Capítulo 5

El hombre la miraba boquiabierto sin poder creer su atrevimiento y sin saber si reírse o enfadarse, pero al igual que todos en el coche, estaba divertido.

»Por cierto no se ha presentado, no sea maleducado, debe saber que cuando uno conoce a alguien nuevo se presenta y usted me ha abordado y no lo hizo. —Cuando vio que iba a replicar levantó la mano para detenerlo—. Pondré el ejemplo porque fui educada con los mejores modales. Soy Taly, bueno Thalía. Thalía Haretton.

Extendió la mano para que él la tomara mientras lo veía dudar, pero al final cedió y le devolvió el apretón mientras ella sonreía genuina.

—Lucien, me llamo Lucien —dijo el hombre al fin y sin dejar de mirarla—. Y debería ser menos confianzuda, podría pasarle algo con gente desconocida. Además, debo corregirla, yo no la abordé, más bien usted se atravesó en mi camino y casi la arrollabamos.

—¿Lucien qué? Debe tener un apellido, vamos cuénteme, no sea tímido —agregó ella sin inmutarse ante el tono severo de Lucien—. En cuanto a lo de que me interpuse en su camino y no fui abordada por usted es lo mismo, palabras más palabras menos —dijo agitando las manos.

—Soy Lucien a secas —afirmó él con la mirada al frente y dando la orden de que comenzaran a conducir de nuevo—. Usted sí que es una cínica, pero ni hablar no pienso discutir aunque sigo pensando que debería ser menos ingenua y no ser tan confianzuda. Pueden hacerle daño.

—Bueno usted no es malo —dijo la chica, analizándolo—. Además siempre estoy armada.

Sacó del bolso su arma y la mostró a Lucien orgullosa de ello.

—¿Es en serio? ¿Un bolígrafo? Claro, cualquier malhechor huiría apenas viera el arma —ironizó el hombre, con sarcasmo—. No puedo creerlo.

Taly se sintió ofendida y lo miró como si le hubiera salido otra nariz.

—No es un bolígrafo cualquiera —quitó la tapa para mostrárselo de cerca—. Está quebrado de la parte de arriba, o sea que tiene dos puntas y mire que me he herido infinidad de veces con el filo de esta parte.

Sonrió orgullosa de su explicación mientras Lucien la veía sin poder creer que fuera una chica tan tonta como para creer que un inútil bolígrafo la salvaría de un ataque.

Decidió quedarse callado y conducir sin ver otra cosa que no fuera la carretera.

Se detuvo frente a la casa de Taly después de un incómodo silencio entre ambos.

La joven reconoció de inmediato su hogar y sonrió mientras los ojos brillaban de emoción ante la expectativa de comer algo delicioso. 

—Gracias Lucien, has sido muy amable.

El hombre frunció el ceño ante la confianza de la chica; sin embargo, no dijo nada y observó como su chofer bajó del auto para abrirle la puerta, pero ella ya había salido.

»Nos veremos otro día seguro que si vives por donde estaré podremos vernos —aseguró Taly con una sonrisa—. Claro te saludaré siempre que el viejo rabo verde no esté cerca, no sea que me despida sin carta de recomendación.

Se acercó a Lucien por la ventanilla y sin darle tiempo a reaccionar le dio un beso en la mejilla y un abrazo que hizo que el hombre se removiera inquieto.

—¡Qué diablos! —exclamó el sujeto mientras los otros igual de sorprendidos observaban sin comprender.

—Con mi primer sueldo voy a regalarte un lapicero igual —dijo Taly entre risillas—. Verás que te encantará.

Lucien solo parpadeó ante todo el despliegue de tonterías de la chica y finalmente se dio la vuelta para subir a su auto.

—Deberías quedarte a cenar —sugirió la chica luego de unos segundos y con la mirada risueña, girándose hacia ellos, quienes estaban por arrancar el auto—. Seguro que a Tony no le molesta.

Él solo negó y se despidió.

—¿Es qué te has quedado mudo de repente? —inquirió con los brazos en jarra, volviendo hacia su ventanilla—. Los hombres de hoy apenas tienen neuronas, que decepcionante, en fin. Te veré después y no llegues tarde a tu casa.

Lucien se quedó en silencio y el auto arrancó de pronto, sacándolo de sus pensamientos.

—¿Qué acaba de pasar? —preguntó y los otros hombres solo se encogieron de hombros y terminaron riendo.

—Creo que la señorita Morgan, ahora si se le fueron las cabras, contrató una niñera algo… excéntrica —dijo el chofer mientras reía—. Ojalá esta sí dure, señor. Aunque parece tener la realidad alterada.

—Está loca —dijo el presidente—. Ni siquiera me reconoció, es como si viviera en otro mundo.

Soltó una risa.

Por su parte, Taly se dio la vuelta y empezó a caminar rumbo a la casa e ingresó dando un gritito que los dos habitantes más se alarmaron.

—¡He conseguido trabajo! —gritó a todo pulmón—. Voy a ser la niñera de, creo que dos angelitos. En la Casa Blanca.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo