La Trampa de la Exesposa. Un Vals de Venganza
La Trampa de la Exesposa. Un Vals de Venganza
Por: Alexa Writer
1 Muerte y herencia

Elisa respiró hondo cuando el abogado le extendió los documentos. Alargó la mano temblorosa para tomarlos y leyó con atención.

—¿Comprende lo que dice ahí, señorita Alcalá?

—Para serle franca comprendo la mitad — dejando escapar el aire.

—Básicamente, la señora Beatriz Lennox dejó a su nombre el cincuenta por ciento de sus bienes, creo que no es muy difícil de entender.

—Esa parte la comprendo perfectamente, lo que no entiendo es ¿Por qué decidió dejarme un porcentaje tan alto? — Elisa solo podía pensar en la reacción de James, el hijo de Beatriz.

Mientras ella todavía hablaba, la puerta del despacho del abogado se abrió y James Lennox entró con elegancia y paso decidido.

—Es la misma pregunta que me sigo haciendo — la voz de James era aplomada, pero glacial.

—Llegas tarde, James — el abogado, observó ajustándose las gafas.

—Tenía negocios que hacer, Robert, a diferencia de otras personas, yo sí me he ganado cada centavo.

Elisa tragó grueso y se acomodó en la silla, no era su culpa que Beatriz decidiera dejarle la mitad de su fortuna y del conglomerado Lennox y Lennox.

—Bueno, ya estoy aquí. Ahora vamos al grano.

El abogado carraspeó y tomó los papeles para leer en voz alta.

—Debo advertirles que la herencia de Beatriz viene con condiciones para ambos… — James inspiró hondo y se acomodó el saco — Como todos sabemos, ella tenía un propósito, y debe ser cumplido. Al conocer a la señorita Alcalá, Beatriz quiso que ella fuera su apoyo en este propósito.

—Sí, claro, como si yo no pudiera solo con esto… — Refunfuñó James por lo bajo.

—Beatriz dejó el cincuenta por ciento de su fortuna a su hija menor…

James se enderezó en la silla.

—¿Qué? Pero ¡Soy hijo único! Esto debe ser una broma — ¿Acaso su madre tenía otra sorpresita bajo la manga?

—Beatriz quería que Elisa asumiera la identidad de su hija, y personalmente ya me he encargado de todos los trámites legales — aclaró con lentitud pasmosa.

—¿Legales? — James se burló.

—¡Legales! Ella es ahora tu hermana, James, claro, si quieres tu parte de la herencia — añadió por si acaso.

James clavó la mirada acerada sobre la chica curvilínea metida en ese ancho y horrendo vestido barato, necesitaba ver su reacción, pero ella solo sollozaba en silencio.

Elisa jamás habría podido imaginar que Beatriz sería tan importante para ella en los momentos más aciagos de su vida. Ella llegó a ser la madre que no tuvo, la amiga y también la confidente.

Es extraño como las personas se unen tan profundamente cuando la desgracia aparece como una avalancha para arrasar con todo, parecía que había sido ayer cuando solo con vientres años había sido inculpada con tanta crueldad, y después de cinco años en la cárcel todavía parecía que todo había sido una terrible pesadilla de la que nucna iba a despertar.

Beatriz había sido la calma en medio de la tormenta, la voz de la sabiduría en los momentos de locura, y la mano amiga cuando Elisa no podía confiar en nadie.

Y ahora, ya no estaba.

No podía explicar con palabras el vacío enorme que la embargaba y no le importaba si James o si el mundo le creía.

¡Al diablo con lo que la gente pensara!

Ella nunca quiso su fortuna, ni siquiera sabía que la tenía cuando llegó a prisión acusada de un crimen que no cometió, cuando su esposo la creyó capaz de traición y además fue juzgada injustamente porque Mikel no confió en ella y decidió arrebatarle lo único que le quedaba, su pequeño hijo.

Las lágrimas se escaparon de sus entristecidos ojos sin que pudiera evitarlo y James tragó grueso al preguntarse si esa mujer sería realmente sincera, porque, a decir verdad, sí lo parecía.

