Serena solía ser una de las actrices más famosas de Hollywood, hasta que un escándalo le arrebató todo, dejándole no solo inmensas cicatrices a su corazón, sino también una reputación por los suelos y la responsabilidad de otra vida sobre sobre sus hombros. A cuatro años de irse a la ruina, no le queda más remedio que aceptar papeles humillantes en series de poca monta donde actrices mediocres se desquitan con ella por su falta de éxito. Sumado a eso, su cada vez más precaria situación económica apenas le permite mantener a su nena de tres años, la lleva aceptar cualquier trabajo que pueda encontrar, incluso aunque venga de él. Y por él nos referimos a uno de los hombres más crueles a quien Serena podría conocer en su vida. Grayson Blackwell le ofrece el mundo de nuevo, la fama de nuevo, a cambio de algo que ella no puede darle de ninguna manera. Enamorarse de él será casi tan doloroso como descubrir que tiene una agenda oculta, una en la que planea destruirla aun más de lo que ya lo está. Pero nada será tan terrible como saber que él es el culpable de la muerte de la persona que más amaba en el mundo. A veces la venganza es la que es ciega y el amor le devuelve la vista. Y a veces también es demasiado tarde para eso... ¿o no?
Leer másUN ESPOSO DE REEMPLAZO. EPÍLOGOEl viaje de regreso a Varna estaba siendo más largo de lo esperado. Irina conducía mientras Konstantine, sentado a su lado, tarareaba una melodía que ella no reconocía. Comandante estaba en el asiento trasero, con la cabeza apoyada en uno de sus juguetes, claramente encantado con el paseo.—¿Siempre cantas canciones que nadie conoce? —preguntó Irina, girando un momento para mirarlo con una ceja arqueada.—Claro, son exclusivas. Me las invento sobre la marcha —respondió él con una sonrisa amplia, disfrutando de la ligera brisa que entraba por la ventana.—Entonces deberías considerar un cambio de carrera. Tal vez cantante… o poeta.—¿Crees que me contratarían? —preguntó, fingiendo interés.—No lo sé, pero te haré una oferta especial por sesiones nocturnas.Ambos rieron mientras el coche seguía avanzando por la carretera, pero cuando finalmente llegaron a Varna, Konstantine no pudo evitar un suspiro profundo. Era un lugar que conocía bien, pero esta vez t
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 36. Un día libre… y toda una vidaLa luz del mediodía caía con fuerza sobre la villa cuando el barco atracó en el pequeño muelle. Irina, aún descalza y con los restos de la noche enredados en el cabello, bajó al puerto con una sonrisa cansada; y Konstantine la miraba con esa expresión de ternura y devoción que, aunque trataba de disimularla, siempre lo traicionaba. ¡Vaya que entre Comandante y él, uno al lado del otro, no se sabía cuál movería más la cola!Y por supuesto que Comandante los esperaba en la puerta, listo para todas las aventuras del día ¡porque él sí que había dormido bien! Apenas cruzaron la entrada, el pastor belga saltó hacia ellos, casi tumbándolos en su entusiasmo.—¡Ya, ya! —rio Irina, agachándose para acariciarlo mientras Konstantine observaba la escena con una sonrisa.—Pobre, estaba solito —dijo él cruzándose de brazos—. Me siento culpable porque se haya quedado tanto tiempo solito.Irina le lanzó una mirada divertida.—Bueno, al
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 35. Un torbellino en alta mar¿A quién demonios creía que engañaba? Irina apretó los puños mientras su corazón se aceleraba. Estaba enamorada de aquel idiota hasta los huesos, había pasado todo un año tratando de recuperarse de él y bastaba tenerlo delante para que se le alborotaran hasta los pensamientos otra vez.Sintió su boca impactando contra la suya de una forma que era imposible de evitar. La lengua de Konstantine salió a provocarla y ella, que casi no le tenía ganas, con énfasis en “casi”, le rodeó el cuello con las manos para atraerlo contra su cuerpo.Aquel beso se llenó de urgencia y de todas esas malditas emociones contenidas durante tanto tiempo. Irina sintió cómo las manos de Konstantine recorrían su espalda, pegándola a él mientras hacía surcos feroces y hambrientos sobre su piel. La brisa marina los envolvía, fresca y salada, pero el calor que emanaba de sus cuerpos hacía que todo a su alrededor pareciera lejano, insignificante.Konstan
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 34. Un libro abierto.Irina hizo una mueca porque no podía imaginar una muerte peor a que a alguien se lo comieran los cocodrilos, pero al final Mera no era para nada una buena persona y lo había demostrado de la peor manera.—¿Volviste a poner las señales después? —le preguntó y él asintió.—¡Con una botella de Whisky para aguantar pero con una sonrisa en mi rostro! —declaró él—. Y luego estuve durmiendo dos días. ¡Eran señales muy pesadas!Irina rio entre dientes y luego negó para sí misma porque él tenía que haber sacado su lado más retorcido como para estar contándole aquello y que a ella no le importara para nada.Por fin cuando estuvieron a suficiente distancia de la costa, Konstantine detuvo el barco y aquella cita se volvió una cena sencilla pero encantadora: una pequeña mesa montada en la cubierta, con una botella de vino tinto y un par de platos de comida mediterránea que Konstantine había preparado.Irina lo miraba con algo de asombro mientr
