En la emoción del momento Taly no se había percatado de que la Casa Blanca estaba tan lejos de donde vivía que no sabía cómo regresar con lo que llevaba de dinero.
Caminó durante horas dando vueltas por la calles y sin resultado alguno, casi quería llorar al creer que se había perdido.
Se detuvo en un pequeño sendero donde solo la rodeaban árboles y sintió el pecho dolerle por el frío y el aire helado que se colaba por su ropa y la hacía titiritar.
El miedo se instaló al verse sola y con la noche en su esplendor.
Miró su reloj. Eran casi once treinta de la noche y no sabía hacia dónde dirigirse. Tampoco recordaba como regresar hacia la casa del presidente y pedir ayuda.
Las luces de un auto la hicieron ponerse en alerta y sin pensarlo se puso a mitad del sendero para detenerlo.
El auto frenó con un rechinido de llantas al tiempo que el enfadado chofer asomaba la cabeza por la ventanilla del auto para cerciorarse que nada malo hubiera sucedido.
—¡Pero es qué se ha vuelto loca! —exclamó con un tono tan atronador que casi la hizo retroceder—. Pude haberla matado.
—Lo lamento es que estoy perdida —dijo haciendo un puchero que mermó la furia del hombre—. No sé cómo salir hacia la carretera o hacia donde sea que se toman los autobuses al centro de la ciudad. Me trajeron a la Casa Blanca para trabajar y esto es como la parte trasera de la casa, no lo sé bien.
Sus grandes ojos azules miraban ojiplática al hombre frente a ella, quien respiraba como toro embravecido.
—Está muy lejos para caminar —dijo mirando hacia todos lados—. Esto es zona privada y ningún autobús entra hasta acá y caminar hasta la parada dejarán sus pies con ampollas.
La chica suspiró derrotada y sorprendiendo al hombre, se puso a sollozar tan fuerte que el pobre no supo que hacer. Alguien le dijo algo viniendo desde el asiento trasero y esperó unos minutos en los que hablaban por teléfono. Le preguntaron su nombre y Taly lloraba de miedo pero respondió. Se sentía indefensa, como cuando salió del orfanato la primera vez.
—Vamos. —Escuchó que decía el hombre mientras abría la puerta del auto—. Suba la llevaré a la parada.
Taly le regaló una sonrisa llorosa que el hombre ignoró.
Se acomodó en el asiento de copiloto como si temiera dañar la vestidura del coche y se frotó los brazos al sentir el aire caliente dentro, solo entonces miró al hombre que le acompañaría junto a otros dos monstruosos sujetos.
—Muchas gracias es usted muy amable. —Su tono era de niña mientras el misterioso pasajero le dio un recorrido de arriba abajo—. Tendré que aprender el camino.
Era solo una niña, pensó, pero ella se veía todo menos una niña. Sacudió la cabeza ignorando el camino que sus pensamientos tomaban.
—¿Por qué no trae un abrigo? —inquirió el hombre levantando una ceja—. ¿Es que acaso pensó que era primavera?
—¡Claro que no! —replicó ofendida—. Solo no pensaba volver tan tarde a casa, al menos no cuando la noche estuviera tan fría.
—¿Dice que trabajará en la Casa Blanca? —preguntó curioso dándole una mirada de reojo—. ¿Qué se supone que hará ahí?
—Voy a ser niñera —dijo orgullosa levantando la barbilla y mirándolo como si fuera tonto—. Voy a ser niñera a partir de mañana de los bebés del presidente. Sé que es increíble, pero tengo mucha experiencia con niños, no es que haya parido, pero viví en un orfanato, eso es como vivir en la selva, hay que adaptarse, hay jaurías de niños.
—¿En serio? —inquirió curioso—. ¿Trabajará con la familia principal de este país?
—Así mismo, los conoce —preguntó con los ojos muy abiertos, viendo como el hombre asentía—. ¿Y el hombre es tan fatal como cuentan?
El hombre alzó una ceja y la miró detenidamente antes de desviar la vista.
