CAPÍTULO 1. La amante perfecta
La mujer apretó desesperadamente el botón del ascensor; su cara mostraba odio, miedo y frustración... y algo más, otras emociones que quizás no deberían estar ahí. Finalmente, la impaciencia pudo más que ella y terminó corriendo escaleras arriba, entre tropezones y jadeos ahogados.
Alguien le había mandado una foto de su esposo, el hombre al que había amado con locura durante los últimos cuatro años, ¡siéndole infiel con su mejor amiga! ¡En aquel hotel!
¡No podía creerlo! ¡Todo en sus movimientos era un caos, y cada lágrima que salía de sus ojos lo demostraba! Pero todo fue mucho peor cuando empujó la puerta de aquella habitación que alguien había dejado entreabierta y vio a su marido tirado en la cama, con aquella mujer encima, con la ropa a medio quitar y besándolo con pasión.
—¡Randall! —gritó desesperada y la mujer sobre él se apartó de inmediato, tratando de subir su ropa con expresión sonrojada y nerviosa—. ¡Eres un maldito infiel! ¡Y tú eres una mala amiga! ¡¿Cómo pudieron hacerme esto?! —sollozó la mujer—. ¡Oh, Dios, ¿cómo pudieron!? ¡Si yo hubiera dado mi vida por ustedes dos! ¡Eran mis personas más amadas! ¡Eran...!
—Ay por favor... —suspiró la amante con fastidio—. Si tú no te hubieras metido en medio ahora yo sería su esposa. Así que ahora te aguantas, porque yo no voy a dejar de...
Sus palabras fueron interrumpidas por una violenta bofetada que la mandó al suelo, sosteniéndose la cara mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de consternación... y nadie podría imaginar que eran verdaderas.
—¡CORTEN! —se escuchó el grito frente a ellos y Serena se acarició el rostro mientras intentaba limpiarse aquellas lágrimas como si fueran parte de la escena.
Su corazón latía demasiado rápido, esa bofetada que le había dado Beatrice Harrison, la actriz protagonista de la mini serie, no había tenido nada de actuación. La había golpeado de verdad, la había golpeado tan fuerte que la había enviado al suelo, pero parecía que todo el mundo estaba más pendiente de su mano que del daño que le había hecho a Serena. ¡A esa mano le ponían hielo solo para que pudiera volver a golpearla!
—¡Vamos, todos a sus puestos de nuevo! —exclamó el director sin reparar en absoluto en el rostro enrojecido de su actriz secundaria—. ¡Vamos a tener que repetir la escena!
—¿Repetir? —preguntó Beatrice mientras se acercaba a él—. Pero ¿por qué, Tim? ¡Estoy segura de que mi actuación fue magnífica!
Y por toda respuesta el director le mostró la toma en una pequeña pantalla.
—Perfecta hasta que golpeas a Serena. Se supone que estás destrozada, pero cuando la cámara te enfocas solo muestras satisfacción —replicó.
Y por desgracia esa satisfacción estaba en los rostros de todos, porque todos disfrutaban del escarnio a una actriz caída en desgracia como Serena.
—Bueno... —Beatrice miró a Serena por encima del hombro. No era capaz de describir lo mucho que disfrutaba haciéndole la vida imposible en el set, maltratándola y humillándola, porque ahora por fin era más importante y más famosa que ella—. Me cuesta un poco no dejar salir mis verdaderos sentimientos cuando se trata de ella. No me mezclo bien con las mujeres oportunistas.
No le molestaba decirlo en voz alta para que Serena lo escuchara, especialmente porque sabía que la mujer no podía hacer nada contra eso.
—¡Vamos a repetir entonces, todos a sus puestos! —exclamó el director.
Serena no tuvo más remedio que volver a su puesto sobre el actor que interpretaba a Randall, tragarse el asco porque aquel hombre la manoseara, (porque finalmente ella sí era una excelente actriz), y seguir con la escena hasta que Beatrice irrumpió de nuevo en medio del consabido ataque de llanto y le dio una nueva bofetada.
—¡Ay, perdón! ¿Te lastimé? —le preguntó inclinándose sobre ella con sarcasmo.
