¿Qué es ser Luna? (II)

David sonrió al ver la curiosidad brillando en los ojos de Amira. Era un contraste adorable verla así, tan intrigada como una niña escuchando un cuento fantástico, y él disfrutaba cada segundo de su atención.

—La marca, mi Luna —dijo suavemente, acariciando con ternura, el lugar donde iba su maraca en la clavícula de Amira—, es visible para todos, pero se manifiesta de manera diferente dependiendo de quién la mire. Para los humanos, podría parecer un tatuaje delicado, casi como si tu piel hubiera sido besada por una tinta antigua y mágica. Un diseño que refleja quién eres, pero que nadie más entendería.

Hizo una pausa, su mirada recorriendo la piel de Amira, imaginando cómo se vería su marca en ella.

—Para los lobos, sin embargo —continuó—, será mucho más que eso. Verán la marca como un símbolo de poder, un reflejo del vínculo irrompible entre nosotros. No será sólo un dibujo en tu piel, sino un sello que los conectará directamente con el poder de la manada.

Amira se estremeció, no de miedo, sino de emoción. La idea de llevar algo tan poderoso y visible, algo que la conectara no solo con David, sino con su nueva vida y su papel en Luna Dorada, la llenaba de una mezcla de fascinación y orgullo.

—¿Y cómo se vería en mí? —preguntó con una sonrisa juguetona—. ¿Tienes alguna idea?

David inclinó la cabeza, sus ojos dorados brillando con intensidad mientras la contemplaba.

—Puedo imaginarlo. —dijo con un tono bajo, casi reverente—. En ti, la marca se vería como una luna creciente en tu clavícula, entrelazada con líneas que se asemejan a olas, quizás un toque de fuego que simboliza tu fuerza y tu conexión con el mar. Sería algo único, algo que resaltaría tu naturaleza poderosa y la calma que aportas a mi vida.

Amira lo miró, absorta en sus palabras, imaginando el diseño sobre su piel. La idea de llevar algo tan significativo la emocionaba, y por un momento, se vio a sí misma como la Luna de David, caminando a su lado, marcando un nuevo comienzo no solo para ellos, sino para la manada.

—Me gusta cómo suena —dijo suavemente, acercándose más a él—. Pero, si es tan visible, me va a tocar explicarlo a los demás… —bromeó, aunque la verdad era que no le molestaba en absoluto llevar algo que la conectara con él.

David rió con suavidad, abrazándola.

—Cuando llegue el momento, estarás más que orgullosa de esa marca. Será nuestro símbolo, algo que nadie podrá cuestionar.

De pronto surgió una pregunta para Amira que sería crucial en su nueva vida. -David, que es ser una Luna en una manada. ¿Cuál es mi papel?

David tomó un respiro profundo, comprendiendo lo importante de la pregunta que Amira acababa de hacerle. La miró con una mezcla de seriedad y ternura, sabiendo que no era solo curiosidad lo que la impulsaba a preguntar, sino el deseo genuino de entender su lugar en este nuevo mundo que apenas comenzaba a descubrir.

—Ser una Luna en una manada, mi Luna, es algo mucho más grande de lo que puedo describir con palabras simples, —dijo, su tono suave pero firme—. Es un papel fundamental, no solo para mí como Alfa, sino para cada lobo y loba que forma parte de Luna Dorada.

David la tomó de la mano, entrelazando sus dedos mientras continuaba.

—Como Luna, eres mi equilibrio, mi fuerza y mi guía. Mi poder como Alfa es grande, pero sin ti, sin mi Luna, hay una parte que permanece incompleta, una pieza esencial que trae estabilidad y prosperidad a la manada. Mi madre fue Luna antes que tú, y su desaparición dejó un vacío que se sintió en todos los rincones de nuestro territorio. Las cosechas eran menos abundantes, los nacimientos se hicieron raros, y la manada comenzó a perder la conexión con la vida.

Hizo una pausa, permitiendo que Amira absorbiera sus palabras antes de continuar.

—Tu papel es vital porque eres el corazón de la manada. Eres quien trae la fertilidad, la prosperidad y la protección a todos. No es solo un rol ceremonial, Amira, es un vínculo profundo con la naturaleza y con cada miembro de la manada. Como mi Luna, tienes la capacidad de influir en la salud, la fortaleza y la estabilidad de todos. No eres solo mi compañera; eres la madre espiritual de cada uno de nosotros.

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