«Un, dos…», contaba mentalmente mientras hacía los ejercicios matutinos sin dejar de escuchar en sus auriculares la charla sobre "Crecimiento y desarrollo empresarial en el proceso de globalización económica" de F.J. Santos, publicado en la Revista de Economía Mundial. Estaba concentrada en los datos estadísticos cuando la voz de Ada la sacó de sus pensamientos.
—Señorita Isabella, alguien quiere verla.
—¿Ahora? Es un poco temprano — ella dijo mirando el costosísimo reloj de pulso que James le había enviado para que lo usara a diario y con una inscripción al reverso que decía: “Para mi amada hija Isabella, de su madre, con amor”. A ella le había parecido una broma de mal gusto, pero luego pensó que él se estaba asegurando de que ella tuviera algo “familiar” que mostrar en caso de necesitar apartar algunas dudas sobre su identidad en el futuro.
—Es uno de los empleados de la mansión, trae un recado del joven James.
—Está bien, Ada, puedes hacerlo pasar.
Elisa ya se había metido en el papel de ser una Lennox desde hacía varios meses.
Al principio había sido muy difícil, ni siquiera podía reaccionar ante su nuevo nombre, pero ahora era tan natural como si hubiera sido Isabella Lennox desde siempre.
—Señorita Isabella, buenos días, el señor Lennox dice que ya es hora de ir a la mansión.
La mujer se tensó e inmediato.
—Él quiere que se mude.
—Puedes decirle a mi hermano que lo veré en casa — dijo como si fuera algo familiar, aunque le dejó un sabor extrañamente desabrido al decirlo.
—Me temo que debo insistir, señorita, mi orden es llevarla conmigo.
—Haré mis maletas.
—No será necesario, en casa tiene todo lo que necesita.
Una hora después, Isabella Lennox entraba por primera vez a su… casa...
La mansión de estilo victoriano rodeada de jardines con estatuas y fuentes le quitó el aire. Altos techos y pisos de mármol la recibieron tan pronto puso un pie en el suelo.
Un par de criadas la dirigieron hasta su nueva habitación. La cama con dosel estaba exquisitamente vestida, y la decoración armonizaba con el resto de la residencia de una forma tan regia que ahora ella podía comprender el porqué de tanta pompa y circunstancia en las maneras casi principescas de James.
— ¿Dónde están mis cosas?
—Su hermano ha ordenado comprar todo lo que creyó que usted necesitaría — abriendo las puertas del armario.
Isabella había visto armarios grandes, pero esta era una habitación anexa, totalmente repleta de puertas y cajones, con una elegante alfombra y un hermoso diván en el centro. Intentó no mostrar su asombro.
—Muy bien, haré un recorrido por la casa. Hace mucho que no vengo.
Isabella necesitó un par de horas para hacer un recorrido a medias por la mansión, caminó cerca del despacho y se detuvo al escuchar las voces que venían de dentro.
—¿Tienes toda la documentación en orden? — era James.
—Claro, te la dejaré para que la revises, ella puede asumir su puesto en el conglomerado hoy mismo — respondió el abogado — Todos han firmado su anexión al equipo, aunque deberías presentarla pronto antes de que piensen que es un fantasma — le aconsejó.
Isabella escuchaba afuera a punto de entrar en pánico. Por primera vez se percató de lo cerca que estaba de incorporarse a la acción.
—¿Algo más que deba saber? — James insistió.
—Lo de siempre, las víboras no duermen, pero yo tampoco, y ahora con la anexión de la cobra menor de los Wolf pues… ya sabes cómo es…
Afuera se escuchó el sonido de algo quebrarse al caer al suelo, y luego pasos apresurados.
James se apresuró a salir para ver quién era, y logró divisarla al final del pasillo.
—Isabella…
Su sorpresa fue genuina. Se obligó a no verla durante esos largos e interminables siete meses solo para comprobar si sería capaz de reconocerla después de su tiempo de preparación, de modo que, si no lo hacía, todo estaría bien.
—Señorita Isabella — llamó la mucama.
Isabella hiperventilaba con la espalda pegada a la puerta tratando de controlar sus nervios. ¡Carajo, era una tonta! Cómo no había visto ese estúpido jarrón.