—¿Quién le ha dicho eso? —preguntó sin dejar de mirarla.
—Tuve el tiempo de escuchar a los de administración, casi dicen que es un asesino, el señor White dijo que es malo, que lo enferma, ah y también vi a los cocineros, tenían una cara de susto mientras los dirigía una mujer que les dijo algo como, ¡debe estar perfecto o el presidente se enfadará y no queremos eso! —manifestó y se encogió de hombros.
—No puede ser tan malo —insistió el hombre mientras el chofer y los sujetos que le acompañaban, contenían la risa—. Estoy seguro.
—Seguro que lo es —respondió la chica, muy segura de su respuesta—. Estoy convencida de que es un viejo verde, de esos acosadores de servidumbre, feo, gordo y con el pelo grasiento. Las novelas nunca se equivocan. Por algo describen a los jefes acosadores de esa manera.
—Parece saber mucho de jefes —dijo el otro sin quitar la vista del camino—. Ha recorrido muchas casas como servidumbre supongo.
—Para nada. —Negó con la cabeza—. Es mi primer trabajo pero sepa que he leído infinidad de novelas románticas donde el jefe será como el mío. Incluso creo que es hasta deforme e impotente y por eso siempre está de malas, gruñendo y ofendiendo, pero conmigo será diferente.
—¿De verdad? —cuestionó intrigado y apretando los dientes.
—Voy a poner su gordo trasero en su lugar si intenta propasarse. —Taly movió la cabeza en un asentimiento decidido para puntualizar su declaración—. Es más traeré mi perfume, ese barato que me dieron en mi cumpleaños el año pasado. ¿Sabe una cosa? Ese perfume irrita la piel horrible, por eso aún no lo termino. Debo poner un poquito en un recipiente y colocarle agua y luego aplicármelo porque si no parezco un pez, toda llena de escamas por la irritación. Pero con mi seboso jefe lo usaré en estado puro. Sí señor.
Finalizó su discurso soltando el aire que le hacía falta al decir todo de corrido mientras el hombre la veía con ojos muy abiertos.
—Veo que está convencida de matar a su jefe —agregó el hombre mientras sus acompañantes se ponían en guardia con la mirada sobre ella—. Está convencida de lo terrible que es ese hombre.
Llegaron a la zona de parada de autobuses y ella se sorprendió lo rápido que se le había ido el tiempo y había sentido corto el trayecto.
—Creo que es aquí —dijo Taly mirando hacia todos lados—. Le agradezco mucho, es usted muy amable.
—Espere. —La detuvo poniendo su mano sobre su brazo antes de que bajara del auto—. ¿Vive muy lejos? Puedo llevarla.
Los ojos de Taly se iluminaron lo que hizo parpadear al hombre ante lo que le había provocado verla feliz.
—En realidad no sé si es lejos o cerca. —Él abrió la boca para decir algo pero la cerró después y guardó su comentario mientras la veía volverse a acomodar y abrocharse el cinturón de seguridad—. No me está preguntando, pero me mudé ayer y debo buscar trabajo, así que salí hoy y no sé moverme por la ciudad. No sé qué autobús hay que abordar, ni siquiera estoy segura de que vaya a alcanzarme el dinero.
Extendió un pequeño papel en su dirección que él tomó por inercia.
—Esa es la dirección de mi casa. —Se acomodó mejor en el asiento—. Procure irse por vías rápidas. No quiero llegar tarde y preocupar a la pobre Susan.
