Elisa respiró hondo cuando el abogado le extendió los documentos. Alargó la mano temblorosa para tomarlos y leyó con atención.
—¿Comprende lo que dice ahí, señorita Alcalá?
—Para serle franca comprendo la mitad — dejando escapar el aire.
—Básicamente, la señora Beatriz Lennox dejó a su nombre el cincuenta por ciento de sus bienes, creo que no es muy difícil de entender.
—Esa parte la comprendo perfectamente, lo que no entiendo es ¿Por qué decidió dejarme un porcentaje tan alto? — Elisa solo podía pensar en la reacción de James, el hijo de Beatriz.
Mientras ella todavía hablaba, la puerta del despacho del abogado se abrió y James Lennox entró con elegancia y paso decidido.
—Es la misma pregunta que me sigo haciendo — la voz de James era aplomada, pero glacial.
—Llegas tarde, James — el abogado, observó ajustándose las gafas.
—Tenía negocios que hacer, Robert, a diferencia de otras personas, yo sí me he ganado cada centavo.
Elisa tragó grueso y se acomodó en la silla, no era su culpa que Beatriz decidiera dejarle la mitad de su fortuna y del conglomerado Lennox y Lennox.
—Bueno, ya estoy aquí. Ahora vamos al grano.
El abogado carraspeó y tomó los papeles para leer en voz alta.
—Debo advertirles que la herencia de Beatriz viene con condiciones para ambos… — James inspiró hondo y se acomodó el saco — Como todos sabemos, ella tenía un propósito, y debe ser cumplido. Al conocer a la señorita Alcalá, Beatriz quiso que ella fuera su apoyo en este propósito.
—Sí, claro, como si yo no pudiera solo con esto… — Refunfuñó James por lo bajo.
—Beatriz dejó el cincuenta por ciento de su fortuna a su hija menor…
James se enderezó en la silla.
—¿Qué? Pero ¡Soy hijo único! Esto debe ser una broma — ¿Acaso su madre tenía otra sorpresita bajo la manga?
—Beatriz quería que Elisa asumiera la identidad de su hija, y personalmente ya me he encargado de todos los trámites legales — aclaró con lentitud pasmosa.
—¿Legales? — James se burló.
—¡Legales! Ella es ahora tu hermana, James, claro, si quieres tu parte de la herencia — añadió por si acaso.
James clavó la mirada acerada sobre la chica curvilínea metida en ese ancho y horrendo vestido barato, necesitaba ver su reacción, pero ella solo sollozaba en silencio.
Elisa jamás habría podido imaginar que Beatriz sería tan importante para ella en los momentos más aciagos de su vida. Ella llegó a ser la madre que no tuvo, la amiga y también la confidente.
Es extraño como las personas se unen tan profundamente cuando la desgracia aparece como una avalancha para arrasar con todo, parecía que había sido ayer cuando solo con vientres años había sido inculpada con tanta crueldad, y después de cinco años en la cárcel todavía parecía que todo había sido una terrible pesadilla de la que nucna iba a despertar.
Beatriz había sido la calma en medio de la tormenta, la voz de la sabiduría en los momentos de locura, y la mano amiga cuando Elisa no podía confiar en nadie.
Y ahora, ya no estaba.
No podía explicar con palabras el vacío enorme que la embargaba y no le importaba si James o si el mundo le creía.
¡Al diablo con lo que la gente pensara!
Ella nunca quiso su fortuna, ni siquiera sabía que la tenía cuando llegó a prisión acusada de un crimen que no cometió, cuando su esposo la creyó capaz de traición y además fue juzgada injustamente porque Mikel no confió en ella y decidió arrebatarle lo único que le quedaba, su pequeño hijo.
Las lágrimas se escaparon de sus entristecidos ojos sin que pudiera evitarlo y James tragó grueso al preguntarse si esa mujer sería realmente sincera, porque, a decir verdad, sí lo parecía.
La imagen de una mujer entrada en años el primer día en aquella celda le había mostrado a Elisa lo que podría ser su futuro. Pensó que se estaba viendo en el reflejo de lo que sería al cabo de los años, pero se equivocó. Beatriz la recibió de buen agrado, e hizo del pequeño espacio un lugar de refugio para ambas, y luego planeó todo para que ella saliera libre e hiciera justicia por las dos.