No sabía que la tenía más nerviosa, ¡Si lo que había escuchado de la conversación entre James y el abogado o que la sorprendiera de chismosa!
Inspiró y expiró un par de veces para poder abrir la puerta.
—Señorita, el señor me pidió que le informara que ha decidido invitarla a cenar esta noche para agasajarla por su regreso a casa.
—¿Una cena? — se le secó la boca de solo pensar que tendría que sentarse a la misma mesa con el principito estirado.
—Sí, me pidió que le dijera que se vista para una cena especial, que su chofer la llevará a las siete.
Con actitud decidida, y ante el reto que suponía ir a una cena elegante, Isabella se desvistió y entró en la ducha. Abrió en grifo y dejó que el agua tibia corriera sobre sus hombros, masajeado la tensión que había en ellos.
James había despedido al abogado y, después de andar como animal enjaulado por los rincones de la casa, se encontró justo en frente de la puerta de la habitación de su falsa hermana.
Su mano viajó hasta el pomo de la puerta y empujó. Adentro se escuchaba el sonido de la ducha, y sobre la cama estaba todavía la ropa que ella acababa de quitarse.
«Al menos ya no viste como una señora de sesenta años», pensó, mientras tomaba en la mano la pequeña blusa de seda con tirantes en una talla doble S. «Bajó mucho de peso si puede entrar en esto, tiene carácter firme para haberlo logrado, me pregunto qué tan delgada está…»
Los pies de James se movieron solos hasta la puerta del baño. Se detuvo un segundo, pero simplemente se dejó llevar por su impulso y acabó por empujar la puerta y entrar. El sonido de la ducha ocultó el de la puerta.
Una figura esbelta de piel blanquísima apareció ante sus ojos a través de la lujosa puerta de cristal de la ducha. De espaldas solo pudo ver sus magníficas caderas, y al final de la cascada de cabello oscuro la estrechez de su cintura.
Una pequeña cicatriz en la cadera izquierda producto de una quemadura era la única marca que rompía la estética escultural de aquel cuerpo de mujer bajo la caricia delicada del agua.
La mandíbula de James cayó y la mano de Isabella se alargó hasta la llave para cerrar el paso del agua haciendo que el hombre se viera prácticamente atrapado en su aventura vergonzosa.
James salió apresuradamente antes de ser atrapado in fraganti, había estado a punto de arruinarlo todo. Una hora después, James tamborileaba con sus dedos sobre una de las mesas del lujoso restaurante francés Le Bistroman, en el centro de Madrid.
«¡Imbécil! ¿Cómo es posible que me sienta así con ella? Debo estar zafado de un tornillo, la gordita amiga de mi madre ahora me pone de nervios, ¡Menuda estupidez!» Continuó jugando con la servilleta cuando levantó la mirada y entonces la vio.
No podía ser otra, la belleza y la distinción, la forma sensual y elegante al caminar como si flotara en el aire, el porte de realeza. Era ella. La mujer avanzó con paso decidido hacia él, mientras las miradas de los otros comensales la seguían sin recato.
James dejó de respirar para no ponerse en evidencia, no iba a claudicar ante una mujer solo porque era hermosa, y elegante, y refinada, y toda una diva, con porte de reina y…
Sacudió la cabeza para poner en orden sus pensamientos.
Ella le dedica una delicada sonrisa antes de saludarlo con absoluta distinción.
—Buenas noches, querido hermano.
Él estaba estupefacto.
«Es ella. Elisa. No, Elisa, no. Isabella. Se ha convertido en una verdadera Lennox.» pensó.
James recordó volver a respirar y le devolvió la sonrisa. Una endemoniadamente sensual que Isabella grabó en su memoria.
Él se acercó, acortando demasiado la distancia entre los dos y posando suavemente los labios sobre su mejilla dandole un beso de “hermano” que la hizo estremecer.
—Bienvenida, Isabella — rompiendo el silencio con su voz profunda y gutural.
Él no pudo hallar rastros de la Elisa que conoció, al menos no en la superficie.
