3 ¿Tenemos un trato?

Los dedos de James tamborileaban nerviosamente en la mesita del café, mientras sus ojos reparaban cada dos minutos en el reloj de pulso herencia de familia que traía puesto, estaba a punto de levantarse y mandar todo al demonio.

Los dedos se detuvieron de golpe al ver entrar a la chica desaliñada y curvilínea por la puerta del lugar. Nada especial había en ella, salvo sus hermosos ojos, James suspiró, incluso con esa hermosa mirada no sabía si ella lo lograría.

« ¿Habrá algo que se pueda hacer con ella? », pensó, «¡Dudo mucho que tenga el temple para seducir a alguien, parece más un ángel herido que una mujer con sed de venganza, esto va a irse directo a la m****a! »

Elisa se detuvo en la puerta y lo buscó con la mirada. Pocos especímenes masculinos pueden verse como James Lennox, rostro afilado, tez clara, labios llenos y mirada gris, tan pesada como el plomo.

Suspiró. No sería fácil estar cerca de él con esos aires de grandeza que exudaba a kilómetros, era guapo, y el desgraciado lo sabía y actuaba en consecuencia.

«Vamos Elisa, no has nadado tanto para ahogarte en la orilla», se dijo a sí misma para infundirse ánimo.

Enderezó la postura y caminó hasta James que fingía no haberla visto.

—¡Ejem! — Ella se aclaró la garganta.

Él levantó la mirada felina.

—Estaba a punto de irme — la voz ronca y profunda cortó el aire.

—Disculpa, yo…

—No te disculpes. Un Lennox nunca se justifica.

—No me estoy justificando.

Los labios de James formaron una línea fina y recta, totalmente inexpresiva, mientras sus ojos parecían atravesarla por completo.

Elisa supo que debía cerrar la boca.

—Siéntate.

Ella asintió con un ligero movimiento de la cabeza y tomó asiento.

—Tu participación en este acuerdo dependerá de lo mucho que te ajustes a él. Quiero estar seguro de que serás capaz de llevar cabo nuestro plan, y que te ajustarás a todo lo que te diga.

Ahí estaba de nuevo esa mirada endemoniadamente seductora y peligrosamente mortal.

James era realmente aterrador. Ella se preguntaba cómo podía ser hijo de Beatriz.

—Estoy dispuesta a hacer lo necesario, no olvides que no eres el único a quien los Wolf le deben algo, a mí me deben a mi hijo.  No te equivoques conmigo, James, no juzgues un libro por su portada.

Hubo un momento de tensión entre los dos.

—Comprendo. Tienes mucho que cobrar — al fin dijo extendiéndole un folder —  Aquí encontrarás tus nuevos documentos, todo lo que se supone que has hecho hasta hoy. Tu nuevo nombre es Isabella Lennox ¡Mi pequeña hermanita! — Poniendo un énfasis casi burlón en la última frase.

Elisa hizo caso omiso al deje de desprecio y revisó los documentos.

—Entonces según esto, estudié Comercio Internacional.

—¿Hay algún problema con eso?

—No. Ninguno, soy profesional en el área — comentó de forma natural.

James frunció el ceño, no se dejaba intimidad con facilidad, eso le agradó.

—Hay algo más… No te ves en lo absoluto como una Lennox — señalándola con un movimiento de la mano.

Elisa se enderezó en la silla y se sintió muy pequeña, pero no dejó que él lo notara. Lo más difícil de todo el plan, sería adaptarse a este riquillo estirado.

—Debes olvidarte por completo de tu antigua tú. Elisa desapareció el día de hoy. Ahora eres Isabella, mi hermana, y regresas de Inglaterra para tomar tu lugar en el Consorcio. ¿Lo entiendes?

Elisa temió internamente no poder llenar los zapatos de Isabella Lennox.

James se levantó de la silla, y rodeando la mesa, le ofreció la mano para ponerla de pie. Ella dudó un segundo, la tomó y se incorporó.

Con esos ojos felinos, él la observó de arriba abajo escaneándola y dando la vuelta alrededor de ella como un depredador que analiza a su presa y luego se detuvo peligrosamente cerca de su rostro.

—Perdiste peso desde la última vez que te vi en prisión, pero todavía no es suficiente — analizó con desdén.

Elisa no pudo evitar pensar en la profunda tristeza y el agotamiento mental que padeció tan pronto ingresó en la cárcel. Había sido una época muy dura y Beatriz constantemente intentaba que comiera algo.

— ¿Me estás prestando atención? — James acortó la distancia entre los dos y Elisa dejó de respirar.

—Elogiabas mi figura — dijo como si no le importara su observación.

—Creo que tengo la solución — como si no la ofendiera en lo absoluto — He contratado a un asesor de imagen, trabaja con las estrellas del espectáculo, no debería ser un problema para él el convertirte en una verdadera Lennox.

¿Qué había hecho qué?

—Se te ha borrado la sonrisa del rostro — elevando la comisura de los labios haciéndolo ver terriblemente sexi.