El hombre la miraba boquiabierto sin poder creer su atrevimiento y sin saber si reírse o enfadarse, pero al igual que todos en el coche, estaba divertido.»Por cierto no se ha presentado, no sea maleducado, debe saber que cuando uno conoce a alguien nuevo se presenta y usted me ha abordado y no lo hizo. —Cuando vio que iba a replicar levantó la mano para detenerlo—. Pondré el ejemplo porque fui educada con los mejores modales. Soy Taly, bueno Thalía. Thalía Haretton.Extendió la mano para que él la tomara mientras lo veía dudar, pero al final cedió y le devolvió el apretón mientras ella sonreía genuina.—Lucien, me llamo Lucien —dijo el hombre al fin y sin dejar de mirarla—. Y debería ser menos confianzuda, podría pasarle algo con gente desconocida. Además, debo corregirla, yo no la abordé, más bien usted se atravesó en mi camino y casi la arrollabamos.—¿Lucien qué? Debe tener un apellido, vamos cuénteme, no sea tímido —agregó ella sin inmutarse ante el tono severo de Lucien—. En cua
—¿Dos? —inquirió Anthony.—Eso es estupendo. —Susan se unió a la euforia de la chica mientras su hijo rodaba los ojos ante el parloteo de ambas y terminó ignorado—. ¿Cuándo empiezas? —Mañana mismo, viviré allá y el domingo será mi día libre —El entusiasmo de Sara y su hijo se apagó—. El sueldo es bueno seguro que podré apoyarte con los gastos, comprar mis cosas y ahorrar para la escuela.—Es que prometí que te cuidaría y no me gustaría que vivieras lejos —replicó Susan con los ojos acuosos—. ¿Qué le diré a Roxanne? No, definitivamente no. No importa que sea con el presidente, es… peligroso.Se enzarzaron en una discusión sobre los pros y contras y al final tanto la mujer como su hijo terminaron por ceder con la promesa de que si algo andaba mal avisaría de inmediato.Mientras tanto, Lucien viajaba en el auto incapaz de procesar lo que acababa de pasar y no se refería a las tonterías que salían de la boca de la chiquilla, sino a la manera en que lo hizo sentir, con su espíritu loco.N
Taly jamás esperó que el misterioso hombre de la noche anterior fuera su nuevo jefe. Le sonrió nerviosa, no solo porque acababa de ver al heroe de la noche anterior, sino porque tenía que admitir que lucía más apuesto que antes si es que eso era posible y también porque recordó haberlo llamado viejo verde.Lo observó con detenimiento, recreándose en cada parte de su cuerpo.Lucien era un hombre increiblemente apuesto, algo viejo para ella, pensó, pero no acostumbraba a discriminar a la gente por su edad, se dijo.Tenía los ojos más azules que había visto en su vida y el cabello tan oscuro que contrastaba con su asquerosamente hermosa piel blanca. Se atrevió a compararlo con uno de los tantos vampiros hipnóticos que había leído, esos que tenían la piel tan pálida que parecían maquillados, los labios tan rojos como la sangre, por supuesto que los tendrían rojos se dijo, ellos no tenían anemia, se alimentaban de sangre al fin al cabo.Los ojos del hombre parecían luceros que la dejaban
Taly dio un nuevo grito que lo sobresaltó y lo puso incómodo al verla correr para ponerse detrás de él arrastrando el hilo desbaratado con ella.—¿Padre? —dijo una de las hermosas niñas que estaban frente a ellos—. ¿Qué ha pasado?—Un accidente. Tiffany llévate a las niñas por favor —Su tono no dejo espacio a réplicas—. Y trae algo inmediatamente para cubrir a la señorita.—Por supuesto señor —babuceó al final la mucama mirando furiosa a Taly, quien seguía con el rostro escondido en la espalda de Lucien—. Ahora mismo me encargo.Las gemelas no se dejaron tomar de la mano y escabulleron hasta colocarse una a cada costado de la chica para mirarla con curiosidad.—¿Eres amante de mi padre? —preguntó una de ellas haciendo que Taly abriera los ojos tanto que casi se le salían de sus cuencas—. ¿No eres muy joven?—¡Lara, por Cristo! —exclamó su padre, rojo de la furia y la vergüenza—. He dicho que se vayan a su habitación.—No lo soy —respondió Taly al fin, irguiéndose como si fuera una rein