—¡Beatrice, ven querida, vamos a refrescarte antes de la próxima toma! —la llamó la productora con tono meloso—. No te juntes con las perras que se te pueden pegar las pulgas.
—Las pulgas y otros malos hábitos, como robar maridos ajenos —cuchicheó una maquillista.
—O cambiar papeles protagónicos a los directores por sus… servicios —dijo otra mirándola de reojo.
Y por más doloroso que fuera eso era todo lo que Serena obtendría de aquel set: humillaciones, agresión, desprecios. El protagonista intentaba manosearla cada vez que podía y le director se divertía en ignorarlo, Beatrice disfrutaba acosándola y el resto del equipo de producción la trataban como a una apestada.
Así que no le quedó más remedio que tragarse su dolor y su impotencia mientras ella sola se ponía un poco de hielo en la cara, y veía cómo todos los demás iban a ocuparse de aquella chiquilla mimada que encima era una terrible actriz.
—¡Serena! ¡A tu puesto! —le gritó el Director y ella se acercó a él con nerviosismo, porque si seguían así pasaría una semana entera sin poder ni hablar.
—Señor Director, por favor esto... esto es actuación. ¿No se supone que tenga que actuar los golpes? —preguntó con voz queda y el tipo la miró de arriba abajo con expresión de asco.
—¡¿También quieres decirme a mí cómo dirigir?! —escupió molesto—. Lo siento, Serena, pero hace falta mucho más que una mujer de rodillas para que logre que haga lo que quiere. ¡Ahora vete a tu puesto!
—Además, el hecho de que le peguen no puede doler más que un aborto provocado, ¿verdad? —se escuchó otro cuchicheo por lo bajo—. Y sabemos que ella tiene experiencia en eso.
Serena pasó saliva y sintió que su corazón se rompía un poco más, a fin de cuentas había estado destrozándose lentamente durante los últimos cuatro años.
Volvió a su lugar y se aguantó una nueva toma, un nuevo infierno, una nueva humillación. A veces creía que solo por eso los productores la contrataban, pata darse el gusto de insultarla y agredirla; sin embargo, por desgracia la dignidad y el amor propio no pagaban las cuentas ni ponían comida en su mesa.
La última bofetada que la mandó al suelo le revolvió hasta el alma a Serena, pero al menos esta vez el director parecía complacido.
—¡Excelente trabajo, Beatrice! ¡Eres una gran estrella! ¡Esa expresión de dolor en tu rostro fue perfecta...!
—Y todo lo demás también lo fue —respondió Beatrice con sorna refiriéndose al golpe—. ¿Ves querida? Estás anticuada, tu tiempo ya pasó, así que supongo que es un honor para ti que te abofetee. A menos, claro, que a la señorita Radcliffe se les ocurra demandarnos.
Y Serena sabía que eso solo lo decía para provocar aun más odio hacia ella.
—¿Es así? ¿Vas a demandarnos, Serena? —replicó el director entre dientes y sonrió cuando la vio negar en silencio—. Perfecto, entonces agarra tu cheque de pago y lárgate, esta fue tu última escena así que no tienes nada que hacer aquí. ¡Largo!
Serena pasó saliva y extendió la mano hacia aquel cheque que la productora le ofrecía, y que dejó caer a sus pies sin que llegara a alcanzarlo.
—¡Uy, lo siento, pero es que no me gusta que me toquen las mujeres con tu... padecimiento! —rio la mujer y Serena sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas mientras se agachaba para recoger el cheque.
—¿Y desde cuándo ser puta es un padecimiento? —se burló Beatrice acercándose a ella—. Además le queda muy bien ese papel ¿no creen? ¡Serena Radcliff es la amante perfecta, y no solo frente a las cámaras! A fin de cuentas, que fuera una zorra era lo que le encantaba a su exdirector, Jerry Huxley, justo antes de que arruinara a su familia y a su matrimonio ¿no es cierto?
