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Risa ayudaba a bañar a los cachorros y yo trabajaba con mis hermanos cuando madre me llamó a sus habitaciones. Me invitó a sentarme con ella frente al fuego, sin decir palabra mientras Lenora nos servía el té. A pesar que nadie más podía escucharnos, aguardó a que mi hermana nos dejara a solas. La forma en que respiró hondo me causó aprensión.

—Alanis ha concebido —dijo sin rodeos, con acento grave.

Me retrepé en el sillón de pura sorpresa.

—La vi entregarte tres cachorros en un día de verano.

—Perfecto —asentí, aunque el recuerdo de lo que ocurriera todavía me mortificaba—. Sabes que Risa está de acuerdo con que los criemos como nuestros, así que no habrá ningún inconveniente. Iré por ellos tan pronto el clima lo permita.

—No tan rápido, hijo. A ningún cachorro le hace bien ser apartado tan pronto de su madre. Debes aguardar al menos dos o tres años, para que sean más independientes. No es por eso que te lo mencioné, sino para que supieras que est

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