Capítulo 91.

Edmond.

Cinco horas antes del rescate.

Aunque mi salón está concurrido, siento la soledad ahuecar mi ser. Un vacío seco me recorre el pecho, es como si el alma me hubiera abandonado, como si las sensaciones agradables que la llenaban se esfumaron. Tal vez así fue, mi hija y la mujer que amo han desaparecido, mi abuelo; el hombre al que admiré y respeté tanto intentó asesinar a Simone, lo peor de todo es la verdadera culpable de cada hecho, Karine, victimizándose frente a mis padres, un teatro de mierda que el coraje me exije destrozar.

El impulso corre en mis venas, el deseo de acabar con ella. Me les acerco; está acostada sobre un sofá, su respiración es lenta como si un falso agotamiento la hubiera derrumbado. El doctor de pacotilla le toma el pulso; ella abre los ojos lentamente, emite un quejido bajo.

—¿Karine, se encuentra bien? —pregunta él, pero ella no responde, su vista busca sobre los presentes.

—Edmond, mi amor —extiende su mano con una fragilidad tan creíble que mi ma
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