CAPÍTULO 2. Un hombre sin corazón.Uno noventa de estatura, ciento cuatro kilos, con el cuerpo trabajado como un maldito gladiador y enfundado en un traje sastre hecho a medida de diez mil dólares.Las mujeres se derretían por verlo sin ropa, pero la verdad era que quien quisiera salir beneficiada rara vez tendría el gusto, porque Grayson Blackwell no le ofrecía el frente a las mujeres que se follaba. Veinte minutos siendo destrozadas con la cara pegada al escritorio era lo más que podían obtener, eso y algún papel en cualquiera de las producciones que en ese momento estuvieran activas, pero nada más.No le importaba su placer y ellas le importaban menos. No las buscaba, pero muy estúpido tenía que ser el depredador que rechazara la comida que se le ofrecía voluntariamente.Así que esta vez fue Beatrice Harrison la que se levantó del escritorio con la mejilla enrojecida mientras Grayson se guardaba a su segundo mejor amigo y se cerraba el cinturón con un gesto de fastidio.—Listo, ser
CAPÍTULO 3. Un infierno Grayson Blackwell no tenía idea de que el corazón de Serena Radcliffe estaba destrozado en serio, pero que se aliviaba solo un poquito cuando en las tardes pasaba por aquella guardería. Una hermosa niña de tres años salió corriendo a recibirla y se colgó de su cuello, y Serena la estrechó con fuerza, como si el amor de la pequeña pudiera cicatrizarle cada herida.—¡Mami! —exclamó la nena y Serena la levantó contra su pecho.—¡Mi amor! ¿¡Pero cómo sales así?! ¿¡Y tu abrigo?! —le preguntó y detrás de ella vio a la maestra con una expresión de disculpa.—Lo siento, otro niño manchó su abrigo de jugo.Serena lo alcanzó y apretó los labios.—Esto no está manchado, está empapado —murmuró a la maestra, pero no tuvo más remedio que respirar profundo—. Por favor, asegúrese de que no vuelva a suceder. Es el tercer abrigo que le ensucian esta semana y está haciendo mucho frío —pidió con suavidad, quitándose su propio suéter para ponérselo a la niña y luego la cargó para
CAPÍTULO 4. Una humillación másLa sopa fue de letras ese día, y por suerte a Melisa le gustaba el huevo cocido porque esta vez a Serena no le había alcanzado ni para un pedazo pequeño de pollo.Estaba en el borde mismo de la desesperación cuando Karina entró, poniendo en las manos de la pequeña un pequeño bote con tiramisú, y su consabido beso, mandándola al saloncito antes de girarse hacia su amiga.—¿Tan mal están las cosas? —le preguntó y Serena se cubrió la boca con una mano para no llorar—. Escucha, vengo a contarte algo, pero tienes que prometerme que vas a poner tus huevos bien puestos en esta canasta —le dijo sacando un pequeño volante de su bolsillo y extendiéndolo hacia ella—. Esta compañía productora viene de Inglaterra, van a filmar una serie ambientada en Estados Unidos así que quieren que los actores sean americanos. A mí me contrataron esta mañana como parte del equipo de maquillaje, y mañana van a hacer el casting para el papel protagónico.Serena apretó los dientes,
CAPÍTULO 5. Una mujer rotaDaba miedo y eso nadie podía discutirlo. Grayson Blackwell daba miedo en situaciones normales, pero cuando estaba satisfecho parecía aun más terrible. Y esa fue exactamente la cara que tenía cuando Kenneth atravesó al puerta de su oficina y lo vio asomado a aquel ventanal, presenciando la forma en que el resto de las actrices que se habían presentado al casting humillaban a Serena.Grayson sabía que Beatrice Harrison era una perra con una presa, pero no había esperado que fuera tan buena manipulando a las otras como para que hicieran su trabajo sucio. Sin embargo no podía negarlo, toda su sed de venganza se apaciguaba un poco cuando veía la expresión llorosa de Serena Radcliffe.—Ya estamos listos —le avisó Kenneth—. ¿Qué quieres hacer?—Déjala para la última. Que no la llamen a audicionar. Cuando llegue el momento quiero que esté tan desesperada que no le quede más remedio que aceptar lo que sea —espetó entre dientes y Kenneth respiró profundo, porque ya ha