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 33. Un hombre desempleado.Konstantine le sujetó las muñecas, porque la verdad era que la revista no hacía daño, pero la conocía lo suficiente como para saber que de alguna manera, le estaba rompiendo de nuevo el corazón.—Sí lo hice por ti, Irina. Todo esto, todo lo que he pasado, lo hice por ti. Porque te amo. Nunca he dejado de amarte.—¿Y por qué no me lo dijiste? ¡¿Por qué no me dijiste lo que ibas a hacer, o que estabas preso?!—¡Porque no quería poner eso sobre tus hombros!—¿¡Y qué demonios estás haciendo ahora si no es ponerlo sobre mis hombros, Konstantine!? ¡Aunque sea un año después!Él respiró hondo y la envolvió en un abrazo apretado.—Porque las cosas son distintas ahora. Ahora sí puedo pelear. No espero que cambies nada o que hagas nada, solo quería que supieras la verdad.Irina dejó escapar un suspiro tembloroso, tenía las emociones a flor de piel, había estado un año con las emociones a flor de piel y solo podía pensar en que si el id
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 32. ¿Por qué?El corazón de Irina latía tan rápido que ella sentía que se le saldría del pecho de un momento a otro, pero cuando Konstantine pronunció aquellas palabras quiso que la tierra se abriera bajo sus pies.—En una cárcel militar —confesó porque se dio cuenta de que ya no podía seguir mintiéndole ni ocultándole nada—. Estuve un año en una cárcel militar. Ese es el precio que tienes que pagar cuando decides abandonar una unidad como la Brigada 68.Irina se quedó muda, como si aquellas palabras hubieran logrado sacar lo peor de sus miedos y se los hubiera puesto frente a los ojos. Finalmente logró articular una pregunta:—¿Por qué… por qué lo hiciste?Konstantine se recostó en su silla, suspirando profundamente.—Porque no podía seguir con esa vida. No después de lo que pasó contigo. Necesitaba salir, necesitaba ser libre... y necesitaba poder mirarte a los ojos algún día sin sentir que te estaba mintiendo.Irina apretó los puños y todo lo que vi
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 31. Un hombre diferenteUn año. Un año entero había pasado desde que Irina había visto a Konstantine por última vez. Un año entero desde aquella última conversación en la que él había firmado los papeles del divorcio y había salido de su departamento y de su vida. Durante ese tiempo había intentado seguir adelante. Se había centrado en su trabajo, en su familia y en sí misma. Pero en los momentos de silencio, cuando el mundo se detenía, lo seguía extrañando.Por eso aquel trayecto por carretera que le habían preparado como regalo de cumpleaños era la única forma de desprenderse definitivamente de lo que estaba sintiendo. Parte de ella lo veía como un cierre, una manera de dejar ir los últimos vestigios de lo que había sido su vida con Konstantine.La última parada de su viaje, por supuesto, fue esa villa en Grecia donde habían pasado unos días después de su boda. Era un lugar lleno de recuerdos: el sonido de las olas rompiendo en el puerto, el aroma de
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 30. Un año para decir “adiós”Irina se dejó caer en el sofá con el corazón estrujado. Aquella firma en el papel estaba destrozándola, pero sabía que era su único chance de no salir más lastimada. Konstantine iba a dolerle de cualquier manera, así que era mejor que le doliera ahora, antes y no después, cuando realmente ya no supiera cómo vivir sin él.Así que se hizo un ovillo sobre aquel sofá y lloró. Lloró con desesperación y ahí mismo se quedó dormida, y solo dos días después encontró la fuerza para salir de aquel departamento y volver a su oficina.Y era evidente que su desaparición había puesto nervioso a más de uno, porque ni siquiera había acabado de cruzar al puerta cuando su asistente llegó a decirle que su hermano la había llamado como cien veces.Irina le pidió que la comunicara y luego se sentó en su silla, reclinándose mientras se conectaba la llamada.—¿Qué pasa, Mikha? —dijo con voz calmada—. ¿Todo bien en casa?—Nosotros sí. Pero ¿Tú est
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 29. Lo que realmente quieroKonstantine apretó la mandíbula al escuchar aquellas palabras. No podía aceptar lo que ella le estaba pidiendo, no podía firmar esos papeles. Era como arrancarse el corazón y entregárselo sin esperanzas de que lo devolviera.—No voy a firmar nada —dijo con una voz ronca y determinada que ella hubiera preferido en cualquier otro momento, en el momento en que lo había necesitado.Irina lo observó por un momento, su mirada estaba llena de cansancio y decepción. Luego, sin perder el temple, presionó un botón en el telefonillo de su escritorio.—Seguridad —dijo con calma—, por favor, suban al despacho. Necesito que saquen a alguien de aquí.Konstantine la miró con incredulidad y luego soltó una risa cansada, dando un paso hacia ella.—¿De verdad crees que tu personal de seguridad podría conmigo? —preguntó con un tono cargado de desafío; pero Irina lo miró sin parpadear, sin inmutarse ante la amenaza implícita en sus palabras.—No