—Mikel Wolf, señorita Lennox. Es un gusto — la frase quedó colgada en el aire, repiqueteando como si fuera una campana, y aturdiendo a Isabella por un instante.
James, que hacía esfuerzos por mantenerse impasible ante el esbirro que había condenado a su madre a cadena perpetua, notó la repentina palidez de la chica, se había metido muy bien en su papel y, tomándola suavemente por el codo, le dirigió una mirada segura para infundirle confianza.
Ella no dijo nada, pero agradeció internamente el que su socio justiciero tuviera ese gesto.
Mikel, por su parte, se quedó demasiado tiempo tomando la mano de Isabella hasta el punto de ser verdaderamente incómodo.
Ella se liberó con delicadeza y estilo, haciendo un comentario sobre lo delicioso de los canapés y la excelente música instrumental que sonaba de fondo.
—Señorita Lennox, ¿Puedo hacerle una pregunta? — lanzó el viejo zorro de Emmett Wolf.
Isabella asintió con gracia, ocultando su animadversión.
—¿La conozco de alguna parte? — preguntó entrecerrando los ojos.
A Isabella se le congeló la sonrisa y pensó que estaba perdida, que había sido descubierta y que el viejo Emmett comenzaría a dar voces acusadoras hacia ella.
«¡Mierda, estoy perdida! Era demasiado ilusorio pensar que podría engañar a Emmett», se dijo internamente mientras dejaba de respirar y mantenía la sonrisa.
—No lo creo —ahí estaba James salvándola de nuevo del ojo de águila del viejo Wolf — Mi hermana acaba de llegar del Reino Unido, ha pasado casi toda su vida allá. Usted sabe, se educó en los exclusivos internados para señoritas y luego fue a la Universidad Saint Andrews, en Escocia.
—¿Saint Andrews? ¿La universidad de la realeza? Ha tenido usted una educación de primera, señorita Lennox — Emmett continuó en actitud aduladora, aunque no terminaba de sacarse de la cabeza que la había visto antes en alguna parte.
El que tampoco podía era Mikel. Estaba en silencio, dándole vueltas a su cerebro y buscando en el fondo de su mente a esta maravillosa mujer, pero sin hallarla. Lo único que en realidad le parecía conocido eran esos cristalinos ojos azules, pero lo demás… lo demás era demasiada perfección para ser alguna de sus aventuras de una sola noche en la cama.
El ambiente amenazaba con ponerse peligroso para la farsante, y había que hacer una maniobra con urgencia.
—Señor Wolf, ya que es la primera vez que tenemos el honor de recibir su visita en nuestra casa, ¿Le gustaría ver nuestra colección de arte? — Isabella respiró de alivio al escuchar la fabulosa idea de James.
—¡Sí, claro! — Ambos Wolf, padre e hijo respondieron al unísono.
—Yo me refería al señor Emmett, he escuchado que es un verdadero crítico de arte… — James se apresuró a decir.
«Divide y vencerás», pensó para sí, mirando a su falsa hermana, que pareció haberle leído la mente.
—Por supuesto, nada me gustaría más, me han dicho que no solo tiene una colección exquisita, ¡Sino que además vale una fortuna! — Isabella pensó que el comentario era tan típico de su exsuegro, que ella casi pudo haberlo predicho, no podría haber contestado de otra forma. A Emmett solo le importaba el dinero, podía olerlo a kilómetros de distancia.
—¡Magnífico! Entonces no se hable más, acompáñeme, por favor, es por aquí — señalando el camino al viejo y tramposo empresario mientras le lanzaba una mirada cómplice a Isabella para que aprovechara el momento a solas con Mikel.
Ella tragó grueso al comprender la treta de su “hermano”, y se limpió el sudor de las manos disimuladamente en el vestido.
—Hijo, ¿Por qué no sacas a bailar a la señorita? Me imagino que pocos caballeros tendrían la osadía de acercarse a tan distinguida dama, no es de buen gusto dejar a alguien como ella ahí parada, ¡Anda! Yo iré con el señor Lennox a ver esa colección.
James sonrió con gusto para sus adentros, el viejo Emmett había mordido el anzuelo, y Mikel no había podido reconocer a su mujer, o, mejor dicho, a su exmujer, a pesar de que no le quitaba los ojos de encima.
Mikel pareció salir de su letargo, se había perdido en esos ojos que le recordaban a alguien, pero no terminaba de dilucidar a quien, sin embargo, tenía una sensación extraña, de amargura e injusticia.
