La mañana pintaba poco soleada pero no por ello menos hermosa para Taly.
Tenía los ánimos renovados y se sentía con energía para salir en busca de un trabajo.
Bajó de la habitación con una sonrisa en la cara y entró a la cocina donde se encontraban Tony y Susan.
—Voy a ir a buscar trabajo —informó entusiasmada, haciendo que los dos la miraran con sorpresa—. Quizás pueda conseguir algo hoy.
—Me parece estupendo —respondió Susan tomándola del brazo—, pero hay que desayunar antes para tener fuerzas. Puedes ir con Tony y ver si te entrevistan de una vez.
Hizo que Taly se sentara a la mesa y le sirvió abundante comida.
—Deberías esperar un poco, al menos a que descanses más, fue un viaje de casi un día en autobús —agregó Tony con el entrecejo fruncido—. Debes estar agotada.
—Qué mejor manera de combatir el agotamiento que con trabajo. —Su mirada pícara hizo que madre e hijo estallaran en carcajadas—. Necesito un trabajo ya o me volveré un parásito. Por el momento buscaré por mi cuenta, pero agradecería que le digas a tu jefe, no me gustaría llegar así nada más. Si él lo aprueba, estaré ahí en cuanto me llames, este es mi número, es una chatarra, pero sirve para lo que debe.
El joven asintió y, terca como era, Taly se apresuró a desayunar y luego dijo que la mejor manera de conocer la ciudad era andando por ella, así que salió de aquella casa sin saber exactamente a dónde dirigirse pero segura de no regresar a menos que encontrara algo.
Caminó sin éxito alguno durante horas hasta que prácticamente sus piernas ya no respondían.
Estaba por darse por vencida y caminó hacia la orilla de la calle para abordar un taxi. Debía ahorrar y ella lo sabía, pero mientras no conociera la ciudad no podia moverse en autobús. La tarde comenzaba a ponerse fría y se maldijo por no haber llevado un suéter.
El viento sopló tan fuerte que la hizo retroceder y encogerse con el frío colándose por sus huesos.
Se acomodó el cabello y se aferró a su pequeño bolso, pero justo cuando estaba por irse escuchó a una elegante mujer a su lado mientras hablaba por teléfono.
—¿Qué quieres que haga? Nadie quiere ese trabajo sin importar la paga —dijo la rubia despampanante—. Ya no sé qué hacer, he llamado a todas las postulantes y ninguna cubre los requisitos, si no tengo una para mañana, será mi muerte. ¿¡Dónde diablos encontraré una niñera a esta hora!? ¡Dios! Más me hubiera valido tomar cianuro. En fin, ya voy de camino y no sé lo que voy a decir para excusarme.
«¿Niñera?» Pensó Taly.
Lo pensó mucho y miró a la mujer sacudir su cabello con las manos por la desesperación, pero finalmente se decidió a hablar.
—Disculpe —dijo quedito.
La mujer se giró y la vio de pies a cabeza.
—Sí, toma —declaró la mujer, entregándole unos dólares.
—¡Oh, no! No es dinero lo que quiero —mencionó mientras ella le dejaba de prestar atención y levantaba la mano para parar un taxi, pero no había tenido suerte—. Escuché que busca una niñera y casualmente yo busco trabajo.
La mujer se giró y la volvió a mirar de arriba abajo.
—No eres el perfil que buscamos —respondió la otra—. Y no deberías escuchar conversaciones ajenas.
—Bueno, usted estaba gritando y, ¿cómo sabe que no soy lo que necesita si no me ha visto trabajar? —preguntó y de nuevo, la rubia le observó—. Soy buena con los niños, crecí en un orfanato, estuve rodeada de ellos y le juro que tengo paciencia, sé cocinar, coser, lavar, soy buena con la escuela, especialmente con aritmética, jamás perdí un centavo de las vendimias; soy honrada, puedo bañar perros y gatos y si puedo con ellos, puedo bañar niños sin ahogarlos. Tengo alta tolerancia y recién salí del orfanato para ganarme la vida, le prometo que seré buena.