Recordó las numerosas pláticas en las que le contaba cómo, siendo una empresaria exitosa y respetada, cayó en las sucias manos de Emmett Wolf, un socio de negocios aparentemente confiable.
Beatriz había presenciado como Emmett había acabado salvajemente con la vida de un hombre de la forma más sangrienta y atroz, y eso le había costado la libertad, y en muchas formas también la vida.
Elisa se identificó con la historia de su nueva compañera de celda de inmediato, porque igual que ella, Beatriz había sido inculpada de la manera más astuta para hacerla ver como un monstruo, condenándola a cadena perpetua por la violencia aterradora y la naturaleza del delito.
Elisa se limpió las lágrimas sin levantar la vista de la costosa alfombra del despacho, mientras se le dificultaba respirar y todavía su cabeza daba vueltas en torno a fatídica tarde en la que el infierno se había desatado, todo era muy reciente y ella seguía inmersa en la visión de una celda en llamas.
De pronto en su mente, el fuego lamía las paredes curtidas por el tiempo, consumiendo todo a su paso a una velocidad angustiosa, mientras ella se lanzaba al suelo y gritaba el nombre de Beatriz con todas sus fuerzas.
—¡Beatriz! ¡Beatriz!
El calor abrazador era insoportable, pero Elisa no dejaba de arrastrarse por el suelo en busca de la anciana mujer que estaba en alguna parte.
—¡Beatriz!
—Aquí… — respondió la mujer ahogada con su propia tos — Sálvate, ¡Sálvate por las dos!
Elisa había logrado llegar hasta ella, pero el humo era espeso y le dificultaba respirar.
Recordó que la anciana era asmática y el miedo se apoderó de su pecho, así que, tomándola por los brazos, tiró con todas sus fuerzas para alejarla de las flamas.
—Beatriz, no me dejes, ¡No ahora! — sollozó abrazándola mientras la mujer hacía esfuerzos por respirar.
—Mi niña — logró apenas articular — Prométeme… — Intentó continuar, pero le faltaba el aire.
—¡Shiss! No digas nada, ¡Trata de respirar!
—Harás todo como te lo dije… — La anciana insistió.
—Beatriz…
—¡Prométemelo! — pidió con su último suspiro.
Elisa asintió con la cabeza, dejando escapar un “sí” apenas audible mientras la vida de Beatriz se le esfumaba irremediablemente entre las manos.
—¿Elisa? ¡Elisa! — la voz ronca y profunda de James la trajo de regreso — ¿Estás bien?
Aunque odiara reconocerlo él sabía que el trauma de la chica no era fingido, tampoco podía negar que los afectos entre ella y su madre eran reales y que, de no ser por Elisa, su madre seguramente habría muerto de depresión mucho antes y no en ese incendio. Solo por eso, y porque el testamento lo obligaba, James intentaría cumplir con los últimos designios de su madre, aunque no estaba seguro de que Elisa pudiera con todo lo que eso implicaba.
A kilómetros de distancia, el verdugo de Elisa estaba a punto de escuchar una noticia. En la lujosa residencia de los Wolf, Mikel Wolf recibía una llamada.
—Sí, ¿Diga?
—Señor Wolf, lo llamamos desde la penitenciaría femenil, tenemos algo que informarle.
Mikel inspiró profundo y tomó asiento. Astrid, su mujer se acercó para masajearle los hombros.
—Hace mucho que pedí no recibir noticias de ese lugar.
—Lo sabemos, señor Wolf, pero creo que a su hijo le interesaría saberlo.
—¿Cuál noticia? — Astrid se detuvo al escuchar el tono de voz de su esposo.
—Hubo un desafortunado accidente, un incendio en el ala norte del presidio este fin de semana…
—¿De qué carajos me está hablando? — soltó poniéndose de pie al comprender que era algo grave.
—Hubo varias bajas, señor Wolf, entre las fallecidas está la señora Elisa Alcalá, su exesposa.
