Edmond.Beso su boca como si fuera lo último que haré en la vida. Su esencia me envuelve, es mi afrodisíaco favorito, juro que algún día le haré un perfume a esta mujer. Acaricia mis cabellos con dulzura, como si así pudiera ocultar el fuego que arde en todo su cuerpo. Lo siento por la manera en la que se presiona contra a mí, por la manera en la que su lengua exige que mis movimientos sean más lascivos, quiero poseerla, hacerla mía de una vez, para que todo el que la ronda sepa que Simone me pertenece, hacerla mi mujer, es lo que más anhelo, aunque esto amerite romper a la promesa que me hice hace mucho tiempo. En estos momentos lo daría todo por saber que es únicamente mía. Mis manos se regodean con sus curvas, son un festín al tacto. Sueño con arrancarle la ropa, conque mi boca se sirva de ese cuerpo que anhela desde hace meses; aunque sé que no es lugar ni el momento me arriesgo a probar su piel una vez más. Recorro su cuello con mi lengua, bajo desde la clavícula hasta el medio
La música de las atracciones y juegos inundan el lugar. El aire huele a caramelos y palomitas de maíz. Los colores son demasiado vivos, lastiman mis ojos. No creí que habría tantas personas, el sitio está prácticamente abarrotado. Simone y mi hija quedan deslumbradas ante el espectáculo, sus ojos delatan asombro e ilusión; creo que es la primera vez de ambas en un parque de diversiones. Las tomo bien las manos, temo que en algún momento salgan corriendo detrás de un payaso y las pierda de vista. —Mami, allí está Guido —grita Éline saludando al niño a lo lejos.Nos acercamos al lugar donde se encuentra el pequeño con su padre. Ambos son de tez blanca y cabellos rubios; las presentaciones son hechas. Los infantes tienen planeado todo un itinerario para pasar la tarde de juego en juego. Comenzamos el recorrido, en el cual yo soy el único que se aburre, pues Simone charla amenamente con Jeorge. Parece que solían vivir en el mismo sitio hace años, y que fueron juntos al colegio aunque est
Edmond.Me considero el tipo de hombre que toma lo que quiere cuando lo quiere, puede parecer prepotente, incluso hasta arrogante, pero no soporto que las personas a mi alrededor se ahoguen en un mal de dudas; en especial, la mujer que beso. Su actitud cambió de un momento a otro, toda esa seguridad que desprendía cuando decía que quería algo serio conmigo se lo ha llevado el viento. Desconozco el motivo, y eso hace que mi sangre hierva, por lo que la sigo besando como un salvaje, pretendo que esas dudas de desvanezcan que entienda de una vez que la quiero para mí; que no tiene porqué temer, yo estaré para ella siempre. Sin embargo, Simone rompe el beso, aunque lo hace de manera suave y disimulada, no puedo evitar que la decepción me embargue. Ella está sonrojada, me atrevo hasta decir que siente vergüenza de lo que hicimos, de mí.—¿Qué fue eso, Edmond? —reclama en tono bajo.—Dejo claro que el único hombre que puede sentir admiración por ti soy yo. No me avergüenza besarte en públic
Edmond.—Hola, abuela, ¿cómo estás? Lamento mi larga ausencia, sé que no tengo perdón, pero estoy segura de que te han cuidado muy bien. Mira, te traje tus flores favoritas —muestra el ramo de rosas—. Las pondré en el jarrón para que sientas su perfume. No te imaginas todo lo que tengo que contarte…—Será mejor que las dejemos solas por un momento —susurra Delphine—, puedo llevarlo a nuestro salón de espera, hay muchas abuelas que desearán deleitarse con un hombre tan apuesto.Ella me guiña un ojo, yo asiento; le ofrezco mi brazo y dejo que me guie. Simone necesita privacidad, estoy seguro de que muchas de las cosas que desea hablarle a su abuela es sobre mí. Las horas pasan, acepto café, pastelillos y todos los elogios subidos de tono de las señoras del lugar. Al regresar a la habitación, Simone se encuentra sentada al lado de la cama, le muestra a su abuela un frasco de cristal, y lo pasea frente a su nariz. La fragancia no tarda en llegar a mi nariz, es una mezcla de aromas totalme