UN MES DESPUÉS:Elisa... no, más bien Isabella se miró al espejo y suspiró profundamente. Del otro lado en el reflejo vio a una mujer casi irreconocible ante ella: rostro perfilado, labios llenos, ojos profundamente azules, escultural figura y una melena oscura abundantemente larga caía a los lados de su cara afinándola aún más y dándole, junto al maquillaje y al vestido de alta costura un aire de aristocracia moderna sin igual.—¿Estás lista para actuar? — La profunda y masculina voz de James la sacó de sus cavilaciones.Ella se giró para verlo a los ojos. Esos ojos grises y helados a los que todavía no lograba acostumbrarse.—Supongo que sí — dijo en baja voz con un asentimiento de la cabeza.—¿Supones? Me estoy jugando mucho con esto, Elisa, ¿O debería llamarte, Isabella? — Dejó salir cortante y decepcionado.James podría lucir como una pieza de arte monumentalmente exquisita, pero era rígido y glacial cuando se lo proponía.Elisa sintió un ligero frío en el estómago. Se puso de pi
—Mikel Wolf, señorita Lennox. Es un gusto — la frase quedó colgada en el aire, repiqueteando como si fuera una campana, y aturdiendo a Isabella por un instante.James, que hacía esfuerzos por mantenerse impasible ante el esbirro que había condenado a su madre a cadena perpetua, notó la repentina palidez de la chica, se había metido muy bien en su papel y, tomándola suavemente por el codo, le dirigió una mirada segura para infundirle confianza.Ella no dijo nada, pero agradeció internamente el que su socio justiciero tuviera ese gesto.Mikel, por su parte, se quedó demasiado tiempo tomando la mano de Isabella hasta el punto de ser verdaderamente incómodo.Ella se liberó con delicadeza y estilo, haciendo un comentario sobre lo delicioso de los canapés y la excelente música instrumental que sonaba de fondo.—Señorita Lennox, ¿Puedo hacerle una pregunta? — lanzó el viejo zorro de Emmett Wolf.Isabella asintió con gracia, ocultando su animadversión.—¿La conozco de alguna parte? — pregunt
—Interesante pieza musical — Mikel comentó — ¿Es Tchaikovsky? — Intentando hacer gala de su fingido amplio acervo cultural.Nunca fue muy bueno para esas cosas, las artes se le daban mejor a Elisa.Isabella sonrió, acentuando un poco más su intención sensual y provocativa.—No. Es Johann Strauss, una hermosa pieza del siglo diecinueve.—¡Oh! Entonces… además de hermosamente encantadora, es usted también muy culta — afirmó con la intención de hacerle un cumplido. Isabella lo veía venir y jugaría con eso.—Un poco, sí — ella contestó paseando su mano sobre el hombro de Mikel hasta llegar cerca de su cuello — ¿Sabía que el vals fue un baile muy escandaloso cuando se comenzó a danzar en las cortes más importantes de Europa? — le dijo suavemente mientras movía las caderas con gracia al ritmo de la música sin dejar de mirarlo a los ojos.—No, no lo sabía, ¿Y por qué iba a ser escandaloso? — preguntó sintiendo un ligero cosquilleo en medio de las piernas bastante sugestivo.—Porque hasta ent
¡Oh, pero por favor! ¡Claro que Mikel comprendía a la perfección la insinuación de la hermosa chica Lennox!Por su puesto que una mujer de su linaje, cultura y clase social se daba el tupé de apartar a sombrerazos a los hombres que seguramente caían rendidos a sus pies como moscas, no sería fácil acercarse en plan de conquista a una mujer como ella.Sin embargo, a Mikel le encantaban los retos, ¡Mientras más difíciles, mejor!Nunca le gustaron las chicas fáciles, a menos que fueran para la diversión de un rato y nada más, pero alguien como Isabella no era para un rato, así que volviendo a sus turbios pensamientos tachó mentalmente la opción de haberla conocido en algún antro londinense en sus años mozos.No, definitivamente no era la aventura pasada de una noche de borrachera.Pero esos ojos… esos ojos seguían poniéndole los nervios de punta.—Lo noto pensativo — ella se aventuró a decir, no podía competir contra lo que fuera que lo mantuviera con la cabeza en otra parte.—Disculpe mi
