CAPÍTULO 5. Una mujer rota

CAPÍTULO 5. Una mujer rota

Daba miedo y eso nadie podía discutirlo. Grayson Blackwell daba miedo en situaciones normales, pero cuando estaba satisfecho parecía aun más terrible. Y esa fue exactamente la cara que tenía cuando Kenneth atravesó al puerta de su oficina y lo vio asomado a aquel ventanal, presenciando la forma en que el resto de las actrices que se habían presentado al casting humillaban a Serena.

Grayson sabía que Beatrice Harrison era una perra con una presa, pero no había esperado que fuera tan buena manipulando a las otras como para que hicieran su trabajo sucio. Sin embargo no podía negarlo, toda su sed de venganza se apaciguaba un poco cuando veía la expresión llorosa de Serena Radcliffe.

—Ya estamos listos —le avisó Kenneth—. ¿Qué quieres hacer?

—Déjala para la última. Que no la llamen a audicionar. Cuando llegue el momento quiero que esté tan desesperada que no le quede más remedio que aceptar lo que sea —espetó entre dientes y Kenneth respiró profundo, porque ya había aprendido que a Grayson era mejor no llevarle la contraria.

—De acuerdo —fue su única respuesta y fue a alertar al director del casting cómo debía proceder.

Cuatro horas después, el rostro de Grayson Blackwell se relajaba más cuanto más angustiada veía a Serena, y la cereza del pastel fue el momento en que salieron a anunciar que las audiciones estaban cerradas.

Grayson casi podía saborear las lágrimas en sus ojos, y solo entonces dio permiso para el siguiente movimiento.

Serena sentía que el corazón se le iba a salir mientras caminaba detrás de aquel hombre y tomaban un ascensor al tercer piso del edificio. Esperaba un equipo completo listo para hacerle aquella audición, así que carraspeó antes de que la puerta se abriera, pero apenas dio un paso dentro de la habitación, cuando se dio cuenta de que solo era un despacho, y que dentro solo estaba un hombre.

—¿Hola...? —murmuró y contuvo el aliento cuando sobre la mesa vio el nombre en un hermoso listón dorado y negro: Grayson Blackwell.

¡Era la oficina del mismísimo dueño y no había nadie más allí que no fuera él!

Serena se quedó en silencio mientras el hombre se daba la vuelta y la escrutaba con una mirada fría. Sin embargo, no supo por qué, Serena sintió como si de repente la habitación se hiciera demasiado cálida en un segundo.

—Señorita Radcliffe, lamento la confusión, pero al parecer ha habido una pequeña confusión entre los miembros de mi equipo y se han equivocado —dijo él con un tono que estremeció a Serena.

—¿Al no dejarme audicionar?

—Al dejarla entrar a mi edificio —fue la réplica y la muchacha sintió que otra vez no podía respirar.

Grayson Blackwell era un hombre imponente, le sacaba con facilidad veinte centímetros de altura y tenía el aura de un peligroso hombre de negocios. Serena estaba acostumbrada a directores escandalosos y productores aprovechados, pero no a aquella calma amenazante en un delicioso acento inglés.

—Entiendo... —murmuró.

—Estoy seguro de que lo entiende, señorita Radcliffe. Después de todo usted solía ser una mujer muy inteligente... pero ahora solo significa mala publicidad. Nadie estaría tan loco como para ofrecerle algún papel en sus producciones —culminó Grayson y no pudo decir que no disfrutaba la forma en que aquellos ojos claros frente a él se cristalizaban.

—Entonces... ¿lo de la audición especial...?

—Solo fue para que no pasara más vergüenza. No me agrada particularmente que humillen a las personas en mis sets, y era obvio que usted la estaba pasando mal —sentenció Grayson y se regodeó viéndola bajar la cabeza y mirar al suelo.

—Claro... se lo... se lo agradezco... con permiso.

