110 Adios, Mikel

— ¡Ah! — dejó salir sin que nadie lo escuchara en kilómetros a la redonda, quizás por el sonido que hacía la fuerza del agua al caer y romper contra la laguna allá abajo.

James alcanzó a divisar que el lugar en donde caería era profundo y se apresuró a llenar sus pulmones de aire y a contener la respiración, abrazándose a sí mismo y manteniendo el cuerpo recto hasta caer de lleno en el agua.

¡Plum!

Se hundió hasta el fondo, pero esta vez no había tantas piedras como arriba. Aquí la acción del agua, durante tanto tiempo, había hecho una cavidad profunda de la que pudo salir nadando sin mucha dificultad.

Brazo, patada, brazo, patada hasta la orilla, y al salir se dejó caer exhausto al suelo, justo en la orilla.

Estuvo ahí unos cinco minutos recobrando el aliento antes de levantarse, cuando escuchó voces muy cerca de él.

— ¡No des un paso más! O te juro que lo haré — James reconoció la voz como la de Astrid.

Se levantó del suelo con cuidado, manteniéndose agachado y luego se arrastró ent
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