El joven Lennox decidió que había sido suficiente del teatro por esa noche.La mirada acerada de James le indicó a Mikel que debe apartarse de su “Hermana”. El otro hombre comprendió el mensaje implícito, apartando elegantemente la mano de la espalda baja de Isabella y asintiendo sin perder la sonrisa fingida.—Ha sido todo un gusto, señorita Lennox, espero poder repetir esta hazaña en otra reunión social, por cierto, James, ¡Lo felicito por la magnífica velada!James asintió con gracia y empujó suavemente a Isabella, rodeándola por la cintura y girando junto con ella de forma exquisitamente fabulosa.—No sabía que bailabas tan bien.—No lo hacía. Ahora si lo hago, y… ¿Qué carajos fue todo eso? — ella preguntó molesta e intentando zafarse del agarre de James.—Eso fue ponerle límites al perro faldero de Mikel Wolf — afirmó con frialdad — concéntrate en la danza, mucha gente nos está mirando.—No te entiendo, ¿No se supone que el chiste era coquetearle a Mikel y metérmelo en un bolsill
Isabella pareció desplomarse en cámara lenta ante los ojos impactados de James.—¡Isabella! — él gritó y avanzó a todo correr hacia su falsa hermana, inclinándose sobre ella y levantándola a medias en su regazo mientras se cuestionaba lo duro que había sido con ella últimamente.—Isabella, por favor, vamos, ¡Despierta!«¡Maldición, he sido demasiado duro con ella! Esto es mi culpa, la he mantenido bajo mucho estrés» pensó para sus adentros intentando reanimarla, pero sin poder lograrlo.—Isabella, por favor, vamos, no estoy para bromas — dejó salir comenzando a preocuparse de veras — Vamos, Isabella ¡Dime algo!La mujer yacía pálida en el suelo cuando las fuertes manos de James la tomaron por los hombros para levantarla.—¡No! No la levantes, hay que ver sus signos vitales primero — Mikel apareció de la nada dando instrucciones. ¿De dónde había salido, acaso los estaba observando?Wolf había cumplido servicio militar, y tratar una eventualidad como esa era parte del entrenamiento.—Lev
Mikel subió al auto al lado de su padre, que le daba instrucciones al chofer para que avanzara. La fiesta había terminado en los buenos deseos para el venidero año nuevo; y los apretones de manos de rigor social solo para empatizar con los nuevos conocidos en la Compañía.—¿Qué te han parecido nuestros nuevos socios, hijo? — Emmett preguntó encendiendo un puro.—Creo que son obscenamente ricos — respondió con un deje de envidia en el fondo.—¿Noto algo de incomodidad con eso? — girándose a verlo.Mikel se revolvió en la silla y carraspeó la garganta.—Tal vez, solo un poco — admitió.Su padre dejó salir una risita burlona.—No está mal, no está mal. Esas son las cosas que nos sirven como incentivo, debes verte como ellos en el futuro, ¡Mentalizarte! Apuntar alto Mikel, ¡Muy bien! — palmeándole la espalda — Sin embargo, no es suficiente si solo se queda en el deseo de lograr llegar arriba, debes planear la estrategia adecuada, ¡Pensarla muy bien, hijo!, revisarla detalle a detalle y pu
Astrid seguía sacando sus cuentas, pero no iba a demostrar sus celos. Hacía varios años que se había convencido de que esa era una táctica estúpida. Nadie logra nada con hacerse la celosa, en estos casos lo mejor era mantenerse en calma y actuar inteligentemente.Además, las aventuras de Mikel generalmente no duraban más de un par de semanas cuando mucho, y ella seguía siendo la esposa, la dueña y señora de buena parte de su patrimonio y la mujer a la que regresaba siempre para compartir sus logros y pedirle opiniones, la que compartía secretos profundos y oscuros y a la que no podía traicionar de verdad, ¡Porque le saldría muy caro!¿Qué más quería? Tampoco era como si ella no se diera sus “Canitas al aire” cada vez que se iba de vacaciones con sus amigas al Caribe o a las Islas Griegas.Tenía deliciosos recuerdos de Santorini, por cierto.Mikel dejó salir un largo suspiro cuando su cabeza tocó la almohada.Sus pensamientos volaron hasta el enorme y lujoso salón de la mansión Lennox