Tiffanny miró a Taly, apenas podía creer que esa chica fuera la niñera, era apenas una niña y desde luego, no tenía la menor preparación ni la más mínima clase.—Esta es tu habitación —dijo mientras la ayudaba a entrar—. No tienes permitido deambular por la casa, tienes un horario de trabajo y después, a descansar.—¿Qué pasa si me da sed? —preguntó Thalia y apretó los labios—. Supongo que puedo ir a la cocina a tomar algo, ¿o es que tampoco puedo hacerlo? Suelo tomar mucha agua de noche y estoy acostumbrada a siempre estar pendiente de los demás y…—Dije que no puedes deambular por la casa, ¿qué es lo que no se entendió? —inquirió la mujer y sus ojos se tornaron furiosos—. Si tienes sed, sube una jarra con un vaso y asunto solucionado. Esta no es cualquier propiedad, es la Casa Blanca, hay reglas, muchas, las cuales debes seguir al pie de la letra.—De acuerdo —concordó la joven.—Escucha, no sé cómo llegaste aquí, tampoco me interesa saber la clase de artimañas que utilizaste —reclam
—Ah, yo… he…—Le decía a Thalia que ya te irás —dijo el presidente y Jules le observó sin entender de qué hablaba.Taly se giró a verle sin entender.—¿De qué hablas, querido? —preguntó Jules—. No estoy entendiendo nada.—Hablo de que voy a terminar de cenar con Taly, la mujer con que me acabó de comprometer —mintió el presidente mientras Jules jadeaba sin creerlo y Taly solo boqueaba como pez fuera del agua.—¿Qué clase de broma es esta? —Volvió a preguntar su novia.—Ninguna, es cierto que ella es una empleada y pensaba usarte como cara al público para mantener mi relación con ella, pero después de hablarlo con mis allegados más íntimos, creo que no será necesario. —El presidente volvió a mentir con una frialdad que Taly se dijo que por algo era político—. Es mejor que te vayas, si quieres un pago monetario, podemos negociarlo.—¿¡Me estás diciendo que nunca pensaste en tener nada serio conmigo después de muchos meses juntos!? —gritó Jules y Taly comenzó a retroceder al ver sus inten
—Lo sé —respondió la chica—, solo no entendí, pero tome su anillo, debería indemnizarme, por poco muero atragantada. Pedir matrimonio colocando la sortija en la comida debería estar penado, es peligroso y muy anticuado. Además, la comida es sagrada.—Vaya a su habitación antes de que… —dijo Lucien tratando de conservar la calma—. No estoy de humor para tratar personas imprudentes, salga de mi vista ahora mismo.Taly frunció el ceño, pero obedeció, después de todo, no tenía intenciones de provocar la ira del hombre. Ella era joven más no tonta, estaba segura de que el presidente no estaba en su mejor momento y sin duda provocarlo, no era una buena idea.«Quiero conservar mi trabajo. No voy a empezar con problemas justo ahora». Se dijo a sí misma.—Está bien, lo veré mañana —añadió la niñera antes de darse la vuelta, pero se detuvo unos segundos—. Si necesita una compañera de borrachera, me dice, no me voy a emborrachar, pero nunca he probado una cerveza.—¡Fuera de mi vista! —gritó el
Todas las miradas fueron hacia Taly, quien se removió incómoda sin saber qué era lo que estaban planeando. Les dio una sonrisa amable y nerviosa mientras retrocedía, pero se detuvo al chocar con algo.Se giró para encontrarse con un muro humano enorme que la miró desde su altura, tan feo que ella volvió a su sitio.—¿No creen que esto es demasiado? —inquirió el presidente—. Esto es muy riesgoso, podemos simplemente inventarnos algo, lo que sea para que todo esto salga bien.—Señor presidente —dijo el señor White—. La aprobación de la que ahora goza es… nunca vista, ni siquiera en campaña. Las mujeres allá afuera siguen soñando con historias de princesas y son los hombres los que ponen peros diciendo que ella está con usted por dinero.—Por supuesto que estoy por dinero —interrumpió Taly y todos se giraron a mirarla—. Quiero que me paguen por cuidar a las niñas. Me gustan los niños, pero no hago nada por amor al arte, no vivo de aplausos y gracias.—Señorita Haretton —habló Morgan empe