Simone.Un hombre baila conmigo, jazmines nos rodean; no logro ver su rostro; pero si siento el calor de sus manos recorriendo mi cintura. Música; sonrisas; su aroma delicioso regodea mis sentidos; es una fragancia que antes he olido; enigmática, avasalladora; huele a él, a Edmond… «Edmond… Edmond…»—¡Edmond! —despierto con su nombre en mis labios.Estoy sudando, creo que he tenido una pesadilla, el corazón late acelerado. No puedo creer que también se cuele en mis sueños. Sigo en su habitación, estoy sola. La noche anterior fue un completo desastre; la tormenta, mis temores haciendo que me aferrara a él. Por dios, ¡él!; confesó que le gusto; no sé que hacer con esto; con la sensación extraña que deja en mi pecho cuando me besa e intenta poseerme. No soy mujer para un hombre tan candente como Edmond, lo tengo claro, sin embargo, no puedo detenerme cada vez que sus labios reclaman los míos. Con él pierdo la noción del tiempo; literalmente, desconozco qué hora es, tengo que alistar a É
Simone.Éline comienza a llorar en silencio, derrotada. Yo siento que algo en mi pecho se agrieta. Me pongo de pie, enfrentado a ambas mujeres.—¿Sabías lo que hizo ese niño y aún así le exige a mi hija que sea ella quien se disculpe? —escupo a la maestra que me observa avergonzada.—Mi hijo no dijo otra cosa que la verdad. Todos saben que tú no eres la verdadera madre de la chiquilla. Edmond Arnaud está envuelto en un gran escándalo; contrató una sustituta para que le cuide la hija mientras él se va de bares con otras mujeres.—Ya veo de dónde sacó el niño tales palabras —la encaro—. Es usted una insensible, y lo peor es la educación que le da a su propio hijo. Éline no tiene la culpa de los errores de sus padres; no tienen porqué atacarla o herirla sin razón. ¡Ella no se va a disculpar con nadie; es usted y su hijo quienes tienen que hacerlo!—¿Pero qué te has creído, campesina de segunda? ¿Acaso no sabes con quién estás hablando? Tú no pariste a la chiquilla, no eres su madre bioló
Simone.Frente a la puerta de Éline, Edmond limpia mis lágrimas, sus dedos se sienten como caricias piadosas sobre la piel. Desea arreglar todo este malentendido, pero yo temo que la realidad haya roto la burbuja de la pequeña, en la que yo era centro. Algo se estremece dentro, de solo pensar que haya perdido parte de su inocencia de forma tan terrible, creyendo que su padre me paga para que cuide de ella y la quiera. El contrato está, esa es la realidad, pero lo que yo siento por Éline no lo estipula ninguna de sus páginas. —Deja de temblar —susurra él—. Todo va a salir bien.—Aquella mujer dejó claro frente a la niña que me pagas para que la cuide; dudo que lo olvide fácilmente.—Por más generosa que sea mi paga lo que tú haces con mi hija no se compara con nada, Simone, te has hecho cargo de todas sus necesidades, has intentado reparar su mundo, he incluso a mí; todo por su bienestar. Tu amor por Éline es verdadero, así lo siento, y sé que ella también lo hace.Me abraza, siento g
Simone.Éline chapotea en la tina del baño, juega con la espuma imaginando que es una sirena. Yo lavo muy bien su cabello, tenía rastros de barro de la pelea que tuvo. Le pido que se zambulla, y cuando sale del agua me empapa deliberadamente. Sus carcajadas inundan el lugar. Comenzamos una guerra de agua en la que me divierto como si fuera una niña más.—¿Papi, quieres jugar también? Las palabras de la pequeña hacen que me gire hacia la puerta; él está allí, observándonos con cautela. Se ve acabado de duchar, trae un pijama de color negro, su pecho abdomen quedan a la vista, recuerdo como mis dedos acariciaron esos músculos esculturales, creo que se me seca la boca. Limpio la espuma de mi rostro, me debo ver ridícula escaneando su cuerpo. Él se acerca, y agacha a mi lado.—La están pasando de maravillas, ¿no? —Sí; mamá no puede derrotarme, soy una sirena más rápida que ella —ella comienza a zambullirse en la tina.—Me gusta verlas así, tan felices —él retira las gotas de agua que ya
