ah, yo… he…—Le decía a Thalia que ya te irás —dijo el presidente y Jules le observó sin entender de qué hablaba.Taly se giró a verle sin entender.—¿De qué hablas, querido? —preguntó Jules—. No estoy entendiendo nada.—Hablo de que voy a terminar de cenar con Taly, la mujer con que me acabó de comprometer —mintió el presidente mientras Jules jadeaba sin creerlo y Taly solo boqueaba como pez fuera del agua.—¿Qué clase de broma es esta? —Volvió a preguntar su novia.—Ninguna, es cierto que ella es una empleada y pensaba usarte como cara al público para mantener mi relación con ella, pero después de hablarlo con mis allegados más íntimos, creo que no será necesario. —El presidente volvió a mentir con una frialdad que Taly se dijo que por algo era político—. Es mejor que te vayas, si quieres un pago monetario, podemos negociarlo.—¿¡Me estás diciendo que nunca pensaste en tener nada serio conmigo después de muchos meses juntos!? —gritó Jules y Taly comenzó a retroceder al ver sus inten
—Lo sé —respondió la chica—, solo no entendí, pero tome su anillo, debería indemnizarme, por poco muero atragantada. Pedir matrimonio colocando la sortija en la comida debería estar penado, es peligroso y muy anticuado. Además, la comida es sagrada.—Vaya a su habitación antes de que… —dijo Lucien tratando de conservar la calma—. No estoy de humor para tratar personas imprudentes, salga de mi vista ahora mismo.Taly frunció el ceño, pero obedeció, después de todo, no tenía intenciones de provocar la ira del hombre. Ella era joven más no tonta, estaba segura de que el presidente no estaba en su mejor momento y sin duda provocarlo, no era una buena idea.«Quiero conservar mi trabajo. No voy a empezar con problemas justo ahora». Se dijo a sí misma.—Está bien, lo veré mañana —añadió la niñera antes de darse la vuelta, pero se detuvo unos segundos—. Si necesita una compañera de borrachera, me dice, no me voy a emborrachar, pero nunca he probado una cerveza.—¡Fuera de mi vista! —gritó el
Todas las miradas fueron hacia Taly, quien se removió incómoda sin saber qué era lo que estaban planeando. Les dio una sonrisa amable y nerviosa mientras retrocedía, pero se detuvo al chocar con algo.Se giró para encontrarse con un muro humano enorme que la miró desde su altura, tan feo que ella volvió a su sitio.—¿No creen que esto es demasiado? —inquirió el presidente—. Esto es muy riesgoso, podemos simplemente inventarnos algo, lo que sea para que todo esto salga bien.—Señor presidente —dijo el señor White—. La aprobación de la que ahora goza es… nunca vista, ni siquiera en campaña. Las mujeres allá afuera siguen soñando con historias de princesas y son los hombres los que ponen peros diciendo que ella está con usted por dinero.—Por supuesto que estoy por dinero —interrumpió Taly y todos se giraron a mirarla—. Quiero que me paguen por cuidar a las niñas. Me gustan los niños, pero no hago nada por amor al arte, no vivo de aplausos y gracias.—Señorita Haretton —habló Morgan empe
—No puede amenazar al presidente —le recordó el señor White—. Recuerde eso siempre y también recuerde que debe verse feliz a su lado mientras esté frente a la prensa.—Está bien —dijo la joven con una mirada comprensiva—. ¿Ahora, ya puedo ir con las niñas?—Sí, la señora Fremman te espera en el vestíbulo, para cumplir tu trabajo de hoy —remarcó el señor White y ella solo sonrió frustrada—. Y recuerda que no puedes decirle nada a nadie, ni a tu almohada.—No hablo cosas con mi almohada —declaró la mujer como si fuera obvio, pero los presentes rodaron los ojos.Salió de ahí y caminó hacia el vestíbulo donde se encontró con Tiffany, esta le dio una mirada de repugnancia pero se guardó su comentario y caminó directo a las habitaciones en donde encontró a las dos niñas, ambas se vestían para ir al colegio.—Niñas, he venido a ayudarles —declaró Taly, aplaudiendo para que ambas le miraran—. ¿Y tú quién eres?Miró al otro niño, quien luchaba por colocarse la ropa correctamente.—Es Frank, el
Taly carraspeó sin entender exactamente qué era lo que acababa de pasar. Miró al hombre a su lado, quien hablaba con una frialdad que le puso los pelos de punta. Se preguntó, cómo un hombre que la había besado de la manera que lo hizo, ahora estaba ahí como si nada cuando ella sentía que sus piernas se doblarían en cualquier momento.Se removió en su sitio y esperó a que todo terminara; no obstante, se sorprendió cuando una de las reporteras se dirigió hacia ella para hacer una pregunta.—Señorita Haretton, ¿dígame que se siente que después de ser una chica normal ahora es la inspiración de cientos de mujeres en el mundo? —inquirió y Taly solo guardó silencio durante unos segundos antes de mirar hacia el frente, donde Morgan le hizo un discreto asentimiento para que respondiera.—No sé si deba ser solo una inspiración para las mujeres por estar con el presidente, preferiría ser la inspiración de muchas chicas que desean superarse, incluso si no es con un novio presidencial —respondió y