—¿Señor Wolf? ¿Sigue ahí? — Mikel enmudeció de pronto, sintiendo que un nudo comenzaba a formarse en su garganta.—¿Señor Mikel Wolf? — El policía insistió desde el otro lado de la línea — ¿Sabe si la señora Alcalá tenía otros familiares a quienes podamos informar?Mikel se aclaró la garganta para poder responder.—No, me temo que no.—¿Entonces solo su hijo es familiar directo?—Sí.—¿Tiene planes para el funeral? Si no los tiene, el Estado podrá hacerse cargo en el crematorio del presidio.Por un segundo, la mente de Mikel se quedó completamente en blanco. Si bien era cierto que hacía años, muchos, en realidad, había terminado por su propia decisión la relación con Elisa, el hecho de que muriera no lo hacía feliz, y menos cuando tenía un hijo de diez años a quien explicarle que su madre había muerto de una forma tan horrible, incendiada... ¿No era estúpido cremarla? Mikel sacudió la cabeza para apartar los fatídicos pensamientos.—Bien, ¿Entonces? — La voz del maldito policía comen
Los dedos de James tamborileaban nerviosamente en la mesita del café, mientras sus ojos reparaban cada dos minutos en el reloj de pulso herencia de familia que traía puesto, estaba a punto de levantarse y mandar todo al demonio.Los dedos se detuvieron de golpe al ver entrar a la chica desaliñada y curvilínea por la puerta del lugar. Nada especial había en ella, salvo sus hermosos ojos, James suspiró, incluso con esa hermosa mirada no sabía si ella lo lograría.« ¿Habrá algo que se pueda hacer con ella? », pensó, «¡Dudo mucho que tenga el temple para seducir a alguien, parece más un ángel herido que una mujer con sed de venganza, esto va a irse directo a la mierda! »Elisa se detuvo en la puerta y lo buscó con la mirada. Pocos especímenes masculinos pueden verse como James Lennox, rostro afilado, tez clara, labios llenos y mirada gris, tan pesada como el plomo.Suspiró. No sería fácil estar cerca de él con esos aires de grandeza que exudaba a kilómetros, era guapo, y el desgraciado lo
«Un, dos…», contaba mentalmente mientras hacía los ejercicios matutinos sin dejar de escuchar en sus auriculares la charla sobre "Crecimiento y desarrollo empresarial en el proceso de globalización económica" de F.J. Santos, publicado en la Revista de Economía Mundial. Estaba concentrada en los datos estadísticos cuando la voz de Ada la sacó de sus pensamientos.—Señorita Isabella, alguien quiere verla.—¿Ahora? Es un poco temprano — ella dijo mirando el costosísimo reloj de pulso que James le había enviado para que lo usara a diario y con una inscripción al reverso que decía: “Para mi amada hija Isabella, de su madre, con amor”. A ella le había parecido una broma de mal gusto, pero luego pensó que él se estaba asegurando de que ella tuviera algo “familiar” que mostrar en caso de necesitar apartar algunas dudas sobre su identidad en el futuro.—Es uno de los empleados de la mansión, trae un recado del joven James.—Está bien, Ada, puedes hacerlo pasar.Elisa ya se había metido en el p
UN MES DESPUÉS:Elisa... no, más bien Isabella se miró al espejo y suspiró profundamente. Del otro lado en el reflejo vio a una mujer casi irreconocible ante ella: rostro perfilado, labios llenos, ojos profundamente azules, escultural figura y una melena oscura abundantemente larga caía a los lados de su cara afinándola aún más y dándole, junto al maquillaje y al vestido de alta costura un aire de aristocracia moderna sin igual.—¿Estás lista para actuar? — La profunda y masculina voz de James la sacó de sus cavilaciones.Ella se giró para verlo a los ojos. Esos ojos grises y helados a los que todavía no lograba acostumbrarse.—Supongo que sí — dijo en baja voz con un asentimiento de la cabeza.—¿Supones? Me estoy jugando mucho con esto, Elisa, ¿O debería llamarte, Isabella? — Dejó salir cortante y decepcionado.James podría lucir como una pieza de arte monumentalmente exquisita, pero era rígido y glacial cuando se lo proponía.Elisa sintió un ligero frío en el estómago. Se puso de pi