La mujer le observaba atenta y la esperanza renació en el corazón al ver que tenía su atención. Quizás esa era la oportunidad que necesitaba para demostrar su valía.
—¿Dices que vienes de un orfanato? ¿Cuál? ¿Tienes manera de probarlo? —inquirió la rubia—. ¿Hay manera de confirmar tu identidad? ¿Podemos investigarte?
—Sí, desde luego. —Extendió su carpeta de documentos—. Estuve en el Saint Katherine, es un orfanato de la iglesia de Saint John, católico, ahí hay muchas monjas. En el sobre están todas mis recomendaciones y puede llamar para preguntar, también puede investigarme, no soy mala persona, pero sí que estuve en peleas dentro del orfanato con otros niños, pero la madre Roxanne dijo que eso no era malo si me arrepentía de corazón y lo hice, no soy rencorosa.
La mujer se lo pensó un momento, pero finalmente abrió la carpeta y revisó los sobres con las recomendaciones, su documentación y luego de una lucha interna, tomó su teléfono e hizo una llamada.
—Patrick —dijo a quien le haya respondido—. Necesito información de Thalia Haretton. Te enviaré las fotos ahora mismo y lo necesito para ayer, esperaré tu informe aquí mismo.
Colgó y le pidió a Taly que la siguiera. La joven dudó un poco ante todo el misterio de la mujer, pero le siguió a la cafetería y aceptó la bebida caliente y el pan.
»¿Sabes algo de tus padres? —inquirió la mujer y Taly quiso golpearla ante la pregunta tonta.
—No, me dejaron en la iglesia. —Mordió su pan con ahínco y se relamió el azúcar de los labios—. Me recogió el padre Marcus. —Mordió de nuevo—. Él me llevó al orfanato. —Mordió una vez más—. Me dio su apellido. —mordida—. Crecí ahí desde los primeros días —mordida.
—Bien —dijo la mujer—. No pareces norteamericana, tus rasgos son… muy marcados, como europeos.
—Mmm, ¿eso es malo? —inquirió la chica.
—No, solo era curiosidad —mencionó la mujer y comenzó a hacerle preguntas sobre su vida, tratando de hacerla contradecir, pero luego de un largo rato, terminó divertida con sus anécdotas, todas tan inocentes que le pareció que Taly era muy ingenua.
Finalmente y luego de un extenso rato, recibió la llamada que necesitaba, Taly estaba limpia.
—Vámonos —añadió y dejó su taza.
—¿A dónde? —cuestionó Taly.
—¿Quieres trabajar, o no? —inquirió y se sorprendió cuando la escuchó chillar y pararse de un salto para seguirla—. Bueno, ya basta, ¿puedes empezar hoy? Debes quedarte a dormir, enviarán por tus cosas a la dirección que des y cuidarás veinticuatro siete de los niños.
—Sí, solo deje llamarle a la señora Mayers, ella es mi contacto con el orfanato, así que le diré, ¿pero a dónde vamos? Debo decirle —inquirió.
—Vamos a casa del presidente —añadió y Taly pestañeó confundida—. No me mires así, es por seguridad que te investigamos, nadie tiene acceso al presidente sin antes ser investigado, en tu caso, me he saltado miles de protocolos y me he basado en mi intuición, así como en lo que me informaron para llevarte. Estoy arriesgando mi pellejo y más vale que no me defraudes.