—Haré lo que sea — recalcó con firmeza mientras pensaba en cómo decir lo que tenía en mente, él no era el único queriendo cambiar cosas.

—Es bueno escucharlo.

—Lo primero que haremos será una rinoplastia  — dijo volviendo a sentarse.

« Ya lo dije », ella pensó, « Espero que no se interponga, porque igual voy a hacérmela ».

—¿Rinoplastia? Pero ¿Para qué? — él preguntó tomándola por el mentón y acortando la distancia entre ambos mientras analizaba la figura de su nariz sin hallar nada extraño en ella, de hecho, a James le pareció que tenía una nariz perfilada muy bonita.

—¿Acaso no es obvio? Esa mancha de nacimiento que tengo justo aquí — dijo, inclinándose para que él la viera mejor y tocando su nariz con la punta de su dedo —  Mikel la reconocería a kilómetros, no tengo opción.

—Mmm, está bien, lo que tú quieras, ¿Algo más? — regresando a su lugar.

—No.

—Entonces debes saber que el asesor te enseñará modales y a actuar como debería hacerlo una mujer de alcurnia — con un gesto que lo hizo ver profundamente sexi y terriblemente despiadado, básicamente le dijo que era una maleducada sin modales  — ¿Hay trato?

Como si a ella le importaran esas nimiedades ahora.

—¡Hay trato!

—Entonces te lo presento — señalando a la mesa contigua.

Un joven de atuendo llamativo vino a sentarse a su lado. Traía los zapatos a la europea, los pantalones ajustados y el cabello engomado.

—Soy Edgar — saludó tensándose al ver a la mujer con la que tenía que trabajar.

—El gusto es mío — sintiéndose evaluada sin misericordia.

—¿Puedo? — preguntó señalando la coleta de cabello de Isabella, este tipejo no se iba con rodeos.

—Eh… sí, claro…

Edgar zafó la coleta, dejando caer la melena de Isabella y tomando un mechón entre los dedos lo miró como si fuera la cosa más espantosa que viera en su vida.

—Mmm…

—¿Qué?

—¿Dónde has estado metida los últimos años, cariño? ¡Parece que hubieras condenado tu cabello a prisión! — Isabella se tensó en la silla y dejó de respirar. James carraspeó para aclararse la garganta y Edgar supo que había dicho algo muy fuera de lugar.

—He… bueno, es que está quebradizo y maltratado, ¡Pide a gritos una intervención!

Ella se relajó e inspiró hondo.

—Tú eres el experto — James continuó — Haz con ella lo que necesites hacer, quiero una transformación completa, quiero que cuando termines, parezca sacada de la portada de Vogue.

—¡Oh, pero por supuesto!, No sabrás qué es ella cuando la veas, hago milagros,  por eso soy el mejor.

James tomó aire de nuevo.

—También he contratado a un equipo completo, tu preparación incluirá modelaje, maquillaje, modales en sociedad, cultura general, un estudio detallado de la familia Wolf y de los sucios secretos de Emmett Wolf y como hizo su fortuna, así como de Astrid Morguer y su familia, que tampoco están muy limpia que digamos.

Isabella lo escuchaba con la mandíbula desencajada, la preparación no iba a ser fácil.

— Primero hay que concentrarnos en el cambio físico, que será el más difícil de lograr — dijo como si fuera obvio, echando una ojeada de arriba abajo a Isabella — Necesitará mucho ejercicio matutino, dietas, Pilates y control mental para lograr el cuerpo talla dos del que hablamos… — dirigiendo su mirada a James.

—¡Talla dos! Pero ¿Qué están locos? — ella bufó.

—Es eso, ¡O este teatro se acaba hoy aquí! — James dijo con firmeza.

«¡Maldito nazi!» ¿Y cómo diablos esperaba que una mujer de su tamaño  tuviera esas medidas, matándola de hambre?

—Dime, querida hermanita, ¿Seguirás adelante con esto? — La desafió acortando el espacio entre ambos y plantándole cara muy cerca, tanto, que ella pudo respirar su mismo aire.

Isabella hacía grandes esfuerzos por mantener la calma, aunque lo que quería era borrarle la sonrisita socarrona y mandarlo a la m****a.

Los ojos de James, hermosos y terribles, no se apartaron ni un segundo de su propósito.

No podía tener ni una pizca de condescendencia con ella. Si fueran otras las circunstancias, no la obligaría a cambiar tanto, pero ella necesitaba un poderoso incentivo para volver a florecer.

Isabella no necesitaba un amigo, necesitaba a alguien que la empujara a lograr de nuevo todo su potencial, así que no sería blando con ella, sería feroz.

Ella debía estar preparada para lo que vendría, si se derrumbaba ahora solo por tener que hacer ejercicio y dieta, se derrumbaría el primer día en la vida de Isabella Lennox.

No, él no lo permitiría, sería su piedra en el zapato, su peor pesadilla. 

No importaba si lo odiaba, o si creía que era peor que el diablo. James tomaría el riesgo si con eso la fortalecía lo suficiente para recibir el embate de la venganza.

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