—¿Señor Wolf? ¿Sigue ahí? — Mikel enmudeció de pronto, sintiendo que un nudo comenzaba a formarse en su garganta.
—¿Señor Mikel Wolf? — El policía insistió desde el otro lado de la línea — ¿Sabe si la señora Alcalá tenía otros familiares a quienes podamos informar?
Mikel se aclaró la garganta para poder responder.
—No, me temo que no.
—¿Entonces solo su hijo es familiar directo?
—Sí.
—¿Tiene planes para el funeral? Si no los tiene, el Estado podrá hacerse cargo en el crematorio del presidio.
Por un segundo, la mente de Mikel se quedó completamente en blanco. Si bien era cierto que hacía años, muchos, en realidad, había terminado por su propia decisión la relación con Elisa, el hecho de que muriera no lo hacía feliz, y menos cuando tenía un hijo de diez años a quien explicarle que su madre había muerto de una forma tan horrible, incendiada... ¿No era estúpido cremarla?
Mikel sacudió la cabeza para apartar los fatídicos pensamientos.
—Bien, ¿Entonces? — La voz del maldito policía comenzaba a sonarle molesta.
—Dejaré que ustedes se hagan cargo, mi hijo no está actualmente en condiciones de exponerse a algo así — dijo cortando por lo sano.
—Comprendo, entonces la señora Alcalá tendrá un servicio muy sencillo junto a las otras privadas de libertad que fallecieron en el siniestro. Que tenga buen día, señor Wolf.
Mikel se dejó caer de nuevo al sillón y puso el móvil a un lado, se recostó en la silla dejando escapar el aire por completo mientras su mirada vagaba en el salón.
Astrid reacomodó sus manos en los anchos hombros de su marido y reanudó el masaje.
—¿Algún problema, cariño?
—No, ya todo está resuelto — respondió con expresión indescifrable.
—¿Estás seguro? Es que hacía mucho que una llamada no te dejaba en ese estado.
Mikel hizo silencio durante un minuto buscando las palabras adecuadas en su cabeza para responder.
—Elisa ha muerto — al fin dijo tratando de sonar lo más neutral posible, pero Astrid lo conocía demasiado bien como para pensar que eso no lo afectaba en absoluto.
De inmediato, la mujer se llevó ambas manos a la cara, fingiendo una verdadera impresión, haciendo que Mikel se levantara de la silla y se acerca a ella.
—Astrid…
—No, Mikel, no digas nada… sabes que esto me ha perseguido durante años, a veces no duermo por el peso de la culpa, y otras veces puedo verla en sueños, no me pidas que no sienta nada… — casi sollozó.
—Astrid, ya no podíamos hacer nada, ¡Lo hicimos por nosotros! — se justificó.
—Lo sé, ¡No creas que no lo sé! — Su expresión parecía tan afectada y convincente que Mikel la envolvió con sus fuertes brazos y la acunó entre su pecho.
—Sabes que no puedo decir que no lo haría de nuevo, ¡Porque lo hice por los dos! ¡Te amo, Mikel! Y amo a nuestro hijo, ¡Amo a Mat como si lo hubiera dado a luz! — Se deshizo en explicaciones tan baratas y sobreactuadas, si Elena hubiera estado presente para verla, se habría reído de lo burdo de su actuación.
—Ya no digas nada, cariño, no vale la pena, eso quedó en el pasado, además, nosotros no somos culpables de que ella cometiera un delito, ¡Ella misma se puso la soga al cuello!
Astrid asintió bajando la mirada para no delatar sus nervios, y luego para desviar el foco de atención preguntó:
—¡Mikel! ¿Y qué haremos con Mat? ¿Cómo se lo vamos a decir?
—No lo haremos — respondió lapidariamente.
—¿Qué? ¡Pero ella era su madre! — ¡Wao! Eso sí que era actuar, ahora pasaba del modo “actriz de reparto” al modo “supervillana”.
—No le diremos nada, él ya cree hace muchos años que su madre murió, ¿Para qué vamos a abrir esa herida? No tiene sentido, no le haré esto a Mat, él es solo un niño, no se merece un dolor tan grande como este por segunda vez.