Taly seguía con la boca abierta, pero finalmente asintió y llamó a la señora Mayers para decirle que tenía un trabajo en la Casa Blanca. La mujer se rio de ella y no le creyó hasta que la mujer rubia habló con ella.Se presentó como miembro de la oficina de administración y proceso selectivo, Alice Morgan y le dio toda una letanía sobre su rango y trabajo.Al terminar esperaron pacientes hasta que un auto pasó por ellas y ya no tomaron un taxi.El trayecto había sido extenso pero conforme el auto avanzaba Taly miraba con asombro como poco a poco dejaban atrás las casas pequeñas para entrar a una zona bastante lujosa que la intimidaba un poco.El auto se adentró a la Casa Blanca y la chica miró con asombro el lugar.Tomó con fuerza su bolso y carpeta antes de bajar y caminar junto a la mujer por los pasillos hasta llegar a una zona en la que le revisaron el bolso y cada parte de ella.—Espérame detrás de esa puerta —ordenó la rubia y le hizo una seña a los hombres enormes que estaban p
En la emoción del momento Taly no se había percatado de que la Casa Blanca estaba tan lejos de donde vivía que no sabía cómo regresar con lo que llevaba de dinero.Caminó durante horas dando vueltas por la calles y sin resultado alguno, casi quería llorar al creer que se había perdido.Se detuvo en un pequeño sendero donde solo la rodeaban árboles y sintió el pecho dolerle por el frío y el aire helado que se colaba por su ropa y la hacía titiritar.El miedo se instaló al verse sola y con la noche en su esplendor. Miró su reloj. Eran casi once treinta de la noche y no sabía hacia dónde dirigirse. Tampoco recordaba como regresar hacia la casa del presidente y pedir ayuda. Las luces de un auto la hicieron ponerse en alerta y sin pensarlo se puso a mitad del sendero para detenerlo.El auto frenó con un rechinido de llantas al tiempo que el enfadado chofer asomaba la cabeza por la ventanilla del auto para cerciorarse que nada malo hubiera sucedido.—¡Pero es qué se ha vuelto loca! —excla
El hombre la miraba boquiabierto sin poder creer su atrevimiento y sin saber si reírse o enfadarse, pero al igual que todos en el coche, estaba divertido.»Por cierto no se ha presentado, no sea maleducado, debe saber que cuando uno conoce a alguien nuevo se presenta y usted me ha abordado y no lo hizo. —Cuando vio que iba a replicar levantó la mano para detenerlo—. Pondré el ejemplo porque fui educada con los mejores modales. Soy Taly, bueno Thalía. Thalía Haretton.Extendió la mano para que él la tomara mientras lo veía dudar, pero al final cedió y le devolvió el apretón mientras ella sonreía genuina.—Lucien, me llamo Lucien —dijo el hombre al fin y sin dejar de mirarla—. Y debería ser menos confianzuda, podría pasarle algo con gente desconocida. Además, debo corregirla, yo no la abordé, más bien usted se atravesó en mi camino y casi la arrollabamos.—¿Lucien qué? Debe tener un apellido, vamos cuénteme, no sea tímido —agregó ella sin inmutarse ante el tono severo de Lucien—. En cua
—¿Dos? —inquirió Anthony.—Eso es estupendo. —Susan se unió a la euforia de la chica mientras su hijo rodaba los ojos ante el parloteo de ambas y terminó ignorado—. ¿Cuándo empiezas? —Mañana mismo, viviré allá y el domingo será mi día libre —El entusiasmo de Sara y su hijo se apagó—. El sueldo es bueno seguro que podré apoyarte con los gastos, comprar mis cosas y ahorrar para la escuela.—Es que prometí que te cuidaría y no me gustaría que vivieras lejos —replicó Susan con los ojos acuosos—. ¿Qué le diré a Roxanne? No, definitivamente no. No importa que sea con el presidente, es… peligroso.Se enzarzaron en una discusión sobre los pros y contras y al final tanto la mujer como su hijo terminaron por ceder con la promesa de que si algo andaba mal avisaría de inmediato.Mientras tanto, Lucien viajaba en el auto incapaz de procesar lo que acababa de pasar y no se refería a las tonterías que salían de la boca de la chiquilla, sino a la manera en que lo hizo sentir, con su espíritu loco.N
