UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 32. ¿Por qué?El corazón de Irina latía tan rápido que ella sentía que se le saldría del pecho de un momento a otro, pero cuando Konstantine pronunció aquellas palabras quiso que la tierra se abriera bajo sus pies.—En una cárcel militar —confesó porque se dio cuenta de que ya no podía seguir mintiéndole ni ocultándole nada—. Estuve un año en una cárcel militar. Ese es el precio que tienes que pagar cuando decides abandonar una unidad como la Brigada 68.Irina se quedó muda, como si aquellas palabras hubieran logrado sacar lo peor de sus miedos y se los hubiera puesto frente a los ojos. Finalmente logró articular una pregunta:—¿Por qué… por qué lo hiciste?Konstantine se recostó en su silla, suspirando profundamente.—Porque no podía seguir con esa vida. No después de lo que pasó contigo. Necesitaba salir, necesitaba ser libre... y necesitaba poder mirarte a los ojos algún día sin sentir que te estaba mintiendo.Irina apretó los puños y todo lo que vi
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 33. Un hombre desempleado.Konstantine le sujetó las muñecas, porque la verdad era que la revista no hacía daño, pero la conocía lo suficiente como para saber que de alguna manera, le estaba rompiendo de nuevo el corazón.—Sí lo hice por ti, Irina. Todo esto, todo lo que he pasado, lo hice por ti. Porque te amo. Nunca he dejado de amarte.—¿Y por qué no me lo dijiste? ¡¿Por qué no me dijiste lo que ibas a hacer, o que estabas preso?!—¡Porque no quería poner eso sobre tus hombros!—¿¡Y qué demonios estás haciendo ahora si no es ponerlo sobre mis hombros, Konstantine!? ¡Aunque sea un año después!Él respiró hondo y la envolvió en un abrazo apretado.—Porque las cosas son distintas ahora. Ahora sí puedo pelear. No espero que cambies nada o que hagas nada, solo quería que supieras la verdad.Irina dejó escapar un suspiro tembloroso, tenía las emociones a flor de piel, había estado un año con las emociones a flor de piel y solo podía pensar en que si el id
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 34. Un libro abierto.Irina hizo una mueca porque no podía imaginar una muerte peor a que a alguien se lo comieran los cocodrilos, pero al final Mera no era para nada una buena persona y lo había demostrado de la peor manera.—¿Volviste a poner las señales después? —le preguntó y él asintió.—¡Con una botella de Whisky para aguantar pero con una sonrisa en mi rostro! —declaró él—. Y luego estuve durmiendo dos días. ¡Eran señales muy pesadas!Irina rio entre dientes y luego negó para sí misma porque él tenía que haber sacado su lado más retorcido como para estar contándole aquello y que a ella no le importara para nada.Por fin cuando estuvieron a suficiente distancia de la costa, Konstantine detuvo el barco y aquella cita se volvió una cena sencilla pero encantadora: una pequeña mesa montada en la cubierta, con una botella de vino tinto y un par de platos de comida mediterránea que Konstantine había preparado.Irina lo miraba con algo de asombro mientr
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 35. Un torbellino en alta mar¿A quién demonios creía que engañaba? Irina apretó los puños mientras su corazón se aceleraba. Estaba enamorada de aquel idiota hasta los huesos, había pasado todo un año tratando de recuperarse de él y bastaba tenerlo delante para que se le alborotaran hasta los pensamientos otra vez.Sintió su boca impactando contra la suya de una forma que era imposible de evitar. La lengua de Konstantine salió a provocarla y ella, que casi no le tenía ganas, con énfasis en “casi”, le rodeó el cuello con las manos para atraerlo contra su cuerpo.Aquel beso se llenó de urgencia y de todas esas malditas emociones contenidas durante tanto tiempo. Irina sintió cómo las manos de Konstantine recorrían su espalda, pegándola a él mientras hacía surcos feroces y hambrientos sobre su piel. La brisa marina los envolvía, fresca y salada, pero el calor que emanaba de sus cuerpos hacía que todo a su alrededor pareciera lejano, insignificante.Konstan
