Capítulo 14.

Edmond.

La forma en la que asiente me hace saber que la tengo a mi merced. Está tan frágil, tan necesitada de protección, que si fuera otro tipo de hombre me dejaría llevar por los más bajos instintos que me causa tenerla pegada a mí con ese camisón tan fino; pero no soy una escoria, y Simone es mucho más que un cuerpo hermoso. Ella no se sale de mi mente, por más que he querido sacarla es su rostro, su sabor, y su nombre quienes llegan a mí cuando estoy con otras mujeres. Estos días han sido una tortura he deseado disculparme, pero la manera tan fría con la que me trató avivó el odio hacia mí mismo, haciéndome creer que no soy digno de su perdón; y tal vez no lo merezca; por lo que no me queda otra forma de mostrarle mi arrepentimiento que esta.

La alzo en brazos, la tomo por sorpresa, pero no se niega. La acuesto en la cama, la tapo cubriendo su cuerpo, he de alejar la tentación de querer recorrerle cada curva. Me acuesto a su lado, ella huele las sábanas que la envuelven. La abrazo
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