CAPÍTULO 6. Una pequeña cosita a cambioEl jadeo de sorpresa que salió de los labios de Serena, y que iba acompañado de un par de lágrimas, no tenía nada que ver con la escena, y sí mucho con lo que Grayson Blackwell acababa de proponerle. ¡Porque no había dudas de que aquello era una propuesta muy directa!—¡¿Disculpe?! —replicó y lo vio hacer un puchero condescendiente.—Perdón, ¿demasiado directo? —preguntó Grayson, sabiendo que no podía haber humillación más grande para ella que el hecho de que él estuviera haciéndole aquella oferta nada menos que cuando la tenía en frente con un vestido rasgado—. Te ofrezco una disculpa, pensé que dado tu historial ya estarías más que acostumbrada a propuestas de este tipo.Serena pasó saliva y retrocedió mientras él avanzaba. No podía definir aquella expresión en los ojos del hombre, pero estaba muy lejos de comprender que estaba llena de frustración y de rabia para sí mismo.Grayson se había dicho que sería capaz de odiarla hasta el fin de los
CAPÍTULO 7. La mejor villanaKenneth tenía buenos reflejos, los necesitaba para ser el mejor amigo / guardaespaldas / sacador de problemas de Grayson Blackwell, tanto así que logró esquivar aquel premio de cristal que fue a hacerse añicos a diez centímetros de la puerta por la que él estaba entrando.—¡Wow, wow! ¡Cálmate fiera, que no le tengo miedo a la muerte pero de preferencia me gustaría seguir vivo por algún tiempecito más! —exclamó Kenneth—. ¿Las cosas no salieron como esperabas?Y por la mirada asesina que le dirigió Grayson, eso era más que obvio.—No lo aceptó —gruñó como si todavía no pudiera creerlo—. ¡No aceptó que le diera el papel a cambio de convertirse en mi amante!—¡No me digas! Eso es interesante... parece que después de todo todavía le queda dignidad... o se habrá hecho lesbiana.—¡Eso es actuación! ¡Una muy buena, pero nada más! —espetó Grayson mandando a volar medio escritorio de papeles y Kenneth se le quedó mirando como si de verdad estuviera haciendo un esfue
CAPÍTULO 8. Halagos peligrososNo hubo alma que no se estremeciera en el set cuando aquella bofetada resonó, y la preferida fue a parar al suelo. El Director Wang fue el primero en ponerse de pie, con toda la disposición de gritar: “¡CORTEN!”, pero una mano de Grayson sobre su hombro lo hizo sentarse de nuevo con un gesto brusco, mientras se llevaba un dedo a los labios como indicación de que se mantuviera en silencio y dejara continuar la escena.Y aquello no se terminó hasta que fue Beatrice la que olvidó la improvisación y hasta que estaban filmando para salir por donde no era, sosteniéndose la cara y gritando como si otra niña del colegio le hubiera tirado de las trenzas.—¡Corten! —gritó Wang tratando de disimular y enseguida se acercó a Beatrice, que era un mar de lágrimas.—¡Me pegó! ¡Oh, por Dios, me pegó de verdad! —chilló haciendo un berrinche digno de una chiquilla, y mal que le pesara, Grayson no pudo evitar comparar el estoicismo con que Serena había soportado todas las b
CAPÍTULO 9. Un plan de seducciónSerena no pudo evitar sobresaltarse y darse la vuelta al notar que aquel hombre estaba tras ella. Su pecho subía y bajaba con intermitencia, mientras su mano aferraba el perchero de aquel vestido sin lograr descolgarlo.—Señor Blackwell... lo siento. ¡Esto es un horrible malentendido...! ¡Yo no quería...! ¡Dios, ¿por qué no sale esta cosa? —Forcejeó con la ropa, pero antes de que esta se descolgara sintió la mano enorme de Grayson sujetando su muñeca y arrinconándola contra la pared que estaba detrás.Él ni siquiera sabía por qué había bajado de su oficina... o quizás sí lo sabía: porque no la había visto irse. Desde sus ventanales se podía ver la salida del set y ella no había atravesado aquellas puertas. Por eso había bajado, a ver dónde demonios estaba, y lo primero que había visto era a ella en ropa interior. ¡Y eso había bastado para que cada célula dentro de él se alterara!—¿Me quieres explicar dónde está el resto de tu ropa? —susurró tan pegado