Astrid escondió su rostro en el pecho de Mikel, mientras en sus labios se dibujaba una enorme sonrisa de satisfacción.
Al fin la había vencido. Se había podido deshacer de la enorme piedra en su zapato que Elisa fue para ella en vida.
Fueron cinco largos años a la sombra de su memoria y a la espera de que por fin saliera de la cárcel por buena conducta, pero eso ya era historia, ahora solo esperaba no tener que competir con su memoria, no fuera que la desgracia de su muerte despertara la culpa en el pecho de Mikel o le trajera arrepentimientos absurdos con los que lidiar.
Además, que Mikel decidiera por él mismo que Mat no debía saber nada del asunto le traía mucha tranquilidad, era un problema menos, y el mocoso no estaría llorando por los rincones. Recordaba lo difícil que había sido soportar a ese niñito llorón y lo que le costó ganarse su confianza y hacer que durmiera la noche entera sin tener pesadillas, no regresaría a eso de nuevo, ¡Ni loca!
Recién habían apresado a Elena, Mat cayó en un cuadro depresivo tan difícil que las visitas al psicólogo infantil se volvieron parte de la vida cotidiana. Y no pudo haber sido de otro modo, Mikel le dijo sin anestesia que su madre había muerto y que no regresaría jamás, algo drástico para un crío de cuatro años.
Una noche se despertó llorando, desesperado, y asustó tanto a Mikel que había decidido llevarlo a dormir a la habitación matrimonial, desde entonces solo lograba dormirse en esa cama, y no en otra. A Astrid le costó horrores sacarlo de allí, la cama nupcial se había convertido en cuna para el niñito llorón de mamá, y lo peor es que tuvo que soportarlo con resignación y actitud de madre abnegada, como si realmente le importara.
Astrid recordó aquella época, sintió cómo un escalofrío recorría su espalda y maldijo mentalmente. Le había sido difícil llegar hasta donde estaba, como para que la noticia lo arruinara todo de nuevo.
No tuvo suerte.
Ese mismo día, durante la tarde, el pequeño Maty de nueve hermosos y dulces años, encendió la televisión y comenzó a hacer zapping esperando encontrar algo de su gusto, cuando de pronto un suceso en el canal de las noticias llamó su atención.
—Hacemos un corte en nuestra programación para informar sobre el desafortunado incendio en la penitenciaría femenil del Estado, en el que han perdido trágicamente la vida las internas Beatriz Lennox, Elisa Alcalá, Francesca Milliani…
El narrador de noticias continuaba con la lista de fallecidas, pero Mat solo había escuchado un nombre. Elisa Alcalá.
De inmediato dejó caer al suelo el mando del televisor y corrió escaleras abajo dando gritos en busca de su padre.
—¡Papá! ¡Papá! — soltó, entrando en crisis.
Continuó corriendo por el largo pasillo hasta la cocina en donde estaban las empleadas y su nana.
—Nana, ¿En dónde está mi papá?
—Mat, no tengo idea, ¿Te pasa algo, querido?
—¡Necesito hablar con mi papá! — gritó fuera de sí con las lágrimas al borde.
—Maty, tranquilízate — la nana se acercó para calmarlo conmocionada por el estado del pequeño que usualmente era jovial y educado. — Mat, esa no es forma de hablar, hijo.
—No, nana, no comprendes, ¡Es mi mamá!
—¿Le ha pasado algo a la señora Astrid?
—No a esa mamá, ¡A mi madre de verdad! — dijo tratando de expresar su sorpresa.
Astrid alcanzó a escuchar desde el pasillo contiguo y se detuvo en seco apretando los puños.
—¡Maldita seas, Elisa! ¡Ni muerta vas a dejarme en paz!
