Edmond.El vibrar de mis pies descalzos sobre la madera hace eco en los pasillos de la mansión. Deambulo bajo las sombras de la madrugada mientras todos duermen. Mis sienes laten con fuerza, permitiendo que la necesidad de descansar quede en un segundo plano. No es la primera vez que me pasa, he padecido de insomnio desde hace años; sin embargo, es el recuerdo de Simone quien atormenta mi cabeza. Entro al estudio privado de mi padre. La luna llena y las estrellas iluminan el cielo, su luz plateada se cuela por los amplios ventanales de vidrio. La brisa fresca, casi fría, hace bailar las cortinas de seda blanca. El borde la botella de licor roza la boca del vaso que sirvo. Bebo para mantenerme cuerdo, para olvidar su aroma, y las lanzas hirientes que salen de su boca cada vez que me habla, «… Su boca…» El recuerdo dulce de esos labios hace que mi virilidad se estremezca. Nunca había sentido tal reacción ante una mujer, sigo sin comprender qué tiene ella para que me aferre tanto. La sie
Edmond.Los rayos de sol me golpean el rostro, mi cabeza palpita con el dolor que augura la resaca. Sigo en el despacho, me quedé dormido y por lo visto perdí la noción del tiempo. Hoy debemos regresar a casa después del almuerzo. Mi madre tiene costumbre de celebrar su poscumpleaños con una fiesta informal en la piscina. Todos deben estar ahí. Tomo una ducha en mi habitación, dejo que el agua helada se lleve el vapor que guarda mi cuerpo. Los recuerdos de la madrugada vuelven, esa mujer quiere volverme loco; no entiendo su juego; ese en el que caigo cada vez que ella quiere dejándome al borde de la locura; juro que un día se las devolveré todas. Después de beber un café bien cargado con dos aspirinas voy directo a la terraza. La música se escucha estridente contra mis sienes y oídos. Los invitados son pocos, en su mayoría familiares; toman el sol, o disfrutan del agua y las bebidas tropicales que se ofrecen. Ajusto bien mis lentes oscuros, ya que el resplandor es demasiado molesto c
Simone.La celebración al fin ha terminado, estoy agotada. Nunca había sido objeto de tanta atención como lo fui en estos días. Esta es una familia de personas poderosas, caprichosas, que juegan a hacer valer su opinión unos sobre los otros. No niego el hecho de que tengan buen corazón, pero por lo visto disfrutan molestarse mutuamente. Me he sentido como la manzana de la discordia entre dos hombres que son como hermanos, impulsados por las opiniones de Agatha. No tengo claras las intensiones de cada uno, de lo que sí estoy segura es que no permitiré me traten como marioneta. Estoy aquí para cuidar a Éline; únicamente para eso. Debo centrarme en el contrato, no puedo seguir cometiendo errores como el de esta madrugada… «¡Dios, cómo no dudé ni un segundo en besar a Edmond!» Fue extraño, un deseo tan demandante que me dejé llevar. No hubo pensamientos intrusos, o memorias terroríficas; era solo él con sus iris dorados iluminados por la luz de la luna y su pecho desnudo perlado por el s
Simone.Ha pasado una semana, es sábado en la tarde; preparo la comida que Éline desea regalarle a su padre. Le prometió que hoy cenaríamos juntos, en familia, ya que se ha escabullido estos días con la excusa de tener demasiado trabajo. Sé que miente, por las mañanas su ropa huele a alcohol y a algún perfume dulce. Mi trato con él es limitado, le hablo de usted solo cuando es necesario. Juré enterrar todo lo que me provoca, no olvidaré nunca lo que dijo en su auto; sigue doliendo. Éline se ve tan feliz, juega a dirigir la cocina como si fuera una chef profesional; da vueltas de aquí para allá, oliendo y probando los platos, sobre todo los postres. Me ayuda a servir la mesa; colocamos un ramo de rosas rojas y blancas, según ella son las preferidas de su papá. Después de tomar un baño y vestirnos para la ocasión, ambas esperamos a Edmond en el comedor. El aroma de la comida humeante inunda el lugar, es un festín de colores; pero es la sonrisa de la niña lo que más resplandece, me hace
