Capítulo 2

La mañana pintaba poco soleada pero no por ello menos hermosa para Taly.

Tenía los ánimos renovados y se sentía con energía para salir en busca de un trabajo.

Bajó de la habitación con una sonrisa en la cara y entró a la cocina donde se encontraban Tony y Susan. 

—Voy a ir a buscar trabajo —informó entusiasmada, haciendo que los dos la miraran con sorpresa—. Quizás pueda conseguir algo hoy.

—Me parece estupendo —respondió Susan tomándola del brazo—, pero hay que desayunar antes para tener fuerzas. Puedes ir con Tony y ver si te entrevistan de una vez.

Hizo que Taly se sentara a la mesa y le sirvió abundante comida.

—Deberías esperar un poco, al menos a que descanses más, fue un viaje de casi un día en autobús —agregó Tony con el entrecejo fruncido—. Debes estar agotada.

—Qué mejor manera de combatir el agotamiento que con trabajo. —Su mirada pícara hizo que madre e hijo estallaran en carcajadas—. Necesito un trabajo ya o me volveré un parásito. Por el momento buscaré por mi cuenta, pero agradecería que le digas a tu jefe, no me gustaría llegar así nada más. Si él lo aprueba, estaré ahí en cuanto me llames, este es mi número, es una chatarra, pero sirve para lo que debe.

El joven asintió y, terca como era, Taly se apresuró a desayunar y luego dijo que la mejor manera de conocer la ciudad era andando por ella, así que salió de aquella casa sin saber exactamente a dónde dirigirse pero segura de no regresar a menos que encontrara algo.

Caminó sin éxito alguno durante horas hasta que prácticamente sus piernas ya no respondían. 

Estaba por darse por vencida y caminó hacia la orilla de la calle para abordar un taxi. Debía ahorrar y ella lo sabía, pero mientras no conociera la ciudad no podia moverse en autobús. La tarde comenzaba a ponerse fría y se maldijo por no haber llevado un suéter. 

El viento sopló tan fuerte que la hizo retroceder y encogerse con el frío colándose por sus huesos. 

Se acomodó el cabello y se aferró a su pequeño bolso, pero justo cuando estaba por irse escuchó a una elegante mujer a su lado mientras hablaba por teléfono.

—¿Qué quieres que haga? Nadie quiere ese trabajo sin importar la paga —dijo la rubia despampanante—. Ya no sé qué hacer, he llamado a todas las postulantes y ninguna cubre los requisitos, si no tengo una para mañana, será mi muerte. ¿¡Dónde diablos encontraré una niñera a esta hora!? ¡Dios! Más me hubiera valido tomar cianuro. En fin, ya voy de camino y no sé lo que voy a decir para excusarme.

«¿Niñera?» Pensó Taly.

Lo pensó mucho y miró a la mujer sacudir su cabello con las manos por la desesperación, pero finalmente se decidió a hablar.

—Disculpe —dijo quedito.

La mujer se giró y la vio de pies a cabeza.

—Sí, toma —declaró la mujer, entregándole unos dólares.

—¡Oh, no! No es dinero lo que quiero —mencionó mientras ella le dejaba de prestar atención y levantaba la mano para parar un taxi, pero no había tenido suerte—. Escuché que busca una niñera y casualmente yo busco trabajo.

La mujer se giró y la volvió a mirar de arriba abajo.

—No eres el perfil que buscamos —respondió la otra—. Y no deberías escuchar conversaciones ajenas.

—Bueno, usted estaba gritando y, ¿cómo sabe que no soy lo que necesita si no me ha visto trabajar? —preguntó y de nuevo, la rubia le observó—. Soy buena con los niños, crecí en un orfanato, estuve rodeada de ellos y le juro que tengo paciencia, sé cocinar, coser, lavar, soy buena con la escuela, especialmente con aritmética, jamás perdí un centavo de las vendimias; soy honrada, puedo bañar perros y gatos y si puedo con ellos, puedo bañar niños sin ahogarlos. Tengo alta tolerancia y recién salí del orfanato para ganarme la vida, le prometo que seré buena.

La mujer le observaba atenta y la esperanza renació en el corazón al ver que tenía su atención. Quizás esa era la oportunidad que necesitaba para demostrar su valía.

—¿Dices que vienes de un orfanato? ¿Cuál? ¿Tienes manera de probarlo? —inquirió la rubia—. ¿Hay manera de confirmar tu identidad? ¿Podemos investigarte?

—Sí, desde luego. —Extendió su carpeta de documentos—. Estuve en el Saint Katherine, es un orfanato de la iglesia de Saint John, católico, ahí hay muchas monjas. En el sobre están todas mis recomendaciones y puede llamar para preguntar, también puede investigarme, no soy mala persona, pero sí que estuve en peleas dentro del orfanato con otros niños, pero la madre Roxanne dijo que eso no era malo si me arrepentía de corazón y lo hice, no soy rencorosa.

La mujer se lo pensó un momento, pero finalmente abrió la carpeta y revisó los sobres con las recomendaciones, su documentación y luego de una lucha interna, tomó su teléfono e hizo una llamada.

—Patrick —dijo a quien le haya respondido—. Necesito información de Thalia Haretton. Te enviaré las fotos ahora mismo y lo necesito para ayer, esperaré tu informe aquí mismo.

Colgó y le pidió a Taly que la siguiera. La joven dudó un poco ante todo el misterio de la mujer, pero le siguió a la cafetería y aceptó la bebida caliente y el pan.

»¿Sabes algo de tus padres? —inquirió la mujer y Taly quiso golpearla ante la pregunta tonta.

—No, me dejaron en la iglesia. —Mordió su pan con ahínco y se relamió el azúcar de los labios—. Me recogió el padre Marcus. —Mordió de nuevo—. Él me llevó al orfanato. —Mordió una vez más—. Me dio su apellido. —mordida—. Crecí ahí desde los primeros días —mordida.

—Bien —dijo la mujer—. No pareces norteamericana, tus rasgos son… muy marcados, como europeos.

—Mmm, ¿eso es malo? —inquirió la chica.

—No, solo era curiosidad —mencionó la mujer y comenzó a hacerle preguntas sobre su vida, tratando de hacerla contradecir, pero luego de un largo rato, terminó divertida con sus anécdotas, todas tan inocentes que le pareció que Taly era muy ingenua.

Finalmente y luego de un extenso rato, recibió la llamada que necesitaba, Taly estaba limpia.

—Vámonos —añadió y dejó su taza.

—¿A dónde? —cuestionó Taly.

—¿Quieres trabajar, o no? —inquirió y se sorprendió cuando la escuchó chillar y pararse de un salto para seguirla—. Bueno, ya basta, ¿puedes empezar hoy? Debes quedarte a dormir, enviarán por tus cosas a la dirección que des y cuidarás veinticuatro siete de los niños.

—Sí, solo deje llamarle a la señora Mayers, ella es mi contacto con el orfanato, así que le diré, ¿pero a dónde vamos? Debo decirle —inquirió.

—Vamos a casa del presidente —añadió y Taly pestañeó confundida—. No me mires así, es por seguridad que te investigamos, nadie tiene acceso al presidente sin antes ser investigado, en tu caso, me he saltado miles de protocolos y me he basado en mi intuición, así como en lo que me informaron para llevarte. Estoy arriesgando mi pellejo y más vale que no me defraudes.

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