Simone.Siempre he sido presa de una tristeza profunda, es como un fantasma que se pasea a mi alrededor, que aunque no pueda verla, allí se encuentra. Recuerdo cada momento en que la vida me ha golpeado, cada evento desafortunado y doloroso que todavía, a pesar del tiempo transcurrido, duele en mi alma; la muerte de mi madre fue una de ellas, y las causa que trajo consigo son una de las cosas que no he podido olvidar, ni perdonar; ese dolor lo conozco bien. También sé reconocer de dónde proviene esa punzada tan honda en mi pecho que a la vez es la causa de mis terrores. Sin embargo, hay un dolor que aún no logro descifrar de dónde proviene. Desde aquel accidente en el que perdí parte de mi memoria, el día que desperté, ya ese sufrir estaba allí, pensé que al recuperar los recuerdos se esclarecería, pero no sucedió, a veces presiento que algo falta, que algo quedó enterrado en el olvido; pero luego lo creo imposible, mi abuela, la luz de mi vida, se encargó de recordarme todo; ella no
Simone.Intento subir el cierre de mi vestido, se quedó atorado a medio camino; temo que he subido un poco de peso desde que estoy aquí. Me observo en el espejo preocupada; sí, la vestimenta ajustada lo delata, mis caderas se han vuelto más anchas; mis glúteos están más grandes al igual que mis pechos. Nunca me habían preocupado estas cosas; la figura no me importaba, ya que mi manera de vestir lo disimulaba, pero ahora, desde que tengo ropa nueva, y a la moda, considero que todo se me ve demasiado provocativo; detesto llamar la atención, soy testigo de que eso no trae nada bueno.—¿Necesitas ayuda? —veo a Edmond a través del espejo; viene hacia mí.—El cierre se atoró.—Ya lo arreglo, aunque me tienta la idea de dejar tu espalda desnuda por un momento —él comienza a deslizar su dedo a lo largo de la columna vertebral—. Pensé que iríamos a mi cuarto anoche.—Te quedaste dormido más rápido que Éline; abrazabas su conejo, no quise despertarlos.—Maldigo mi cansancio, y las oportunidades
Simone.Las imágenes de ambos vuelven a usurpar mi mente. Los imagino en su oficina, sobre el buró, él disfrutando del perfume caro que porta ella, ella dejando que le bese su cintura. Ya entiendo por qué no ha llegado a casa en estos días, soy una verdadera idiota. ¿Cómo puede suponer que Edmond la había dejado? Qué lo que teníamos era sumamente exclusivo. Mi pecho se quiebra, siento vergüenza de mí, sobre todo porque siempre lo supe; «Una mujer como yo nunca será suficiente». Intento que Éline no note mi tristeza, estamos en su cama; ella vuelve a contarme lo maravilloso que fue el día, yo asiento y le sonrío; esto es lo que debería importarme, su bienestar, ese es mi trabajo; no divagar sobre la traición de su padre. «¿Traición?» «¿Fue eso? ¿Edmond me traicionó?» ¡Ni siquiera tenemos una relación! Yo sigo siendo su juguete; nada ha cambiado para él desde el día en que besó mis labios.La pequeña se duerme temprano, aprovecho para ir a mi habitación; necesito estar sola, pensar. Est
Simone.Él se separa, supongo que nota la angustia en mi rostro. Voy hacia la mesa de noche, lo tomo; el alivio llega a mí cuando noto que no es sobre mi abuela; pero no del todo. Se trata de Ingrid, hace mucho no hablamos, la he estado evitando desde que me dejó sola aquella noche en el bar. No obstante contesto, es la única amiga que tengo.—Hola, Ingrid.—¡Amiga, qué alegría escuchar tu voz! Hace tanto no hablamos.—He estado muy ocupada, lo siento.—Soy yo la que se tiene que disculpar, Simone; la última vez que nos vimos actué mal; pensé que la estabas pasando bien con los amigos de Leonard; luego uno de ellos me dijo que prácticamente saliste corriendo.—Sabes que me cuesta relacionarme con hombres desconocidos.—Lo sé, por ello te he llamado para compensarte el mal rato; quiero invitarte a pasar este fin de semana en la playa; Leo suele dar este tipo de fiestas en su residencia privada, la pasaremos genial, te lo aseguro —su tono es de puro entusiasmo.—No lo sé, Ingrid, mi tra