La imagen de una mujer entrada en años el primer día en aquella celda le había mostrado a Elisa lo que podría ser su futuro. Pensó que se estaba viendo en el reflejo de lo que sería al cabo de los años, pero se equivocó. Beatriz la recibió de buen agrado, e hizo del pequeño espacio un lugar de refugio para ambas, y luego planeó todo para que ella saliera libre e hiciera justicia por las dos.

Recordó las numerosas pláticas en las que le contaba cómo, siendo una empresaria exitosa y respetada, cayó en las sucias manos de Emmett Wolf, un socio de negocios aparentemente confiable.

Beatriz había presenciado como Emmett había acabado salvajemente con la vida de un hombre de la forma más sangrienta y atroz, y eso le había costado la libertad, y en muchas formas también la vida.

Elisa se identificó con la historia de su nueva compañera de celda de inmediato, porque igual que ella, Beatriz había sido inculpada de la manera más astuta para hacerla ver como un monstruo, condenándola a cadena perpetua por la violencia aterradora y la naturaleza del delito.

Elisa se limpió las lágrimas sin levantar la vista de la costosa alfombra del despacho, mientras se le dificultaba respirar y todavía su cabeza daba vueltas en torno a fatídica tarde en la que el infierno se había desatado, todo era muy reciente y ella seguía inmersa en la visión de una celda en llamas.

De pronto en su mente, el fuego lamía las paredes curtidas por el tiempo, consumiendo todo a su paso a una velocidad angustiosa, mientras ella se lanzaba al suelo y gritaba el nombre de Beatriz con todas sus fuerzas.

—¡Beatriz! ¡Beatriz!

El calor abrazador era insoportable, pero Elisa no dejaba de arrastrarse por el suelo en busca de la anciana mujer que estaba en alguna parte.

—¡Beatriz!

—Aquí… — respondió la mujer ahogada con su propia tos — Sálvate, ¡Sálvate por las dos!

Elisa había logrado llegar hasta ella, pero el humo era espeso y le dificultaba respirar.

Recordó que la anciana era asmática y el miedo se apoderó de su pecho, así que, tomándola por los brazos, tiró con todas sus fuerzas para alejarla de las flamas.

—Beatriz, no me dejes, ¡No ahora! — sollozó abrazándola mientras la mujer hacía esfuerzos por respirar.

—Mi niña — logró apenas articular — Prométeme… — Intentó continuar, pero le faltaba el aire.

—¡Shiss! No digas nada, ¡Trata de respirar!

—Harás todo como te lo dije… — La anciana insistió.

—Beatriz…

—¡Prométemelo! — pidió con su último suspiro.

Elisa asintió con la cabeza, dejando escapar un “sí” apenas audible mientras la vida de Beatriz se le esfumaba irremediablemente entre las manos.

—¿Elisa? ¡Elisa! — la voz ronca y profunda de James la trajo de regreso — ¿Estás bien?

Aunque odiara reconocerlo él sabía que el trauma de la chica no era fingido, tampoco podía negar que los afectos entre ella y su madre eran reales y que, de no ser por Elisa, su madre seguramente habría muerto de depresión mucho antes y no en ese incendio. Solo por eso, y porque el testamento lo obligaba, James intentaría cumplir con los últimos designios de su madre, aunque no estaba seguro de que Elisa pudiera con todo lo que eso implicaba.

A kilómetros de distancia, el verdugo de Elisa estaba a punto de escuchar una noticia. En la lujosa residencia de los Wolf, Mikel Wolf recibía una llamada.

—Sí, ¿Diga?

—Señor Wolf, lo llamamos desde la penitenciaría femenil, tenemos algo que informarle.

Mikel inspiró profundo y tomó asiento. Astrid, su mujer se acercó para masajearle los hombros.

—Hace mucho que pedí no recibir noticias de ese lugar.

—Lo sabemos, señor Wolf, pero creo que a su hijo le interesaría saberlo.

—¿Cuál noticia? — Astrid se detuvo al escuchar el tono de voz de su esposo.

—Hubo un desafortunado accidente, un incendio en el ala norte del presidio este fin de semana…

—¿De qué carajos me está hablando? — soltó poniéndose de pie al comprender que era algo grave.

—Hubo varias bajas, señor Wolf, entre las fallecidas está la señora Elisa Alcalá, su exesposa.

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