Los dedos de James tamborileaban nerviosamente en la mesita del café, mientras sus ojos reparaban cada dos minutos en el reloj de pulso herencia de familia que traía puesto, estaba a punto de levantarse y mandar todo al demonio.Los dedos se detuvieron de golpe al ver entrar a la chica desaliñada y curvilínea por la puerta del lugar. Nada especial había en ella, salvo sus hermosos ojos, James suspiró, incluso con esa hermosa mirada no sabía si ella lo lograría.« ¿Habrá algo que se pueda hacer con ella? », pensó, «¡Dudo mucho que tenga el temple para seducir a alguien, parece más un ángel herido que una mujer con sed de venganza, esto va a irse directo a la mierda! »Elisa se detuvo en la puerta y lo buscó con la mirada. Pocos especímenes masculinos pueden verse como James Lennox, rostro afilado, tez clara, labios llenos y mirada gris, tan pesada como el plomo.Suspiró. No sería fácil estar cerca de él con esos aires de grandeza que exudaba a kilómetros, era guapo, y el desgraciado lo
«Un, dos…», contaba mentalmente mientras hacía los ejercicios matutinos sin dejar de escuchar en sus auriculares la charla sobre "Crecimiento y desarrollo empresarial en el proceso de globalización económica" de F.J. Santos, publicado en la Revista de Economía Mundial. Estaba concentrada en los datos estadísticos cuando la voz de Ada la sacó de sus pensamientos.—Señorita Isabella, alguien quiere verla.—¿Ahora? Es un poco temprano — ella dijo mirando el costosísimo reloj de pulso que James le había enviado para que lo usara a diario y con una inscripción al reverso que decía: “Para mi amada hija Isabella, de su madre, con amor”. A ella le había parecido una broma de mal gusto, pero luego pensó que él se estaba asegurando de que ella tuviera algo “familiar” que mostrar en caso de necesitar apartar algunas dudas sobre su identidad en el futuro.—Es uno de los empleados de la mansión, trae un recado del joven James.—Está bien, Ada, puedes hacerlo pasar.Elisa ya se había metido en el p
UN MES DESPUÉS:Elisa... no, más bien Isabella se miró al espejo y suspiró profundamente. Del otro lado en el reflejo vio a una mujer casi irreconocible ante ella: rostro perfilado, labios llenos, ojos profundamente azules, escultural figura y una melena oscura abundantemente larga caía a los lados de su cara afinándola aún más y dándole, junto al maquillaje y al vestido de alta costura un aire de aristocracia moderna sin igual.—¿Estás lista para actuar? — La profunda y masculina voz de James la sacó de sus cavilaciones.Ella se giró para verlo a los ojos. Esos ojos grises y helados a los que todavía no lograba acostumbrarse.—Supongo que sí — dijo en baja voz con un asentimiento de la cabeza.—¿Supones? Me estoy jugando mucho con esto, Elisa, ¿O debería llamarte, Isabella? — Dejó salir cortante y decepcionado.James podría lucir como una pieza de arte monumentalmente exquisita, pero era rígido y glacial cuando se lo proponía.Elisa sintió un ligero frío en el estómago. Se puso de pi
—Mikel Wolf, señorita Lennox. Es un gusto — la frase quedó colgada en el aire, repiqueteando como si fuera una campana, y aturdiendo a Isabella por un instante.James, que hacía esfuerzos por mantenerse impasible ante el esbirro que había condenado a su madre a cadena perpetua, notó la repentina palidez de la chica, se había metido muy bien en su papel y, tomándola suavemente por el codo, le dirigió una mirada segura para infundirle confianza.Ella no dijo nada, pero agradeció internamente el que su socio justiciero tuviera ese gesto.Mikel, por su parte, se quedó demasiado tiempo tomando la mano de Isabella hasta el punto de ser verdaderamente incómodo.Ella se liberó con delicadeza y estilo, haciendo un comentario sobre lo delicioso de los canapés y la excelente música instrumental que sonaba de fondo.—Señorita Lennox, ¿Puedo hacerle una pregunta? — lanzó el viejo zorro de Emmett Wolf.Isabella asintió con gracia, ocultando su animadversión.—¿La conozco de alguna parte? — pregunt