De pronto un escalofrío recorrió todo su cuerpo, haciéndolo estremecer, como si la culpa lo invadiera sin saber de dónde venía. Sacudió la cabeza, alejando el mal presagio.
—¡Ejem! — carraspeó entonces para aclararse la garganta y apartar esas sensaciones estúpidas que acababan de abrumarlo en el momento y lugar equivocados — ¿Me haría el inmenso honor de concederme esta pieza? — dijo al fin con una mirada cautivadora cuando su padre y el hermano de la joven se perdían tras el primer pasillo.
A Isabella se le heló la sangre. Pero no estaba ahí para quedarse petrificada. Había entrenado mucho, y no solo físicamente, sino psicológicamente, para estar preparada para enfrentar a su verdugo, y había llegado la hora. No fallaría, no cuando ya había pasado la primera fase y él todavía no se daba cuenta de quién era.
«Necesito saber quién es, o no voy a poder pegar un ojo esta noche», se dijo para sí, mientras le ofrecía la mano con caballerosidad, «Puede que le saque información mientras bailamos, seguramente la conocí en aquel viaje a Londres hace unos años… no, en Londres no pudo ser, tal vez en…
Mikel continuaba partiéndose la cabeza en dos, sin dar con ella.
Isabella inspiró profundo y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, retomó la psicología de su personaje: Isabella Lennox, la aristócrata hermana de James. Joven y hermosísima mujer educada entre la crema innata de la sociedad europea, la chica empoderada y con aires de grandeza a la que no le intimida un baile con otro empresario más.
«Sí, él es un empresario más de los muchos que se pueden acercar a alguien como Isabella Lennox, no hay nada que temer»
Isabella le ofreció una exquisita sonrisa y tomó la mano de Mikel con delicadeza mientras lo miraba de forma ligeramente seductora.
«Solo un poco de sazón, no mucho», pensó, « Ya mordió el anzuelo», maquinó mientras luchaba por contener las náuseas y obligaba a retroceder las arcadas que amenazaban con arruinarlo todo.
Él tomó su mano y tirando suavemente de ella, la llevó hasta el centro de la pista en donde, justamente, comenzaba a sonar un vals.
La mano de Mikel viajó hasta la cintura de Isabella, atrayéndola hacia él con firmeza, hasta que la distancia entre los dos se redujo y el poco aire en medio de sus cuerpos se tornó asfixiante y tóxico.
Ella inclinó el rostro escondiendo su malestar, mientras Mikel la sujetaba con más fuerza, despertando sensaciones que evocaron un remolino emocional difícil de controlar.
Mikel pudo sentirla temblar bajo su toque y lo interpretó como una reacción de química entre ambos, sonriendo para sus adentros y pensando que tal vez su teoría de haberla conocido en alguna noche de juerga era bastante probable.
Pero estaba absolutamente equivocado. Isabella era un ciclón en su mente y en su pecho, mientras un sinfín de imágenes y recuerdos se sucedían en su cabeza, una tras otra, como si las estuviera viendo en un filme a todo color:
Recordó la voz gutural de Mikel, susurrándole algo sucio al oído, mientras le palmeaba el trasero y la obligaba a darse la vuelta enterrando el rostro contra la almohada.
—Mikel, así no, me lastimas, me haces daño — ella pidió con suavidad, temiendo no molestarlo. Sabía que a su marido le encantaba probar cosas nuevas y excéntricas en la cama constantemente, no era hombre de rutinas en el se**xo.
—Elisa, por favor, no vas a empezar con eso de nuevo, ¡Eres mi mujer! No hay nada malo en lo que hacemos.
—No es que piense que está mal, es que… — Elisa se había detenido a pensar en la mejor forma de decirlo para no encender su ira — No eres delicado, Mikel…
El hombre había pasado los dedos con cuidado sobre la blanca piel de porcelana de su mujer, dejando un camino de besos desde la base de su cuello hasta llegar a sus caderas.
—¿Te gusta así?
Ella había gemido cuando él llegó a su entrepierna y la estimuló con maestría haciendo que arqueara la espalda.
—¿Así, Elisa?
—Si… — apenas había podido decir, cuando la seducción llegó a su fin y el hombre delicado desaparecía para convertirse de nuevo en el bruto que solo iba directo “al grano” sin más preludios, ni caricias, sin más cuidados que la burla hacia esa mujer que solo representaba la obligación de continuar casado para no perder su dinero.