—Mikel Wolf, señorita Lennox. Es un gusto — la frase quedó colgada en el aire, repiqueteando como si fuera una campana, y aturdiendo a Isabella por un instante.James, que hacía esfuerzos por mantenerse impasible ante el esbirro que había condenado a su madre a cadena perpetua, notó la repentina palidez de la chica, se había metido muy bien en su papel y, tomándola suavemente por el codo, le dirigió una mirada segura para infundirle confianza.Ella no dijo nada, pero agradeció internamente el que su socio justiciero tuviera ese gesto.Mikel, por su parte, se quedó demasiado tiempo tomando la mano de Isabella hasta el punto de ser verdaderamente incómodo.Ella se liberó con delicadeza y estilo, haciendo un comentario sobre lo delicioso de los canapés y la excelente música instrumental que sonaba de fondo.—Señorita Lennox, ¿Puedo hacerle una pregunta? — lanzó el viejo zorro de Emmett Wolf.Isabella asintió con gracia, ocultando su animadversión.—¿La conozco de alguna parte? — pregunt
—Interesante pieza musical — Mikel comentó — ¿Es Tchaikovsky? — Intentando hacer gala de su fingido amplio acervo cultural.Nunca fue muy bueno para esas cosas, las artes se le daban mejor a Elisa.Isabella sonrió, acentuando un poco más su intención sensual y provocativa.—No. Es Johann Strauss, una hermosa pieza del siglo diecinueve.—¡Oh! Entonces… además de hermosamente encantadora, es usted también muy culta — afirmó con la intención de hacerle un cumplido. Isabella lo veía venir y jugaría con eso.—Un poco, sí — ella contestó paseando su mano sobre el hombro de Mikel hasta llegar cerca de su cuello — ¿Sabía que el vals fue un baile muy escandaloso cuando se comenzó a danzar en las cortes más importantes de Europa? — le dijo suavemente mientras movía las caderas con gracia al ritmo de la música sin dejar de mirarlo a los ojos.—No, no lo sabía, ¿Y por qué iba a ser escandaloso? — preguntó sintiendo un ligero cosquilleo en medio de las piernas bastante sugestivo.—Porque hasta ent
¡Oh, pero por favor! ¡Claro que Mikel comprendía a la perfección la insinuación de la hermosa chica Lennox!Por su puesto que una mujer de su linaje, cultura y clase social se daba el tupé de apartar a sombrerazos a los hombres que seguramente caían rendidos a sus pies como moscas, no sería fácil acercarse en plan de conquista a una mujer como ella.Sin embargo, a Mikel le encantaban los retos, ¡Mientras más difíciles, mejor!Nunca le gustaron las chicas fáciles, a menos que fueran para la diversión de un rato y nada más, pero alguien como Isabella no era para un rato, así que volviendo a sus turbios pensamientos tachó mentalmente la opción de haberla conocido en algún antro londinense en sus años mozos.No, definitivamente no era la aventura pasada de una noche de borrachera.Pero esos ojos… esos ojos seguían poniéndole los nervios de punta.—Lo noto pensativo — ella se aventuró a decir, no podía competir contra lo que fuera que lo mantuviera con la cabeza en otra parte.—Disculpe mi
El joven Lennox decidió que había sido suficiente del teatro por esa noche.La mirada acerada de James le indicó a Mikel que debe apartarse de su “Hermana”. El otro hombre comprendió el mensaje implícito, apartando elegantemente la mano de la espalda baja de Isabella y asintiendo sin perder la sonrisa fingida.—Ha sido todo un gusto, señorita Lennox, espero poder repetir esta hazaña en otra reunión social, por cierto, James, ¡Lo felicito por la magnífica velada!James asintió con gracia y empujó suavemente a Isabella, rodeándola por la cintura y girando junto con ella de forma exquisitamente fabulosa.—No sabía que bailabas tan bien.—No lo hacía. Ahora si lo hago, y… ¿Qué carajos fue todo eso? — ella preguntó molesta e intentando zafarse del agarre de James.—Eso fue ponerle límites al perro faldero de Mikel Wolf — afirmó con frialdad — concéntrate en la danza, mucha gente nos está mirando.—No te entiendo, ¿No se supone que el chiste era coquetearle a Mikel y metérmelo en un bolsill