Todas las miradas fueron hacia Taly, quien se removió incómoda sin saber qué era lo que estaban planeando. Les dio una sonrisa amable y nerviosa mientras retrocedía, pero se detuvo al chocar con algo.Se giró para encontrarse con un muro humano enorme que la miró desde su altura, tan feo que ella volvió a su sitio.—¿No creen que esto es demasiado? —inquirió el presidente—. Esto es muy riesgoso, podemos simplemente inventarnos algo, lo que sea para que todo esto salga bien.—Señor presidente —dijo el señor White—. La aprobación de la que ahora goza es… nunca vista, ni siquiera en campaña. Las mujeres allá afuera siguen soñando con historias de princesas y son los hombres los que ponen peros diciendo que ella está con usted por dinero.—Por supuesto que estoy por dinero —interrumpió Taly y todos se giraron a mirarla—. Quiero que me paguen por cuidar a las niñas. Me gustan los niños, pero no hago nada por amor al arte, no vivo de aplausos y gracias.—Señorita Haretton —habló Morgan empe
—No puede amenazar al presidente —le recordó el señor White—. Recuerde eso siempre y también recuerde que debe verse feliz a su lado mientras esté frente a la prensa.—Está bien —dijo la joven con una mirada comprensiva—. ¿Ahora, ya puedo ir con las niñas?—Sí, la señora Fremman te espera en el vestíbulo, para cumplir tu trabajo de hoy —remarcó el señor White y ella solo sonrió frustrada—. Y recuerda que no puedes decirle nada a nadie, ni a tu almohada.—No hablo cosas con mi almohada —declaró la mujer como si fuera obvio, pero los presentes rodaron los ojos.Salió de ahí y caminó hacia el vestíbulo donde se encontró con Tiffany, esta le dio una mirada de repugnancia pero se guardó su comentario y caminó directo a las habitaciones en donde encontró a las dos niñas, ambas se vestían para ir al colegio.—Niñas, he venido a ayudarles —declaró Taly, aplaudiendo para que ambas le miraran—. ¿Y tú quién eres?Miró al otro niño, quien luchaba por colocarse la ropa correctamente.—Es Frank, el
Taly carraspeó sin entender exactamente qué era lo que acababa de pasar. Miró al hombre a su lado, quien hablaba con una frialdad que le puso los pelos de punta. Se preguntó, cómo un hombre que la había besado de la manera que lo hizo, ahora estaba ahí como si nada cuando ella sentía que sus piernas se doblarían en cualquier momento.Se removió en su sitio y esperó a que todo terminara; no obstante, se sorprendió cuando una de las reporteras se dirigió hacia ella para hacer una pregunta.—Señorita Haretton, ¿dígame que se siente que después de ser una chica normal ahora es la inspiración de cientos de mujeres en el mundo? —inquirió y Taly solo guardó silencio durante unos segundos antes de mirar hacia el frente, donde Morgan le hizo un discreto asentimiento para que respondiera.—No sé si deba ser solo una inspiración para las mujeres por estar con el presidente, preferiría ser la inspiración de muchas chicas que desean superarse, incluso si no es con un novio presidencial —respondió y
—¿Es… tá todo bien? —inquirió Morgan al ver a Taly en cuatro patas en el piso y sobre todo al ver que el presidente estaba a punto de sacarle un ojo con su erección que tenía y que desde luego no se molestaba en ocultar, tal vez porque tampoco podía hacerlo, el falo enhiesto casi rompía el pantalón.—Sí, está todo perfecto —dijo el presidente y de inmediato se colocó la chaqueta, intentando disimular lo que estaba pasando y luego de eso, volvió al escritorio y tomó su lugar en el sillón ejecutivo desde donde fingió acomodar toda clase de documentos para evitar la mirada de la mujer. Carraspeó nervioso—. ¿Qué necesitas?—Nada, es solo que quería hablar con la señorita Haretton —dijo Morgan y estuvo conteniendo la risa para que no la reprendiera o peor aún la terminara despidiendo por su atrevimiento. Se giró hacia la joven, quien para entonces seguía a gatas en el piso con los ojos muy abiertos, incapaz de reaccionar—. Ya puedes pararte, Taly.La joven salió del estupor y se puso de pie