—Vamos, Elisa, no creo que con esos kilos de más seas tan frágil, ¡Otras mujeres mucho más delgadas soportan embates más rudos que los míos!
—¿Señorita Lennox? — la voz de Mikel la golpeó como un tren sacándola de sus pensamientos.
Isabella levantó la mirada con seguridad mientras relegaba a un rincón oscuro de su mente los recuerdos de Elisa.
—Interesante pieza musical — Mikel comentó — ¿Es Tchaikovsky? — Intentando hacer gala de su fingido amplio acervo cultural.Nunca fue muy bueno para esas cosas, las artes se le daban mejor a Elisa.Isabella sonrió, acentuando un poco más su intención sensual y provocativa.—No. Es Johann Strauss, una hermosa pieza del siglo diecinueve.—¡Oh! Entonces… además de hermosamente encantadora, es usted también muy culta — afirmó con la intención de hacerle un cumplido. Isabella lo veía venir y jugaría con eso.—Un poco, sí — ella contestó paseando su mano sobre el hombro de Mikel hasta llegar cerca de su cuello — ¿Sabía que el vals fue un baile muy escandaloso cuando se comenzó a danzar en las cortes más importantes de Europa? — le dijo suavemente mientras movía las caderas con gracia al ritmo de la música sin dejar de mirarlo a los ojos.—No, no lo sabía, ¿Y por qué iba a ser escandaloso? — preguntó sintiendo un ligero cosquilleo en medio de las piernas bastante sugestivo.—Porque hasta ent
¡Oh, pero por favor! ¡Claro que Mikel comprendía a la perfección la insinuación de la hermosa chica Lennox!Por su puesto que una mujer de su linaje, cultura y clase social se daba el tupé de apartar a sombrerazos a los hombres que seguramente caían rendidos a sus pies como moscas, no sería fácil acercarse en plan de conquista a una mujer como ella.Sin embargo, a Mikel le encantaban los retos, ¡Mientras más difíciles, mejor!Nunca le gustaron las chicas fáciles, a menos que fueran para la diversión de un rato y nada más, pero alguien como Isabella no era para un rato, así que volviendo a sus turbios pensamientos tachó mentalmente la opción de haberla conocido en algún antro londinense en sus años mozos.No, definitivamente no era la aventura pasada de una noche de borrachera.Pero esos ojos… esos ojos seguían poniéndole los nervios de punta.—Lo noto pensativo — ella se aventuró a decir, no podía competir contra lo que fuera que lo mantuviera con la cabeza en otra parte.—Disculpe mi
El joven Lennox decidió que había sido suficiente del teatro por esa noche.La mirada acerada de James le indicó a Mikel que debe apartarse de su “Hermana”. El otro hombre comprendió el mensaje implícito, apartando elegantemente la mano de la espalda baja de Isabella y asintiendo sin perder la sonrisa fingida.—Ha sido todo un gusto, señorita Lennox, espero poder repetir esta hazaña en otra reunión social, por cierto, James, ¡Lo felicito por la magnífica velada!James asintió con gracia y empujó suavemente a Isabella, rodeándola por la cintura y girando junto con ella de forma exquisitamente fabulosa.—No sabía que bailabas tan bien.—No lo hacía. Ahora si lo hago, y… ¿Qué carajos fue todo eso? — ella preguntó molesta e intentando zafarse del agarre de James.—Eso fue ponerle límites al perro faldero de Mikel Wolf — afirmó con frialdad — concéntrate en la danza, mucha gente nos está mirando.—No te entiendo, ¿No se supone que el chiste era coquetearle a Mikel y metérmelo en un bolsill
Isabella pareció desplomarse en cámara lenta ante los ojos impactados de James.—¡Isabella! — él gritó y avanzó a todo correr hacia su falsa hermana, inclinándose sobre ella y levantándola a medias en su regazo mientras se cuestionaba lo duro que había sido con ella últimamente.—Isabella, por favor, vamos, ¡Despierta!«¡Maldición, he sido demasiado duro con ella! Esto es mi culpa, la he mantenido bajo mucho estrés» pensó para sus adentros intentando reanimarla, pero sin poder lograrlo.—Isabella, por favor, vamos, no estoy para bromas — dejó salir comenzando a preocuparse de veras — Vamos, Isabella ¡Dime algo!La mujer yacía pálida en el suelo cuando las fuertes manos de James la tomaron por los hombros para levantarla.—¡No! No la levantes, hay que ver sus signos vitales primero — Mikel apareció de la nada dando instrucciones. ¿De dónde había salido, acaso los estaba observando?Wolf había cumplido servicio militar, y tratar una eventualidad como esa era parte del entrenamiento.—Lev