Edmond.La forma en la que asiente me hace saber que la tengo a mi merced. Está tan frágil, tan necesitada de protección, que si fuera otro tipo de hombre me dejaría llevar por los más bajos instintos que me causa tenerla pegada a mí con ese camisón tan fino; pero no soy una escoria, y Simone es mucho más que un cuerpo hermoso. Ella no se sale de mi mente, por más que he querido sacarla es su rostro, su sabor, y su nombre quienes llegan a mí cuando estoy con otras mujeres. Estos días han sido una tortura he deseado disculparme, pero la manera tan fría con la que me trató avivó el odio hacia mí mismo, haciéndome creer que no soy digno de su perdón; y tal vez no lo merezca; por lo que no me queda otra forma de mostrarle mi arrepentimiento que esta.La alzo en brazos, la tomo por sorpresa, pero no se niega. La acuesto en la cama, la tapo cubriendo su cuerpo, he de alejar la tentación de querer recorrerle cada curva. Me acuesto a su lado, ella huele las sábanas que la envuelven. La abrazo
Edmond.La voz afligida de Simone hace que me siente en la cama de un salto. Sus ojos llorosos me miran, no puedo evitar asustarme.—¿Qué sucedió, Simone? ¿Está bien Éline?—¿Por qué te fuiste? Me dejaste sola bajo esta enorme tormenta, te he buscado por toda la casa.Está aterrorizada, y no es para menos, afuera la lluvia hace un estruendo monumental. Los truenos explotan sobre el cielo como bombas de luz. El clima es impredecible, pero no creí que fuera a empeorar otra vez.—Lo siento, la tormenta había cesado hace un rato y…—Déjame dormir contigo —interrumpe ella.—Te llevaré a mi habitación y estaré allí hasta que los truenos se calmen.—No me da seguridad, Edmond, no como estar a tu lado; ¿por qué te cuesta pasar la noche conmigo?Me pongo de pie, su cuerpo se estremece con cada relámpago así sean lejanos. Trae el camisón abierto de un lado, me deja ver el sostén de encaje que carga sus senos y el panti que se amolda a las curvas. Respiro profundo antes de ajustarle la cinta, no
Simone.Un hombre baila conmigo, jazmines nos rodean; no logro ver su rostro; pero si siento el calor de sus manos recorriendo mi cintura. Música; sonrisas; su aroma delicioso regodea mis sentidos; es una fragancia que antes he olido; enigmática, avasalladora; huele a él, a Edmond… «Edmond… Edmond…»—¡Edmond! —despierto con su nombre en mis labios.Estoy sudando, creo que he tenido una pesadilla, el corazón late acelerado. No puedo creer que también se cuele en mis sueños. Sigo en su habitación, estoy sola. La noche anterior fue un completo desastre; la tormenta, mis temores haciendo que me aferrara a él. Por dios, ¡él!; confesó que le gusto; no sé que hacer con esto; con la sensación extraña que deja en mi pecho cuando me besa e intenta poseerme. No soy mujer para un hombre tan candente como Edmond, lo tengo claro, sin embargo, no puedo detenerme cada vez que sus labios reclaman los míos. Con él pierdo la noción del tiempo; literalmente, desconozco qué hora es, tengo que alistar a É
Simone.Éline comienza a llorar en silencio, derrotada. Yo siento que algo en mi pecho se agrieta. Me pongo de pie, enfrentado a ambas mujeres.—¿Sabías lo que hizo ese niño y aún así le exige a mi hija que sea ella quien se disculpe? —escupo a la maestra que me observa avergonzada.—Mi hijo no dijo otra cosa que la verdad. Todos saben que tú no eres la verdadera madre de la chiquilla. Edmond Arnaud está envuelto en un gran escándalo; contrató una sustituta para que le cuide la hija mientras él se va de bares con otras mujeres.—Ya veo de dónde sacó el niño tales palabras —la encaro—. Es usted una insensible, y lo peor es la educación que le da a su propio hijo. Éline no tiene la culpa de los errores de sus padres; no tienen porqué atacarla o herirla sin razón. ¡Ella no se va a disculpar con nadie; es usted y su hijo quienes tienen que hacerlo!—¿Pero qué te has creído, campesina de segunda? ¿Acaso no sabes con quién estás hablando? Tú no pariste a la chiquilla, no eres su madre bioló