Taly jamás esperó que el misterioso hombre de la noche anterior fuera su nuevo jefe. Le sonrió nerviosa, no solo porque acababa de ver al heroe de la noche anterior, sino porque tenía que admitir que lucía más apuesto que antes si es que eso era posible y también porque recordó haberlo llamado viejo verde.Lo observó con detenimiento, recreándose en cada parte de su cuerpo.Lucien era un hombre increiblemente apuesto, algo viejo para ella, pensó, pero no acostumbraba a discriminar a la gente por su edad, se dijo.Tenía los ojos más azules que había visto en su vida y el cabello tan oscuro que contrastaba con su asquerosamente hermosa piel blanca. Se atrevió a compararlo con uno de los tantos vampiros hipnóticos que había leído, esos que tenían la piel tan pálida que parecían maquillados, los labios tan rojos como la sangre, por supuesto que los tendrían rojos se dijo, ellos no tenían anemia, se alimentaban de sangre al fin al cabo.Los ojos del hombre parecían luceros que la dejaban
Taly dio un nuevo grito que lo sobresaltó y lo puso incómodo al verla correr para ponerse detrás de él arrastrando el hilo desbaratado con ella.—¿Padre? —dijo una de las hermosas niñas que estaban frente a ellos—. ¿Qué ha pasado?—Un accidente. Tiffany llévate a las niñas por favor —Su tono no dejo espacio a réplicas—. Y trae algo inmediatamente para cubrir a la señorita.—Por supuesto señor —babuceó al final la mucama mirando furiosa a Taly, quien seguía con el rostro escondido en la espalda de Lucien—. Ahora mismo me encargo.Las gemelas no se dejaron tomar de la mano y escabulleron hasta colocarse una a cada costado de la chica para mirarla con curiosidad.—¿Eres amante de mi padre? —preguntó una de ellas haciendo que Taly abriera los ojos tanto que casi se le salían de sus cuencas—. ¿No eres muy joven?—¡Lara, por Cristo! —exclamó su padre, rojo de la furia y la vergüenza—. He dicho que se vayan a su habitación.—No lo soy —respondió Taly al fin, irguiéndose como si fuera una rein
Tiffanny miró a Taly, apenas podía creer que esa chica fuera la niñera, era apenas una niña y desde luego, no tenía la menor preparación ni la más mínima clase.—Esta es tu habitación —dijo mientras la ayudaba a entrar—. No tienes permitido deambular por la casa, tienes un horario de trabajo y después, a descansar.—¿Qué pasa si me da sed? —preguntó Thalia y apretó los labios—. Supongo que puedo ir a la cocina a tomar algo, ¿o es que tampoco puedo hacerlo? Suelo tomar mucha agua de noche y estoy acostumbrada a siempre estar pendiente de los demás y…—Dije que no puedes deambular por la casa, ¿qué es lo que no se entendió? —inquirió la mujer y sus ojos se tornaron furiosos—. Si tienes sed, sube una jarra con un vaso y asunto solucionado. Esta no es cualquier propiedad, es la Casa Blanca, hay reglas, muchas, las cuales debes seguir al pie de la letra.—De acuerdo —concordó la joven.—Escucha, no sé cómo llegaste aquí, tampoco me interesa saber la clase de artimañas que utilizaste —reclam
—Ah, yo… he…—Le decía a Thalia que ya te irás —dijo el presidente y Jules le observó sin entender de qué hablaba.Taly se giró a verle sin entender.—¿De qué hablas, querido? —preguntó Jules—. No estoy entendiendo nada.—Hablo de que voy a terminar de cenar con Taly, la mujer con que me acabó de comprometer —mintió el presidente mientras Jules jadeaba sin creerlo y Taly solo boqueaba como pez fuera del agua.—¿Qué clase de broma es esta? —Volvió a preguntar su novia.—Ninguna, es cierto que ella es una empleada y pensaba usarte como cara al público para mantener mi relación con ella, pero después de hablarlo con mis allegados más íntimos, creo que no será necesario. —El presidente volvió a mentir con una frialdad que Taly se dijo que por algo era político—. Es mejor que te vayas, si quieres un pago monetario, podemos negociarlo.—¿¡Me estás diciendo que nunca pensaste en tener nada serio conmigo después de muchos meses juntos!? —gritó Jules y Taly comenzó a retroceder al ver sus inten