Simone, desesperada, acepta ser madre por contrato de la hija del Ceo Edmond Arnaud. El contrato es claro, fingirán ser pareja, no deben enamorarse. Ellos se odian y a la vez una atracción extraña los consume. No lo recuerdan, pero pasaron una noche apasionada juntos y la pequeña es hija de ambos.
Leer másEdmond.Un escalofrío cargado de miedo recorre mi cuerpo. Mi garganta se seca; la preocupación evoluciona a incertidumbre. Mi vista se nubla, el teléfono cae al suelo. Escucho las voces como un eco lejano. La sangre pasea helada por mis adentros, percibo el frío en la yema de mis dedos. Me guían al auto, intentan que reaccione, pero por más fuerte que sean las sacudidas no pueden sacarme de este estado de shock donde el hermoso rostro de mi pequeña es protagonista. Entonces las siento caer; las lágrimas, una detrás de otra. Desconozco el tiempo transcurrido, o si aún estoy respirando; lo próximo que siento es un puñetazo atravesando mi barbilla.—¡Que te centres carajo! El grito de Jerome hace que parpadee, el pánico afianza, entonces lo noto, estamos frente a mi casa, hay autos de policía, y demasiadas personas para mi gusto, incluso reporteros.—Esto es un desastre, una maldita desgracia —paso las manos por mi rostro, y el dolor del golpe que acabo de recibir se agudiza.—Disculpa,
Edmond."El apellido Arnaud ha llevado por más de dos siglos el título de Rey de Perfume en Francia y el mundo. Somos una dinastía, los emperadores de los aromas, de las fragancias caras, los más respetados en esta galaxia, y si llegara a existir otra lo seríamos también, por nuestra sangre corre el éxito; el dinero y el poder. Nunca verás a un Arnaud deshonrando el apellido, el legado que nos ha costado pulir y mantener. Ser rey no es fácil, hay que hacer sacrificios, hay que aplastar a los de abajo. Confío que cuando te veas en una situación engorrosa sepas más allá de hacer lo correcto; lo que sea mejor para la familia, para los Arnaud."Una vergüenza profunda invade mi pecho, a la vez que las palabras dichas por mi abuelo se repiten constantemente en mi cabeza. He querido llorar, pero he aguantado cada lágrima, sería una desfachatez de mi parte, cuando todo esto ha pasado por mi maldita culpa, me niego a creer, pero las evidencias son más fuertes. Hemos dejado la casa de esa mujer
Edmond.—¡Ya suéltame, Jerome, carajos! Le exijo, pero hasta que no me hace entrar en el auto a empujones limpios no para. Cierra la puerta y entra al lado del conductor, nuestras respiraciones jadeantes se toman el lugar. Nos observamos por un momento, mi mente es un desastre estoy desorientado y todo lo que quisiera hacer ahora mismo es totalmente ilegal. Jerome refleja incógnita, espera que hable, pero apenas puedo juntar toda la información pasando a enormes velocidades por mi cabeza. El móvil vuelve a sonar, mi vista recae en él, es el detective.—¡¿Puedes atender el jodido teléfono aunque sea?! —asiento, inhalo profundo antes de contestar.—Esteban...—Señor Edmond, necesitamos vernos, no me dejó terminar de decirle lo que he encontrado.—Ya sé que Éline es la hija de Simone y mía que estuve casado con una asesina y una secuestradora todo este tiempo. La voy a meter a la cárcel.—No es solo eso, señor, hay más... y acusar a su esposa no le convendría en estos momentos. Aún no l
Edmond.Escucho su historia, cada palabra comienza a taladrarme dentro. Un sentimiento extraño, como la primera vez que la vi. Detallo su perfil, los gestos sutiles maquillan el sentir de cada sílaba saliendo de su boca. Quedo perdido en sus ojos, en el brillo fiero que hay en ellos, percibo odio, dolor, desesperación. La conozco, tan bien, que la duda me cala dentro, estoy seguro, esta leyenda no es tan leyenda; tiene que ver con ella, ¿pero cómo? El fulgor en su mirada recae en Karine, se intensifica como si quisiera tragársela viva. Entonces abre la caja, mi curiosidad se sacia al ver lo que lleva dentro, saca una corona hecha de esas flores del demonio; la coloca en su cabeza; un latido osco sacude mi pecho a la vez que los invitados aplauden. El cabello corto, los jazmines sobre su cabeza... "Reina de flores blancas" —¡Simone! La llamo, pero ha salido prácticamente corriendo. Quiero ir detrás de ella, pedir explicaciones; imágenes raras me invaden, parecen ser recuerdos; mas, d