Mikel subió al auto al lado de su padre, que le daba instrucciones al chofer para que avanzara. La fiesta había terminado en los buenos deseos para el venidero año nuevo; y los apretones de manos de rigor social solo para empatizar con los nuevos conocidos en la Compañía.—¿Qué te han parecido nuestros nuevos socios, hijo? — Emmett preguntó encendiendo un puro.—Creo que son obscenamente ricos — respondió con un deje de envidia en el fondo.—¿Noto algo de incomodidad con eso? — girándose a verlo.Mikel se revolvió en la silla y carraspeó la garganta.—Tal vez, solo un poco — admitió.Su padre dejó salir una risita burlona.—No está mal, no está mal. Esas son las cosas que nos sirven como incentivo, debes verte como ellos en el futuro, ¡Mentalizarte! Apuntar alto Mikel, ¡Muy bien! — palmeándole la espalda — Sin embargo, no es suficiente si solo se queda en el deseo de lograr llegar arriba, debes planear la estrategia adecuada, ¡Pensarla muy bien, hijo!, revisarla detalle a detalle y pu
Astrid seguía sacando sus cuentas, pero no iba a demostrar sus celos. Hacía varios años que se había convencido de que esa era una táctica estúpida. Nadie logra nada con hacerse la celosa, en estos casos lo mejor era mantenerse en calma y actuar inteligentemente.Además, las aventuras de Mikel generalmente no duraban más de un par de semanas cuando mucho, y ella seguía siendo la esposa, la dueña y señora de buena parte de su patrimonio y la mujer a la que regresaba siempre para compartir sus logros y pedirle opiniones, la que compartía secretos profundos y oscuros y a la que no podía traicionar de verdad, ¡Porque le saldría muy caro!¿Qué más quería? Tampoco era como si ella no se diera sus “Canitas al aire” cada vez que se iba de vacaciones con sus amigas al Caribe o a las Islas Griegas.Tenía deliciosos recuerdos de Santorini, por cierto.Mikel dejó salir un largo suspiro cuando su cabeza tocó la almohada.Sus pensamientos volaron hasta el enorme y lujoso salón de la mansión Lennox
Emmett entró en la biblioteca, se zafó la corbata y la dejó caer a un lado en el sillón junto a él.Estaba algo cansado por la velada, pero no podía quejarse de la comida ni tampoco del trago, aunque apenas si lo había probado, pocas veces un anfitrión ofrecía una celebración a esa altura, y eso tomando en cuanta que se codeaba con la creme de la creme en la ciudad.Tenía la garganta seca. Por iniciativa propia nunca se pasaba de copas en público, no fuera a soltar la legua y a cantar como un canario alguno de sus execrables secretos, sabía que solo necesitaba estar borracho y tener una buena plática para comenzar a entonar "las mañanitas".Había servido un trago de whisky doble y en las rocas, en casa no importaba quién lo escuchara decir algunas cosas, todo el personal era de confianza además de tener rabo de paja, así que nadie osaría traicionarlo, porque seguro que más tardaban en abrir la boca, que Emmett en cortarles la lengua.Se sentó pensativo con el vaso entre las manos. Apu
—¿Ya se fue toda la gente? — Isabella preguntó tumbándose en el fino sillón de piel de una de las salitas de estar de la mansión.—Si, señorita, ya se fueron los últimos invitados — respondió Amada, el ama de llaves de la mansión.—¡Qué bueno, pensé que no acabaría jamás!—¡Qué! ¿Pensaste que sería fácil? Te advertí que no sería así, no sé de qué te quejas — era James, que acababa de entrar y caminaba directo al bar para servirse una copa.—No. Nunca pensé que sería fácil, pero estoy agotada, y ya quiero irme a la cama.—Amada, ¿Puedes dejarnos solos, por favor? Tengo asuntos que tratar con mi hermana.—Sí, señor, que tengan buenas noches, con permiso — la mujer salió de la salita, dejando a Isabella revolviéndose incómoda en el sillón.—¿La conversación no puede esperar hasta mañana? De verdad, quiero irme a dormir — haciendo amago de levantarse.—Prefiero acabar con este asunto de una vez, “hermanita” — cada vez que pronunciaba la palabra “hermanita” dejaba escapar ese toque de desa