Simone.Veo su rostro a través del velo, los iris dorados reflejan la luz de la mañana; su mirada oscila entre mis ojos y labios. Aprieto el ramo de flores contra mi pecho, los recuerdos de sus besos sobre mi piel me aceleran el corazón. Hace unas noches dormimos juntos, me entregué a sus caricias sin miedo alguno; y aunque no sucedió lo que él tanto esperaba, para mí es una gran avance dejar que me besen sin entrar en estado de terror. El respeto que muestra hacia mi cuerpo, hacia lo que en estos momentos puedo ofrecerle me hacen confiar en él como nunca había confiado en otro hombre. Me asusta sentir tanto por Edmond y que para él todo siga siendo un juego en el que ocasionalmente interviene la lujuria. Él pone el anillo en mi dedo, sonríe; yo le correspondo.—¡Ya puedes besar a la novia! —levanta el velo con suavidad, acerca su rostro y deja un suave beso sobre mi mejilla—. ¡No, papá, así no! Es en la boca, ¿es que no sabes como funciona una boda?—Sí lo sé, cariño, pero esta no es
Simone.—De eso quería hablarte, fue Jerome él…—¿Jerome? —interrumpe él—. ¿Qué quería?—Quiere llevarme a ver a mi abuela, hace mucho que no la visito.—¿Y por eso sonreías así? No te creo, Simone, saliste del cuarto para contestarle, ¿acaso quieres verlo a escondidas para besarlo como haces conmigo?Los celos afloran, hacen que me enoje la facilidad de palabras que salen de esa boca cuando se deja llevar por ideas estúpidas. Ya no sonrío, vuelvo a sentirme en el mismo punto donde cada vez que hablaba con Edmond era como enfrentarnos en un campo de batalla. Él no confía en mí, yo soy la tonta que confía en él; tal vez él si bese a otras mujeres mientras no está conmigo.—Odio que me consideres ese tipo de mujer, Edmond; entre Jerome y yo no hay nada.—¿Cómo tenía tu número entonces?—No lo sé, ni siquiera lo tengo registrado. Él solo quiere ayudarme, nada más.—Eres tan inocente, Simone; él no es tan bueno como tú piensas, tiene miles de influencias y es capaz de cualquier cosa para
Edmond.Beso su boca como si fuera lo último que haré en la vida. Su esencia me envuelve, es mi afrodisíaco favorito, juro que algún día le haré un perfume a esta mujer. Acaricia mis cabellos con dulzura, como si así pudiera ocultar el fuego que arde en todo su cuerpo. Lo siento por la manera en la que se presiona contra a mí, por la manera en la que su lengua exige que mis movimientos sean más lascivos, quiero poseerla, hacerla mía de una vez, para que todo el que la ronda sepa que Simone me pertenece, hacerla mi mujer, es lo que más anhelo, aunque esto amerite romper a la promesa que me hice hace mucho tiempo. En estos momentos lo daría todo por saber que es únicamente mía. Mis manos se regodean con sus curvas, son un festín al tacto. Sueño con arrancarle la ropa, conque mi boca se sirva de ese cuerpo que anhela desde hace meses; aunque sé que no es lugar ni el momento me arriesgo a probar su piel una vez más. Recorro su cuello con mi lengua, bajo desde la clavícula hasta el medio
La música de las atracciones y juegos inundan el lugar. El aire huele a caramelos y palomitas de maíz. Los colores son demasiado vivos, lastiman mis ojos. No creí que habría tantas personas, el sitio está prácticamente abarrotado. Simone y mi hija quedan deslumbradas ante el espectáculo, sus ojos delatan asombro e ilusión; creo que es la primera vez de ambas en un parque de diversiones. Las tomo bien las manos, temo que en algún momento salgan corriendo detrás de un payaso y las pierda de vista. —Mami, allí está Guido —grita Éline saludando al niño a lo lejos.Nos acercamos al lugar donde se encuentra el pequeño con su padre. Ambos son de tez blanca y cabellos rubios; las presentaciones son hechas. Los infantes tienen planeado todo un itinerario para pasar la tarde de juego en juego. Comenzamos el recorrido, en el cual yo soy el único que se aburre, pues Simone charla amenamente con Jeorge. Parece que solían vivir en el mismo sitio hace años, y que fueron juntos al colegio aunque est