El hombre la miraba boquiabierto sin poder creer su atrevimiento y sin saber si reírse o enfadarse, pero al igual que todos en el coche, estaba divertido.
»Por cierto no se ha presentado, no sea maleducado, debe saber que cuando uno conoce a alguien nuevo se presenta y usted me ha abordado y no lo hizo. —Cuando vio que iba a replicar levantó la mano para detenerlo—. Pondré el ejemplo porque fui educada con los mejores modales. Soy Taly, bueno Thalía. Thalía Haretton.
Extendió la mano para que él la tomara mientras lo veía dudar, pero al final cedió y le devolvió el apretón mientras ella sonreía genuina.
—Lucien, me llamo Lucien —dijo el hombre al fin y sin dejar de mirarla—. Y debería ser menos confianzuda, podría pasarle algo con gente desconocida. Además, debo corregirla, yo no la abordé, más bien usted se atravesó en mi camino y casi la arrollabamos.
—¿Lucien qué? Debe tener un apellido, vamos cuénteme, no sea tímido —agregó ella sin inmutarse ante el tono severo de Lucien—. En cuanto a lo de que me interpuse en su camino y no fui abordada por usted es lo mismo, palabras más palabras menos —dijo agitando las manos.
—Soy Lucien a secas —afirmó él con la mirada al frente y dando la orden de que comenzaran a conducir de nuevo—. Usted sí que es una cínica, pero ni hablar no pienso discutir aunque sigo pensando que debería ser menos ingenua y no ser tan confianzuda. Pueden hacerle daño.
—Bueno usted no es malo —dijo la chica, analizándolo—. Además siempre estoy armada.
Sacó del bolso su arma y la mostró a Lucien orgullosa de ello.
—¿Es en serio? ¿Un bolígrafo? Claro, cualquier malhechor huiría apenas viera el arma —ironizó el hombre, con sarcasmo—. No puedo creerlo.
Taly se sintió ofendida y lo miró como si le hubiera salido otra nariz.
—No es un bolígrafo cualquiera —quitó la tapa para mostrárselo de cerca—. Está quebrado de la parte de arriba, o sea que tiene dos puntas y mire que me he herido infinidad de veces con el filo de esta parte.
Sonrió orgullosa de su explicación mientras Lucien la veía sin poder creer que fuera una chica tan tonta como para creer que un inútil bolígrafo la salvaría de un ataque.
Decidió quedarse callado y conducir sin ver otra cosa que no fuera la carretera.
Se detuvo frente a la casa de Taly después de un incómodo silencio entre ambos.
La joven reconoció de inmediato su hogar y sonrió mientras los ojos brillaban de emoción ante la expectativa de comer algo delicioso.
—Gracias Lucien, has sido muy amable.
El hombre frunció el ceño ante la confianza de la chica; sin embargo, no dijo nada y observó como su chofer bajó del auto para abrirle la puerta, pero ella ya había salido.
»Nos veremos otro día seguro que si vives por donde estaré podremos vernos —aseguró Taly con una sonrisa—. Claro te saludaré siempre que el viejo rabo verde no esté cerca, no sea que me despida sin carta de recomendación.
Se acercó a Lucien por la ventanilla y sin darle tiempo a reaccionar le dio un beso en la mejilla y un abrazo que hizo que el hombre se removiera inquieto.
—¡Qué diablos! —exclamó el sujeto mientras los otros igual de sorprendidos observaban sin comprender.
—Con mi primer sueldo voy a regalarte un lapicero igual —dijo Taly entre risillas—. Verás que te encantará.
Lucien solo parpadeó ante todo el despliegue de tonterías de la chica y finalmente se dio la vuelta para subir a su auto.
—Deberías quedarte a cenar —sugirió la chica luego de unos segundos y con la mirada risueña, girándose hacia ellos, quienes estaban por arrancar el auto—. Seguro que a Tony no le molesta.
Él solo negó y se despidió.
—¿Es qué te has quedado mudo de repente? —inquirió con los brazos en jarra, volviendo hacia su ventanilla—. Los hombres de hoy apenas tienen neuronas, que decepcionante, en fin. Te veré después y no llegues tarde a tu casa.
Lucien se quedó en silencio y el auto arrancó de pronto, sacándolo de sus pensamientos.
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó y los otros hombres solo se encogieron de hombros y terminaron riendo.
—Creo que la señorita Morgan, ahora si se le fueron las cabras, contrató una niñera algo… excéntrica —dijo el chofer mientras reía—. Ojalá esta sí dure, señor. Aunque parece tener la realidad alterada.