—¡No he terminado! —gruñó Grayson dejándola clavada en su sitio.

Sus planes para Serena Radcliffe incluían romperla, pero la mayoría de la gente no entendía que eso se lograba más con una esperanza que con un golpe.

—Le he dicho que nadie estaría tan loco como para ofrecerle un buen papel... no he dicho que yo no lo esté.

Serena subió los ojos hasta los suyos con aquella esperanza que Grayson estaba esperando y extendió un libreto en su dirección. Era lo suficientemente grande como para que no se tocaran, pero aun así él se sorprendió esperando el momento en que pudiera hacerlo.

—Tienes cinco minutos para estudiarlo, yo leeré las líneas contigo.

Le hizo un gesto displicente como si le diera permiso y Serena dejó su abrigo y su bolsa sobre una silla, mientras él pulsaba un botón y en un instante los cristales enormes de la ventana se opacaron, bloqueando la vista.

—¿Lista? —preguntó y la vio caminar hasta el centro de la habitación con seguridad—. Esta es una sola toma, el protagonista está a punto de abandonar a la protagonista para casarse con la villana, ellos discuten y en un momento de pasión la protagonista se entrega a él como un último acto de amor antes de la despedida. ¿Correcto?

—Correcto —confirmó Serena respirando hondo y metiéndose en el papel.

A una señal de Grayson la escena comenzó y él fue el primero en sorprenderse cuando ella bajó el libreto y alcanzó su chaqueta con una mano teblorosa.

—”¡Dime que es mentira...! ¡Por Dios, dime que es mentira...! ¡No puedes.... no puedes casarte con ella!”

—”No tengo otra opción. Sabes que no la tengo... Lo siento mucho...” —respondió él mientras una de sus manos sujetaba la suya y aquella corriente los recorría a los dos.

—”¡Mentira” —exclamó ella soltándose y llevándose las manos a la cabeza mientras sus ojos se inundaban de lágrimas—. “¡Siempre hay opciones, tiene que haberlas porque tú no la amas! ¡Tú no la amas, me amas a mí...!” —Serena se acerco a él, acariciando su rostro antes de cerrar los ojos y él sintió cómo sus propios labios paseaban por su frente mientras ella negaba—. “¡Tú me amas a mí... yo lo sé!”

—”¡¿Y qué tiene el amor que ver con esto!? ¡Sí te amo a ti! ¡Pero no puedo sacrificarte! ¡Sabes lo que Miranda hará si no me caso con ella, puede mandarte a la cárcel, Elisa... puede...!”

—”¡Pues que lo haga! ¡Que se atreva! ¡Es más, voy a ir a entregarme yo misma ahora mismo, pero no voy a permitir que...”

En la escena ella se daba la vuelta y él la abrazaba por la espalda; pero aquel abrazo a Serena le cortó el aliento tanto como al personaje.

—”No puedo dejar que hagas eso” —sintió el susurro en su oído y esa era la parte en la que la escena se volvía completamente erótica—. “Tienes razón, te amo más que a nada... no podría soportar que nada te pasara”.

Darse la vuelta entre sus brazos, tomar su boca... Pero ahogar un jadeo de sorpresa cuando sintió los labios de Grayson contra los suyos no fue actuación. Aquel era un beso extremadamente real, aunque en su defensa él no era actor, no tenía por qué saber cómo fingir un beso. Y en su lugar solo había un hombre que la devoraba con posesividad, que hundía la lengua en su boca y un segundo después rompía la espalda de su vestido mientras ella trataba de retroceder.

—¡Espere! ¡¿Qué hace?! —jadeó asustada sosteniendo el frente del vestido contra su pecho, pero en los ojos de Grayson Blackwell no vio ni un ápice de compasión.

—Supongo que ver qué tan buena actriz eres —respondió—. Porque si quieres el papel protagónico de la serie no tengo problemas en dártelo, siempre y cuando sepas hacer bien tu... otro papel.

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