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. CAPÍTULO 36. Un día libre… y toda una vidaLa luz del mediodía caía con fuerza sobre la villa cuando el barco atracó en el pequeño muelle. Irina, aún descalza y con los restos de la noche enredados en el cabello, bajó al puerto con una sonrisa cansada; y Konstantine la miraba con esa expresión de ternura y devoción que, aunque trataba de disimularla, siempre lo traicionaba. ¡Vaya que entre Comandante y él, uno al lado del otro, no se sabía cuál movería más la cola!Y por supuesto que Comandante los esperaba en la puerta, listo para todas las aventuras del día ¡porque él sí que había dormido bien! Apenas cruzaron la entrada, el pastor belga saltó hacia ellos, casi tumbándolos en su entusiasmo.—¡Ya, ya! —rio Irina, agachándose para acariciarlo mientras Konstantine observaba la escena con una sonrisa.—Pobre, estaba solito —dijo él cruzándose de brazos—. Me siento culpable porque se haya quedado tanto tiempo solito.Irina le lanzó una mirada divertida.—Bueno, al
UN ESPOSO DE REEMPLAZO. EPÍLOGOEl viaje de regreso a Varna estaba siendo más largo de lo esperado. Irina conducía mientras Konstantine, sentado a su lado, tarareaba una melodía que ella no reconocía. Comandante estaba en el asiento trasero, con la cabeza apoyada en uno de sus juguetes, claramente encantado con el paseo.—¿Siempre cantas canciones que nadie conoce? —preguntó Irina, girando un momento para mirarlo con una ceja arqueada.—Claro, son exclusivas. Me las invento sobre la marcha —respondió él con una sonrisa amplia, disfrutando de la ligera brisa que entraba por la ventana.—Entonces deberías considerar un cambio de carrera. Tal vez cantante… o poeta.—¿Crees que me contratarían? —preguntó, fingiendo interés.—No lo sé, pero te haré una oferta especial por sesiones nocturnas.Ambos rieron mientras el coche seguía avanzando por la carretera, pero cuando finalmente llegaron a Varna, Konstantine no pudo evitar un suspiro profundo. Era un lugar que conocía bien, pero esta vez t
CAPÍTULO 1. La amante perfectaLa mujer apretó desesperadamente el botón del ascensor; su cara mostraba odio, miedo y frustración... y algo más, otras emociones que quizás no deberían estar ahí. Finalmente, la impaciencia pudo más que ella y terminó corriendo escaleras arriba, entre tropezones y jadeos ahogados.Alguien le había mandado una foto de su esposo, el hombre al que había amado con locura durante los últimos cuatro años, ¡siéndole infiel con su mejor amiga! ¡En aquel hotel!¡No podía creerlo! ¡Todo en sus movimientos era un caos, y cada lágrima que salía de sus ojos lo demostraba! Pero todo fue mucho peor cuando empujó la puerta de aquella habitación que alguien había dejado entreabierta y vio a su marido tirado en la cama, con aquella mujer encima, con la ropa a medio quitar y besándolo con pasión.—¡Randall! —gritó desesperada y la mujer sobre él se apartó de inmediato, tratando de subir su ropa con expresión sonrojada y nerviosa—. ¡Eres un maldito infiel! ¡Y tú eres una m
CAPÍTULO 2. Un hombre sin corazón.Uno noventa de estatura, ciento cuatro kilos, con el cuerpo trabajado como un maldito gladiador y enfundado en un traje sastre hecho a medida de diez mil dólares.Las mujeres se derretían por verlo sin ropa, pero la verdad era que quien quisiera salir beneficiada rara vez tendría el gusto, porque Grayson Blackwell no le ofrecía el frente a las mujeres que se follaba. Veinte minutos siendo destrozadas con la cara pegada al escritorio era lo más que podían obtener, eso y algún papel en cualquiera de las producciones que en ese momento estuvieran activas, pero nada más.No le importaba su placer y ellas le importaban menos. No las buscaba, pero muy estúpido tenía que ser el depredador que rechazara la comida que se le ofrecía voluntariamente.Así que esta vez fue Beatrice Harrison la que se levantó del escritorio con la mejilla enrojecida mientras Grayson se guardaba a su segundo mejor amigo y se cerraba el cinturón con un gesto de fastidio.—Listo, ser