—Está loca —dijo el presidente—. Ni siquiera me reconoció, es como si viviera en otro mundo.
Soltó una risa.
Por su parte, Taly se dio la vuelta y empezó a caminar rumbo a la casa e ingresó dando un gritito que los dos habitantes más se alarmaron.
—¡He conseguido trabajo! —gritó a todo pulmón—. Voy a ser la niñera de, creo que dos angelitos. En la Casa Blanca.
—¿Dos? —inquirió Anthony.—Eso es estupendo. —Susan se unió a la euforia de la chica mientras su hijo rodaba los ojos ante el parloteo de ambas y terminó ignorado—. ¿Cuándo empiezas? —Mañana mismo, viviré allá y el domingo será mi día libre —El entusiasmo de Sara y su hijo se apagó—. El sueldo es bueno seguro que podré apoyarte con los gastos, comprar mis cosas y ahorrar para la escuela.—Es que prometí que te cuidaría y no me gustaría que vivieras lejos —replicó Susan con los ojos acuosos—. ¿Qué le diré a Roxanne? No, definitivamente no. No importa que sea con el presidente, es… peligroso.Se enzarzaron en una discusión sobre los pros y contras y al final tanto la mujer como su hijo terminaron por ceder con la promesa de que si algo andaba mal avisaría de inmediato.Mientras tanto, Lucien viajaba en el auto incapaz de procesar lo que acababa de pasar y no se refería a las tonterías que salían de la boca de la chiquilla, sino a la manera en que lo hizo sentir, con su espíritu loco.N
Taly jamás esperó que el misterioso hombre de la noche anterior fuera su nuevo jefe. Le sonrió nerviosa, no solo porque acababa de ver al heroe de la noche anterior, sino porque tenía que admitir que lucía más apuesto que antes si es que eso era posible y también porque recordó haberlo llamado viejo verde.Lo observó con detenimiento, recreándose en cada parte de su cuerpo.Lucien era un hombre increiblemente apuesto, algo viejo para ella, pensó, pero no acostumbraba a discriminar a la gente por su edad, se dijo.Tenía los ojos más azules que había visto en su vida y el cabello tan oscuro que contrastaba con su asquerosamente hermosa piel blanca. Se atrevió a compararlo con uno de los tantos vampiros hipnóticos que había leído, esos que tenían la piel tan pálida que parecían maquillados, los labios tan rojos como la sangre, por supuesto que los tendrían rojos se dijo, ellos no tenían anemia, se alimentaban de sangre al fin al cabo.Los ojos del hombre parecían luceros que la dejaban
Taly dio un nuevo grito que lo sobresaltó y lo puso incómodo al verla correr para ponerse detrás de él arrastrando el hilo desbaratado con ella.—¿Padre? —dijo una de las hermosas niñas que estaban frente a ellos—. ¿Qué ha pasado?—Un accidente. Tiffany llévate a las niñas por favor —Su tono no dejo espacio a réplicas—. Y trae algo inmediatamente para cubrir a la señorita.—Por supuesto señor —babuceó al final la mucama mirando furiosa a Taly, quien seguía con el rostro escondido en la espalda de Lucien—. Ahora mismo me encargo.Las gemelas no se dejaron tomar de la mano y escabulleron hasta colocarse una a cada costado de la chica para mirarla con curiosidad.—¿Eres amante de mi padre? —preguntó una de ellas haciendo que Taly abriera los ojos tanto que casi se le salían de sus cuencas—. ¿No eres muy joven?—¡Lara, por Cristo! —exclamó su padre, rojo de la furia y la vergüenza—. He dicho que se vayan a su habitación.—No lo soy —respondió Taly al fin, irguiéndose como si fuera una rein
Tiffanny miró a Taly, apenas podía creer que esa chica fuera la niñera, era apenas una niña y desde luego, no tenía la menor preparación ni la más mínima clase.—Esta es tu habitación —dijo mientras la ayudaba a entrar—. No tienes permitido deambular por la casa, tienes un horario de trabajo y después, a descansar.—¿Qué pasa si me da sed? —preguntó Thalia y apretó los labios—. Supongo que puedo ir a la cocina a tomar algo, ¿o es que tampoco puedo hacerlo? Suelo tomar mucha agua de noche y estoy acostumbrada a siempre estar pendiente de los demás y…—Dije que no puedes deambular por la casa, ¿qué es lo que no se entendió? —inquirió la mujer y sus ojos se tornaron furiosos—. Si tienes sed, sube una jarra con un vaso y asunto solucionado. Esta no es cualquier propiedad, es la Casa Blanca, hay reglas, muchas, las cuales debes seguir al pie de la letra.—De acuerdo —concordó la joven.—Escucha, no sé cómo llegaste aquí, tampoco me interesa saber la clase de artimañas que utilizaste —reclam