—Interesante pieza musical — Mikel comentó — ¿Es Tchaikovsky? — Intentando hacer gala de su fingido amplio acervo cultural.Nunca fue muy bueno para esas cosas, las artes se le daban mejor a Elisa.Isabella sonrió, acentuando un poco más su intención sensual y provocativa.—No. Es Johann Strauss, una hermosa pieza del siglo diecinueve.—¡Oh! Entonces… además de hermosamente encantadora, es usted también muy culta — afirmó con la intención de hacerle un cumplido. Isabella lo veía venir y jugaría con eso.—Un poco, sí — ella contestó paseando su mano sobre el hombro de Mikel hasta llegar cerca de su cuello — ¿Sabía que el vals fue un baile muy escandaloso cuando se comenzó a danzar en las cortes más importantes de Europa? — le dijo suavemente mientras movía las caderas con gracia al ritmo de la música sin dejar de mirarlo a los ojos.—No, no lo sabía, ¿Y por qué iba a ser escandaloso? — preguntó sintiendo un ligero cosquilleo en medio de las piernas bastante sugestivo.—Porque hasta ent
¡Oh, pero por favor! ¡Claro que Mikel comprendía a la perfección la insinuación de la hermosa chica Lennox!Por su puesto que una mujer de su linaje, cultura y clase social se daba el tupé de apartar a sombrerazos a los hombres que seguramente caían rendidos a sus pies como moscas, no sería fácil acercarse en plan de conquista a una mujer como ella.Sin embargo, a Mikel le encantaban los retos, ¡Mientras más difíciles, mejor!Nunca le gustaron las chicas fáciles, a menos que fueran para la diversión de un rato y nada más, pero alguien como Isabella no era para un rato, así que volviendo a sus turbios pensamientos tachó mentalmente la opción de haberla conocido en algún antro londinense en sus años mozos.No, definitivamente no era la aventura pasada de una noche de borrachera.Pero esos ojos… esos ojos seguían poniéndole los nervios de punta.—Lo noto pensativo — ella se aventuró a decir, no podía competir contra lo que fuera que lo mantuviera con la cabeza en otra parte.—Disculpe mi
El joven Lennox decidió que había sido suficiente del teatro por esa noche.La mirada acerada de James le indicó a Mikel que debe apartarse de su “Hermana”. El otro hombre comprendió el mensaje implícito, apartando elegantemente la mano de la espalda baja de Isabella y asintiendo sin perder la sonrisa fingida.—Ha sido todo un gusto, señorita Lennox, espero poder repetir esta hazaña en otra reunión social, por cierto, James, ¡Lo felicito por la magnífica velada!James asintió con gracia y empujó suavemente a Isabella, rodeándola por la cintura y girando junto con ella de forma exquisitamente fabulosa.—No sabía que bailabas tan bien.—No lo hacía. Ahora si lo hago, y… ¿Qué carajos fue todo eso? — ella preguntó molesta e intentando zafarse del agarre de James.—Eso fue ponerle límites al perro faldero de Mikel Wolf — afirmó con frialdad — concéntrate en la danza, mucha gente nos está mirando.—No te entiendo, ¿No se supone que el chiste era coquetearle a Mikel y metérmelo en un bolsill
Isabella pareció desplomarse en cámara lenta ante los ojos impactados de James.—¡Isabella! — él gritó y avanzó a todo correr hacia su falsa hermana, inclinándose sobre ella y levantándola a medias en su regazo mientras se cuestionaba lo duro que había sido con ella últimamente.—Isabella, por favor, vamos, ¡Despierta!«¡Maldición, he sido demasiado duro con ella! Esto es mi culpa, la he mantenido bajo mucho estrés» pensó para sus adentros intentando reanimarla, pero sin poder lograrlo.—Isabella, por favor, vamos, no estoy para bromas — dejó salir comenzando a preocuparse de veras — Vamos, Isabella ¡Dime algo!La mujer yacía pálida en el suelo cuando las fuertes manos de James la tomaron por los hombros para levantarla.—¡No! No la levantes, hay que ver sus signos vitales primero — Mikel apareció de la nada dando instrucciones. ¿De dónde había salido, acaso los estaba observando?Wolf había cumplido servicio militar, y tratar una eventualidad como esa era parte del entrenamiento.—Lev