Por un momento, todo alrededor de Taly desapareció. Nunca un hombre la había tocado más allá de las manos y no es que fuera una puritana, estaba bien versada en esos menesteres, no porque fuera una casquivana, sino porque odiaba ignorar algo y ella era muy curiosa.No estaba segura de que perder la virginidad con un hombre que como mínimo le duplicaba la edad fuera lo mejor, tampoco sabía si debía hacerse por amor o solo por placer.En ese momento, ella no pudo pensar con claridad, no cuando las calientes manos del hombre estaban recorriendo su piel y le provocaban sensaciones que no podía nombrar y tampoco quería detener.Le tomó apenas unos segundos entender que si lo hacía con él no tendría nada de malo. Ambos eran adultos, se dijo, así que sujetó su cuello y se aferró a Lucien con todas sus fuerzas.Escucharon el sonido de pasos en el pasillo y se apartaron unos segundos en los que solo se miraron.Lucien quería parar, pero estaba tan caliente que le resultaba imposible, así que cu
Taly respiró jadeante y miró a Lucien, quien no pudo evitar sonreírle antes de levantarla en volandas y llevarla a la cama.La dejó caer con sutileza y acarició su rostro, acomodando el desordenado cabello mientras ella solo le observaba expectante.Recorrió con sus nudillos las mejillas de la joven, despacio y comenzó un recorrido lascivo que partió desde el mentón, pasando por el cuello, atravesando el valle de los senos y se detuvo ahí, dando una caricia morbosa que la hizo suspirarLe observó y se aventuró a desvestirla con lentitud, quitando el veraniego vestido con tranquilidad pasmosa mientras la niñera solo veía con atención, sin saber qué debía hacer ella mientras Lucien quitaba su vestido. Pronto se vio desnuda y con solo su sostén cubriendo sus pechos, pero no tardó en verse sin la última prenda, cuando el presidente lo quitó sin mayor dificultad.La hizo acostarse de nuevo y acarició su cuerpo una vez más, recorriendo todo el costado y prestando especial atención a los fir
Un gemido emanó de la garganta del presidente, quien no pudo evitar sentirse enajenado de su propia consciencia mientras poseía a Taly, quien apenas tuvo que mirarlo para hacerlo sucumbir a la lujuria.Un pequeño quejido salió de sus labios, toda vez que apenas podía controlar sus latidos y la frescura de la que se veía contagiado.Un lascivo y morboso «Eres deliciosa», brotó de sus labios seguido de un lastimero gemido que llenó por completo la habitación.Se quedó quieto dentro de ella, esperando que se acostumbrara a la invasión y cuando la sintió removerse, supo que estaba lista.Comenzó a moverse dentro y fuera de ella, al principio lento, suave y aceleró los movimientos cada vez más, poco a poco hasta que escuchó los gimoteos de la mujer y las peticiones para que cada vez se volviera más intenso.Aceleró las penetraciones y se adentró en ella cada vez más fuerte y más rudo, provocando que la joven comenzara a emitir gritillos que resonaban por toda la habitación.El movimiento de
Taly despertó luego haber pasado una horrible noche, llorando hasta quedarse dormida. Se dijo que se lo tenía merecida por estúpida, por confiar en el primero que le hablaba bonito y que desde luego, no debía volver a caer en sus redes.Era demasiado noble para odiar, pero eso no significaba que no fuera humana, sentía rencor, enfado.Desde luego también sentía un insano deseo de cobrarse la afrenta, sin importar nada, algo dentro de ella le instaba a querer desquitarse.—Maldito mentiroso —dijo mientras se colocaba el listón en el cabello y se ponía su uniforme, aun cuando le indicaron que no debía llevarlo—. Total, si me despiden me lo tengo merecido, por confiada, por tonta y solo espero que consigan una niñera pronto, no quiero quedarme aquí.Sus ojos lucían inflamados y llorosos, así que al terminar corrió a la cocina y sacó un par de cubos de hielo para colocárselos encima antes de ir a despertar a los niños y tenerlos listos para el colegio.Fue así como Tiffany la encontró.—Se