—Ah, yo… he…—Le decía a Thalia que ya te irás —dijo el presidente y Jules le observó sin entender de qué hablaba.Taly se giró a verle sin entender.—¿De qué hablas, querido? —preguntó Jules—. No estoy entendiendo nada.—Hablo de que voy a terminar de cenar con Taly, la mujer con que me acabó de comprometer —mintió el presidente mientras Jules jadeaba sin creerlo y Taly solo boqueaba como pez fuera del agua.—¿Qué clase de broma es esta? —Volvió a preguntar su novia.—Ninguna, es cierto que ella es una empleada y pensaba usarte como cara al público para mantener mi relación con ella, pero después de hablarlo con mis allegados más íntimos, creo que no será necesario. —El presidente volvió a mentir con una frialdad que Taly se dijo que por algo era político—. Es mejor que te vayas, si quieres un pago monetario, podemos negociarlo.—¿¡Me estás diciendo que nunca pensaste en tener nada serio conmigo después de muchos meses juntos!? —gritó Jules y Taly comenzó a retroceder al ver sus inten
—Lo sé —respondió la chica—, solo no entendí, pero tome su anillo, debería indemnizarme, por poco muero atragantada. Pedir matrimonio colocando la sortija en la comida debería estar penado, es peligroso y muy anticuado. Además, la comida es sagrada.—Vaya a su habitación antes de que… —dijo Lucien tratando de conservar la calma—. No estoy de humor para tratar personas imprudentes, salga de mi vista ahora mismo.Taly frunció el ceño, pero obedeció, después de todo, no tenía intenciones de provocar la ira del hombre. Ella era joven más no tonta, estaba segura de que el presidente no estaba en su mejor momento y sin duda provocarlo, no era una buena idea.«Quiero conservar mi trabajo. No voy a empezar con problemas justo ahora». Se dijo a sí misma.—Está bien, lo veré mañana —añadió la niñera antes de darse la vuelta, pero se detuvo unos segundos—. Si necesita una compañera de borrachera, me dice, no me voy a emborrachar, pero nunca he probado una cerveza.—¡Fuera de mi vista! —gritó el
Todas las miradas fueron hacia Taly, quien se removió incómoda sin saber qué era lo que estaban planeando. Les dio una sonrisa amable y nerviosa mientras retrocedía, pero se detuvo al chocar con algo.Se giró para encontrarse con un muro humano enorme que la miró desde su altura, tan feo que ella volvió a su sitio.—¿No creen que esto es demasiado? —inquirió el presidente—. Esto es muy riesgoso, podemos simplemente inventarnos algo, lo que sea para que todo esto salga bien.—Señor presidente —dijo el señor White—. La aprobación de la que ahora goza es… nunca vista, ni siquiera en campaña. Las mujeres allá afuera siguen soñando con historias de princesas y son los hombres los que ponen peros diciendo que ella está con usted por dinero.—Por supuesto que estoy por dinero —interrumpió Taly y todos se giraron a mirarla—. Quiero que me paguen por cuidar a las niñas. Me gustan los niños, pero no hago nada por amor al arte, no vivo de aplausos y gracias.—Señorita Haretton —habló Morgan empe
—No puede amenazar al presidente —le recordó el señor White—. Recuerde eso siempre y también recuerde que debe verse feliz a su lado mientras esté frente a la prensa.—Está bien —dijo la joven con una mirada comprensiva—. ¿Ahora, ya puedo ir con las niñas?—Sí, la señora Fremman te espera en el vestíbulo, para cumplir tu trabajo de hoy —remarcó el señor White y ella solo sonrió frustrada—. Y recuerda que no puedes decirle nada a nadie, ni a tu almohada.—No hablo cosas con mi almohada —declaró la mujer como si fuera obvio, pero los presentes rodaron los ojos.Salió de ahí y caminó hacia el vestíbulo donde se encontró con Tiffany, esta le dio una mirada de repugnancia pero se guardó su comentario y caminó directo a las habitaciones en donde encontró a las dos niñas, ambas se vestían para ir al colegio.—Niñas, he venido a ayudarles —declaró Taly, aplaudiendo para que ambas le miraran—. ¿Y tú quién eres?Miró al otro niño, quien luchaba por colocarse la ropa correctamente.—Es Frank, el