Simone.Su risa, retorcida, ha horrorizado mis pesadillas por meses; disfrutó ver cómo me arrastraba sobre el pavimento; cómo la vida escapaba de mis manos. Es una asesina, su postura lo demuestra, el gesto de repulsión en su rostro; como si yo fuera la cucaracha más asquerosa que ha visto en la vida. No me tiene miedo, lo percibo, una sonrisa burlona se alza en la comisura de sus labios. Voy hacia ella, quedamos a corta distancia. Nuestros ojos colisionan, se dicen todo sin necesidad de palabras; ambas sabemos que el apocalipsis se desatará y ninguna está dispuesta a renunciar. Sin muchos preámbulos, le doy la bofetada que el odio me exige; ella gime en sorpresa, el eco de la piel golpeada resuena contra las paredes del baño.—¡Eres una hija de perra! —grito, mi respiración bufa con violencia. Ella vuelve a encararme.—Y tú una campesina; una burra inútil. Tú y el teatro absurdo que has montado; me das asco —su escupida cae en mi cachete, ella se rie mientras me limpio—. Estamos a ma
Simone.Mis dedos se pasean por el forro satinado de la caja. El gesto estoico no deja mi rostro mientras la observo; sonríe a todos pegada al brazo de Edmond, como si esto también fuera una victoria de ella gracias a mí. Quiero arrancársela de los labios, arrebatarle ese resplandor, esa falsa elegancia; dejar al descubierto su realidad; la podredumbre que lleva por dentro. Papá intenta llamar mi atención, sé que la estoy mirando demasiado, pero es algo que no puedo controlar. Él mismo me advirtió que tuviera cuidado, que no delatara lo que sabíamos, aún no hay elementos claros, y en el peor de los casos podría perder a Éline. Prometí no actuar desmesuradamente; contenerme, pero el hecho de estar aquí y que no hayan traído a la niña que es la única en estos momentos que podría darme un poco de tranquilidad, hace que el odio en mi interior crezca. Edmond, por su parte; tampoco muestra mucho agrado, busca mis ojos, pero no quiero verlo; suficiente tengo con soñar con él a diario, con pe
Simone.Una semana antes del lanzamiento del perfume.Mi mundo nunca estuvo tan sumido en las sombras; lo que antes representaba alegría o dicha perdió significado alguno. Dejé de dar gracias a la vida por presentarme nuevas oportunidades; es una hipócrita; únicamente estaba restregándome en la cara lo que es mío. Tengo una hija, una niña hermosa que llama mamá a la mujer que la arrebató de mis brazos. Salió de mí, no se suponía que debía conocer a su padre, él nunca podría saber de ella, pero quien terminó olvidándola fui yo. El coraje recorre mi cuerpo; llevo días pensando qué hacer, cómo recuperar a Éline; cómo contarle a Edmond lo que en realidad sucedió cuando su verdad es tan clara. ¿Me creerá? Honestamente, me importa poco, el único deseo recorriendo mis venas es recuperar a mi hija. Llevarla conmigo, alejarme de todo y de todos. Ese sentimiento de pertenencia hacia ella siempre fue cierto, desde el primer momento en que abrazó mis piernas en la oficina de Arnaud Aromes y me ll
Edmond.Han pasado más de veinte días, hoy es el lanzamiento del perfume, he preparado todo a la altura de una obra arte como la que hemos creado; es mi forma de decirle a Simone lo mucho que me importa; lo agradecido que estoy porque me haya dado la oportunidad de hacer esto juntos. Una experiencia de perfume a de ser memorable y atractiva para los clientes; es necesario generarles una impresión duradera. Es más que oler una simple fragancia; es un viaje sensorial que evoca emociones, recuerdos y asociaciones. Deseo ofrecer una experiencia refinada y exclusiva, a la altura de la herencia y la calidad de la marca Arnaud Aromes. Arreglo mi corbata frente al espejo; su reflejo muestra una pequeña silueta detrás de mí. Éline se aproxima, las manitas se aferran a mi pantalón; su tierno rostro se ve cansado, somnoliento; entonces noto que trae sus pijamas.—¿Qué pasa, cariño? ¿Por qué no te has puesto el vestido que te compré?—Tengo mucho sueño —dice mientras la cargo—. No puedo ir a la
Simone.Entro a casa de mi padre como si el demonio llevara mi alma, y tal vez quiero que lo haga que se lleve esta verdad y esta maldita incertidumbre hasta el mismo infierno si mis sospechas son ciertas. Estoy en negación, necesito que ella lo aclare, que me ayude a entender, o a definir de una vez por todas si estoy loca. El recuerdo de él esa noche del jazmín se hace cada vez más palpable, decidí salir, había superado el abuso, me sentía capaz de hablar con las personas sin miedo o vergüenza. Y entonces lo vi a él; nunca había conocido a un hombre tan apuesto; me gustó todo en él desde el primer momento; su sonrisa, su picardía, el hipnótico color de sus ojos. ¡Dios mío! ¡No estoy inventando nada, yo en realidad estuve con Edmond esa noche! El corazón quiere salirse de mi pecho, no tengo que esforzarme por hallarla, pues ella y mi padre han hecho costumbre sentarse debajo del retrato de mamá, allí toman té y platican; hoy no es la excepción. —Cariño, cómo fue...—¡Júrame por la